Edna Kiplagat, católica, madre de cinco hijos, tres adoptados… y bicampeona mundial de maratón

La bicampeona mundial de maratón Edna Kiplagat
tiene 40 años y es madre de cinco hijos. Tokio puede ser su última
oportunidad de ganar el oro olímpico, tras 23 años de competición. En
ese objetivo fija la mirada, pero sin perder de vista lo que para ella, católica practicante, tiene mayor importancia: Dios. Roxanne King la ha entrevistado al respecto en el National Catholic Register:



Edna pasea la bandera de Kenia tras alzarse con el oro en el mundial de Moscú 2013.


La dos veces campeona del mundo de maratón Edna Kiplagat es esposa, madre de cinco hijos y una católica devota.
En sus 23 años de carrera, esta nativa de Kenia ha sido campeona cuatro
veces en los seis World Marathon Majors. Ahora se entrena en Longmont
(Colorado), un ciudad cuyo nombre viene de la montaña Long’s Peak. Está
centrada en ganar la medalla de oro para su país natal en los Juegos
Olímpicos de 2020. Aunque cumplió 40 años en noviembre, su increíble sprint al final de la maratón de Boston del año pasado,
con el que cubrió la brecha de tres minutos que la separaban del
corredor que iba en cabeza, nos dice que no está acabada. Su fe y la
búsqueda de la medalla olímpica recuerdan las palabras de San Pablo en
Filipenses 3, 14: “Corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me
llama Dios desde arriba en Cristo Jesús”.


Nacida y crecida cerca de Iten, en Kenia, Kiplagat fue descubierta cuando estaba en el instituto por el hermano Colm O’Connell,
de los Hermanos de San Patricio. El hermano Colm es un renombrado
maestro, misionero y entrenador de 71 años que ha descubierto, entre
otros, a cuatro campeones olímpicos y 25 campeones mundiales. Hoy en día, a Kiplagat la entrena su marido, el ex corredor Gilbert Koech.
La pareja se casó en 2001. Aunque actualmente viven en Longmont, tienen
una granja en Iten. Sus hijos, que tienen entre 4 y 26 años, incluyen tres adoptados.
Los dos mayores fueron adoptados antes de tener a sus propios hijos; el
más pequeño fue adoptado después de que nacieran sus dos hijos
biológicos.


Kiplagat ha hablado recientemente con el Register sobre su fe y el papel que tiene en su vida.


-¿Cómo y cuándo empezó a competir?


-En diciembre de 1995 fui, invitada por el hermano O’Connell a un
campamento de entrenamiento que duraba tres semanas. Al año siguiente,
1996, representé a Kenia en los Campeonatos del Mundo Junior [WJC, sus
siglas en inglés] sobre pista y campo en Sidney (Australia). [Kiplagat
ganó la medalla de plata en los 3.000 metros. En 1998, ganó el bronce
en los WJC en Annecy, Francia]. Cuando acabé el instituto, en 2006,
formé parte del equipo en el World Cross Country Championships en
Fukuoka (Japón). Un gran año para mí fue el 2010, cuando gané las maratones de Los Ángeles y Nueva York.


-¿Se está entrenando para los Juegos Olímpicos
de 2020? Si es así, ¿cuándo se harán las pruebas y sabrá si formará
parte del equipo?


-Sí, mi sueño es ganar el oro olímpico. Es la victoria fundamental
que aún no he conseguido. Las pruebas se harán después de la maratón de
Boston [en abril de 2020] y, entonces, la Federación de Atletismo de
Kenia hará la selección.


-El año pasado, cuando iba tres minutos detrás
de la líder, de repente aceleró para cubrir la brecha y situarse segunda
en la competición de mujeres del maratón de Boston, que usted ganó en
2017. ¿Tiene otras carreras a la vista?


-Me estoy preparando para media maratón como calentamiento para la maratón de Boston.

Así fue la primera victoria de Kiplagat en un mundial, en Daegu
(Corea del Sur). Además de sus dos campeonatos mundiales, Edna ha ganado
en Nueva York (2010), Londres (2014) y Boston (2017), tres de las seis
Majors o grandes maratones, junto con Berlín, Chicago y Tokio.


-Su marido abandonó las competiciones para ser
su entrenador a tiempo completo. ¿Qué beneficios y desafíos plantea para
su matrimonio y su familia el que su marido sea su entrenador?


-Tenerle como entrenador significa que ambos tenemos una misión como
pareja cada día. Nos animamos mutuamente, nos damos fuerza y nos
desafiamos para alcanzar nuevas cimas. Cuando estoy cansada, él me anima
y me empuja a seguir adelante. Me ayuda a preparar el plan y el
programa de mis entrenamientos, para los niños y toda la familia. A
veces no estamos de acuerdo, pero hemos aprendido que cuando dejamos que Dios decida, Él cambia lo que necesita ser cambiado. Ambos crecimos en la fe católica, por lo que estamos bendecidos por ello.


-¿Qué papel tiene la fe en su entrenamiento y en su vida?


La fe es la garantía -es decir, la confianza y la creencia – de las cosas que se esperan, pero no se han recibido aún (Mt 11, 1).


»Por ejemplo, en Mateo 9, 27-30, dos ciegos se acercaron a Jesús y le
pidieron que les curara. Jesús les dijo: “¿Creéis que puedo hacerlo?”.
Contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que os
suceda conforme a vuestra fe”. Y se les abrieron los ojos. Su fe en que
Jesús les podía devolver la vista era la sustancia o realidad de lo que
habían esperado. Les dio la confianza o la seguridad de que recibirían
lo que habían pedido. Ellos creían, tenían fe.


»Un ejemplo del Antiguo Testamento lo tenemos en la historia de los
tres amigos de Daniel que se niegan a inclinarse ante la estatua de oro
del rey Nabucodonosor (Dan 3). Los que se negaban eran amenazados con
ser arrojados vivos a un horno encendido. Los jóvenes judíos Sídrac,
Misac y Abdénago, que se negaron a inclinarse ante la imagen, le dijeron
al rey Nabucodonosor: “Si nuestro Dios a quien veneramos puede
librarnos del horno encendido, nos librará. Y aunque no lo hiciera, que
te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la
estatua de oro que  has erigido”. Su fe/confianza era la sustancia de lo
que esperaban, y era la evidencia de lo que aún no habían visto o
recibido. Creían que Dios les salvaría, y lo hizo, porque obedecieron a
sus mandamientos y no se inclinaron ni adoraron a otros dioses.


»Creo que nuestros planes y entrenamientos tendrán éxito. Siempre rezamos por cada cosa que hacemos, y confiamos en Dios.



Edna, en su parroquia de San Francisco de Asís, en Longmont. Imagen: National Catholic Register.


-¿Cómo compagina su entrenamiento físico con el matrimonio y la familia?


-Desde que empecé a correr he tenido el apoyo de mucha gente: mis
padres, mis entrenadores, mi marido y mis hijos. El viaje ha sido
maravilloso, ¡no me parece que hayan pasado más de veinte años desde que
empecé! He disfrutado cada día y cada éxito.


Cuando nos casamos,
tuvimos que tener a alguien que se ocupara de nuestros hijos, lo que me
facilitaba que me entrenara sin preocuparme de las tareas familiares.
También me tomé tiempo de descanso después de los embarazos. Tenemos una familia maravillosa,
y nos respetamos entre nosotros. Todos comprenden la importancia de mi
entrenamiento y las competiciones, por lo que me apoyan.


»Mi marido y yo, desde el momento en que nos conocimos, planificamos
lo que queríamos hacer. Dios nos unió, y tiene buenos planes para
nosotros. Nos reserva buenas cosas. Nos unió para que nos ayudáramos a conseguir lo que queríamos y ser todo para aquello que Él nos creó, para que alcanzáramos nuestro potencial.


-¿Cuándo se trasladaron a Longmont y por qué?


-Nos trasladamos a Estados Unidos en enero [2019]. Elegimos vivir en
Longmont porque la conocíamos bien, lo habíamos visitado a menudo. Desde
2010 nos entrenamos en Boulder, donde vivíamos. Tenemos muchos amigos
que viven en Longmont [que está a las afueras de Boulder]. Es una ciudad
acogedora. Y, además, Longmont está a una altura de 1519 metros por
encima del nivel del mar, lo que es fantástico para entrenarse


-¿Qué edad tienen sus hijos? ¿Viven con ustedes?


-Mercy, de 26 años, terminó la  universidad el año pasado. Collins,
de 18, acaba el  instituto este año. Carlos, de 15, y Wendy, de 11,
viven con nosotros Longmont. Faith tiene 4 y vive con su abuela.


-Ustedes poseen una granja en Iten. ¿Qué tipo de granja es?


-Es pequeña. Cultivamos maíz y judías, y tenemos vacas, ovejas y cabras.


-¿Qué es Save Our Girls?


-La gente de mi comunidad lleva adelante varios programas caritativos. El más reciente, Save Our Girls,
fue creado para asistir y educar a niñas de las aldeas rurales sobre la
menstruación cuando llegan a la pubertad. Muchas niñas no van al
colegio cuando tienen la regla porque sienten vergüenza. [Este tema
sigue siendo tabú en muchos países en vías de desarrollo]. Queremos que
sepan que es una parte normal de la vida. Queremos que sean conscientes
de ello y proporcionarles productos de higiene para la menstruación.


-¿Hay algo que quiera añadir?


-Todo lo que he hecho y pasado es porque Dios nos ha bendecido como familia, no sólo a mí individualmente.
Lo que he hecho se lo debo a las personas que me han apoyado a través
de los éxitos y los fracasos. Estoy realmente agradecida por lo que he
conseguido, y por seguir teniendo la oportunidad de intentar lo que no
he conseguido. Seguiré rezando para perseverar. Sé que todo se consigue con la oración, y sé que Dios responderá.


Traducido por Elena Faccia Serrano.

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