Que el divorcio y la ruptura de la familia socavan los cimientos de cualquier sociedad es un hecho contrastado que cada vez más estudios ponen de relieve. Aumenta la delincuencia de los hijos y la gravedad de los crímenes, estos tienen más riesgo de caer en alcoholismo, consumo de drogas y de ser víctimas de abusos por los padrastros. Incluso aumenta el índice de asesinato de niños y bebés por estos últimos. También conlleva una posibilidad exponencial de sufrir trastornos psicológicos, sexo precoz y heridas difíciles de sanar. Pero para medios como La Sexta, todo ello parece ser preferible al “fenómeno ultraconservador” que implica un matrimonio feliz, entre hombre y mujer, unido, católico y estable, y especialmente si los hijos son numerosos.
Lo puso de relieve la periodista Cristina Gallego el pasado 2 de abril, en sus 5 minutos dedicados a las “tradwifes” en El Intermedio. El término, referente a una corriente en alza en los Estados Unidos protagonizada por mujeres que cuestionan el feminismo y se dedican al amor y cuidado de la familia -algunas de un modo ciertamente extravagante- estaría según Gallego protagonizado en España por Mar Dorrio.
El “pecado” que habría hecho a la ferrolana merecedora de una campaña de escarnio público no es otro que ser una mujer de fe, estar casada felizmente con Javier Cuadrado –Mr. Square– desde hace un cuarto de siglo y haber alumbrado 12 hijos. Su experiencia vital, su licenciatura en humanidades y un posgrado en matrimonio y educación familiar son bagaje más que suficiente para dedicarse con éxito a la asesoría y promoción de la familia, el matrimonio y la educación escribiendo libros. También lo hace desde la plataforma El Café de los Viernes y a través de sus redes sociales, @Whynottwelve.
El pasado 19 de abril, la sede de la Fundación Bosco Arts acogió la presentación a periodistas del último libro de Dorrio, Adolescencia en clave de Dios. Un evento que comenzó con el relato cómico y elocuente de cómo vivió la fatídica campaña mediática, mirando a la imagen del Sagrado Corazón y preguntándole: “¿En serio?”.
Para muchos la respuesta de “la estatua” no habría sido más que “silencio”. Pero Dorrio es una experimentada conocedora de esos silencios que hablan. Ya desde las primeras páginas del libro, ella misma afirma que, en muchas ocasiones, “querríamos que el Señor nos respondiera lo que deseamos oír, pero Dios no es así. Con frecuencia, Dios nos responde con el silencio y debemos aprender a escucharlo, pues no deja de decirnos con amor: `¡Confiad en mí, que sé bien lo que debo hacer´”.
Por eso, Dorrio respondió a la campaña con la misma sonrisa que tanto parece molestar a La Sexta -“espero que en ese libro salga la receta de cómo hablar sin parar de sonreír”, ironizaba la periodista Gallego- y decidió seguir adelante, segura de su fe y agradecida por tener una familia que, en cierta manera, parece ser motivo de escándalo.
Durante la presentación, la escritora profundizó en multitud de vivencias que se transformaron en consejos no premeditados para matrimonios y familias a raíz de una pregunta que le hicieron en la parroquia y que fue el germen de este libro: ¿Cómo hacer que la primera comunión no sea la última?
1º Lo primero, ponerse de rodillas
En una de las primeras páginas, Dorrio reconoce que en la adolescencia, “es probable que el silencio de Dios se haga más patente”, corriendo los padres el riesgo de desanimarse y pensar “que no está escuchando. Nos puede parecer que nuestras plegarias no son atendidas, pero Él sabe por qué necesita que nos pongamos más de rodillas. Así que, con toda la fe que tengamos, es un tiempo para arrodillarse y acudir a Él de todas las formas posibles“, invita la gallega.
De hecho, comenta que la adolescencia es un momento oportuno para “recuperar a muchas personas que se han alejado”, pues “muchos padres podrán encontrarse con el Señor” ante la dificultad: “Dios no se ha despistado y todas las adolescencias tienen un por qué. Si metes a Dios, tendrás la paz y serenidad de que no todo está en tus manos, sino en un Padre que quiere a tus hijos más de lo que les quieres tú”.
2º Y en gracia: sin ella “es imposible”
La escritora mencionó momentos reales de su día a día en que “parece que te llevan los demonios“. Y lo dice literalmente”, convencida de que “están ahí para romper el buen ambiente familiar. Cuando llegan tarde, les dices que `la vas a liar parda´ y resulta que es porque han hecho algo bueno… primero tienes que escuchar. Y si no tienes la gracia de Dios, te llevan los mil demonios. La adolescencia te tiene que pillar confesado y necesitas la gracia para ser atento, cortés, corregir sin humillar, tener la palabra acertada… Es imposible si tienes que hacerlo el resto de tu vida, de lunes a domingo, y no tienes la gracia. Solo con ella vamos a poder ponernos de rodillas y entender que esa adolescencia forma parte del plan de Dios para llevarlos a ellos y a nosotros al cielo”.
