Contra funerales demasiado fríos, un párroco rural reza los responsos desde la megafonía municipal

Lanzahíta
es un pueblo castellano, de unos 850 habitantes, en provincia de Ávila.
Allí es párroco Antonio Caño Díaz, que pastorea también las comunidades
de Gavilanes, Mijares, Pedro Bernardo y La Higuera. Como tantos
párrocos en el envejecido campo español, buena parte de su tarea
consiste en celebrar funerales y entierros, que la gente de campo está acostumbrada a celebrar con cercanía humana y vecinal: cada fallecido tiende a atraer a muchos vecinos y parientes. Todos se conocen, todos se despiden.


Pero el coronavirus ha cambiado los funerales, explica el párroco a Eva Esteban en BurgosConecta.es.


El 15 o 16 de marzo fue su primer entierro “de pandemia”, su primer entierro con prisa y casi sin asistentes. Dice que fue “doloroso”.


La norma en pandemia exige que acudan solo el sacerdote, dos
enterradores, dos operarios de funeraria y dos familiares (a veces se
cuela uno o dos más). Se hace una oración muy breve, demasiado.


«Es algo muy sencillo, pero frío; rezamos frente a la sepultura o a la entrada del cementerio y los que estamos, que somos muy pocos, despedimos al difundo, guardando las distancias de seguridad entre todos, por supuesto», asegura el párroco.


Desde entonces han fallecido 32 vecinos de sus pueblos, aunque
matiza que «no quiere decir que todos hayan muerto por coronavirus».
Pero todos sus allegados han sufrido por los entierros breves y fríos.


El sacerdote habló con los alcaldes para poder aportar algo mejor, más cálido: les pidió permiso para leer un responso desde la megafonía de cada ayuntamiento. Así, los vecinos desde sus casas oyen la oración por sus vecinos difuntos y pueden darles un adiós orante y sentido.


A las doce, el miércoles, Antonio pulsa el botón de la megafonía
municipal de Lanzahíta y reza por el difunto del pueblo. Caño recordó «a
todos los afectados por el virus, los que cuidan y velan por la
seguridad de todos, los enfermos, los que ya han fallecido y las
familias que lloran su muerte». «Ánimo a todos y pongamos lo mejor de cada uno al servicio de los demás. Gracias», concluyó el párroco.

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