XX Domingo del Tiempo Ordinario

CITA

«El vino recrea el corazón del hombre

y el pan sostiene su vigor» (Sal 104, 15).

« ¡Ser Sagrario del Sagrado!»

S.Son

« ¡Si eres inteligente, deja tus “ocupaciones”

y, a la Eucaristía vente!»

S.Son

Pablo: «Vivo yo, pero no yo; es Cristo quien vive en mí».

Himno “Verbum supernum”” Naciendo, se da como amigo; puesto a la mesa, como alimento; muriendo, se ofrece como redención; reinando, como premio” ().

San Ignacio de Antioquía definía con acierto el Pan eucarístico « fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte ».

“No apetezco comida corruptible ni deleites terrenos. El Pan de Dios quiero, que es la Carne de Cristo. Y quiero por bebida su Sangre, que es amor incorruptible” (Rom 7, 3).

San Cirilo de Alejandría ¿para qué penetra en nosotros la Eucaristía? ¿Acaso no es para hacer habitar a Cristo corporalmente por la participación y comunión de su santa carne? (Jesús Solano, Textos Eucarístico primitivos (San Cirilo de Alejandría), B.A.C., Madrid, 1979, pg. 417-421)

S. Juan Crisóstomo «no solamente por el amor…, sino también, y muy realmente, siendo uno con su carne: y esto se realiza a través de la comida que él nos ha ofrecido para demostrarnos el deseo que él tiene de nosotros. Por eso él mismo se ha abajado hasta llegar a nosotros y es él quien modela en nosotros su propio cuerpo, para que seamos uno, al igual que el cuerpo está unido a la cabeza» (Santa Teresa Benedicta de la Cruz).

«¿Veis cómo Cristo se une con su esposa? ¿Veis con qué comida nos nutre a todos nosotros? Nos alimentamos con la misma comida que nos ha formado. De hecho, así como la mujer alimenta a aquel que ha generado con su propia sangre y leche, así también Cristo alimenta continuamente con su propia sangre a aquel que él mismo ha engendrado» (Homilía III dirigida a los neófitos, 16-19 passim: SC 50 bis, 160-162).

«Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. […] Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno […] de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso (hom. in 1 Co 27,4).

S. Gregorio de Nisa explica que el hombre comió un alimento mortífero. Debe tomar, por tanto, un medicamento al igual que los que toman un veneno deben ingerir un contraveneno. Este medicamento de nuestra vida no es otro que el cuerpo de Cristo que ha vencido a la muerte y es la fuente de nuestra vida, y por la mediación de sus fuerzas inmortales se reparan los daños de aquel veneno. La Eucaristía no sólo concede un derecho a la futura resurrección, sino que glorifica toda la realidad corpórea humana y la prepara para la incorruptibilidad. Ella siembra un germen de inmortalidad en la criatura humana. Discursos Catequéticos, 37

San Ambrosio: « Si hoy Cristo está en ti, Él resucita para ti cada día ».

“Quieres beber, quieres comer. Ven al festín al que invita la Sabiduría, a voz en grito, a todos los hombres, diciendo: Venid, comed mi pan y bebed el vino que he preparado…” (Caín y Abel, 1, 5).

«Debo recibirle siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener siempre un remedio» ()

«Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino» (Expositio evangelii secundum Lucam 10,121).

San Juan Damasceno «Preguntas cómo el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino… en Sangre de Cristo. Te respondo: el Espíritu Santo irrumpe y realiza aquello que sobrepasa toda palabra y todo pensamiento… Que te baste oír que es por la acción del Espíritu Santo, de igual modo que gracias a la Santísima Virgen y al mismo Espíritu, el Señor, por sí mismo y en sí mismo, asumió la carne humana».

S. Cipriano, “Salomón (los Proverbios) habla del vino mezclado, es decir, anuncia proféticamente el cáliz del Señor, mezclado con agua y vino” (Carta, 63, 5).

S. Ireneo “Nuestros cuerpos alimentados por la Eucaristía no son corruptibles, porque llevan en sí mismos la esperanza de la resurrección eterna” ().

Orígenes, “La Iglesia pide a los servidores de la Palabra que la introduzcan en la bodega, es decir, donde la Sabiduría ha mezclado sus vinos e invita, mediante sus servidores, a todos los que están en la ignorancia, diciéndoles: Venid, comed mi pan y bebed el vino que he preparado. Es la Casa del Banquete en la que todos los que vengan de Oriente y de Occidente ocuparán sus puestos con Abrahan, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. Es la Casa en la que la Iglesia y cada uno de los fieles desea entrar, haciéndose perfectos, para gozar de la doctrina de la Sabiduría y de los misterios de la ciencia, como se goza de las delicias de un banquete y de la alegría del vino” (Comentario al Cantar de los Cantares, 3; PG 13, 155).

