Denis Mukwege, Premio Nobel de la Paz, habla de un «Dios misericordioso» en medio del sufrimiento

Ante una enorme expectación, el Comité Noruego ha anunciado este viernes la concesión del Premio Nobel de la Paz para el ginécologo congoleño Denis Mukwege y la yazidí Nadia Murad,
que fue secuestrada y utilizada como esclava sexual por Estado
Islámico. Ambos ya habían sido premiados con el Premio Sajarov del
Parlamento Europeo.


“Nadia Murad es la testigo que habla de los abusos cometidos contra ella y otros.
Ella ha demostrado un valor extraordinario al relatar sus propios
sufrimientos y hablar en nombre de otras víctimas”, describe el Comité
que otorga el galardón. Esta  es una de las aproximadamente 3.000 niñas y
mujeres yazidí que fueron víctimas de violaciones y otros abusos por
parte del ejército de Estado Islámico.


“El doctor Mukwege y su personal han tratado a miles de pacientes que
han sido víctimas de tales agresiones”, afirma el Comité Noruego sobre
el otro premiado. “Ha condenado repetidamente la impunidad por violaciones masivas
y ha criticado al Gobierno congoleño y a otros países por no hacer lo
suficiente para detener el uso de la violencia sexual contra las mujeres
como estrategia y arma de guerra”.


nadia-murad


Nadia Murad es yazidí y fue secuestrada por Estado Islámico


Este médico y activista ya había sido candidato en otras dos
ocasiones a este galardón. Además de su impresionante labor en el Congo,
Mukwege es un cristiano comprometido, que habla de un “Dios misericordioso”.
Habla de este Dios a sus pacientes, las cuales arrastran unos
sufrimientos terribles, pero también a los millonarios y donantes a los
que convence en Occidente para ayudar a los más desfavorecidos.


Este es el reportaje que Religión en Libertad publicó el 11 de enero de 2018 sobre el doctor Mukwege, flamante Premio Nobel de la Paz:


Ha operado a 50.000 víctimas de brutales violaciones y anuncia al mundo que «Dios es misericordia»


El doctor Mukwege encuentra en Dios la fuerza para poder realizar esta labor


Denis Mukwege ha sido en dos ocasiones candidato a premio Nobel de la
Paz, ha recibido el Premio Sajarov de Derechos Humanos del Parlamento
Europeo, la ONU ha reconocido su labor. Todo muy a su pesar. Porque este
cirujano congoleño nunca querría haber sido protagonista aunque ante el
mal que presenciaban sus ojos quiso mostrar al mundo la “misericordia” de Dios en medio del infierno.

Llamado Papa Denis por sus miles de pacientes es también conocido en el mundo como “el hombre que repara a las mujeres”,
título del documental que cuenta su historia de cómo sin pretenderlo se
ha convertido en el gran experto en cirugías en mujeres y niñas que han
sido brutalmente violadas en grupo.


La violación en masa, un arma de guerra


Durante los múltiples conflictos bélicos y étnicos que se han
producido durante las últimas décadas en el Congo o Ruanda, en muchos
casos las mujeres fueron utilizadas como armas de guerra para expandir
el miedo a la población. Decenas de miles de mujeres, y también niñas, eran violadas por soldados y guerrilleros múltiples veces y en grupo.

Este
médico habla de “estrategia de terror” y lejos de vivir una vida cómoda
en Europa, donde terminó de formarse decidió jugarse la vida, hasta en
cinco ocasiones han intentando asesinarle, para ayudar a estas chicas
destrozadas física, psicológica y espiritualmente que llegaban a él.


Su vida iba por otro camino


“Nunca había planeado así mi vida, esto es un accidente pues yo había estudiado para curar la mortalidad infantil”, asegura el doctor Mukwege con una biblia en la mano durante una entrevista con Famille Chretienne.

Viendo
el drama que vivía su país terminó de formarse en Francia. Pudo
quedarse allí pero decidió volver a su tierra y abrir un hospital en
Lemera. Con la guerra civil en 1998 empezó la gran catástrofe con la
llegada de su primera paciente: “Esta mujer, que había sido violada,
estaba gravemente herida genitalmente. Antes de tres meses, una cincuentena de mujeres se presentaron en el hospital con secuelas idénticas”.


