Carta del Papa al pueblo ucraniano: Cristo en niños muertos y deportados, en las fosas comunes…

Al cumplirse 9 meses de la invasión rusa en Ucrania, y con millones de ucranianos sin acceso a agua, gas y electricidad en pleno invierno por los bombardeos de larga distancia de los misiles rusos, el Papa Francisco ha difundido una carta titulada precisamente así: “Carta del Santo Padre al pueblo ucraniano a nueve meses del principio de la guerra“.

En la carta, el papa se refiere a los “niños muertos, heridos y deportados”, a las “fosas comunes descubiertas en varias ciudades” y al “dolor de las madres ucranianas”.

Los datos de Naciones Unidas a 20 de noviembre contabilizan 6.595 civiles muertos y 10.189 heridos en Ucrania, a causa de la invasión rusa, incluyendo unos 400 niños muertos y 750 niños heridos.

Pero Francisco no da números, sino nombres: “Lloro con ustedes por cada pequeño que, a causa de esta guerra, ha perdido la vida, como Kira en Odessa, como Lisa en Vinnytsia, y como cientos de otros niños: en cada uno de ellos la humanidad entera está derrotada. Ahora están en el regazo de Dios, ven su angustia y rezan para que se acabe. Pero, ¿cómo no sentir angustia por ellos y por aquellos, pequeños y grandes, que han sido deportados?

La carta sólo menciona a Rusia, el país atacante, en una ocasión: para recordar que el Papa, “en unión con los obispos del mundo”, consagró al Inmaculado Corazón de María “a la Iglesia y la humanidad, en particular vuestro país y Rusia”.

La absurda locura de la guerra

La carta empieza diciendo: “Queridos hermanos y hermanas ucranianos, en vuestra tierra, desde hace nueve meses, se ha desatado la absurda locura de la guerra. En sus cielos, el siniestro rugido de las explosiones y el ominoso sonido de las sirenas resuenan sin cesar”.

Habla de “ciudades martilladas por las bombas, mientras las lluvias de misiles causan muerte, destrucción y dolor, hambre, sed y frío”. Agrega que, “en sus calles, muchos han tenido que huir, dejando atrás hogares y seres queridos. Junto a sus grandes ríos fluyen cada día ríos de sangre y lágrimas”.

El Papa asegura que se une al pueblo y que “no hay día en que no esté cerca de ustedes y no los lleve en mi corazón y en mi oración”. “Su dolor es mi dolor”, asevera, y sostiene que “en la cruz de Jesús hoy los veo a ustedes, que sufren el terror desatado por esta agresión”.

Y añade: “Sí, la cruz que torturó al Señor vuelve a vivir en las torturas encontradas en los cadáveres, en las fosas comunes descubiertas en varias ciudades, en esas y en tantas otras imágenes sangrientas que han entrado en nuestras almas, que nos hacen gritar: ¿por qué? ¿Cómo pueden los hombres tratar así a otros hombres?”.

Esposas que perdieron a sus maridos

El Papa habla también de los jóvenes que, “para defender valientemente su patria tuvieron que poner las manos en las armas en lugar de los sueños que habíais cultivado para el futuro; pienso en ustedes, esposas, que perdieron a sus maridos y mordiéndose los labios siguen en silencio, con dignidad y determinación, haciendo todos los sacrificios por vuestros hijos”.

La mirada del Papa también se dirige a los adultos, “que intentan por todos los medios proteger a sus seres queridos”; a los ancianos, “que, en lugar de un sereno atardecer, han sido arrojados a la oscura noche de la guerra”; a las mujeres, “que han sufrido la violencia y llevan grandes cargas en el corazón”. “A todos ustedes, heridos en el alma y en el cuerpo”, añade, reiterando que piensa en ellos y está cerca de ellos “con cariño y admiración por cómo afrontan estas pruebas tan duras”.

Agradecimiento a voluntarios y a los cristianos generosos

El Papa menciona a los voluntarios “que se gastan cada día por la gente”. También a los clérigos “que -a menudo con gran riesgo para su propia seguridad- han permanecido cerca de la gente, llevando el consuelo de Dios y la solidaridad de sus hermanos y hermanas, transformando creativamente los lugares de la comunidad y los conventos en refugios donde ofrecer hospitalidad, alivio y comida a quienes se encuentran en condiciones difíciles”.

Recuerda a los refugiados y desplazados, “que se encuentran lejos de sus casas”. Y reza por las autoridades: “Sobre ellas recae el deber de gobernar el país en tiempos trágicos y de tomar decisiones con visión de futuro para la paz y para desarrollar la economía durante la destrucción de tantas infraestructuras vitales, tanto en la ciudad como en el campo”.

Un pueblo audaz y fuerte que sufre y reza

“A pesar de la inmensa tragedia que está sufriendo, el pueblo ucraniano nunca se ha desanimado ni se ha entregado a la conmiseración”, alaba el Pontífice.

“El mundo ha reconocido a un pueblo audaz y fuerte, un pueblo que sufre y reza, que llora y lucha, que resiste y espera: un pueblo noble y martirizado. Sigo estando cerca de ustedes, con mi corazón y con mi oración, con la preocupación humanitaria, para que se sientan acompañados, para que no se acostumbren a la guerra, para que no se queden solos hoy y sobre todo mañana, cuando quizá llegue la tentación de olvidar su sufrimiento”.

También recuerda los 90 años “del terrible genocidio del Holodomor“.

El Papa se refiere a la gigantesca hambruna artificial provocada o al menos permitida por el régimen comunista de Stalin en 1932 y 1933, en la que murieron al menos 3 millones de personas (y quizá hasta 10), la mayoría ucranianos. Los historiadores consideran que no se dirigía sólo contra ucranianos, sino sobre todo contra la gente del campo de diversas etnias en Ucrania pero también en zonas del sur de Rusia. El Papa Francisco mencionó el Holodomor el pasado miércoles en la audiencia general, pero también lo había hecho en años anteriores, antes de esta guerra (por ejemplo, aquí en 2018).

El Papa desea que “en estos meses, en los que la dureza del clima hace aún más trágico lo que están viviendo, quisiera que el cariño de la Iglesia, la fuerza de la oración, el amor que tantos hermanos y hermanas de todas las latitudes sienten por ustedes, fueran caricias en su rostro”.

Dentro de unas semanas será Navidad y el aguijón del sufrimiento se sentirá aún más”, añade. El Papa alude a Belén, “a la prueba que la Sagrada Familia tuvo que afrontar en aquella noche, que solo parecía fría y oscura. En cambio, la luz vino: no de los hombres, sino de Dios; no de la tierra, sino del cielo”.

El Pontífice concluye su misiva augurando: “Que su Madre y la nuestra, la Virgen, velen por vosotros. A su Corazón Inmaculado, en unión con los Obispos del mundo, consagro a la Iglesia y a la humanidad, especialmente a vuestro país y a Rusia. A su Corazón de Madre le presento sus sufrimientos y sus lágrimas. A la que, como escribió un gran hijo de su tierra, “trajo a Dios a nuestro mundo”, no nos cansemos de pedirle el anhelado don de la paz, con la certeza de que “nada es imposible para Dios” (Lc 1,37). Que cumpla las justas expectativas de sus corazones, que cure sus heridas y les dé su consuelo. Estoy con ustedes, rezo por ustedes y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y que la Virgen los guarde.

La respuesta del arzobispo Shevchuk

Sviatoslav Shevchuk, el arzobispo mayor de los más de 5 millones de católicos ucranianos de rito bizantino, ha comentado la carta del Papa “que ha dirigido al pueblo ucraniano tras el inicio de la injusta y demente agresión de Rusia contra Ucrania”.

El arzobispo comenta que cuando visitó al Papa en el Vaticano el pasado 7 de noviembre (su única visita desde que empezó la guerra) “le hablé del dolor y el sufrimiento del pueblo ucraniano, le presenté las terribles consecuencias de los crímenes de los soldados rusos contra la población civil, le hablé de la catástrofe humanitaria y le pedí su oración y cuidado a nuestro sufrido pueblo. Le pedí al Santo Padre que mostrara a nuestro pueblo un gesto de su cuidado y cercanía paternal”, detalla.

El Papa y el arzobispo mayor Shevchuk, pastor de los católicos ucranianos de rito bizantino, el 7de noviembre en el Vaticano. Se conocen de cuando ambos vivían en Argentina.

“Agradecemos a Su Santidad sus palabras de apoyo y sus muestras de solidaridad con nosotros. La Iglesia greco-católica ucraniana continúa su servicio en condiciones de guerra, está cerca de los más necesitados. Creemos que las palabras del Papa tocarán al pueblo sufrido, y también esperamos que sean escuchadas por aquellos que iniciaron esta guerra”. 

Además, añade, “para los ucranianos, la carta del Papa es sumamente importante, porque los líderes del estado agresor negaron nuestro derecho a existir, nuestra identidad, cultura, idioma e iglesia. Y el Papa Francisco apela a este pueblo, al que se le quiere quitar tal derecho, reconozca la soberanía y subjetividad de nuestro Estado. Además, el Santo Padre expresa su admiración por la resiliencia del pueblo ucraniano”.

Shevchuk comenta que este año “por extraña providencia de Dios”, el Adviento empieza en la misma fecha en el calendario gregoriano (latino) y juliano (bizantino) aunque la Navidad se celebrará en dos fechas distintas. “La Navidad es una fiesta de paz, porque el Rey de la paz viene al mundo. En la noche de su nacimiento, escuchamos la anunciación del coro angelical, que anuncia: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad entre los hombres”. Creemos sinceramente que pronto Ucrania escuchará esta canción angelical”, añade.

La religión en Rusia y Ucrania

Ucrania es un país mucho más cristiano y mucho más católico que Rusia. En Rusia en 2012 -y probablemente también en 2022- sólo entre el 2 y 4% de los rusos se acercaban a misa en Navidad (estudio Levada 2012). Apenas un 46% se declaraba “cristianos” (la mayoría ortodoxos). Los católicos en Rusia oscilarían entre unos 240.000 y 770.000, según las fuentes.

En Ucrania se declaraban cristianos un 70% de la población en 2016, la mayoría ortodoxos (estudio Razumkov 2016). En las zonas más cercanas a Polonia, del antiguo Imperio-Austrohúngaro, son cristianos un 90% de la población. En las zonas del Este, en el Dombas, con ciudades industriales creadas de la nada por soviéticos y pobladas por obreros traídos de Rusia, sólo son cristianos un 57%.

Hay en Ucrania unos 5 millones de católicos de rito bizantino, y medio millón o más de católicos de rito latino. En la región de Leópolis, y en el suroeste del país, la zona más alejada de los combates, los católicos son mayoría. Sus instituciones allí -parroquias, conventos, escuelas, casas de verano- están volcadas en acoger y ayudar a los desplazados que llegan de las zonas más dañadas.

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