San Cirilo de Alejandría, la participación en los santos Misterios « es una verdadera confesión y memoria de que el Señor ha muerto y ha vuelto a la vida por nosotros y para beneficio nuestro ».

San Justino, «llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo» (Apologia, 1, 66: CA 1, 180 [PG 6, 428]).

San Agustín: Dame un corazón que desee y que tenga hambre; dame un corazón que se mire como desterrado, y que tenga sed, y que suspire por la fuente de la patria eterna (Obras Completas , Tratado sobre el Evangelio de San Juan , Tomo XIII , BAC, 2ª Ed., Madrid, 1968, Pág. 573-593).

«Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis “Amén” [es decir, “sí”, “es verdad”] a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir “el Cuerpo de Cristo”, y respondes “amén”. Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu “amén” sea también verdadero» (Sermo 272).

“La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es la fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos… Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación” (serm 57,7,7)

San Agustín pone en labios del Señor: “Yo soy manjar de los que son ya grandes y robustos: crece, y entonces te serviré de alimento. Pero no me mudarás en tu sustancia propia, como sucede al manjar de que se alimenta el cuerpo, sino al contrario, tu te mudaras en mí”.

Catequesis de la Iglesia de Jerusalén a los nuevos bautizados (siglo IV) David cantaba también con respecto a esto: «el pan fortifica el corazón del hombre, y el aceite da brillo a su rostro» (Sal. 103,15). Fortifica tu corazón tomando este pan como un alimento espiritual, y alegra el rostro de tu alma. N° 4; SC 126

San Bernardo: “si eres imprudente, acércate al que es Fuente de toda Sabiduría, y El te dará la prudencia que necesitas”.

San Gregorio Magno: No hay almohada más agradable y blanda para descansar que la buena conciencia.

Santo Tomas, Este sacramento contiene todo el misterio de nuestra salvación; por eso se celebra con mayor solemnidad que los demás (Suma Teológica,3, q. 83, a. 4).

Procopio de Gaza, pone esas palabras en boca de Jesucristo: Tanto a los faltos de obras de fe como a los que tienen el deseo de una vida más perfecta, dice: “Venid, comed mi cuerpo, que es el pan que os alimenta y fortalece; bebed mi sangre, que es el vino de la doctrina celestial que os deleita y os diviniza; porque he mezclado de manera admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra salvación” (In librum Proverbiorum 9).

San Francisco de Sales, A lo largo de la peregrinación de esta vida, nuestro Señor nos conduce de dos maneras; o bien nos lleva de la mano, haciéndonos caminar con Él, o nos lleva en sus brazos…Primero, nuestro Señor nos lleva de la mano y hace, junto con nosotros, obras para las cuales pide nuestra cooperación; luego, Él nos lleva y hace otras obras como más elaboradas, quiero decir, obras en las que parece que nosotros no hacemos nada. Esos son los sacramentos. (Sermón de 21-11-1617. )

San Juan de Ávila, “El comulgar hoy te acrecentará el aparejo para comulgar mañana”.

Santa Teresa de Ávila “sed me parece a mí quiere decir deseo de una cosa que nos hace gran falta, que si del todo nos falta nos mata” (“Camino de perfección”, c. XIX).

El verdadero amante en toda parte ama y siempre se acuerda del amado… Todo ha de venir de su mano. Sea bendito por siempre jamás ().

Santa Teresa de Calcuta La santa comunión, como la palabra misma implica, es la unión íntima de Jesús con nuestra alma y nuestro cuerpo. Si queremos tener la vida y poseerla abundantemente, debemos vivir de la carne de nuestro Señor. Los santos lo comprendieron tan bien, que podían pasar horas preparándose y más todavía en acción de gracias. Jesús, la palabra hablada Capítulo 6.

“Para mí, Jesús es: El Pan de Vida, para que sea mi sustento. El Hambriento, para ser alimentado”.

San Padre Pío de Pietrelcina Es verdad, no somos dignos de un tal don; pero una cosa es participar indignamente de la comunión, en estado de falta grave, y otra cosa es no ser dignos de ello. Todos somos indignos de comulgar; pero es Jesús mismo quien nos invita, es él quien lo desea. Seamos, pues, humildes, y recibámoslo con un corazón lleno de amor. Carta del Padre Pío, Vicenza 1969, p. 55.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz Participando en el sacrificio y a la comida sagrada, siendo alimentados con el cuerpo y la sangre de Jesús, nosotros mismos llegamos a ser su cuerpo y su sangre.

