Santo del día

San Teófilo de Antioquía, obispo
Se convirtió al cristianismo siendo de edad madura, tras largas reflexiones y después de un estudio concienzudo de las Escrituras

Conmemoración de san Teófilo, obispo de Antioquía de Siria, varón muy
erudito, que ocupó esta sede como sexto sucesor de san Pedro y compuso
un libro para defender la fe ortodoxa contra el hereje Marción.


Según Eusebio de Cesarea (Hist. Eccl. IV,20), Teófilo fue el sexto
obispo de Antioquía de Siria. De sus escritos se deduce claramente que
nació cerca del Eufrates, de familia pagana, y que recibió educación
helenística. Se convirtió al cristianismo siendo de edad madura, tras
largas reflexiones y después de un estudio concienzudo de las
Escrituras. Relata su conversión de esta manera: «No seas, pues,
incrédulo, sino cree. Porque tampoco yo en otro tiempo creía que ello
hubiera de ser; mas ahora, tras haberlo bien considerado, lo creo, y
porque juntamente leí las sagradas Escrituras de los santos profetas,
quienes, inspirados por el Espíritu de Dios, predijeron lo pasado tal
como pasó, lo presente tal como sucede y lo por venir tal como se
cumplirá. Teniendo, pues, la prueba de las cosas sucedidas después de
haber sido predichas, no soy incrédulo, sino que creo y obedezco a
Dios.»


De sus obras se han conservado únicamente los tres libros Ad
Autolycum. Debió de componerlos poco después del año 180, porque el
libro tercero da una cronología de la historia del mundo que llega hasta
la muerte de Marco Aurelio (17 de marzo de 180). El autor defiende el
cristianismo contra las objeciones de su amigo Autólico. Habla de la
esencia de Dios, a quien sólo pueden ver los ojos del alma: Dios, en
efecto, es visto por quienes son capaces de mirarle, si tienen abiertos
los ojos del alma. Porque todos tienen ojos; pero hay quienes los tienen
obscurecidos y no ven la luz del sol. A sí mismos y a sus ojos deben
echar los ciegos la culpa… Como un espejo brillante, así de pura debe
tener su alma el hombre. Apenas el orín toma al espejo, ya no puede
verse en él la cara del hombre; así también, apenas el pecado está en el
hombre, ya no puede éste contemplar a Dios.


Trata, además, de las contradicciones internas de la idolatría y de
la diferencia que hay entre el honor tributado al emperador y la
adoración debida a Dios: «Por ello, más bien honraría yo al emperador,
si bien no adorándole, sino rogando por él. Adorar, sólo adoro al Dios
real y verdaderamente Dios, pues sé que el emperador ha sido creado por
Él.»


También opone las enseñanzas de los profetas, inspirados por el
Espíritu Santo, a la necedad de la religión pagana y a las doctrinas
contradictorias de los poetas griegos, como Homero y Hesíodo, en lo que
atañe a Dios y al origen del mundo. Al final, el autor cita algunas
instrucciones de los profetas sobre la manera recta de honrar a Dios y
encauzar la vida. Es interesante advertir que, entre estas
instrucciones, Teófilo no duda en aducir también la autoridad de la
Sibila. De esta manera nos ha conservado dos largos fragmentos de sus
oráculos, que no se hallan en ningún otro manuscrito de los Oracula
Sibyllina. Estos dos fragmentos constan de ochenta y cuatro versos, y
ensalzan en términos sublimes la fe en un solo Dios.


Aparte de los tres libros Ad Autolycum, Teófilo compuso, según
Eusebio, un tratado contra la herejía de Hermógenes, una obra contra
Marción y «algunos escritos catequéticos». Jerónimo (De vir. ill. 25)
menciona, además de los tratados catequéticos, dos obras más de Teófilo,
los Comentarios al Evangelio y Sobre los Proverbios de Salomón. En otro
lugar (Ep. 121,6,15) habla Jerónimo de una concordancia evangélica.
Teófilo es el primer escritor que enseña claramente la inspiración del
Nuevo Testamento.


Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org

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