Desde la Escritura: En mileto, antes de ir a jerusalén

Después de haber ido a Grecia y a Macedonia, a lo largo de
este tercer Viaje Apostólico, Pablo tomó una nave para dirigirse a Aso; y
de allí, subió a bordo de la de sus compañeros, para ir a Mitilene, y
después a Mileto. No fue a Éfeso, entre otras cosas, por falta de
tiempo, ya que deseaba estar en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés.


Desde Mileto, mandó recado a Éfeso para que sus presbíteros se
reunieran con él en Mileto. Las palabras de Pablo recuerdan los
discursos de despedida de Jesús, del Evangelio según San Juan. Pablo
hace un resumen de su labor apostólica entre ellos. Recuerda las
asechanzas de los judíos, molestos de que Pablo considerara que los
anuncios proféticos se cumplían en Jesús de Nazaret. Recuerda sus
esfuerzos para servirles lo que fuera de provecho para ellos,
animándolos a la penitencia y a robustecer su fe en Cristo Jesús. Ahora,
conducido por el Espíritu, va a ir a Jerusalén, en donde no sabe lo que
le espera, aunque el Espíritu le anticipa siempre prisiones y
tribulaciones. Sin embargo quiere consumar la carrera de su ministerio
apostólico, dando testimonio del Evangelio de la gracia de Dios. Les
dice que no espera volver a verlos, y se considera inocente de lo que
pueda pasar, pues siempre les ha anunciado el designio de Dios. Les pide
que miren por ellos mismos y por toda la grey que el Espíritu Santo les
ha mandado pastorear. Sabe que surgirán lobos rapaces, que enseñarán
cosas perversas para atraer a las ovejas de aquella grey.


Concluye pidiendo que socorran a los débiles, y que se acuerden de
las palabras de Cristo “más vale dar que recibir”. Para despedirse, oró
con ellos y se abrazaron.


José Fernández Lago

pastoralsantiago.es

Foto: Miguel Castaño