3º No puedes prevenir lo que no puedes predecir
Aunque “muchas veces duele”, Dorrio observa que conocer a los hijos trasciende la obviedad del deber paterno, pues “si sabes que a tu hijo le faltan nociones en temas de moral, puedes cubrirlo. Si no, no puedes. No puedes prevenir lo que no puedes predecir. Tenemos que conocerles en su rol de hijo, pero también de estudiante, si deja o no los apuntes, cómo se comporta en el aula, si es buen amigo o ni si quiera mira al nuevo de clase, cómo es en redes sociales o cómo celebra un gol, pues da señales de lo que puede faltar. Aunque duela, solo si les conoces puedes echarles un capote y rellenar lo que falta”.
4º Que se sientan queridos porque son conocidos
Solo de esta forma se podrá evitar el pensamiento más común de lo que se cree en adolescentes de que “si mi padre me conociese no me querría“. Los hijos adolescentes, dice Dorrio, “deben sentirse queridos porque son conocidos, no verse como un avatar que está por la casa. Cuanto más los conoces, más a gusto están y más opciones tienes de que recurran a ti si les pasa algo. Si creen que solo quieres a un avatar ideal, serás su debilidad y no su apoyo. Al conocerles, ellos se crecen con los padres. Con Dios Padre pasa igual, te quiere a ti también, tú que has mentido, robado… Y ahí te ves reflejado”.
5º Evitar las “frases caoba” y no ser locutores del demonio
Una de las máximas que Dorrio ha aprendido tras educar muchas adolescencias es que “el hogar no puede ser locutorio del demonio“. O lo que es lo mismo, “no juzgar, criticar o escandalizarse”, sino “condenar el pecado y disculpar al pecador“. De este modo, cuando los hijos “metan la pata”, lo que percibirán es que los padres les siguen queriendo y ayudando a levantarse, aunque les digamos que han hecho mal. Además, agrega, “en muchos casos `esa amiga´ no es `esa amiga´, sino tu misma hija queriendo saber cómo responderías”. Por eso, en cada respuesta que se da “hay mucho en juego”. Especialmente importante es para Dorrio evitar lo que llama “frases caoba”, del estilo “que no me entere yo de que…” o “ninguno de mis hijos hará…”, porque “como alguno lo haga, a ver quién te lo dice”.
6º Ir más allá del defecto de los hijos
La escritora habla también de que los defectos, lejos de definir a la persona, “muestran por lo general un anhelo insatisfecho“, lo que también ocurre en los hijos. Así, uno que miente puede esconder el deseo de agradar, lo que habrá que corregir “premiando y haciendo que coja el hábito de decir la verdad”. Pero sobre todo llama a “ir y ver más allá” del defecto. Haciéndolo, dice, “no solo querrás más a esa persona con sus defectos, sino que la querrás más gracias a ellos. Cuando lo pasas por la oración, el Señor te hace ver lo que le falta para tener ese defecto y sales más enamorado de tus hijos, la ira se convierte en ternura y la soberbia en caridad“.
7º La Virgen “no deja nada en leído”, pero conviene “ir a su casa”
También invita a “hacer actos para el cielo”. Hablando de la Virgen, cuenta que si pedirle por los hijos es útil, hacerlo “en romerías, santuarios y peregrinaciones” es vital, pues son “el hospital del alma de la Virgen” donde se encuentran “todos los medios para curar el alma y proteger a los hijos”. Pone el caso de Torreciudad, en una tórrida tarde de verano, cuando la familia al completo venció la pereza para completar una novena camino al santuario. Ella admite que le habría gustado que al terminar “oliese a rosas… o algo”, ante la aparente normalidad. Lo que nunca pudo prever es que ese mismo día, una de sus hijas se salvó en un accidente de coche. “No hay avemaría que quede en leído en el cielo, ni gesto que pase desapercibido en la eternidad. La Virgen siempre escucha, pero el médico hace más allí donde tiene los medios”.
8º Ser cómo San Pablo: dar testimonio, pero también advertir
Dorrio coincide con el mensaje de “dar testimonio con la propia vida y ser coherente”, pero lo considera incompleto en algunas ocasiones educativas con adolescentes. En su opinión, “hay que ir más allá y no solo dar la receta, sino advertir, decir lo que funciona y lo que no funciona. Que si abres un horno con un bizcocho a mitad de cocción, no subirá, y si te vas a vivir con tu novio, no irá bien. No nos podemos callar“.
9º Mantener los puentes abiertos, pero sin ceder
A la hora de abordar situaciones como un hijo que se va a vivir con su novia, la escritora llama a mantener el equilibrio enunciado por San Josemaría Escrivá de “conceder sin ceder con ánimo de recuperar”. El hogar, dice, “tiene que seguir siendo el mismo en que la Sagrada Familia pase cómodamente en cualquier hora y habitación“, por eso invita a “no tener miedo de mantenernos firmes y hacer las cosas en casa como queremos que sean”. En ocasiones se puede “no soltar el mango” e invitar a tu hijo en situación irregular a comer a casa, lo que “puede mantener puentes tendidos”. Pero al mismo tiempo, recuerda que por muchos puentes que se abran, “la Sagrada Familia siempre debe encontrarse cómoda”.
10º Hacer marketing de la familia
Recuerda un caso concreto de una chica que se fue de casa y tras un tiempo, volvió. Al preguntarle por qué volvió, recuerda que la respuesta fue simple pero reveladora: “Porque veía lo bien que se lo pasaban en Instagram”. De este modo, Dorrio subraya que “si vamos a poner 3.000 normas o ser los antipáticos del `no te dejo´, también tendremos que estar orgullosos de la familia, hacer planes divertidos y hacer marketing de nuestra familia“.
11º El mejor Bugaboo de Nazaret
Dorrio se pregunta por las cunas que haría San José: “Serían como los Bugaboo de ahora… Pero el Señor no quiso una cuna de San José, sino sus brazos y un establo. Dios puede querer o no nuestra excelencia, pero la mejor versión de San José era estar en un establo, no estar haciendo el Bugaboo de Nazaret. La mejor versión de nuestros hijos es la que más se parezca al plan que Dios tenga para ellos. Tenemos que invitarles a reflexionar en qué les pide Dios a ellos, a que se metan en la habitación escondida, y el Señor les llevará a ser la mejor versión de sus vidas”.
12º La excelencia: ¿El inglés o la oración?
Para la autora de Adolescencia en clave de Dios, la sociedad “entiende mal lo que es la excelencia”, pues se busca de forma enloquecida “el inglés o el deporte” pero se puede olvidar que los hijos tengan esos cinco minutos de oración. “Hay que buscar apoyo, en el club del Opus Dei, en Life Teen o donde sea. No puede ser que nos dediquemos a la excelencia académica o el inglés y no nos centremos en cómo estamos siendo apoyando el soporte y alma de nuestros hijos”.
13º No abandonar el puesto de guardia
“Lo que los padres no podemos hacer es dejar nuestro centro de guardia. Tenemos que estar en gracia de Dios y mandar municiones al cielo con el santo rosario, con la misa. Que nos vean luchar por ser coherentes. No necesitan a alguien perfecto, sino a un soldado herido pero que se vuelva a levantar. Y nosotros, los padres, somos esos soldados caídos que han metido la pata y se vuelven a levantar, un ejemplo maravilloso donde se podrán apoyar cuando vuelvan a caer”.
14º La mortificación apacigua el alma
La escritora cita la icónica penitencia de Mendoza en La Misión como ejemplo de una mortificación física que ayuda no solo a “dominar el cuerpo y calmar el ruido“, sino también a “superar el momento de la tentación”. “No descartemos la mortificación ni que nos parezca escandaloso que desde pequeños se acostumbren a que les falte un poco de algo e invitarles a superarlo”.
15º Siempre habrá espacio para el “móvil patata”
Hablando de las pantallas, cuenta que a la última hija que le dieron un móvil fue con 17, y sabe que pueden ser “bichos raros, pero no hay otra opción”. “Y si el problema es querer controlar a tu hijo, siguen existiendo los móviles patata. No dejas de tener amigos por [no tener] WhatsApp, [y si pasa], no son tus amigos”, agrega. Hablando de las series, también cuenta que se les puede “sacar partido” al verlas en familia, especialmente por poder explicar lo que sucede y que adquieran tu modus operandi“.
16º El Kalashnikov del santo rosario
Uno de sus últimos y más sonadas anécdotas fue la del “Kalashnikov del santo rosario” de cara a las malas influencias o amistades. Recuerda una amiga de su hija que le “espantaba” y para que la familia fuese consciente del poder del rosario, les dijo que rezaría uno diario durante un año por la resolución del problema: “O se convierte o se va“. No habían pasado seis meses cuando su hija le dijo que podía dejar de rezar y concluido el año, “se fue”: “No falla”. También llama a tener sólidos argumentos y no solo humanos del estilo “no me gusta como viste”. Y de vez en cuando, las visitas a casa para novios o amigos: “Ellos mismos se dan cuenta de si encajan o no y también te da argumentos para decir por qué no te gusta”, concluye.