Concilio Vaticano II: Participando realmente del Cuerpo del Señor en la fracción del pan eucarístico, somo elevados a una comunión con Él y entre nosotros. “Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de un único pan (1 Co 10, 17) (Constitución Lumen gentium, n. 7).

Comulgar con la misión de Cristo es hacer nuestros los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 1).

“Siempre ha venerado la Iglesia la sagradas Escrituras como también el Cuerpo del Señor, tomando en todo tiempo de la mesa y distribuyendo a los fieles el pan de vida, tanto el de la Palabra de Dios como el del Cuerpo de Cristo…” (Revelación Divina, número 21).

En la santisima Eucaristia se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo por su carne, que da la vida a los hombres, vivificada y vivificante por el Espíritu Santo (Decr. Presbyterorum Ordinis,5).

“Sacramentum pietatis, signum unitatis, vinculum caritatis” -“sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad”- (Sacrosanctum Concilium, 47).

“La Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana” (Lumen Gentium 11).

Catecismo, 1025 Vivir en el cielo es “estar con Cristo” (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven “en Él”, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17):

Las palabras de Cristo se cumplen en la Eucaristía

1333: En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de Él, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: “Tomó pan…”, “tomó el cáliz lleno de vino…”. Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación.

1338: Los tres evangelios sinópticos y S. Pablo nos han transmitido el relato de la institución de la Eucaristía; por su parte, S. Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el Pan de Vida, bajado del cielo.

1355 En la comunión, precedida por la oración del Señor y de la fracción del pan, los fieles reciben «el pan del cielo» y «el cáliz de la salvación», el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó «para la vida del mundo» (Jn 6,51):

Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua «eucaristizados» /cf. San Justino, Apologia, 1, 65), «llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo» (San Justino, Apologia, 1, 66: CA 1, 180 [PG 6, 428]).

1375: Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión.

1376 «El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (DS 1642)»

“Tomad y comed todos de él”: la comunión

1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53).

1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo» ( 1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.

1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8,8): «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». En la Liturgia de san Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:

«A tomar parte en tu cena sacramental invítame hoy, Hijo de Dios: no revelaré a tus enemigos el misterio, no te  te daré el beso de Judas; antes como el ladrón te reconozco y te suplico: ¡Acuérdate de mí, Señor, en tu reino!» (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis Chrysostomi, Oración antes de la Comunión) 

1391 La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él» (Jn 6,56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: «Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Jn 6,57):

«Cuando en las fiestas [del Señor] los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a otros la Buena Nueva, se nos han dado las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a María [de Magdala]: «¡Cristo ha resucitado!» He aquí que ahora también la vida y la resurrección son comunicadas a quien recibe a Cristo» (Fanqîth, Breviarium iuxta ritum Ecclesiae Antiochenae Syrorum,  v. 1).

1394 Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales (cf Concilio de Trento: DS 1638). Dándose a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con las criaturas y de arraigarnos en Él:

«Porque Cristo murió por nuestro amor, cuando hacemos conmemoración de su muerte en nuestro sacrificio, pedimos que venga el Espíritu Santo y nos comunique el amor; suplicamos fervorosamente que aquel mismo amor que impulsó a Cristo a dejarse crucificar por nosotros sea infundido por el Espíritu Santo en nuestro propios corazones, con objeto de que consideremos al mundo como crucificado para nosotros, y sepamos vivir crucificados para el mundo […] y, llenos de caridad, muertos para el pecado vivamos para Dios» (San Fulgencio de Ruspe, Contra gesta Fabiani 28, 17-19).

S. Pío X, «De la comparación del Pan de los Ángeles con el pan y con el maná fácilmente podían los discípulos deducir que, así como el cuerpo se alimenta de pan diariamente, y cada día eran recreados los hebreos con el maná en el desierto, del mismo modo el alma cristiana podría diariamente comer y regalarse con el Pan del Cielo. A más de que casi todos los Santos Padres de la Iglesia enseñan que el “pan de cada día”, que se manda pedir en la oración dominical, no tanto se ha de entender del pan material, alimento del cuerpo, cuanto de la recepción diaria del Pan Eucarístico» (Sacra Tridentina Synodus, 20-XII-1905).

