XI Domingo del Tiempo Ordinario

CITA

“Yo planté, Apolo regó, pero era Dios el que hacía crecer”

(1 Cor 3,6).

Quien planta tamarindos no cosecha tamarindos”

Si supiera que el mundo se acaba mañana,

yo, hoy todavía, plantaría un árbol.

Martin Luher King

« ¡Un corazón agradecido, el Cielo tiene merecido!»

S.Son

« ¡Llegar y besar el santo,

no funciona con la semilla de este campo!»

S.Son

Plinio el Viejo La mostaza es altamente beneficiosa para la salud ()

San Clemente, “la bendición de Dios debe ser nuestro objetivo, y la manera de obtenerla nuestra dedicación” (carta a los Corintios, n. 31)

S. Ignacio de Antioquía: «Lo que necesita el cristianismo, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma».

San Agustín: ¿Qué es, en efecto, el grano de mostaza sino el fervor de la humildad? (Sermón 223 H (Wilmart 14): PLS 2, 739).

San Cirilo de Alejandría, por ejemplo, dice que las parábolas son imágenes de cosas no visibles, de cosas sublimes y espirituales; lo que los ojos del cuerpo son incapaces de percibir, lo muestra la parábola a los ojos de la mente, ofreciendo bajo una forma bella, hecha de imágenes sensibles y casi tangibles, el contenido de las realidades superiores.

Clemente de Alejandría, un permanente esfuerzo indagatorio, en la seguridad de que jamás seremos capaces de agotar el contenido insondable de la enseñanza evangélica.

S. Juan Crisóstomo ¿Hay algo más grande que el reino de los cielos y más pequeño que un grano de mostaza?

Siembra este grano de mostaza en el huerto de tu alma. Homilía 7, (atribuida): PG 64, 21-26

San Gregorio Magno «El hombre echa la semilla en la tierra, cuando pone una buena intención en su corazón; duerme, cuando descansa en la esperanza que dan las buenas obras; se levanta de día y de noche, porque avanza entre la prosperidad y la adversidad. Germina la semilla sin que el hombre lo advierta, porque, en tanto que no puede medir su incremento, avanza a su perfecto desarrollo la virtud que una vez ha concebido. Cuando concebimos, pues, buenos deseos, echamos la semilla en la tierra; somos como la hierba, cuando empezamos a obrar bien; cuando llegamos a la perfección somos como la espiga; y, en fin, al afirmarnos en esta perfección, es cuando podemos representarnos en la espiga llena de fruto».

Ambrosio de Milán …Quien tiene la fe posee el reino de los cielos, reino que está dentro de nosotros como está dentro de nosotros la fe.

«El mismo Señor es un grano de mostaza… Si Cristo es un grano de mostaza, ¿cómo es que es el más pequeño y cómo crece? No es en su naturaleza, sino en su apariencia que llega a ser grande. ».

Por tanto, siembra tú también en tu huerto a Cristo —la realidad de un huerto no es otra que un lugar pletórico de gran variedad de flores y frutos—, en el cual florezca la belleza de tus obras y se respire el multiforme olor de las diversas virtudes. Sobre el evangelio de Lucas: VII, 179-182: SC 52

Pedro Crisólogo Esta pequeña cosa, que es propiedad de Dios, es más espléndida que toda la inmensidad del mundo. Sermón 98, 1-2: CCL 24A, 602

Santo Tomás: “exponía en parábolas los misterios que no eran capaces o dignos de recibir. Sin embargo, todavía le era mejor recibirlos así y bajo el velo de parábolas oír la doctrina espiritual que del todo quedar privados de ella. Y aún exponía luego la verdad clara y desnuda de las parábolas a los discípulos, por medio de las cuales había de llegar a otros que fueran capaces de recibirlas, según lo que el Apóstol dice a Timoteo: “Lo que de mi recibiste en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a otros que sean capaces de enseñarlo a los demás”[16]. Suma Teológica, IIIª, q. 42, a. 3c. En adelante III, 42, 3c.

Meister Eckhart: «La semilla de Dios está en nosotros. Si el agricultor es inteligente y trabajador, crecerá para ser Dios, cuya semilla es; sus frutos serán de la naturaleza de Dios. La semilla de la pera se vuelve árbol de pera; la semilla de la nuez, árbol de nuez; la semilla de Dios se vuelve Dios».

San Paulino de Nola «El hombre sin Cristo es polvo y sombra» ()

S. Ignacio de Loyola: «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios» (cf. Pedro de Ribadeneira, Vida de san Ignacio de Loyola).

San Alfonso María de Ligorio, Esta tierra no es nuestra patria; estamos en ella como de paso, cual peregrinos. Nuestra patria es el Cielo, que hay que merecer con la gracia de Dios y nuestras buenas acciones. Nuestra casa no es la que habitamos al presente, que nos sirve tan sólo de morada pasajera; nuestra casa es la eternidad (Sermones abreviados 16, 1, 2).

John Henry Newman Tal es el Reino escondido por Dios: lo mismo que ahora está escondido, así será revelado en el momento deseado. Los hombres creen que ellos son los dueños del mundo y que ellos pueden hacer lo que quieren. Actualmente, en apariencia «todo permanece igual que en el comienzo», y los sátiros reclaman: «¿dónde está pues la promesa de su venida?» (2Pe 3,4) Pero en el tiempo marcado, habrá una «manifestación de los hijos de Dios», y los justos «resplandecerán como el sol en el reino de su Padre» (Rm 8,19; Mt 13,43). Las parábolas del Reino, El Mundo Invisible: PPS, vol. 4, Sermón 13

Concilio Vaticano II: «El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la construcción del mundo ni les impulsa a despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que les obliga más a llevar a cabo esto como un deber» (Gaudium et spes, 34).

«La misión de la Iglesia no consiste sólo en ofrecer a los hombres el mensaje y la gracia de Cristo, sino también en impregnar y perfeccionar con el espíritu evangélico el orden de las realidades temporales» (Apostolicam actuositatem, 5).

La Palabra de Dios se compara a una pequeña semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Lumen gentium, n. 5).

Catecismo, n. 543 Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel, este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones. Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús.

n. 544 “El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir, a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para “:anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18). Los declara bienaventurados porque de “ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3); a los “pequeños” es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes. Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre, la sed y la privación. Aún más: se identifica con los pobres de todas las clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino” ().

El Reino de Dios

543: Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel, este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones. Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:

La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG 5).

544: El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para «anunciar la Buena Nueva a los pobres» (Lc 4, 18). Los declara bienaventurados porque de «ellos es el Reino de los cielos» (Mt 5, 3); a los «pequeños» es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes. Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre, la sed y la privación. Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino.

546: Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (ver Mc 4, 33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (ver Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (ver Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (ver Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (ver Mt 25, 14-30)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (ver Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para «conocer los Misterios del Reino de los cielos» (Mt 13, 11). Para los que están «fuera» (ver Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (ver Mt 13, 10-15).

567: El Reino de los cielos ha sido inaugurado en la tierra por Cristo. «Se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo». La Iglesia es el germen y el comienzo de este Reino. Sus llaves son confiadas a Pedro.

nº 940 «‘Siendo propio del estado de los laicos vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios les llama a que movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento’ (Concilio Vaticano II)» (Catecismo de la Iglesia Católica,)

San Josemaría, “”En las horas de lucha y contradicción, cuando quizá “los buenos” llenen de obstáculos tu camino, alza tu corazón de apóstol: oye a Jesús que habla del grano de mostaza y de la levadura. ‑Y dile: “edissere nobis parabolam” ‑explícame la parábola. Y sentirás el gozo de contemplar la victoria futura: aves del cielo, en el cobijo de tu apostolado, ahora incipiente; y toda la masa fermentada”“ (Camino 695).

San Juan Pablo II Mediante la conversión el hombre se abre al don de Dios (cf. Lc 12, 32), que llama “a su reino y a su gloria” (18-03-1987).

Esa es vuestra misión: “impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico” (Apostolicam actuositatem AA 5).

Benedecto XVI Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se suma a la de Dios no teme obstáculos, porque la victoria del Señor es segura. Es el milagro del amor de Dios, que hace germinar y crecer todas las semillas de bien diseminadas en la tierra. Ángelus (17-06-2012): El Reino: Crecimiento y contraste

En las parábolas, Jesús no es sólo el sembrador que siembra la semilla de la palabra de Dios, sino que es semilla que cae en la tierra para morir y así poder dar fruto. (Jesús de Nazaret I: Dios manifiesta su grandeza en lo pequeño Capítulo VII, 1)

¿Qué es el Reino de Dios? «Es Jesús mismo»

«El mensaje de Jesús acerca del “Reino” enseña su escasa importancia como poder temporal, si bien ejerce una “soberanía” real y profunda en las almas»

Papa Francisco, Necesitamos ojos atentos para saber “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”. (13 de junio de 2021)

A nosotros nos toca sembrar, y sembrar con amor, con esfuerzo, con paciencia. Pero la fuerza de la semilla es divina. Ibid,.

Thomas Keating El Reino de Dios, con el consentimiento de la fe, tiene el poder de transformar; nos convierte en algo nuevo.”. (El Misterio de Cristo)

J. Antonio Pagola Tarde o temprano, los cristianos sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. Descubriremos que solo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio como inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros esfuerzos pastorales, sino engendrada por él. ()

B. Maggioni “La parábola, pues, nos enseña a tomar en serio nuestras ocasiones, las ocasiones que se presentan aquí y ahora, y que son humildes, pequeñas y terrenas. Pero esconden la presencia del Reino” ().

Alessandro Pronzato Alguien dice “debilidad y fuerza de la semilla. Vulnerabilidad y potencia”. Yo pondría dos acentos. Así: la debilidad es la fuerza de la semilla. La vulnerabilidad es su potencia.

H. U. v. Balthasar Ciertamente, la iglesia siempre sigue siendo un grano de mostaza: para ella, siempre es viernes santo, pascua y pentecostés al mismo tiempo ().

Ami-Jill Levine, feminista judía norteamericana y profesora bíblica en la Vanderbilt University Divinity School, escribe en su obra Relatos cortos de Jesús, que “De estas ramas hay especialmente dos que sobresalen. La primera contempla en la parábola el tema del contraste entre la semilla pequeña y la planta grande o bastante grande (tanto si es un árbol como si es un arbusto impresionante). La segunda, que es más especulativa, se concentra no en tamaño, sino en las imágenes: el valor simbólico de la mostaza, el árbol, los pájaros y las ramas. Las dos ramas producen a la vez distintas hojas”.

“El Reino está presente cuando la humanidad y la naturaleza trabajan conjuntamente y cuando hacemos aquello para lo que hemos sido puestos aquí, es decir, para arriesgarnos y aportar cuanto podamos a los demás y también a nosotros mismos”, termina diciendo Ami-Jill.

Dom Helder Camara- “Cuando uno sueña es un sueño; cuando sueñan varios, ya es realidad”.

P. Carlos Padilla Esteban «Me gusta esa actitud positiva que tuvieron los santos. Ellos sabían que no podían controlarlo todo y se dejaron llevar por ese amor en su pecho que los hizo aspirar a las alturas»

Carl Gustav Jung: «La persona que no se apoya en Dios no puede, basándose en sus propios recursos, oponer resistencia a los halagos físicos y morales del mundo».

Paloma Sánchez-Garnica, «La única libertad está en poder elegir lo que quieres hacer, asumiendo siempre las consecuencias». Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido

P. Orbe, “Al método por símiles responde el creyente una fe operosa, capaz de vencer la oscuridad que -por la esencia misma de la parábola- media entre la expresión oral y el misterio. En tal sentido, las parábolas resultan singularmente beneficiosas no sólo para el hombre de fe, sino para el teólogo que al amparo de la fe busca adentrarse en el misterio. Los símiles que cegaron a los incrédulos, provocan en el santo un hambre de luz, tanto más apetecida cuanto mejor encubierta”. Parábolas evangélicas en San Ireneo, tomo I, BAC Madrid 1972, 30-31.

CONTO

SEMBRAR PARA LOS DEMÁS

“Un anciano muy pobre se dedicaba a sembrar árboles de mango.

Un día se encontró con un joven que le dijo:

¿Cómo es que a su edad se dedica a plantar mangos? ¡Tenga por seguro que no vivirá lo suficiente para consumir sus frutos!

El anciano respondió apaciblemente: Toda mi vida he comido mangos de árboles plantados por otros. ¡Que los míos rindan frutos para quienes me sobrevivan!

Continuando con su explicación el sembrador sentenció: Habitamos en un universo en el que todo y todos tienen algo que ofrecer: lo árboles dan, los ríos dan, la tierra, el sol, la luna y las estrellas dan. ¿De dónde, pues, esa ansiedad por tomar, recibir, amasar, juntar, acumular sin dar nada a cambio? Todos podemos dar algo, por pobres que seamos. Podemos ofrecer pensamientos agradables, dulces palabras, sonrisas radiantes, conmovedoras canciones, una mano firme y tantas otras cosas que alivien a un corazón herido. Yo he decidido dar mangos, para que otros, que vengan después que yo, los disfruten.

Y tú jovencito, preguntó el anciano, ¿has pensado en lo que quieres dar?”

Tomado de P, Diego Millán

SEMBRANDO AL VIENTO

Guillermo tomaba cada día el colectivo para ir a su trabajo, que distaba a unos cuarenta minutos, en las afueras de la ciudad. Una parada después subía una anciana y se sentaba del lado de la ventanilla. Durante todo el trayecto, la señora abría una bolsa e iba tirando algo hacia afuera. Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, Guillermo le preguntó:

– Señora ¿qué es lo que arroja por la ventanilla?

– ¡Son semillas! – exclamó la anciana

– ¿Semillas? ¿Semillas de qué?

– ¡De flores! Es que miro afuera y está todo ¡tan vacío! – respondió la mujer.

Guillermo, algo pesimista, respondió:

– Las semillas caen en el asfalto, y las aplastan los autos o se las comen los pájaros… Realmente Ud. cree que sus semillas germinarán en el borde del camino?

– Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, alguna caerá en alguna cuneta y, con el tiempo, brotará…

– Pero… ¡Tardarán en crecer, necesitan agua!

– Yo hago lo que puedo. Ya vendrán los días de lluvia.

Y la anciana siguió con lo que había decidido hacer.

Guillermo bajó del colectivo para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cordura.

Llegó el invierno, y Guillermo dejó de verla…

Apenas iniciada la primavera, mientras viajaba camino al trabajo, Guillermo observó al mirar por la ventanilla, todo el camino lleno de flores. ¡Todo lo que veía era un paisaje alegre y lleno de colores! Entonces, recordó la imagen de la anciana. Hacía mucho tiempo que no la veía. Preguntó al conductor por la señora de las semillas. Y así supo que hacía meses estaba enferma, aquella mujer que viajaba ida y vuelta desde la ciudad, sembrando al viento.

Guillermo volvió a su asiento y continuó contemplando el paisaje en silencio.

Entonces pensó: “Las flores han brotado, pero ¿de qué le ha servido su trabajo? ¡No ha podido ver su obra!”

De repente, oyó la sonrisa de una niña que detrás suyo señalaba entusiasmada las flores.

– ¡Mirá papá! ¡Mirá cuántas flores!

“Dicen que Guillermo, desde aquél día, hace su viaje de su casa al trabajo, con una bolsa de semillas, rebosante y generosa, entre sus manos…”

Tomado de Alejandro Illescas, Los cuentos de mis homilías

“¿CÓMO SERÁ EL CIELO?”

Un mosquito nacido en el interior de un barril se puso a volar por dentro y se decía:

– ¡Cuánto espacio para mí solo!

En su ingenuidad se hallaba bien allí, aunque aquellas paredes estaban formadas de una madera negra y húmeda. Se aventuró a reposar en la extremidad de un agujero, y picado de la curiosidad, echó a volar, y se encontró con una estancia mucho más espaciosa que la anterior. Era la despensa donde se guardaba el barril. El mosquito decía para sí:

– Esto es un espléndido palacio en comparación con el barril donde nací.

Viendo que la luz venía de una abertura se acercó allá, y cuál fue la sorpresa al encontrarse en un espacio lúcido sin traba alguna.

– En mucho tenía yo el barril y la despensa -decía-, pero ahora reconozco que son nada comparados con la inmensidad del espacio en que me muevo.

¿No serán éstas, aunque lejos, las emociones del hombre al entrar en el cielo?

(ROMERO, F., Recursos Oratorios)

Tomado de MSC

CONSTRUIR O PLANTAR

Un texto anónimo de la tradición dice que cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes: construir o plantar.

Los constructores pueden demorar años en sus tareas, pero un día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se paran, y quedan limitados por sus propias paredes. La vida pierde el sentido cuando la construcción acaba.

Pero existen los que plantan. Estos a veces sufren con las tempestades, las estaciones y raramente descansan. Pero al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y, al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que, para él, la vida sea una gran aventura.

Tomado de Los cuentos que yo cuento

ANÉCDOTA

SEMINARIUM

El término latino proviene de semen, la semilla.

La analogía con la vocación sacerdotal se impone por sí misma. Es como la semilla de Dios, arrojada en la tierra del alma humana, que crece con una dinámica propia. Pero la semilla, para que crezca, debe ser cultivada. El hombre debe sembrar, y también velar para que se desarrolle la semilla: Es preciso impedir que las fuerzas contrarias, personas malignas o calamidades naturales, destruyan las plantitas que están creciendo. Y cuando han madurado, el hombre debe tomar la hoz, como afirma Cristo, pues el campo está listo para la siega (cf. Mc Mc 4,29).

Tomado de S. Juan Pablo II

TENGO UN GRAN SEÑOR

Una mujer fue presentada un día a un predicador, con las siguientes palabras: – Esta es la Señora X, una mujer de mucha fe.

La señora inmediatamente dijo: – Se equivoca usted. Soy una mujer de poca fe, pero que tengo un gran Señor.

Tomado de 200 anécdotas

BENDICIÓN

Esto, en realidad, nosotros lo expresamos con un término cargado de significado, bendición, el cual literalmente significa “bien dicho” (decir bien = ben-decir). O, si tomamos su antecedente griego, eulogia, significa algo así como “legítimo o auténtico dicho”. El Catecismo de la Iglesia Católica define esta realidad por su naturaleza: “bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don (“bene-dictio”, “eu-logia”).” (1078)

Tomado de MSC, R.P. Ervens Mengelle

LAS SEMILLAS DE MOSTAZA,

En efecto, son pequeñísimas. Redondas y de consistencia dura, tienen entre uno a dos milímetros de diámetro. Al caer en tierra y desarrollarse, llega a ser «más alta que las demás hortalizas», llegando a convertirse en un árbol de entre tres y cuatro metros de altura. En esto consiste justamente la lección del Señor, la enseñanza que quiere transmitir: de lo más pequeño el Reino de Dios pasará a ser lo más grande. Aunque en sus comienzos serán pocos los que lo acepten, llegarán a ser multitudes. A ello se refiere el Señor cuando dice que «echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden cobijarse y anidar en ella». En efecto, la imagen de un árbol que crece y sirve de cobijo a las aves del cielo ya había sido utilizada como metáfora para referirse a los súbditos del Reino que Dios establecerá por encima de los demás (ver 1a. lectura; así también Ez 31, 6; Dan 4, 10ss;).

Tomado de Dies Domine

PELÍCULA “CAMPEONES”.

En una escena de aquel equipo de baloncesto de chicos y chicas con síndrome de Down, uno de ellos se queda un tanto bloqueado. El entrenador se exaspera y otro muchacho del equipo le dice: “hay que esperar”. ¿Esperar a qué? A que vuelva…

CHISTE

– Perdón que te llame a estas horas, pero necesito saber cómo se dice ‘mostaza’ en francés.

+ Es moutarde.

– Ya sé que es muy tarde, pero dímelo.

POEMA

¡Oh cristalina fuente,

si en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados,

que tengo en mis entrañas dibujados!

S. Juan de la Cruz, Cantico espiritual A 11

SEMILLA DEL REINO

¿Cómo se arriesgará

a sembrar el campesino

sin ver ya todo el trigal

en el puño apretado

lleno de semillas?

¿Cómo mirar la tierra

con ojos de esperanza

sin ver ya el bosque

en las semillas aladas

de roble llevadas

por el viento?

¿Cómo soñará

la joven pareja

sin sentir

ya en el embrión

todas las risas

y los juegos

de los hijos?

¿Cómo entregarse

por lo pequeño,

sin ver con ojos nuevos

la utopía del reino

en el brote germinal

que apenas rompe

la cáscara del miedo?

(Benjamín G. Buelta)

Tomado de Rezandovoy

ORACIÓN

SIEMBRA

Es tu estirpe.

Es lo fecundo que siempre vence.

Es el potencial cobijado.

Es la fuerza que estalla y brota.

La tierra acogedora,

la semilla imperceptible, aunque gigante.

Tu amor potente,

tu corazón ardido,

tu entrega siempre latente.

Y mi buscarte que se hace

arado torpe, grano esparcido.

Nadie habla de cosecha,

–por ahora, susurra el poeta–.

Listas están las manos, la vida,

el alma,

para la siembra.

(Malvi Baldellou)

Tomado de Rezandovoy

COMPROMISO POR EL REINO

Tu Reino, Señor Jesús, habita dentro de mí

y es como un Tesoro escondido dentro de un campo.

Llevo dentro de mí el amor de tu Padre que me llama,

la gracia de tu amor que me salva y libera,

la amistad y comunión de tu Espíritu que me hace fuerte.

¡Tu Reino, Señor, habita dentro de mí: Gracias!

Tu Reino, Señor Jesús, está en medio de nosotros,

se ha hecho presente en nuestra comunidad.

Llevamos en el fondo de nuestras relaciones

la bondad y la ternura de tu Espíritu de amor,

el gozo y la gracia de tu presencia resucitada,

la misericordia y la compasión del Padre.

¡Tu Reino, Señor, habita en medio de nosotros: Gracias!

Tu Reino, Señor Jesús, habita en nuestra Iglesia,

está presente en medio de los creyentes.

Llevamos en nuestros corazones la semilla de tu Palabra.

Cuando compartimos los bienes, tu Reino se hace fuerte.

Cuando oramos juntos, tu Reino se manifiesta.

Cuando ayudamos al necesitado, tu Reino se desvela.

¡Tu Reino, Señor, habita en medio de tu Iglesia!

Tu Reino, Señor Jesús, habita en medio del mundo,

está presente-oculto en medio de las personas.

Donde el amor es más fuerte que el odio, allí está tu Reino.

Donde el perdón es más fuerte que la venganza, está tu Reino.

Donde la justicia es más fuerte que la opresión, está tu Reino.

Donde la ternura es más fuerte que el desamor, allí está tu Reino.

¡Tu Reino, Señor, habita en medio de nuestro mundo: Gracias!

Señor Jesús, danos tomar parte ahora

en los duros trabajos de tu Evangelio de libertad.

Danos la fuerza de tu amor para ser testigos libres y gozosos

del Reino que tu Padre nos ha dado:

un Reino para ahora y para siempre.

Contigo decimos al Padre:

¡Venga a nosotros, Padre nuestro, tu Reino!

E. L. Mazariegos

Tomado de Lasalle

LA SEMILLA MÁS PEQUEÑA

Ahora, Padre, sabemos que tu Hijo Jesús

nos enseñó que la semilla más pequeña es la que da mayor fruto:

Tú escoges lo más pequeño

para que de ello brote la vida y la salvación.

Jesús hablaba de sí y de sus discípulos,

de los de entonces y para los de todos los tiempos.

Tu Hijo Jesús fue en verdad la semilla más pequeña:

Tú la sembraste en el vientre de tu humilde esclava

y de ella brotó la salvación del mundo.

Esta es, Padre, tu lógica, y por eso son los pobres

y los que se hacen más pequeños,

los que, siguiendo a tu Hijo, dan fruto que permanece;

lo demás -el poder y la gloria y el prestigio-

no son dones tuyos, sino del Príncipe de este mundo.

Cuando tu Iglesia pretende estos frutos para sí,

se hace incapaz de dar vida

y, como los demás poderes del mundo,

vive de la vida que exige a sus fieles,

a los que ve como súbditos,

en vez de ser su servidora.

Padre nuestro, haznos entrar en tu lógica:

que comprendamos que Jesús nos enriqueció con su pobreza;

que comprendamos que quienes se hacen bienhechores

y se creen que lo son, son en realidad opresores.

Que oigamos, Padre, a Jesús que nos dice:

“Vosotros, nada de eso…”.

Lo nuestro es ser servidores como él lo fue.

Que pueda decir el Espíritu a todas las Iglesias

lo que dijo a la de Esmirna: “Conozco tus apuros y tu pobreza,

y, sin embargo, eres rica”;

que no tenga que decirnos lo que dijo a la Iglesia de Laodicea,

tan poderosa y segura de sí: “Aunque no lo sepas,

eres desventurada y miserable y estás ciega y desnuda”.

Hoy somos testigos, Padre,

de que aquello que el mundo llama “débil”,

Tú lo escoges para que fortalezca nuestra fe

y para sembrar, en ello, la dignidad y el respeto.

Hoy y siempre, Padre, siembras en el mundo

la semilla más pequeña.

Y, en ella, te complace poner tu poder de germinar.

Gracias, Padre, porque te ha parecido bien hacerlo así.

Concédenos hacernos tan pequeños como los niños

para dar lugar, para convivir, para colaborar,

para, de este modo, entrar en tu Reino.

Pedro Trigo

Tomado de Lasalle

MEDITACIÓN

UN SUELO FÉRTIL

   «Un árbol funciona como una bomba –nos decía el profesor de Fisiología Vegetal proyectando una diapositiva–, una bomba capaz de extraer los minerales y la humedad desde las capas más profundas del suelo hasta la superficie. Por medio de la fotosíntesis –continuaba–, las plantas fijan el carbono atmosférico que, junto al agua y los nutrientes aportados por el suelo, posibilitan el crecimiento del árbol. Más tarde, las hojas, las ramas y los frutos, al caer y descomponerse, forman esa capa fértil del suelo llamada humus».

«Pero, para poder hacerlo –matizaba señalando la parte subterránea del árbol–, las raíces primero tienen que realizar una penosa y dura tarea: penetrar la tierra, fracturar la roca y anclar el peso del árbol. Solo después de ese arduo y lento proceso, que puede tardar muchos años, puede el árbol empezar a dar fruto y formar el humus».

En la Biblia, el ser humano (adam) y la tierra (adama) no están lejos de los animales, de las plantas y del humus, ya que comparten el mismo sustrato, del que se nutren y del que provienen. En el Génesis, la humanidad, como el humus, sale del suelo. Es moldeada con suelo y al suelo regresa. Nos lo recuerda la liturgia cada Miércoles de Ceniza: «Polvo eres y en polvo te convertirás».

Ahora bien, si todas las criaturas provenimos de la tierra y a ella volvemos es porque Dios, con su palabra, siembra, labra, riega y cuida. Durante nuestra vida estamos invitados, por tanto, a dejarnos cultivar, a ser arados y regados por la palabra de Dios que es capaz de transformar y extraer el mejor fruto de cada uno de nosotros. Por eso la vocación cristiana es tan sencilla; consiste en meditar la palabra de Dios, dejarse hacer por ella y permitir que fructifique. Consiste en transformarse en suelo fértil.

Sin embargo, como expresa la parábola del sembrador, a menudo nos negamos a acogerla, impedimos que nos trabaje por dentro. Nos resistimos porque la palabra –como las raíces– remueve, descoloca y trastoca el orden establecido. Y eso resulta incómodo. Nos resistimos también porque no respetamos el ritmo de Dios, el lento proceso de formación del humus y de maduración del fruto. Queremos que todo sea fácil y rápido.

Jesús observó con paciencia durante su vida el funcionamiento de la naturaleza y comparó a menudo el Reino de Dios con las semillas. De hecho, la metáfora de la semilla fue una de sus favoritas. El sorprendente potencial del pequeño grano de mostaza; la paradójica convivencia de la cizaña y el trigo; o la desproporcionada fecundidad del grano de trigo señalan en la misma dirección: al origen humilde y oculto del Reino, a su asombrosa capacidad para crecer, multiplicar y dar fruto. La semilla, por último, adquiere un significado redentor que explica el sentido de la Pascua: «En verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12, 24).

Humildad y humus comparten la raíz, al igual que el ser humano y la tierra. Humilde es quien proviene del humus, del suelo. Humilde es quien encuentra sustento en lo pequeño, en lo oculto, en lo terreno. Humilde es, en definitiva, quien germina y crece en el humus, en esa capa fértil del suelo donde nace la vida.

Jaime Tatay, sj

Tomado de Pastoral Sj

CANTO

Verónica Sanfilippo / Lo pequeño

https://youtu.be/CDkZJRnfZx4 con reflexion

Bosque ruah

VIDEO

Parábola de La Semilla de Mostaza – Valivan

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela