Durante la mañana de este miércoles, Francisco presidió una nueva audiencia general dedicada a la evangelización y el celo apostólico. En esta ocasión, repasó los principales hitos de la vida y labor misionera que hacen de San Francisco Javier “el más grande misionero de todos los tiempos”, extrayendo 4 consignas que deben motivas la labor de quienes “salen de la patria para predicar el Evangelio”.
1º “Soportar penalidades para dar a conocer a Jesucristo”
Francisco definió el celo apostólico que ocupa sus últimas catequesis con la actitud de San Francisco Javier, que partió junto a otros misioneros “dispuestos a soportar inmensas penalidades y peligros” para conocer “pueblos de culturas y lenguas totalmente desconocidas” con un único objetivo, “dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio”.
Así, continuó Francisco, de los 11 maños que fue misionero, pasó un tercio de la duración de su misión en “duros y peligrosos” viajes en barco que le llevaron a la India, China o Japón, donde muchos morían por naufragios o enfermedades.
2º No se detiene y va siempre “más allá”
Otro aspecto que resaltó Francisco es que Javier se instalaba en los periodos de tiempo que duraba su misión, pero nunca se detenía.
Goa, en la India, es solo un ejemplo. Al llegar se instala, pero acto seguido “sale a evangelizar a los pescadores pobres de la costa sur, enseña el catecismo y la oración a los niños, bautiza y cura a los enfermos” y, posteriormente en una oración nocturna, “siente que debe ir más allá“.
3º No hay horizontes ni obstáculos insalvables, tampoco la lengua
Su siguiente viaje a las Molucas muestra que para los misioneros de entonces “no había horizontes”. Incluso una vez llegado a su destino superó otras dificultades como el idioma, descubriendo que los habitantes aprendían mejor el catecismo cantando y “lloraba de alegría viendo la obra del Señor” ante sus “grandes consuelos espirituales”.
Y mientras seguía en la India, le hablaron de Japón, “donde ningún misionero se había aventurado todavía”. Nuevamente surgió en Francisco Javier “la inquietud del apóstol, de ir más lejos”, donde llegó finalmente en el junco de un chino para pasar tres años “muy duros por el clima, la oposición y el desconocimiento de la lengua, pero incluso aquí las semillas darán grandes frutos”.
4º Misionero de oración hasta la muerte
Y tras Japón, Javier “se dio cuenta de que el país decisivo para la misión en Asia era China”, a donde se embarcó de nuevo poco después muriendo a sus puertas en la isla de Sancian “en total abandono” a los 46 años.
Tanto en esta última etapa como a lo largo de sus 11 años de misión, Francisco destacó que “su intensa actividad estuvo siempre unida a la oración, a la unión con Dios mística y contemplativa”.
“Nunca dejó la oración, porque sabía que allí había fuerza. Dondequiera que estuviera, se preocupaba mucho por los enfermos, los pobres y los niños. No era un misionero `aristocrático´: iba siempre con los más necesitados, con los niños más necesitados de educación, de catequesis, con los pobres, con los enfermos: iba hasta las mismas fronteras del cuidado donde creció”, destacó.