San Juan Pablo II La Eucaristía es tensión hacia la meta, pregustar el gozo pleno prometido por Cristo (cf. Jn 15, 11); es, en cierto sentido, anticipación del Paraíso y « prenda de la gloria futura ». (Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia: Fuente y cumbre nn. 14.16.18.22).

«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo» (Jn 6, 51). En nuestra conciencia brota inmediatamente la pregunta que nos hace: «¿Crees que soy yo? ¿Lo crees de verdad?». Homilía (14-12-2004).

El camino del amor según Cristo es un camino difícil, exigente. Hay que ser realistas. Los que no os hablan más que de espontaneidad, de facilidad, os engañan. Sed hombres y mujeres de conciencia. No sofoquéis vuestra conciencia, no la deforméis; llamad con su nombre el bien y el mal.

Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que había experimentado en primera persona al pie de la Cruz (Encíclica Ecclesia de Eucharistia n. 56).

«La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No cese nunca nuestra adoración»

Benedecto XVI Esta comunión nuestra con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra vida, con nuestras actitudes, un pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne. Para nosotros, en cambio, son los comportamientos generosos hacia el prójimo los que demuestran la actitud de partir la vida para los demás. (22 de junio de 2014)

Papa Francisco, La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy sabemos es un problema cada vez más grave. (7 de junio de 2013).

“Lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”. (Evangelii Gaudium 35)

Esta comunión con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra vida, con nuestras actitudes, un pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne.

No se puede medir el amor de Dios: ¡es sin medida! Debemos amar también a quien no nos ama. Oponernos al mal con el bien, perdonar, compartir, acoger. Gracias a Jesús y a su Espíritu, también nuestra vida llega a ser «pan partido» para nuestros hermanos. Y viviendo así descubrimos la verdadera alegría. La alegría de convertirnos en don, para corresponder al gran don que nosotros hemos recibido antes. Esto es imitar a Jesús.

La Eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, acogida con corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios.

Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea!» (12 de febrero de 2014).

P. Bockel “comer la vida” ().

CONTO

ÉL DISCÍPULO IMPACIENTE

Después de una exhaustiva sesión matinal de oraciones en el monasterio, el novicio preguntó al abad:

¿Todas esas oraciones que usted nos enseña hacen que Dios se aproxime a nosotros?

Te responderé con otra pregunta, dijo el abad. ¿Todas estas oraciones que rezas harán que el sol nazca mañana?

¡Claro que no! ¡El sol nace porque obedece a una ley universal!

Entonces, esta es la respuesta a tu pregunta.

          Dios está cerca de nosotros independientemente de las oraciones que hagamos.

El novicio se sublevó:

–  ¿Está queriendo decir que nuestras oraciones son inútiles?

–  De ninguna manera. Si no te levantas temprano, nunca conseguirás ver el nacimiento del sol.

   Si no rezas, aunque Dios esté siempre cerca, nunca conseguirás notar su presencia.

Tomado de Alejandro Illescas, Los cuentos de mis homilías

ANÉCDOTA

“VIDA ETERNA”

Aparece 49 veces en la Biblia; 46 de ellas en el Nuevo Testamento.

GEORGE BARNA

Hace unos años realizó una encuesta nacional preguntando: ¿cuál es la frase que más anhelas escuchar?

“Te amo” fue la respuesta más popular.

“Te perdono” quedó en segundo lugar.

“La cena está lista” fue la sorprendente tercera respuesta, nadie esperaba una respuesta tan simple y familiar.

Al final del día, espero que estés de acuerdo conmigo, nadie espera escuchar un discurso o un sermón cuando llega a casa, lo que quieres es descansar y disfrutar de una agradable cena familiar.

Tomado de P. Félix Jiménez

SAN JUSTINO

De familia pagana, convertido luego al cristianismo, murió mártir el año 165 d.C. Enseñó filosofía en Roma y escribió abundantes obras sobre la fe y la religión cristiana. En sus “apologías” explica lo fundamental de la fe católica, del credo y de los sacramentos, y refuta las falsas acusaciones que ya desde entonces comenzaban a circular en contra de la Iglesia. Entre otras cosas -¡para que veamos cuán absurda y atrevida es la ignorancia!- se acusaba a los primeros cristianos de antropofagia y de convites truculentos e idolátricos porque pensaban que comían carne y bebían sangre humana. Habían oído, en efecto, que el que presidía las asambleas decía: “Tomad y comed: éste es mi cuerpo. Tomad y bebed: ésta es mi sangre”.

Así fue como lo interpretaron los judíos que escuchaban a nuestro Señor. Y era lógico que no lo aceptaran, que lo criticaran e, incluso, que se escandalizaran de El. El rechazo hacia Jesús se iba pronunciando cada vez más, a medida que nuestro Señor hablaba, hasta abrirse un abismo y convertirse en un camino sin retorno…

Tomado de Catholic.net

EL BEATO TITUS BRANDSMAN

Sacerdote carmelita holandés, pasó varios años en los campos de concentración alemanes durante la persecución nazi. Tenía prohibida la celebración de la Eucaristía, pero él se ponía junto con los otros prisioneros y recitaba de memoria las oraciones de la Misa, el Evangelio y les predicaba a sus compañeros de prisión; luego hacían la comunión espiritual: él fijaba los ojos en cada uno de los presos y les decía: “el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna”. Al poco tiempo fue transferido a láger de Dachau. Allí los sacerdotes alemanes sí podían celebrar y clandestinamente pasaban la hostia santa a los otros sacerdotes que no eran alemanes, como Tito. El comulgaba, daba la comunión a los otros prisioneros y se guardaba un pedacito en el estuche de sus lentes para la adoración nocturna. De ese “pan” del todo especial sacaba fuerzas para soportar las torturas y ofrecer sus sufrimientos. Un día fue duramente golpeado por la guardia nazi del campo de concentración y aguantó la paliza sin odios ni maldiciones. Después confesó: “¡Ah, yo sabía quién estaba conmigo!”. En 1942 murió mártir en Dachau.

Tomado de Catholic.net

EL SANTO CURA DE ARS

Se cuenta que se dejaba embargar particularmente por la presencia real de Cristo Eucaristía. Ante el Tabernáculo solía pasar largas horas de adoración, durante la noche o antes del amanecer; y durante sus homilías, solía señalar al Sagrario diciendo con emoción: “El está ahí”. Por ello, él, que tan pobremente vivía en su casa rectoral, no dudaba en gastar cuanto fuere necesario para embellecer la iglesia. Pronto pudo ver el buen resultado: los fieles tomaron por costumbre ir a rezar ante el Santísimo Sacramento, descubriendo, a través de la actitud de su párroco, el gran misterio de la fe.

Tomado de Catholic.net

SENSATEZ

Al ver a un grupo de jóvenes que estaban fumando en un parque, una persona comentó a otra que le sorprendía que, con lo que se sabe actualmente de los efectos nocivos del tabaco, hoy hubiera personas jóvenes tan insensatas que se ‘enganchasen’, perjudicándose gravemente su salud. Esa actitud la podemos ver en otros ámbitos: muchas personas no piensan en las consecuencias de sus decisiones y actos, ni para sí mismos ni, menos aún, para los demás. Se guían por su propio gusto, por su interés personal, pero eso acaba teniendo consecuencias muy graves para todos.

La sensatez es saber actuar con prudencia y buen juicio. Pero, tristemente, encontramos en la vida cotidiana muchos ejemplos de insensatez. Aunque nos pueda parecer que esto se nota más hoy en día, lo cierto es que siempre ha habido ese contraste entre personas sensatas y personas insensatas. Así lo hemos visto reflejado en la 1ª lectura, en el libro de los Proverbios, redactado varios siglos antes de Cristo, entre “la Sabiduría y los inexpertos y los faltos de juicio”.

Tomado de ACG

NEIL ARMSTRONG

Cuando el astronauta, el primer hombre que llegó a la luna, dijo al pisar la superficie de nuestro satélite: Quisiera decir a todos los que me escuchan que hagan una pausa en su mente y, considerando todo lo que ha ocurrido en los últimos minutos, den gracias a Dios cada uno a su manera.

Tomado de Anécdotas y catequesis

EL “LIBRO DE LOS PROVERBIOS”

Presenta varias colecciones de dichos, de sentencias, de máximas, de proverbios (“mashal”) donde se cristaliza el resultado de reflexión y de experiencia (“sabiduría”) de varias generaciones de “sabios” antiguos (israelitas y algunos no israelitas). El objetivo de esos proverbios es definir una especie de “orden” del mundo y de la sociedad que, una vez aprendida y aceptada por el individuo, le lleva a una integración plena en el medio en el que está inserto. De esa forma, el individuo podrá vivir sin traumas ni sobresaltos que destruyan su armonía interior y lo incapaciten para ofrecer su contribución a la comunidad. Quedará, así, como clave para vivir en armonía consigo mismo y con los otros, y seguridad para una vida feliz, tranquila y próspera.

