XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

CITA

San Agustín: “Cristo, Dios nuestro e Hijo de Dios, la primera venida la hizo sin aparato; pero en la segunda vendrá de manifiesto. Cuando vino callando, no se dio a conocer más que a sus siervos; cuando venga de manifiesto, se mostrará a buenos y malos. Cuando vino de incógnito, vino a ser juzgado; cuando venga de manifiesto, ha de ser para juzgar. Cuando fue reo, guardó silencio, tal como anunció el profeta: «No abrió la boca como cordero llevado al matadero». Pero no ha de callar así cuando venga a juzgar. A decir verdad, ni ahora mismo está callado para quien quiera oírle” (San Agustín, In Ps 49, Serm 18).

Enzo Bianchi: «la vigilancia es lucidez interior, inteligencia, capacidad de crítica, presencia en la historia, no distracción ni disipación».

Concilio Vaticano II “Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres” (GS 39, 1).

“No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios” (GS 39, 2).

Encíclica Redemptor hominis: “El hombre…vive cada vez más en el miedo. Teme que sus productos, naturalmente no todos y no la mayor parte, sino algunos y precisamente los que contienen una parte especial de su genialidad y de su iniciativa, puedan ser dirigidos de manera radical contra él mismo; teme que puedan convertirse en medios e instrumentos de una auto destrucción inimaginable, frente a la cual todos los cataclismos y las catástrofes de la historia que conocemos parecen palidecer” (Redemptor Hominis III,15).

Juan Pablo II, Queda así corregido ese modo demasiado humano de concebir el juicio de Dios, visto sólo como fría justicia, o incluso como venganza. En realidad, dicha expresión, que tiene una clara derivación bíblica, aparece como el último anillo del amor de Dios. Dios juzga porque ama y en vistas al amor. El juicio que el Padre confía a Cristo es según la medida del amor del Padre y de nuestra libertad. (AUDIENCIA GENERAL Miércoles 30 de septiembre de 1987)

BENEDICTO XVI, “Este es para Pablo, más allá de las imágenes, el mensaje esencial: nuestro futuro es “estar con el Señor”; en cuanto creyentes, en nuestra vida nosotros ya estamos con el Señor; nuestro futuro, la vida eterna, ya ha comenzado…La primera actitud es la certeza de que Jesús ha resucitado, está con el Padre, y por eso está con nosotros, para siempre. Y nadie es más fuerte que Cristo, porque Él está con el Padre, está con nosotros. Por eso estamos seguros, liberados del miedo…En segundo lugar, la certeza de que Cristo está conmigo. Y de que en Cristo el mundo futuro ya ha comenzado, esto da también certeza de la esperanza….Finalmente, la tercera actitud. El Juez que vuelve -es juez y salvador a la vez- nos ha dejado la tarea de vivir en este mundo según su modo de vivir. Nos ha entregado sus talentos. Por eso nuestra tercera actitud es: responsabilidad hacia el mundo, hacia los hermanos ante Cristo, y al mismo tiempo también certeza de su misericordia.” (Catequesis, La parusía, fuente de certeza y de valor para el cristiano, 12 de noviembre de 2008)

Francisco –Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo os quisiera preguntar: ¿cuántos de vosotros pensáis en esto? Habrá un día en que yo me encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro. Mensaje de la Jornada Mundial de los Pobres 2015

“Tal vez nosotros podemos sentirnos dueños del momento”. Pero el engaño es creernos dueños del tiempo. El tiempo no es nuestro. El tiempo es de Dios”. Homilía del 26 de noviembre de 2013

san Josemaría, un hijo de Dios no tiene ni miedo a la vida, ni miedo a la muerte, porque el fundamento de su vida espiritual es el sentido de la filiación divina: Dios es mi Padre, piensa, y es el Autor de todo bien, es toda la Bondad

Madre Teresa de Calcuta “Si Jesús es una realidad viviente en mi vida, entonces ya no tengo miedo.”

Santa Faustina – “La gran majestad de Dios que me ha penetrado hoy y sigue penetrando, ha despertado en mí un gran temor, pero un temor reverencial y no un temor servil que es muy distinto del temor reverencial. El temor reverencial ha surgido hoy en mi corazón del amor y del conocimiento de la grandeza de Dios y esto es un gran gozo para el alma. El alma tiembla frente a la más pequeña ofensa de Dios, pero esto no le perturba ni le empaña la felicidad. Donde impera el amor, allí todo va bien.” (Diario 732)

“En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero.” (1 Jn 4,18-19)

CONTO

“ El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo: De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo.

A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo.

Aunque sólo sea a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho.

Ahora, que soy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo. Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida”.

(Tony de Mello)

EL VIAJE MÁS LARGO

Érase una vez un rey que estaba a punto de morir y mandó llamar a uno de los bufones de la corte para que le divirtiera con sus chistes y su humor. Pero ni sus mejores chistes le arrancaban una sonrisa.

“¿Por qué está tan triste, Majestad?”.

“Porque voy a hacer un largo viaje”.

“¿Pero si va a hacer un largo viaje, cómo es que no está preparado? No veo maletas, ni ropas, ni caballos”.

“Ese es el problema. He estado tan ocupado con otras cosas que ahora tengo que enfrentarme solo”.

“Tenga mi gorro y mis campanillas porque ahora comprendo que usted es más tonto que yo. Va a hacer el viaje más largo de su vida y lo único que se le ocurre es llamarme para divertirle”.

ANÉCDOTA

SAN JERÓNIMO Y LA TROMPETA DEL JUICIO

El Doctor y Padre de la Iglesia San Jerónimo, pensaba muy a menudo en el día del Juicio, acerca del cual hizo una vez la siguiente manifestación: “Doquiera que vaya o esté, me parece que estoy ya oyendo el toque de la trompeta y la voz que me llama: ¡Jerónimo, ven a juicio!” Por esto se suele pintar a este santo con la trompeta del Juicio en la mano. El recuerdo continuo del Juicio final hizo que San Jerónimo llevara una vida de gran penitencia. Entre otras cosas, estuvo durante 25 años haciendo vida eremítica en la cueva de Belén, en la cual vino al mundo el Niño Jesús.

LA CONVERSIÓN ABRE LA PUERTA

El Beato Jordán, natural de Borgentreich, en Westfalia (1237), era sucesor de Santo Domingo en el generalato de la orden de Predicadores. Un día se anunció que un hombre que había perdido la fe y luego se había convertido, emprendiendo una vida piadosa, solicitaba su admisión en la orden dominica. El Beato estaba dispuesto admitirle siempre que en ello convinieran todos los monjes del convento. Todos dieron su consentimiento, excepto uno solo, al cual dijo el Beato Jordán: “Es cierto que este hombre ha cometido muchos pecados, pero tal vez sean más los que cometa si por no admitirlo nosotros se separa del mundo”. A lo que repuso aquel monje que poco le importaba. Díjole entonces Jordán: “si vos, querido hermano, hubierais derramado por sus pecados una sola gota de vuestra sangre, importaría mucho”. El monje contradictor, profundamente conmovido por estas palabras, dio en seguida su consentimiento. Si tan misericordioso es un hombre cuando se acuerda de la sangre que por todos nosotros derramó Cristo, ¡de cuánta más misericordia no usará con nosotros aquel mismo Señor que con tanto alto precio nos ha comprado! Dice por esto Santo Tomas de Villanueva: “Gustoso tendrá por Juez al que ha sido mi Salvador”.

LAS EVIDENCIAS EN EL JUICIO

El emperador de Rusia Nicolás I (1825-1855) fue un cruel perseguidor de los católicos que vivían en sus dominios, pero odiaba principalmente a los obispos, sacerdotes y religiosos. Desterró a muchos de ellos a la Siberia, condenándoles a trabajos forzados en las minas de aquel país, y llegó incluso a aplicarles la pena de mutilación. Unas monjas, a quienes los cosacos habían cortado la nariz y los labios por orden del emperador, consiguieron llegar a Roma y presentar sus quejas al Papa Gregorio XVI (1831-1846). El Papa les dio albergue en un convento de Roma. Cuando después el emperador Nicolás I visitó al Papa en el viaje que hizo a Roma el año 1845, el Pontífice le echó en cara la crueldad a que eran sometidos los católicos en sus reinos y le emplazó retándole al tribunal de Dios, ante el cual deberán un día comparecer también los Soberanos para rendir cuentas. El Zar negó descaradamente tales actos de violencia, y en aquel momento la servidumbre del Papa, a una señal de éste, descorrió una cortina, detrás de la cual aparecieron a la vista horrorizada del Zar las infelices víctimas de su crueldad las heridas aún no cicatrizadas. El Zar no pudo resistir aquella visión, palideció, tembló, y sin siquiera ponerse el sombrero, salió corriendo de las habitaciones del Papa, no deteniéndose hasta la plaza de San Pedro. Así sucederá también el día del Juicio final. Dios descorrerá repentinamente todos los velos y “lo que está oculto en la oscuridad saldrá a la luz”. (1 Cor., IV, 5). “Jerusalén será explorada con linternas.” Recordemos las palabras de Cristo: “Nada hay oculto que no haya de revelarse, nada secreto que no haya de saberse y ponerse de manifiesto.”

(Spirago, Francisco, Catecismo en ejemplos, tomo I, Ed. Políglota, Barcelona, 340-345)

CANTO

IXCIS Llega el reino de Dios

Protégeme, Dios mío (Salmo 15) | Athenas

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela