Conchita Batres, de la Conferencia Diocesana de Institutos Seculares de Sevilla: “Dios no abandona nunca y quiere que seamos felices”

Los institutos seculares constituyen otra realidad dentro del rico panorama de la vida consagrada, no tan conocida como se debería desprender de una vida de fe presente en el mundo. Conchita Batres es secretaria de la Conferencia Diocesana de Institutos Seculares de Sevilla, una realidad eclesial cuya principal característica es la inserción en la sociedad con un carisma propio.

-¿Qué es un instituto secular ?

Es una asociación de laicos consagrados que profesan los consejos evangélicos mediante votos con un carisma común y con la misión de ser presencia de Cristo en el mundo. Particularmente cada instituto tiene su propia fisionomía y su carisma. Pueden ser clericales o laicales, masculinos o femeninos.

-¿Qué características os distinguen, como consagrados, de los religiosos?

La peculiaridad que nos define es precisamente su secularidad, su inserción en el mundo. Nos diferenciamos de los religiosos por nuestra vida secular y lo que ello implica: vivir en familia, tener una profesión secular, participar en asociaciones, movimientos culturales, etc.

-¿Cuántos institutos seculares hay en Sevilla? Seis institutos y tres asociaciones.

-¿Asociaciones? Estas asociaciones aún no han decidido si su camino real es ser un instituto secular, una asociación de vida apostólica o una congregación religiosa. Por el momento siguen siendo seculares, asemejándose más a nuestros institutos que a una congregación religiosa.

-¿Cómo surgen esas ‘vocaciones en medio del mundo’?

Recibiendo la llamada del Señor a seguirle en las realidades temporales y comprometiéndose con el mundo de hoy desde su vida cotidiana. Cada persona es una historia. Hay quién ha recibido la llamada en su trabajo, sintiendo la necesidad de un compromiso mayor y busca cómo concretar ese compromiso; hay quien conoció a un sacerdote o un miembro de un instituto que le habló de ellos; ha podido sentir la necesidad dentro de sí de vivir consagrada al Señor pero, por sus circunstancias, no podía vivir esa consagración fuera del mundo por responsabilidades familiares u otras obligaciones y, tras búsqueda y discernimiento, descubre que lo suyo es una consagración secular.

-¿Qué cambia en vuestra vida cuando recibís esa llamada?

Fundamentalmente, el cambio es interior. También tiene una manifestación exterior en un mayor compromiso vocacional y la integración y relación con el instituto. El resto de la vida sigue siendo igual: seguimos siendo hijos de familia, suena el despertador a la misma hora porque hay que ir a estudiar o trabajar, continuamos con nuestras obligaciones familiares y pastorales donde estemos integrados.

-¿No es complicado vivir una vocación en la secularidad?

Hay momentos que tenemos que hacer malabares para conciliar la secularidad y la consagración, los deberes profesionales, sociales y familiares con las exigencias del instituto. Lo bonito es vivir ese equilibrio. Toda vocación ya sea vivida en comunidad, en el matrimonio o en la familia, tiene sus mejores o peores momentos. Con la gracia de Dios y la fuerza que da el sentirnos amados y protegidos podemos superar las dificultades.

-¿Qué ofrecéis al mundo?

La realidad de la vivencia del Evangelio en un compromiso de consagración que nos lleva a los demás cuando lo vivimos con autenticidad. Las personas notan que hay algo, sin que nosotros vayamos marcando fronteras, que nos va definiendo y haciéndonos diferentes y cercanos.

-¿Qué perfil deben tener las aspirantes a esta vocación?

Deben ser personas profundamente creyentes que puedan decir firmemente convencidas: “sé de quién me he fiado”, que sean maduras y que estén implicadas en la realidad de la sociedad. Lo demás el Señor se lo irá dando.

-¿Los institutos confederados están preparando algo en este año de la Vida Consagrada?

 La Conferencia Española de Institutos Seculares (CEDIS) está organizando un encuentro en Salamanca, en junio, relacionado con la consagración secular. También estamos elaborando un documento donde cada instituto va haciendo sus propias aportaciones para enriquecimiento común.

-¿Cómo animarías a las nuevas vocaciones?

Dios no abandona nunca y quiere que seamos felices. Para cada persona ha pensado lo que le va a llevar a su felicidad y le irá mostrando el camino. Diría que viva con alegría, porque lo más grande que le ha pasado en la vida es que Dios se haya fijado en ellos.