El libro se presenta como compuesto por Salomón (cf. Prov. 1,1), el rey “sabio”, conocido por sus dotes de gobierno, por sus dones literarios, por numerosas sentencias sabias (cf. 1 Re 3,16-28; 5,7; 10,1-9.23) y que se convirtió en una especie de “patrón” de la tradición sapiencial. En realidad, no podemos aceptar, de forma acrítica, esa versión: la lectura atenta del libro revela que estamos ante unas colecciones de proveniencia diversa, compuestas en épocas diversas. Algunos de los materiales presentados en el libro pueden ser del siglo X antes de Cristo (época de Salomón; sin embargo, esto no implica que procedan del mismo Salomón); otros, además, son todavía más recientes.

Tomado de Dehonianos

CHISTE

Se encuentran dos vecinos y le dice uno al otro:

Oye, paisano, ¿Qué bebida llevas en esa botella?

  • Es vitamina X

Y ¿para que sirve?

  • Para la tener vida eterna.

Y ¿funciona?

  • De momento si

POEMA

VIRUTAS DE COMUNIÓN

Compartir el pan, la brisa y lo vivido.

Liberar al tiempo del agobio de la prisa

y al dinero de la manía de la posesión.

Pensar más en el otro que en lo mío.

Dejarse desnudar por lo inaudito.

Unirse a cada hombre en la desgracia.

Sentar a la abundancia frente a la escasez

y a la apariencia junto a lo que soy.

Que cada diálogo dé a luz un nuevo sentir

y cada beso resucite un trozo de la piel.

Que cada pérdida me empuje a ir más lejos

y cada desalojo me suba a un nuevo tren.

Que en la noche brille el ser de todo lo creado

y en mi no saber, le deje a Dios nacer resucitado.

(Seve Lázaro, sj)

Tomado de Rezando voy

ORACIÓN

Oh, Jesús, único “pan verdadero” y alimento sustancial de las almas, congrega a todos los pueblos en torno a tu mesa que es divina realidad en la tierra, prenda de favores celestes, seguridad de justo entendimiento entre las gentes y de pacíficas competiciones por el verdadero progreso de la civilización. Nutridos por Ti y de Ti, oh Jesús, los hombres serán fuertes en la fe, dichosos en la esperanza, activos en las múltiples aplicaciones de la caridad. Las voluntades sabrán superar las insidias del mal, las tentaciones del egoísmo.

San Juan XXIII

MEDITACIÓN

LA PALABRA EN EL CORAZÓN DE LOS PADRES

Te ruego, Señor, por el mismo sacrosanto y vivificante misterio de tu cuerpo y de tu sangre, con el que cada día la Iglesia sacia nuestra hambre y nuestra sed, nos lava y nos santifica, nos hace participes de la Unica y suma divinidad, que nos concedas tus virtudes santas. 

Oh dulcísimo pan, devuelve la salud al gusto de mi corazón para que sienta la suavidad de tu amor. Devuélvele la salud para que no sienta fuera de ti otra dulzura, para que no busque fuera de ti otro amor y no ame fuera de ti otra belleza, Señor bellísimo. 

Pan purísimo que tiene en sí toda dulzura y todo sabor, que mi corazón se pueda alimentar de ti y que lo intimo de mi alma se colme de tu dulce sabor. 

Pan santo, pan vivo, pan espléndido y puro que has bajado del cielo y das la vida al mundo, y en a ml corazón y purifícame de toda corrupción de la carne y del espíritu. 

Entra en ml alma, sáname y santifícame. Se la defensa y la salvación continua de ml cuerpo y de mi alma, expulsa de mi a los enemigos que me asedian. Que sean expulsados lejos por la fuerza de tu presencia y que yo, protegido por fuera y por dentro, pueda llegar con tu ayuda por el camino recto a tu Reino: allí ya no te veremos en el misterio, como en este tiempo, sino cam a cara. Entonces encontraran reposo los santos: y no ya en el sacramento, sino en el mismo cumplimiento de la salvación eterna, cuando tú entregues el Reino a Dios Padre y nosotros contemplemos a plena luz tu verdad inmutable. Y será una saciedad maravillosa, en la que ya no podré tener sed eternamente, oh Salvador del mundo 

(Juan de FecampOración 29, para decir antes de la misa, 10s, passim). 

CANTO

Mi Cuerpo Es Comida Cristóbal Fones, SJ

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Catecismo nº 207 ¿Qué es la vida eterna?

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela