Declaración Común del Papa Francisco y del Patriarca Ecuménico Bartolomé I

“Nuestro recuerdo de los Apóstoles, que proclamaron la buena nueva
del Evangelio al mundo mediante su predicación y el testimonio del
martirio, refuerza en nosotros el deseo de seguir caminando juntos, con
el fin de superar, en el amor y en la verdad, los obstáculos que nos
dividen”, afirman Francisco y Bartolomé en la Declaración Común, firmada
después de la celebración de la Divina Liturgia en la Solemnidad del
Apóstol Andrés.

 

“Durante nuestro encuentro en Jerusalén del mayo pasado, en el que
recordamos el histórico abrazo de nuestros venerados predecesores, el
Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, firmamos una
declaración conjunta. Hoy, en la feliz ocasión de este nuevo encuentro
fraterno, deseamos reafirmar juntos nuestras comunes intenciones y
preocupaciones” afirman los protagonistas del encuentro ecuménico.
“Expresamos nuestra resolución sincera y firme, en obediencia a la
voluntad de nuestro Señor Jesucristo, de intensificar nuestros esfuerzos
para promover la plena unidad de todos los cristianos, y sobre todo
entre católicos y ortodoxos. Además, queremos apoyar el diálogo
teológico promovido por la Comisión Mixta Internacional que, instituida
hace exactamente treinta y cinco años por el Patriarca Ecuménico
Dimitrios y el Papa Juan Pablo II…”.

Así mismo los firmantes declaran: “Expresamos nuestra preocupación
común por la situación actual en Irak, Siria y todo el Medio Oriente.
Estamos unidos en el deseo de paz y estabilidad, y en la voluntad de
promover la resolución de los conflictos mediante el diálogo y la
reconciliación. Si bien reconocemos los esfuerzos realizados para
ofrecer ayuda a la región, hacemos al mismo tiempo un llamamiento a
todos los que tienen responsabilidad en el destino de los pueblos para
que intensifiquen su compromiso con las comunidades que sufren, y
puedan, incluidas las cristianas, permanecer en su tierra nativa. No
podemos resignarnos a un Medio Oriente sin cristianos, que han profesado
allí el nombre de Jesús durante dos mil años. Muchos de nuestros
hermanos y hermanas están siendo perseguidos y se han visto forzados con
violencia a dejar sus hogares. Parece que se haya perdido hasta el
valor de la vida humana, y que la persona humana ya no tenga importancia
y pueda ser sacrificada a otros intereses”.

Francisco y Bartolomé afirman en la declaración común que los retos
que afronta el mundo en la situación actual, necesitan la solidaridad de
todas las personas de buena voluntad, por lo que también reconocen la
importancia de promover un diálogo constructivo con el Islam, basado en
el respeto mutuo y la amistad. Inspirado por valores comunes y
fortalecido por auténticos sentimientos fraternos, musulmanes y
cristianos están llamados a trabajar juntos por el amor a la justicia,
la paz y el respeto de la dignidad y los derechos de todas las personas,
especialmente en aquellas regiones en las que un tiempo vivieron
durante siglos en convivencia pacífica, y ahora sufren juntos
trágicamente por los horrores de la guerra. “Además, como líderes
cristianos, exhortamos a todos los líderes religiosos a proseguir y
reforzar el diálogo interreligioso y de hacer todo lo posible para
construir una cultura de paz y la solidaridad entre las personas y entre
los pueblos”.

Concluyen elevando su oración para que el Señor conceda el don de la paz en el amor y la unidad a toda la familia humana.

(jesuita Guillermo Ortiz, Radio Vaticana)

Declaración Común del Papa Francisco y del Patriarca Ecuménico Bartolomé I

Nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I,
expresamos nuestra profunda gratitud a Dios por el don de este nuevo
encuentro que, en presencia de los miembros del Santo Sínodo, del clero y
de los fieles del Patriarcado Ecuménico, nos permite celebrar juntos la
fiesta de san Andrés, el primer llamado y hermano del Apóstol Pedro.
Nuestro recuerdo de los Apóstoles, que proclamaron la buena nueva del
Evangelio al mundo mediante su predicación y el testimonio del martirio,
refuerza en nosotros el deseo de seguir caminando juntos, con el fin de
superar, en el amor y en la verdad, los obstáculos que nos dividen.