Día y noche operando a mujeres


Los casos se multiplicaban por cientos. Así fue como empezó sin
querer a realizar operaciones para ayudar a estas mujeres destrozadas. Operaba día y noche durante 18 horas todos los días. Hasta diez cirugías practicaba en mujeres que habían sido violadas.

Luego dos veces al mes recorría andando los 30 kilómetros que le separaban de Bukavu, donde vivían su mujer y sus hijos.

En 1996, este centro sufrió un brutal ataque y las pacientes fueron asesinadas en sus camas.
Entonces, fundó el hospital Panzi de Bukavu, donde él y su equipo han
operado ya a más de 50.000 mujeres víctimas de estos horribles ataques.


Enseñar a amar a los hijos frutos de la violación


El doctor Mukwege se empeñó también en dar techo y también apoyo
psicológico a estas mujeres que en muchos casos habían quedado
embarazadas de sus violadores y habían sido repudiadas por sus familias
. Además,  también les ayudan a amar a estos hijos, a los que en Congo denominan serpientes.

Para este médico y activista, este tipo de agresión sexual “es
un arma satánica de la guerra, la destrucción de la mujer y su entorno,
atacando a la Iglesia, cuya unidad básica es la familia”.

Una
de sus pacientes, Claudine Mirambo, cuenta que en 2006 cinco
guerrilleros entraron en su casa: “Me violaron delante de mis hijos  y
después me metieron un paquete de sal en la vagina. Estaba embarazada de
tres meses y aborté allí mismo. Perdí el conocimiento. Ahora tengo
miedo, para mí el hombre es un destructor”.


“Mi Dios es un Dios de misericordia”


Estos son los casos con los que a lo largo de todos estos años se ha ido enfrentando el doctor Mukwege. También, son numerosas las adolescentes que llegan con terribles heridas, y que han sido ya operadas hasta dos y tres veces.

Preguntado
sobre si rebelan contra Dios las mujeres a las que atiende, este
cirujano lo tiene claro: “están sostenidas por una fuerza moral y
espiritual que las empuja hacia adelante. Me siento muy pequeño frente a
ellas”.

Tampoco a él se le ha ocurrido acusar a Dios de estas aberraciones. “Mi Dios es un Dios de misericordia, que nos da su gracia,
pero también la capacidad de elegir. No somos sus esclavos. El que no
ve en el otro la imagen de Dios es su pecado. No es de Dios, sino de la
perversión humana de la que viene el pecado”.


No quiere una tercera generación de víctimas


Tras veinte años operando día y noche vio que debía hacer algo más. 
Estaba agotado de operar a una madre, años después a su hija, víctimas
de estas violaciones brutales. “No quiero ocuparme de una tercera generación”, y dejó la clínica en manos de sus colaboradores para concienciar al mundo sobre lo que allí ocurre.


Cirujano en África, misionero en Occidente


El doctor Mukwege ha conseguido el apoyo de numerosos millonarios y
famosos y también sin quererlo se ha convertido en un misionero del
Occidente secularizado. Cuenta que estos ricos “quieren ser felices
sirviendo al hombre: entienden que su fortuna no puede llenarlos, ¡pero necesitan experimentar que Dios los ama,
y que es de Él de de donde sacamos la fuerzas para ayudar a otros. Para
ayudarlos, y para lo que es aún más difícil, la fuerza para amarlos”.

Precisamente
este amor a la gente a la que ha servido le ha provocado numerosos
problemas. En varias ocasiones han intentado matarlo y secuestrarlo. En
2012, unos pistoleros le esperaban en la puerta de casa. Salvó la vida gracias a un guardia de seguridad, que murió.

Él
se exilio en Bélgica para proteger a su familia pero sus pacientes que
tanto le querían pese a ser extremadamente pobres le pagaron un billete
de vuelta, le recibieron como a un “superhéroe” y ahora vive en el propio hospital y son voluntarios los que vigilan su puerta durante las 24 horas.

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