Domingos en Blanco

por Manuel Blanco

EL BORDADO

    Hortensia falleció con 99 años. Tenía nombre de huracán, y su carácter fuerte  también pasó por alguna que otra “ciclogénesis”. En su entierro, como mucho, habría 10 personas. Pero ninguna por cumplir; ni para devolver un favor. Nadie vino a quedar bien. Una ceremonia sentida y auténtica; sin canonizarla, pero respirando paz.

    Ella nunca quiso molestar: “marchade antes de que se faganoite”. Y en esta vida, si no molestas, no triunfas. Se había criado, buena parte del tiempo con unas monjas. Había emigrado a Inglaterra en los años difíciles. Dos veces casada, dos veces viuda. No tuvo hijos. Ninguna deuda. Ningún pleito. Ningún rencor.

    Pensé que su existencia se parecía a los bordados que aprendió de las monjas: una maraña de hebras sobre una tela. Largas horas de infinita paciencia, usando el hilo de oro de la fe; ensartando las perlas de la Eucaristía frecuente. Para confeccionar el dibujo de una vida silenciosa y extraordinaria. Quien sólo vive de apariencias, no borda.

    En sus últimos momentos, la “cabeciña” fallaba un poco. Pero conservó un faro que edificó a sus acompañantes. “Aquí estou ata que Dios o queira”. Y después de la Unción de Enfermos: “Xa non peco máis”.

Cuesta encajar el: “os conviene que yo me vaya”. Pero la Ascensión de Jesús no significa abandono. Él se queda. Todos hemos recibido un encargo: el de testigos. Los Apóstoles, lo “bordaron”.

Barca de Santiago / Mayo 2015