Durante nuestro encuentro en Jerusalén del mayo pasado, en el que
recordamos el histórico abrazo de nuestros venerados predecesores, el
Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, firmamos una
declaración conjunta. Hoy, en la feliz ocasión de este nuevo encuentro
fraterno, deseamos reafirmar juntos nuestras comunes intenciones y
preocupaciones.

Expresamos nuestra resolución sincera y firme, en obediencia a la
voluntad de nuestro Señor Jesucristo, de intensificar nuestros esfuerzos
para promover la plena unidad de todos los cristianos, y sobre todo
entre católicos y ortodoxos. Además, queremos apoyar el diálogo
teológico promovido por la Comisión Mixta Internacional que, instituida
hace exactamente treinta y cinco años por el Patriarca Ecuménico
Dimitrios y el Papa Juan Pablo II aquí, en el Fanar, está actualmente
tratando las cuestiones más difíciles que han marcado la historia de
nuestra división, y que requieren un estudio cuidadoso y detallado. Para
ello, aseguramos nuestra ferviente oración como Pastores de la Iglesia,
pidiendo a nuestros fieles que se unan a nosotros en la común
invocación de que «todos sean uno,… para que el mundo crea» (Jn17,21).

Expresamos nuestra preocupación común por la situación actual en
Irak, Siria y todo el Medio Oriente. Estamos unidos en el deseo de paz y
estabilidad, y en la voluntad de promover la resolución de los
conflictos mediante el diálogo y la reconciliación. Si bien reconocemos
los esfuerzos realizados para ofrecer ayuda a la región, hacemos al
mismo tiempo un llamamiento a todos los que tienen responsabilidad en el
destino de los pueblos para que intensifiquen su compromiso con las
comunidades que sufren, y puedan, incluidas las cristianas, permanecer
en su tierra nativa. No podemos resignarnos a un Medio Oriente sin
cristianos, que han profesado allí el nombre de Jesús durante dos mil
años. Muchos de nuestros hermanos y hermanas están siendo perseguidos y
se han visto forzados con violencia a dejar sus hogares. Parece que se
haya perdido hasta el valor de la vida humana, y que la persona humana
ya no tenga importancia y pueda ser sacrificada a otros intereses. Y,
por desgracia, todo esto acaece por la indiferencia de muchos. Como nos
recuerda san Pablo: «Si un miembro sufre, todos sufren con él; si un
miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26). Esta es la
ley de la vida cristiana, y en este sentido podemos decir que también
hay un ecumenismo del sufrimiento. Así como la sangre de los mártires ha
sido siempre la semilla de la fuerza y la fecundidad de la Iglesia, así
también el compartir los sufrimientos cotidianos puede ser un
instrumento eficaz para la unidad. La terrible situación de los
cristianos y de todos los que están sufriendo en el Medio Oriente, no
sólo requiere nuestra oración constante, sino también una respuesta
adecuada por parte de la comunidad internacional.

Los retos que afronta el mundo en la situación actual, necesitan la
solidaridad de todas las personas de buena voluntad, por lo que también
reconocemos la importancia de promover un diálogo constructivo con el
Islam, basado en el respeto mutuo y la amistad. Inspirado por valores
comunes y fortalecido por auténticos sentimientos fraternos, musulmanes y
cristianos están llamados a trabajar juntos por el amor a la justicia,
la paz y el respeto de la dignidad y los derechos de todas las personas,
especialmente en aquellas regiones en las que un tiempo vivieron
durante siglos en convivencia pacífica, y ahora sufren juntos
trágicamente por los horrores de la guerra. Además, como líderes
cristianos, exhortamos a todos los líderes religiosos a proseguir y
reforzar el diálogo interreligioso y de hacer todo lo posible para
construir una cultura de paz y la solidaridad entre las personas y entre
los pueblos. También recordamos a todas las personas que experimentan
el sufrimiento de la guerra. En particular, oramos por la paz en
Ucrania, un país con una antigua tradición cristiana, y hacemos un
llamamiento a todas las partes implicadas a que continúen el camino del
diálogo y del respeto al derecho internacional, con el fin de poner fin
al conflicto y permitir a todos los ucranianos vivir en armonía.

Tenemos presentes a todos los fieles de nuestras Iglesias en el todo
el mundo, a los que saludamos, encomendándoles a Cristo, nuestro
Salvador, para que sean testigos incansables del amor de Dios. Elevamos
nuestra ferviente oración para que el Señor conceda el don de la paz en
el amor y la unidad a toda la familia humana.

«Que el mismo Señor de la paz os conceda la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros» (2 Ts 3,16).