Insistencia papal: hace un año, Francisco creó el domingo de la Palabra de Dios
Un año después de crear el Domingo de la Palabra de Dios con su texto Aperuit Illis, el Papa Francisco vuelve a insistir en la importancia de acercar la Biblia a los fieles con la carta apostólica Scriptura Sacrae Affectus, publicada, como la anterior, en el día de San Jerónimo, patrono de los traductores y biblistas. En este texto, publicado ayer miércoles, el Papa explora la figura de San Jerónimo y el ejemplo que nos da hoy de amor a la Palabra de Dios y de estudio perseverante y apasionado.
Estamos en un Año de la Biblia… pero hay poca Biblia
Parece que la Iglesia Católica, en nuestros tiempos acelerados, de jornadas, tuits y teleseries, tiene problemas para ofrecer al pueblo una relación cercana con la Palabra de Dios.
Durante los confinamientos por el coronavirus, los sacerdotes han emitido misas en redes sociales, y los catequistas han hecho vídeos y cursos, pero casi nadie animaba a leer la Biblia en casa aprovechando el confinamiento, ni daba herramientas para facilitarlo.
Sin embargo, un estudio en Inglaterra en abril descubrió que un 5% de la población en general empezó a leer la Biblia durante el confinamiento, siendo algo que antes no hacía. Quizá eso ha sido más eficaz que las actividades de las asociaciones bíblicas.
Este miércoles, 30 de septiembre de 2020, al cumplirse 1600 años de la muerte de San Jerónimo, finalizaba el Año de la Biblia impulsado por el Consejo Mundial de Iglesias (que incluye a protestantes y ortodoxos de distintas ramas) y apoyado por el Papa Francisco y la Federación Bíbllica Católica como “Año de la Palabra de Dios”. El año ha pasado con poca relevancia.
El Papa está siendo insistente en pedir que aumente la visibilidad de la Palabra de Dios en la Iglesia. En la fiesta de San Jerónimo de 2019, hace un año, el Papa Francisco lanzó el Motu Proprio Aperuit Illis, creando una nueva fiesta obligatoria para toda la Iglesia universal, el Domingo de la Palabra de Dios, que debe celebrarse cada tercer domingo de tiempo ordinario. Es “un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios”, y el Papa da ideas litúrgicas y catequéticas para esa fiesta.
Pasado un año, el Papa Francisco insiste ahora presentando a la figura de San Jerónimo, con la carta apostólica Scriptura Sacrae Affectus,1.600 años después de su muerte, como ejemplo de cristiano apasionado, estudioso enamorado de la Palabra. Del texto del Papa, el cristiano puede tomar 10 enseñanzas que ve encarnadas en este ermitaño, viajero, erudito y maestro.
1. Servir a la Palabra no es servir a las letras, sino a Cristo
Jerónimo era un intelectual erudito, enamorado de las bellas letras y la literatura elevada. “Los escritos de la Biblia le parecían, inicialmente, toscos e imprecisos, demasiado ásperos para su refinado gusto literario”. Él, que era orgulloso, consiguió, con humildad, “convertirse en servidor de la Palabra de Dios”, “reordenando su saber en un servicio más maduro a Dios y a la comunidad eclesial”. Ayudó a muchos a unir su búsqueda cultural a la búsqueda espiritual.
“No se dedicaba a la Sagrada Escritura por un gusto estético, sino —como es bien conocido— sólo porque lo llevaba a conocer a Cristo, porque ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”, dice el Papa citando al santo traductor.
2. Jerónimo siempre buscó saber y aprender más, de muchas fuentes
Jerónimo era lo contrario a un hombre de “libro único” o un ratón de biblioteca. Viajó por Europa y por Tierra Santa conociendo a los grandes eruditos y hombres de la Iglesia, y carteándose con el resto. Aprendió hebreo de un judío convertido al cristianismo y buceó en la lengua hebrea. Tradujo del griego obras importantes. Vivió la vida eremítica, la monástica en comunidad, fue asesor cercano del Papa Dámaso, rezó en desiertos aislados y en la Roma eterna. Buscó aprender y consultar a otros. “Para estudiar «los libros divinos yo nunca he confiado en mis propias fuerzas ni he tenido como maestra mi propia opinión, sino que he solido preguntar incluso sobre aquellas cosas que yo creía saber, ¡cuánto más sobre aquellas de las que yo estaba dudoso!», escribió el santo.
3. Entendía el valor de las peregrinaciones y los santos lugares
“La importancia que daba a los lugares santos se evidencia no sólo por la elección de vivir en Palestina, desde el año 386 hasta su muerte, sino también por el servicio a las peregrinaciones. Precisamente en Belén, lugar privilegiado para él, cerca de la gruta de la Natividad fundó dos monasterios “gemelos”, masculino y femenino, con albergues para acoger a los peregrinos venidos a los lugares santos, manifestando así su generosidad para alojar a cuantos llegaban a aquella tierra para ver y tocar los lugares de la historia de la salvación, uniendo de este modo la búsqueda cultural a la espiritual”, escribe el Papa Francisco.
4. Trabajó en comunidad, también -y mucho- con mujeres
“El estudio de Jerónimo se reveló como un esfuerzo realizado en la comunidad y al servicio de la comunidad, modelo de sinodalidad también para nosotros, para nuestro tiempo”, destaca el Papa. Especialmente destaca “la enseñanza que dedicó a las mujeres, especialmente para el hebreo, desde el primer cenáculo en el Aventino, hasta hacer entrar a Paula y Eustoquio en «las discrepancias de los traductores» y, algo inaudito para ese tiempo, permitirles que pudieran leer y cantar los Salmos en la lengua original”.
5. Dedicaba tiempo personal, tú a tú, a formar a otros
En nuestra época de prisas y comunicación de masas, podemos pensar que no vale la pena escribir cartas personalizadas a la gente que conocemos, uno a uno. Nadie comunicó a tantas multitudes como Jerónimo con su edición Vulgata de la Biblia, pero él era un entusiasta del discipulado uno a uno, aunque fuera por carta. Así, escribía a su discípulo Rústico: «Todo lo que pretendo insinuarte, tomándote de la mano, todo lo que pretendo inculcarte, como el experto marino que ha pasado por muchos naufragios lo haría con un remero bisoño».
6. Jerónimo enseña a amar también el Antiguo Testamento
Jerónimo insistía en que “todo el Antiguo Testamento es indispensable para penetrar en la verdad y la riqueza de Cristo”, dice el Papa Francisco. “Las mismas páginas del Evangelio lo atestiguan: nos hablan de Jesús como Maestro que, para explicar su misterio, recurre a Moisés, a los profetas y a los Salmos. Incluso la predicación de Pedro y Pablo, en los Hechos, se fundamenta emblemáticamente en las antiguas Escrituras; sin ellas, no puede entenderse plenamente la figura del Hijo de Dios, el Mesías Salvador”. El Papa Francisco, con el santo traductor, pide “redescubrir, en la práctica catequética y en la predicación, así como en las discusiones teológicas, el aporte indispensable del Antiguo Testamento, que debe ser leído y asimilado como alimento precioso”.
7. Jerónimo enseña que la Iglesia debe hacer también un esfuerzo intelectual
Jerónimo aplicó todas las técnicas intelectuales de su época: “la competencia en las lenguas en las que se transmitió la Palabra de Dios, el cuidadoso análisis y evaluación de los manuscritos, la investigación arqueológica precisa, el conocimiento de la historia de la interpretación…”
Eso, dice Francisco, “es muy importante incluso en la Iglesia de hoy”. El Papa Francisco alaba la función de “los centros especializados para la investigación bíblica —como el Pontificio Instituto Bíblico en Roma y L’École Biblique y el Studium Biblicum Franciscanum en Jerusalén— y patrística —como el Augustinianum en Roma—, pero también las Facultades de Teología deben esforzarse para que la enseñanza de la Sagrada Escritura esté programada de tal manera que se asegure a los estudiantes una capacidad interpretativa competente”.
Esta formación no debe llegar sólo a clérigos, sino que el Papa pide “promover una formación extendida a todos los cristianos, para que cada uno sea capaz de abrir el libro sagrado y extraer los frutos inestimables de sabiduría, esperanza y vida”.
8. Jerónimo nos enseña que toda traducción requiere inculturación
Jesús predicó probablemente en hebreo y arameo, quizá en griego. Pero sus palabras, y las de ambos Testamentos, han de llegar hoy a mil lenguas distintas en mil culturas muy diferentes a las suyas. ¿Cómo llegar a mundos tan distintos?
“El trabajo de traducción de Jerónimo nos enseña que los valores y las formas positivas de cada cultura representan un enriquecimiento para toda la Iglesia. Los diferentes modos en que la Palabra de Dios se anuncia, se comprende y se vive con cada nueva traducción enriquecen la Escritura misma”, señala el Papa Francisco.
Y no es sólo un tema de idioma. “La Biblia necesita ser traducida constantemente a las categorías lingüísticas y mentales de cada cultura y de cada generación, incluso en la secularizada cultura global de nuestro tiempo”, añade el Pontífice.
9. Jerónimo respetó la unidad, la tradición y el oficio del Papa
“La Iglesia se veía a menudo desgarrada por las divisiones entre los cristianos, pero Jerónimo consideraba la cátedra de Pedro como un punto de referencia seguro: «Yo, que no sigo más primacía que la de Cristo, me uno por la comunión a tu beatitud, es decir, a la cátedra de Pedro. Sé que la Iglesia está edificada sobre esa roca». En medio de las disputas contra los arrianos, escribió a Dámaso: «Quien no recoge contigo, desparrama; es decir, el que no es de Cristo es del anticristo». Por eso podía afirmar también: «El que se adhiera a la cátedra de Pedro es mío»”.
10. Jóvenes -y no tan jóvenes-, ¡aprendan de Jerónimo y su sed de Dios!
“Es difícil para un joven comprender cómo la investigación religiosa pueda ser una aventura emocionante que une pensamiento y corazón; cómo la sed de Dios haya encendido grandes mentes a lo largo de los siglos hasta hoy; cómo la maduración de la vida espiritual haya contagiado a teólogos y filósofos, artistas y poetas, historiadores y científicos”, constata el Papa Francisco entristecido.
“Uno de los problemas actuales, no sólo de religión, es el analfabetismo: escasean las competencias hermenéuticas que nos hagan intérpretes y traductores creíbles de nuestra propia tradición cultural. Deseo lanzar un desafío, de modo particular, a los jóvenes: Vayan en busca de su herencia. El cristianismo los convierte en herederos de un patrimonio cultural insuperable del que deben tomar posesión. Apasiónense de esta historia, que es de ustedes. Atrévanse a fijar la mirada en Jerónimo, ese joven inquieto que, como el personaje de la parábola de Jesús, vendió todo lo que tenía para comprar «la perla de gran valor»”.