Mar

XII Domingo del Tiempo Ordinario

Mar

CITA

Agustín de Hipona

Has escuchado un insulto? Es el viento. ¿Te has irritado? Es el oleaje. Cuando el viento sopla y se encrespa el oleaje, zozobra la nave, zozobra tu corazón, fluctúa tu corazón. Nada más escuchar el insulto, te vienen ganas de vengarte: si te vengas, cediendo al mal ajeno, padeciste naufragio. Y esto, ¿por qué? Porque Cristo duerme en ti. ¿Qué quiere decir que Cristo duerme en ti? Que te has olvidado de Cristo. Despierta, pues, a Cristo, acuérdate de Cristo, vele en ti Cristo; piensa en él. ¿Qué es lo que pretendías? Vengarte. Se apartó de ti, pues él mientras era crucificado, dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen(…)

En los momentos de perturbación, no os dejéis vencer por el oleaje. No obstante y puesto que al fin y al cabo somos hombres, si soplare el viento, si se alborotan las pasiones de nuestra alma, no desesperemos: despertemos a Cristo, para que podamos navegar con bonanza y arribar al puerto de la patria.

Sermón: A una orden de Cristo se produce la calma Sermón 43, 1-3: PL 38, 424-425

san Juan Crisóstomoa los perseguidores de la Iglesia les decía: “Es inútil pelear contra el cielo. Cuando combates contra un hombre, o vences o eres vencido; pero si peleas contra la Iglesia, el dilema no existe. Dios es siempre más fuerte”.

Papa San Pío X se dirigió a los católicos franceses con estas palabras: Tenemos la esperanza, mil veces cumplida, de que jamás Jesucristo abandonará a su Iglesia y jamás la privará de su apoyo indefectible. No podemos temblar por el futuro de la Iglesia. Su fuerza es divina… y contamos con la experiencia de siglos.

San Josemaría Escrivá: Desde que Jesucristo Nuestro Señor fundó la Santa Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido una persecución constante. Quizá en otras épocas las agresiones se organizaban abiertamente; ahora, en muchos casos, se trata de una agresión solapada. Hoy como ayer, se sigue combatiendo a la Iglesia…

«Descargad en él todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros(1 Pedro 5, 7)

ANECDOTA

Una anécdota citada con frecuencia habla de un hombre que tuvo un sueño. Veía dos pares de huellas que se habían quedado grabadas en la arena del desierto y comprendía que un par de huellas eran las de sus pies y el otro par las de los pies de Jesús, que caminaba a su lado. En un cierto momento, un par de huellas desaparece, y comprende que esto sucedió precisamente en un momento difícil de su vida. Entonces se lamenta con Cristo, que le dejó sólo en el momento de la prueba. «Pero, ¡yo estaba contigo!», responde Jesús. «Cómo es posible que estuvieras conmigo, si en la arena sólo se ven las huellas de dos pies?». «Eran las mías –responde Jesús–. En esos momentos, te había cargado a hombros».

Hoy le oí decir a Dios una palabra.

Y pensé que me estaba tomando el pelo.

Me rasqué la cabeza, porque la palabra

que me dijo fue: “Gracias, amor mío, gracias”.

“Gracias, ¿por qué?”.

Me puse a pensar y pensar,

y le dije a Él que me explicara.

“Gracias por todo lo que eres para Mí,

lo mismo bajo el sol que bajo la lluvia.

Gracias por aceptar mi amor ilimitado,

gracias por confiar en Mí.

Gracias por aceptar

mis cuidados infinitos,

cuando es difícil verlos.

Gracias por descargar sobre Mí tus aflicciones,

tus errores y todo lo demás.

Gracias por prescindir de tu pasado,

y por creer que Yo me encargaré de todo.

Gracias por advertir los dones que te he dado,

gracias por estar un rato conmigo.

Gracias por volverte, de vez en cuando,

a ofrecer una sonrisa a tus compañeros.

Y, mientras Yo me preocupo, muchas gracias

por dejar en mis manos tu futuro…”

Joan Metzer

CANTO

Silencio en la Tempestad – Hermana Glenda

El me protegerá HNA GLENDA

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela