El Evangelio, la cruz y María, los tres remedios del Papa para vencer el cansancio espiritual

En el rezo del Ángelus de este 13 de marzo, el Papa Francisco comentó el evangelio de la Transfiguración de Jesús, del que obtuvo un importante llamado para los cristianos en este “tiempo fuerte de Cuaresma”:  Dar al Señor “la oportunidad de sorprendernos y despertar nuestros corazones” a través de la oración.

“En nombre de Dios, ¡detengan esta matanza!”

Tras la oración, Francisco tuvo unas palabras para la ciudad de Mariúpol, que “se ha convertido en una ciudad mártir de la desgarradora guerra que está devastando Ucrania”.

“Frente a la barbarie de la matanza de niños, de personas inocentes y de civiles indefensos”, dijo el Papa, “no hay razones estratégicas que valgan: ha de cesar la inaceptable agresión armada, antes de que reduzca las ciudades a cementerios”.

También pidió que los contendientes negocien y que los corredores humanitarios sean “efectivos y seguros”. Y exigió, con palabras dramáticas: “En nombre de Dios, escuchen el grito de los que sufren, pongan fin a los bombardeos y a los ataques… En nombre de Dios, les pido: ¡detengan esta matanza! ¡En nombre de Dios, escuchen el grito de los que sufren y pongan fin a los bombardeos y atentados!”.

“Dios es solo el Dios de la paz, no es el Dios de la guerra, y los que apoyan la violencia profanan su nombre“, concluyó, antes de alentar una oración en silencio “por los que sufren y para que Dios convierta los corazones a una firme voluntad de paz”.

Plan de Cuaresma

El Papa comenzó su alocución profundizando en el sueño de Pedro, Juan y Santiago tanto en la Transfiguración como en Getsemaní como “una nota discordante”.

Una cansancio que, tanto a los apóstoles como a los cristianos de hoy “asombra en momentos importantes“. “Vemos que se adormecen antes de que comience la Transfiguración, cuando Jesús está en oración. Podemos pensar que al principio ellos también estaba orando, hasta que prevaleció el cansancio y el sueño”, explica.

Acto seguido, comparó el sueño de los apóstoles con el que muchas veces “llega en los momentos que sabemos importantes, cuando nos gustaría rezar, pasar un rato con Jesús después de un día de compromisos o cuando llega el momento de hablar con la familia”.

Es aquí cuando asegura que “nos gustaría estar más despiertos e implicados para no perder estas preciosas oportunidades, pero no lo conseguimos”.

La Cuaresma, una oportunidad para despertar

Por ello, Francisco llama a aprovechar este “tiempo fuerte de Cuaresma” como una oportunidad en la que “Dios quiere despertarnos del letargo interior que no deja que el Espíritu se exprese”.

Acto seguido, remarcó la importancia de buscar ese “despertar” a través de la oración. Y es que “mantener el corazón despierto no depende solo de nosotros, es una gracia y hay que pedirla. Los tres discípulos eran buenos, pero con sus fuerzas no podían mantenerse despiertos”.

Algo que cambia en el momento de la Transfiguración:  “Fue la luz de Jesús la que los despertó. Como ellos, también nosotros necesitamos la luz de Dios, que nos hace ver las cosas de otra manera; nos atrae, nos despierta, reaviva el deseo y la fuerza para orar, mirar hacia adentro y dedicar tiempo a los demás”.

Para Francisco, la oración se convierte en un modo de vencer la fatiga y el cansancio del cuerpo con la fuerza del Espíritu de Dios, “y cuando no podamos, pedirle al Espíritu Santo que nos saque de este sueño que nos impide orar”.

Antes de concluir, ha propuesto aplicar esta reflexión durante el tiempo de Cuaresma, convencido de que “hará bien no apagar la luz de la habitación sin ponernos ante la luz de Dios y rezar antes de dormir”.

Para ello, ofrece algunas ideas que permitirán dar al Señor “la oportunidad de sorprendernos y despertar nuestros corazones”. Entre ellas, recomienza especialmente leer el Evangelio, “dejándonos maravillar por la Palabra de Dios, porque la Escritura ilumina nuestros pasos y hace arder nuestro corazón”.

También invita a mirar la cruz: “Podemos maravillarnos del amor loco de Dios, que nunca se cansa de nosotros y tiene el poder de transfigurar nuestros días, de darles un nuevo sentido, una luz diferente, una luz inesperada”.

Por último, el Papa alentó a incluir a María como una ayuda y soporte para “mantener nuestro corazón despierto” y “acoger el tiempo de gracia que Dios nos ofrece”.

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