“Quisiera agradecer a todos los cristianos que han rezado y que continúan rezando por nosotros … pero lo más importante que pueden hacer los cristianos occidentales, a través de sus gobernantes, es ayudar a estos refugiados a llegar a donde puedan vivir en paz, porque se han agotado y humillado ya bastante en sus países y no pueden aguantar más”.
Es el SOS que lanza Zaid Habbaba, un sacerdote de origen iraquí que ayuda a refugiados en Jordania, en un servicio lleno de contrastes, de dificultades y esperanzas: ¿se imaginan dirigir una comunidad cristiana sin iglesia? ¿Y al mismo tiempo que 250 jóvenes asistan a sus encuentros juveniles semanales? Lean la entrevista que concedió a Aleteia.
Cuéntenos un poco su historia. ¿Dónde nació?
Nací en Bagdad, donde realicé todos mis estudios: la escuela, el instituto y después Física en la Universidad de Bagdad.
¿Cómo se sintió llamado a ser sacerdote?
Mi vocación nació de forma gradual en la familia y en la parroquia. Recuerdo que, de pequeño, mi madre me enseñaba las oraciones, antes de irme a dormir por la noche, y por la mañana, cuando me despertaba. Y cada domingo íbamos toda la familia a la iglesia, en casa rezábamos el Rosario todos juntos.
La Primera Comunión fue el suceso más importante de mi vida y de allí nació una relación fuerte con la parroquia como monaguillo y después como diácono cuando cumplí 16 años.
Estudié catecismo y fui catequista durante más de diez años, con otras actividades relacionadas con los pobres de la parroquia. Todo eso motivó mi vocación y decidí que quería ser cura.
Recibí la ordenación sacerdotal en 2004 en Bagdad, trabajé en el seminario como vicerrector durante 7 años, alternando con actividades diversas en las parroquias, 2 años en Bagdad y cinco en Erbil, Kudistán, donde trasladaron nuestro seminario. El año 2014 me nombraron párroco de la comunidad caldea de Jordania.
¿Cómo es su servicio a la comunidad caldea de Jordania?
Nuestra comunidad caldea en Jordania no tiene una iglesia como edificio, y nuestros refugiados están dispersos por diversas zonas en Amán y en otras ciudades como Alfuhaes.
Por esto para servirles y ayudarles bien creé 4 centros principales donde se reúnen y donde hay una iglesia y así celebramos la Santa Misa desde el viernes hasta el domingo cada semana en los cuatro centros.
Para mantener viva su fe organicé un encuentro semanal de jóvenes (más de 250 personas) y otro para adolescentes (140) y 3 centros de catequesis (hablamos de más de 200 niños).
Después hacemos las visitas a las familias y tratamos, con la ayuda de algunas asociaciones, de darles alimentos y algún subsidio para las operaciones que surjan y para las medicinas, distintas ayudas según los casos.
¿Cuáles son las principales dificultades que se encuentra?
La primera dificultad es que no tengo una iglesia, oratorio…. La segunda dificultad es la falta de medios, no se puede trabajar, las graves enfermedades, todo esto nos exige ayudarles pero no nos es posible cubrir todos los gastos.
¿Y las mayores alegrías y esperanzas que vive?
Mi alegría más grande es cuando siento (como Iglesia) que estamos cerca de nuestras familias precisamente en las situaciones que están viviendo, y cuando ellos sienten esta cercanía.
Cuando veo las iglesias llenas de gente durante la celebración eucarística. Esto me da una esperanza que me ayuda a seguir adelante.
¿Qué podemos hacer los cristianos de Occidente para ayudarles?
Antes que nada quisiera agradecer a todos los cristianos que han rezado y que continúan rezando por nosotros. Estamos agradecidos por todo lo que han hecho y continúan haciendo.
Pero lo más importante que pueden hacer los cristianos occidentales, a través de sus gobernantes, es ayudar a estos refugiados a llegar a donde puedan vivir en paz, porque se han agotado y humillado ya bastante en sus países y no pueden aguantar más.
Su dinero se termina, algunas familias ya no tienen nada, ¿cómo pueden pagar el alquiler, la comida, las medicinas? ¡Jóvenes sin estudios y sin trabajo!
Aleteia