VI Domingo del Tiempo Ordinario

CITA

Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo” (11,1)

El llanto del hombre en Dios y en el hombre la alegría.

San Juan de la Cruz

La alegría es la flor de la salud.

Proverbio

Los «dejados de la mano de Dios» son tocados por la Mano de Jesús a través de tus manos.

S.Son

«Me acerqué a él

y me puse en su piel.

¡Quedó curado!»

S.Son

San Agustín: “¡Señor, ten compasión de mí! ¡Ay de mí! Mira aquí mis llagas; no las escondo; tú eres médico, yo enfermo; tú eres misericordioso, yo miserable” (Confesiones, X, 39).

Muchos son mártires en cama. Yace el cristiano en el lecho, le atormentan los dolores, reza, no se le escucha, o quizás se le escucha, pero se le prueba, se le ejercita, se le flagela para que sea recibido como hijo. Se hace mártir en la cama y le corona el que por él estuvo pendiente en la cruz (Sermón 286).

Isaías de Gaza Antes de venir nuestro Señor en la carne (Timoteo 3,16), el hombre estaba cojo, tullido, ciego, sordo, leproso, paralítico, estaba muerto por todo lo que está en contra de la naturaleza; pero cuando nuestro Señor Jesús vino, tuvo misericordia y vino por nosotros, resucitó al muerto, hizo ver al ciego, hablar al mudo, oír al sordo, enderezó al tullido, hizo andar al cojo, purificó al leproso, levantó al paralítico, y resucitó al hombre nuevo (Efesios 4,24), libre de toda enfermedad, y entonces subió a la cruz. Logos 8 y 13,

San Beda «Él se arrodilla cayendo sobre su faz, lo que es señal de humildad y vergüenza, para que cada cual se avergüence de las manchas de su vida. Pero esta vergüenza no impide su confesión; muestra la llaga y pide el remedio. Ya la misma confesión está llena de piedad y de fe. Si quieres, dice, puedes. Esto es, puso la potestad en la voluntad del Señor».

Juan Crisóstomo No dijo: «Si se lo pides a Dios», ni: «Si haces oración», sino: Si quieres, puedes limpiarme. Tampoco dijo: «Señor, límpiame»; sino que todo lo deja en sus manos, le hace señor de su curación y le reconoce la plenitud de poder. Homilía 25, 1-2: PG 57, 328-329.

«Aunque podía curar al leproso sólo con la palabra, lo toca, porque la ley de Moisés decía (Lev 22,4-6): “El que tocase al leproso quedará impuro hasta la noche”. Con esto quería mostrar que esta impureza era según la naturaleza. Y como no se había dictado la ley para Él, sino sólo para los hombres, y como era Él mismo propiamente el Señor de la ley, y curaba como Señor y no como siervo, tocó con razón al leproso, aunque no era necesario el tacto para que se operase la cura».

San Gregorio Nacanceno, El sabe ciertamente que con frecuencia nuestros sufrimientos son un instrumento de salvación (Disertaci6n 7).

San Anselmo: «El alma debe olvidarse de ella misma y permanecer totalmente en Jesucristo, que ha muerto para hacernos morir al pecado, y ha resucitado para hacernos resucitar para las obras de justicia».

R. Llull Dime amigo, preguntó el Amado, ¿tendrás paciencia si te doblo tus dolencias? Si respondió el Amigo, con tal que dobles mis amores. (Libro del Amigo y del Amado, 8).

Francisco de Asís, «El Señor me dio de esta manera a mí, el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura del alma y del cuerpo; y después de esto permanecí un poco de tiempo, y salí del mundo» (Fuentes franciscanas, 110).

Francisco de Sales Hay muchos leprosos en el mundo. Ese mal consiste en cierta languidez y tibieza en el servicio de Dios.

… Lo mismo hacen los leprosos espirituales; están llenos de muchísimas imperfecciones pequeñas, pero son tan altivos que no admiten ser rozados y a poco que se les reprenda, se irritan y se sienten ofendidos en lo más vivo. Sermón (06-12-1620)

Santa Teresa Para ti, Señor, tengo nombre. Te importa mi vida. A veces he pensado que lo primero que tú miras en mí es mi pecado, mi error, mi impureza, pero sé que no es así. Lo primero que miras es mi vida, porque me amas. Me miras con compasión y cariño, a mí y a todos, porque en tu corazón no hay marginados. Para ti, todos somos valiosos.

San Antonio Mª Claret «El amor de Cristo nos estimula y apremia a correr y volar con las alas del santo celo. Y, si uno no tiene celo, es señal cierta que tiene apagado en su corazón el fuego del amor, la caridad» ()

San Josemaría Escrivá, Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible (Camino, n. 783).

Catecismo, «la compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y de que el Reino de Dios está muy cerca… Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: estuve enfermo y me visitasteis» (CIC 1503).

«Sanad a los enfermos. La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos como por la oración de intercesión con la que los acompaña» (CIC 1509).

Pablo VI La historia saca a la luz con toda claridad el hecho de que los cristianos han sido los primeros en interesarse y preocuparse del problema de los leprosos. (29-01-1978)

San Juan Pablo II La pureza de corazón es una tarea para el hombre, que debe realizar constantemente el esfuerzo de luchar contra las fuerzas del mal, contra los que empujan desde el exterior y las que actúan desde el interior, que lo quieren apartar de Dios ().

Con vuestro dolor podéis afianzar a las almas vacilantes, volver a llamar al camino recto a las descarriadas, devolver serenidad y confianza a las dudosas y angustiadas. Vuestros sufrimientos, si son aceptados y ofrecidos generosamente en unión de los del Crucificado, pueden dar una aportación de primer orden en la lucha por la victoria del bien sobre las fuerzas del mal, que de tantos modos insidian a la humanidad contemporánea. En vosotros, Cristo prolonga su pasión redentora. ¡Con El, si queréis, podéis salvar el mundo! (TUrin,13-lV-1980).

Benedecto XVI Cristo es “la mano” de Dios tendida a la humanidad, para que pueda salir de las arenas movedizas de la enfermedad y de la muerte, apoyándose en la roca firme del amor divino (cf. Sal 39, 2-3). (Ángelus 12 de febrero de 2006)

Os deseo una transformación tal que es “un milagro interior”, todavía mayor que el milagro de la curación. 11 de febrero de 1979.

Vino a curar la lepra del alma (15-02-2009)

Amar es «ocuparse del otro y preocuparse por el otro». (Enc. Deus caritas est)

La lepra no sólo era considerada una enfermedad, sino la más grave forma de “impureza” ritual. Correspondía a los sacerdotes diagnosticarla y declarar impuro al enfermo, el cual debía ser alejado de la comunidad y estar fuera de los poblados, hasta su posible curación bien certificada. Por eso, la lepra constituía una suerte de muerte religiosa y civil, y su curación una especie de resurrección. (15-02-2009)

En la lepra se puede vislumbrar un símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios (Ángelus del domingo 15 de febrero de 2009)

Papa Francisco, «Por favor, no conviertan a la Iglesia en una aduana», «Acá se entran los justos, los que están bien, los que están bien casados, todos. ¿Y ahí afuera todos los demás? No. La Iglesia no es eso. Justos y pecadores, buenos y malos, todos, todos, todos». «Y después que el Señor nos ayude a arreglar ese asunto. Pero todos». (JMJ Lisboa)

La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús toca al leproso. Él no se coloca a una distancia de seguridad y no actúa por poder, sino que se expone directamente al contagio de nuestro mal; y así precisamente nuestro mal se convierte en el punto de contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros tomamos de Él su humanidad sana y sanadora. Esto ocurre cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos “toca” y nos dona su gracia.

¡Cuántos hombres y mujeres de fe han recibido luz de las personas que sufren! San Francisco de Asís, del leproso; la Beata Madre Teresa de Calcuta, de sus pobres. Han captado el misterio que se esconde en ellos. Acercándose a ellos, no les han quitado todos sus sufrimientos, ni han podido dar razón cumplida de todos los males que los aquejan. La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, «inició y completa nuestra fe» (Hb 12,2). Encíclica «Lumen fidei / La Luz de la fe», § 56-57.

«A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.» (Evangelii Gaudium, 270).

Un «descartado» como suele decir al Papa Francisco.

He pedido a menudo a las personas que ayudan a los demás que lo hagan mirándolos a los ojos, que no tengan miedo de tocarlos; que el gesto de ayuda sea también un gesto de comunicación: también nosotros tenemos necesidad de ser acogidos por ellos.

Pagola, «Un Dios que amaba al pueblo elegido y rechazaba al pagano. Separaba a los impuros. Generó una sociedad excluyente. Jesús rompió ese principio. Sed misericordiosos como vuestro padre es misericordioso. Único camino para un mundo más justo y fraterno».

Jesús no solo limpia al leproso. Extiende la mano y lo toca, rompiendo prejuicios, tabúes y fronteras de aislamiento y marginación que excluyen a los leprosos de la convivencia. Los seguidores de Jesús hemos de sentirnos llamados a aportar amistad abierta a los sectores marginados de nuestra sociedad. Son muchos los que necesitan una mano extendida que llegue a tocarlos.

Jürgen Moltmann «Una sociedad cerrada es una sociedad sin futuro, una sociedad que mata la esperanza de vida de los marginados y que finalmente se hunde a sí misma»

Sor. Verónica Berzosa, «Donde hay Eucaristía no puede haber jamás decaimiento ni desánimo».

Radermakers “En vez de ser contaminado por él, le comunica su propia santidad” ().

G. Dehn Con este gesto, con estas palabras, el leproso demuestra “lo que significa creer, esto es, osar en humildad” ().

Dios Cada Dia ¿se atrevería la Iglesia? -vosotros y yo- a decir hoy a todos los excluidos, a los excomulgados, a los apestados según la recta moral, a los condenados por las santas reglas de la fe tradicional: “¿Somos un lugar donde los hombres se sienten reconocidos, no etiquetados, perdonados y locamente amados?”. Siguiendo El Leccionario Ferial Semanas I-Ix T.O. Evang.De Marcos Sal Terrae/Santander 1990.Pág. 26

Hans Urs Von Balthasar «Para que conste» significa dos cosas: para que sepan que puedo curar enfermos y para que vean que no elimino la Ley sino que la cumplo. Luz De La Palabra Comentarios A Las Lecturas Dominicales A-B-C Ediciones Encuentro.Madrid-1994.Pág. 138 S.

J. Javier García Los Padres de la Iglesia vieron en aquella lepra la imagen del pecado, tanto por su repugnancia como por la separación que producía entre quienes estaban cerca.

Álvaro Torres “Todo cuanto nos aleja de Dios y de los hermanos nos pone en condición de marginados aunque físicamente estemos presentes” ()

Isaac Asimov, El ser humano construye demasiados muros y pocos puentes.

Albert Camus, Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen.

Martin Luther King, Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos.

Simone Weil, La igualdad es una necesidad vital del alma humana. La misma cantidad de respeto y de atención se debe a todo ser humano, porque el respeto no tiene grados.

Desmond Tutu, Tratar a alguien como si fuera menos que humano, menos que un hermano o una hermana, sin importar lo que hayan hecho es contravenir las leyes de nuestra

CONTO

CIRUGÍA PLÁSTICA

Un hombre muy feo se sentía acomplejado por su rostro. Se enteró un día de los avances de la cirugía estética y se fue a un experto cirujano para que le reformara su rostro. Gastó un dineral, pero consiguió tener un rostro del todo agradable. Esto le produjo una gran satisfacción al pensar en la alegría de pasearse en su pueblo con su rostro nuevo. Pero la transformación había sido tan radical que nadie, en su pueblo, lo reconoció. Con lo cual se vio privado del gozo de sorprender a la gente con su belleza.

Si tenemos que amar al prójimo como a nosotros, tenemos que empezar primero con amarnos a nosotros mismos y tenemos que aceptarnos física y psicológicamente, como somos y dar gracias a Dios por los dones que nos ha dado, aunque tengan límites y defectos. Esto no excluye que se pueda a veces mejorar su propia estética, pero lo que sí no es correcto, es el abuso de esta posibilidad.

Tomado de Oracionesydevociones.com

LAS PATAS DE UN ELEFANTE

Va a comenzar la primera clase de la tarde. Un gorila, sentado en su pupitre, se entretiene mirando a su alrededor. Está aburrido y, además, se le conoce por su insaciable curiosidad. Tras pasear sus ojos por los demás pupitres, repara en un nuevo alumno. Es el elefante, y la verdad es que le cuesta un poco sentarse como los demás alumnos. ¡Tiene un cuerpo tan grande!

El gorila se fija en sus propias patas; después las compara con las del elefante, y sonríe muy divertido. « ¿Cómo se las va a apañar para escribir con esas patas tan enormes?. Seguro que no sabe ni poner la jota», piensa para sus adentros el gorila.

Tras esto, llega el profesor y lo primero que les ordena es que escriban sus propios nombres. El gorila no quita ojo al elefante; este, sin inquietarse, coge el lápiz con su trompa, y se pone a escribir tranquilamente. El gorila está asombrado. ¡Con qué destreza maneja el elefante lápiz y papel!, mientras el, por el contrario, tarda de lo lindo en comenzar a escribir su nombre.

Una vez corregidos los ejercicios, el profesor se apresura a felicitar al elefante, pues ha sido él quien ha conseguido la nota más alta. El gorila, en cambio, no ha pasado del aprobado. Verde de envidia, observa de reojo al elefante, mientras da vueltas y más vueltas a su lápiz. «No volveré a reírme nunca más de las patas de un elefante», pensó el gorila.

Tomado de Alejandro Illescas, Los cuentos de mis homilías

ANÉCDOTA

LEPRA

«La lepra, en el sentido moderno, no fue definida hasta el año 1872 por el médico noruego A. Hansen. En tiempos antiguos se aplicaba la palabra “lepra” a otras enfermedades, por ejemplo, a enfermedades psicógenas de la piel»

(J. Jeremias, Teología del AT, 115, nota 36).

“LEPRA”
Con la lepra propiamente dicha (“negas´”, palabra que significa en primer lugar “llaga, golpe”) reúne la Biblia bajo diferentes nombres diversas afecciones cutáneas particularmente contagiosas e incluso el moho de los vestidos y de las paredes (Lev 13, 47…; 14,33…).

1. La lepra, impureza y castigo divino. Para la ley es la lepra una impureza contagiosa; así el.leproso es excluido de la comunidad hasta su curación y su purificación ritual, que exige un sacrificio por el pecado (Lev 13-14). Esta lepra es la “plaga” por excelencia con que Dios hiere (naga’) a los pecadores. A Israel se le amenaza con ella (Dt 28, 27-35). Los egipcios son víctimas de la misma (Éx 9,9 ss.), así como Miriam (Núm 12,10-15) y Ozías (2Par 26,19-23). Es, pues, en principio signo del pecado. Sin embargo, si el siervo doliente es herido (“nagua’”; Vulg. “leprosum”) por Dios de modo que las gentes se apartan de él como de un leproso, es que, aunque inocente, carga con los pecados de los hombres, que serán sanados por sus llagas (Is 53,3-12).

2. La curación de los leprosos. Puede ser natural, pero puede también producirse por milagro, como la de Naamán en las aguas del Jordán (2Re 5), signo de la benevolencia divina y del poder profético. Cuando Jesús cura a los leprosos (Mt 8,1-4 p; Le 17,11-19), triunfa de la llaga por excelencia; cura de ella a los hombres, cuyas enfermedades toma sobre sí (Mt 8,17). Purificando a los leprosos y reintegrándolos a la comunidad, cancela con un gesto milagroso la separación entre puro e impuro. Si todavía prescribe las ofrendas legales, lo hace a título de testimonio: de esta manera los sacerdotes comprobarán su respeto a la ley al mismo tiempo que su poder milagroso. Junto con otras curaciones, la de los leprosos es, por tanto, un signo de que él es sin duda “el que ha de venir” (Mt 11,5 p). Así los doce, enviados por él en misión, reciben la orden y el poder de mostrar con este signo que el reino de Dios está presente (Mt 10,8).

Leon-Dufour, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001

RAOUL FOLLEREAU

Quien contribuyó más que nadie para que cambiara la actitud y la legislación respecto a los leprosos fue Raoul Follereau [escritor, periodista y poeta francés, Follereau (1903-1977) dedicó toda su vida a combatir la enfermedad de Hansen. Ndr]. Instituyó en 1954 la Jornada Mundial de la Lepra, promovió congresos científicos y finalmente, en 1975, logró que se revocara la legislación sobre la segregación de los leprosos.

Tomado de P. Rainiero Cantalamessa

«LLENO DE LEPRA».

Entre los antiguos médicos se usa frecuentemente la forma «lleno» para hablar de diversas enfermedades, pero no se encontró dicho de la lepra. Acaso sea un matiz del médico Lucas.

Para indicar la gravedad de este leproso: lo era de manos, pies, rostro; todo mostraba los estigmas de tan terrible enfermedad, en contraposición a la que sólo era en la piel o como el que era declarado sólo «leproso en la cabeza» (Ley 13,44).

Tomado de Manuel de Tuya,

Biblia Comentada, B.A.C., Madrid, 1964, pág. 183-187)

TRIPLE REPERCUSIÓN: CORPORAL, SOCIAL Y RELIGIOSA.

En cuanto al cuerpo. Son invadidos los miembros, unos tras otros, con atroces padecimientos físicos y morales. Este estado puede durar bastantes años, ya que los órganos esenciales no son acometidos sino gradualmente. Los leprosos viven, pues, muriendo. Y lo más horrible del caso es que su mal es incurable, como lo sospechaban ya los antiguos hebreos (2 Re 5,7). De aquí que los rabinos mismos, que para todas las enfermedades recomiendan remedios, ninguno indican para el leproso.

En el orden social. Como este mal era gravemente contagioso, había ordenado el legislador hebreo rigurosísimas disposiciones para aislar, en cuanto fuera posible, a los que de ella estuvieran acometidos. Una vez comprobado tras diligente examen la existencia de la terrible enfermedad, eran declarados legalmente impuros y apartados de las ciudades. Para darse a conocer desde lejos, tenían que llevar vestidos desgarrados, ir con la cabeza desnuda, cubierta la barba con un velo, y advertir de su proximidad a los pasajeros, gritando: Tatué, tatué, «Impuro, impuro». Así desamparados, convertíanse en parias de la sociedad, quedando reducidos las más de las veces a mendigar. Para hacer su vida más tolerable, solían reunirse en pequeños grupos y ponían en común sus miserias.

En el orden religioso. No eran los leprosos propiamente excomulgados entre los judíos. Permitírseles asistir a las ceremonias del culto en las sinagogas, pero en condiciones hasta humillantes: debían entrar los primeros, salir los últimos y colocarse en lugar aparte. Pero el concepto que generalmente se tenía de las causas de su enfermedad no era sino para aumentar su desconsuelo. Dábase por cosa averiguada que mal tan terrible, conforme a la interpretación material de la Ley, tenía que ser castigo de Dios, merecido por grandes pecados (Núm. 12,9-15; 2 Re 15,5; 2 Crón. 26,19-21). De ahí viene el nombre hebreo de la lepra: tzara’at, «golpe» dado por Dios, «azote divino».

Tomado de Manuel de Tuya,

Biblia Comentada, B.A.C., Madrid, 1964, pág. 183-187)

LEPRA (MAL DE HANSEN)

La lepra es una enfermedad infecciosa crónica causada por la bacteria Mycobacterium leprae.

Afecta principalmente a la piel y los nervios periféricos. Si no se trata, puede causar discapacidad progresiva y permanente.

Las bacterias se transmiten por las gotículas expulsadas por la boca y la nariz cuando hay un contacto estrecho y frecuente con una persona infectada que no haya recibido tratamiento.

La lepra se puede curar asociando varios fármacos en el tratamiento.

Se han notificado casos de lepra en las seis regiones de la OMS. El grueso de los nuevos casos detectados anualmente se concentra en Asia Sudoriental.

La lepra es una enfermedad ancestral, descrita ya en textos de las civilizaciones de la antigüedad. Se trata de una enfermedad infecciosa crónica, causada por una bacteria llamada Mycobacterium leprae, que afecta principalmente a la piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias superiores y los ojos. Se puede curar y el tratamiento en las fases iniciales puede evitar la discapacidad. Además de las deformaciones físicas, los afectados sufren también estigmatización y discriminación.

La lepra es una enfermedad tropical desatendida que sigue presente en más de 120 países, que en conjunto notifican más de 200 000 nuevos casos al año. Su eliminación como problema de salud pública (objetivo definido por una tasa de prevalencia inferior a 1 caso por cada 10 000 habitantes) se logró a escala mundial en 2000 (según reza la resolución WHA44.9 de la Asamblea Mundial de la Salud) y en la mayoría de los países en 2010. La disminución del número de nuevos casos ha sido gradual, tanto a nivel mundial como en cada una de las regiones de la OMS. Según los datos de 2019, el Brasil, la India e Indonesia notificaron más de 10 000 nuevos casos, mientras que otros 13 países (Bangladesh, Etiopía, Filipinas, Madagascar, Mozambique, Myanmar, Nepal, Nigeria, la República Democrática del Congo, la República Unida de Tanzanía, Somalia, Sri Lanka y Sudán del Sur) notificaron entre 1000 y 10 000 nuevos casos cada uno. Cuarenta y cinco países notificaron 0 casos y 99 notificaron menos de 1000 casos nuevos.

OMS 27 de enero de 2023

“MICROBACTERIUM MARIANUM”,

El bacilo “Hansen”, de la lepra, fue descubierto en 1874, por Hansen. Pero en 1956 una monja francesa, Sor María Zuzanne, encontró el suero “Microbacterium Marianum”, eficaz para combatirlo, conocido por el nombre de su descubridora.

Jesús Martí Ballester

LEVÍTICO 13

En Levítico 13 se tratan las diversas enfermedades de la piel: inflamaciones, erupciones, soriasis, manchas, afección cutánea, úlcera, quemaduras, afecciones en la cabeza o la barba (sarna), leucodermia, alopecia. Se examinan los diversos casos, y el sacerdote decidirá si la persona es pura o impura (caso curable o incurable). De ese capítulo está tomado el breve fragmento de la primera lectura de este domingo.

Según el Levítico, el curado debe ofrecer: dos aves puras (se suponen tórtolas o pichones), dos corderos sin defecto, una cordera añal sin defecto, doce litros de flor de harina amasada con aceite y un cuarto de litro de aceite. Con todo ello el sacerdote realiza un complejo ritual que dura ocho días. Además, el curado deberá afeitarse completamente el primer día y raparse de nuevo el octavo.

Tomado de J.L. Sicre

DOS CASOS DE LEPRA: MOISÉS, ELISEO

El milagro de curar a un leproso sólo se cuenta en el AT de Moisés (Números 12,10ss) y de Eliseo (2 Reyes 5). Es interesante recordar estos relatos para compararlos con el de Marcos.

Impotencia de Moisés

María y Aarón murmuran de Moisés, no se sabe exactamente por qué motivo. En cualquier hipótesis, Dios castiga a María (no a Aarón, cosa que indigna a las feministas, con razón). «Al apartarse la nube de la tienda, María tenía toda la piel descolorida como nieve». Aarón se da cuenta e intercede por ella ante Moisés. Pero Moisés no puede curarla. Sólo puede pedirle a Dios: «Por favor, cúrala». El Señor accede, con la condición de que permanezca siete días fuera del campamento (Números 12).

El poder sin compasión de Eliseo

El caso de Eliseo es más entretenido y dramático (2 Reyes 5). Naamán, un alto dignatario sirio, contrae la lepra, y una esclava israelita le aconseja que vaya a visitar al profeta Eliseo. Naamán realiza el viaje, esperando que Eliseo salga a su encuentro, toque la parte enferma y lo cure. Pero Eliseo no se molesta en salir a saludarlo. Le envía un criado con la orden de lavarse siete veces en el Jordán. Naamán se indigna, pero sus criados lo convencen: obedece al profeta y se cura. A diferencia de Moisés, Eliseo puede curar, aunque sea con una receta mágica, pero no muestra la menor compasión por el enfermo.

Tomado de J.L. Sicre

EL CURAR DE JESÚS

Es un orar desde Dios. Es revelar a Dios y conducir a Dios.

El curar está siempre en él en contexto con la fe. En Nazaret no puede hacer milagros porque no creen… Sus discípulos no pueden curar al joven enfermo porque son hombres de poca fe… Cuando le presentan al paralítico parece como si de pronto Jesús no advirtiera la enfermedad del paciente. Mira a su fe y le promete el perdón… Al padre del joven poseso le pregunta: “¿Crees que puedo hacer algo por ti?”… Al ciego le dice: “Tu fe te ha curado…”. El centurión oye el gozoso elogio: “Verdaderamente no he hallado fe pareja en Israel”.

El curar pertenece a la fe, como pertenece a la fe la predicación. También en el curar revela, sólo que obrando. Ahí realiza la realidad del Dios vivo. Y el verdadero sentido de sus curaciones es que los hombres se percaten de la realidad del Dios vivo.

(Romano Guardini, Jesucristo, Ed. Lumen, Bs. As., 1989, Pág. 30-33)

EUFRÓSINE

En la mitología griega, Εὐφροσύνη, Eufrósine (en griego ‘júbilo’, alegría’) era una de las tres Cárites, hija de Zeus y de Eurínome.

TZARA’AT y KATARIZO

El leproso era, para los judíos, alguien a quien Dios mismo había rechazado y castigado con esa terrible enfermedad. De ahí el nombre mismo de la lepra, en hebreo tzara’at: “golpe o azote divino”.

Había leprosos que, aunque debían vivir aislados, no eran recluidos. A estos se les permitía venir a las ciudades a pedir limosna o ayuda a los suyos, no pudiendo acercarse a nadie a menos de “cuatro codos” de distancia.

El leproso le ha suplicado que lo limpie. La palabra griega katarizo puede ser entendida en su sentido primario de limpiar de la lepra por medio de la curación, pero también tiene un sentido moral, el de liberar de la corrupción y de la culpa del pecado, el de purificar de toda malicia. La curación de la lepra es por tanto el signo visible de otra purificación más profunda: el perdón de los pecados en los que habría incurrido, atrayendo supuestamente sobre él el castigo divino.

Tomado de Dies Domini

SAN FRANCISCO BESA A UN LEPROSO

‘Francisco, después de una corría a caballo por el valle, regresaba a Asís, cuando le atajó el camino un leproso, pidiéndole limosna. Siempre sintió disgusto y repugnancia invencible ante el espectáculo del dolor y de la deformación física; estremecióse, pues, al ver al repulsivo gafo. En otro tiempo hubiera arrojado un puñado de monedas y espoleado al caballo; esta vez sintióse invadido por una ola de compasión y no pudo seguir adelante. Desmontó presto, puso la limosna en la mano del miserable, y , cogiendo aquella misma mano con las suyas, imprimió en ella un beso. Hizo más. Estrechó entre sus brazos al leproso y recibió de éste un ósculo de paz. Desde aquel momento quedó roto todo lazo con el pasado. Un abrazo sellaba el pacto de la vida nueva, que había de practicar como rendido vasallo de la pobreza y del sufrimiento. No había hallado todavía a Dama Pobreza, pero sí penetraba en sus reinos, era servidor de sus súbditos y gozaba de la paz del momento. Lleno de gratitud, consideróse llamado especialmente a cuidar los leprosos. Frecuentaba sus chozas y dábales abundantes socorros, no olvidándose nunca de besarles la mano al entregar su ofrenda’

(cf. R. P. Cuthbert, O. M. Cap., Vida de San Francisco de Asís 2ª ed. [Vilamala, Barcelona 1944] p.42-43).

LEPROSO POR AMOR DE JESUCRISTO

Más que de una de las muchas biografías del P. Damián, preferimos extractar la anécdota de la conocida novela histórica de Luis de Castresana Nosotros los leprosos (cf. ed. El Siglo de las Misiones, Bilbao 1950). El misionero ‘Kahoma, un canaco a quien siempre conocí meditativo y sereno, me dijo que aquel misionero se llamaba el P. Damián. Pero los canacos le llamaban P. Kamiano y otros muchos Kaimúa, según el idioma canaco…- Es un hombre bueno, muy bueno -repetía continuamente-. Un gran hombre. Todos nosotros le queríamos mucho. Es nuestro padre…El P. Damián apenas parecía contar más de treinta años. Era de presencia varonil, sana y jovial. Antes de prestarse voluntario para ser destinado a Kalawao había ejercitado su apostolado en Hilo durante ocho meses y en la abrupta región de Kohala durante ocho años… Allí el misionero sufrió, luchó, construyó con sus propias manos infinidad de capillas, recorrió a caballo y a pie centenares de kilómetros, presentándose en cualquier lugar donde su presencia fuese necesaria… Siempre estaba preparado. De día o de noche, con buen o mal tiempo. No descansaba. Hacia de todo, hablaba con todos… Su comida era normal y rústica, como la de los mismos canacos. La calabaza de poi, carne y agua. A veces, café y pan; pero no siempre. Vino o cerveza, nunca. De una feligresía a otra, donde decir una nueva misa, atender a los fieles, hablar con ellos, explicarles ciertos puntos de religión, animarlos, alentarlos, convertirlos… Después… se despojaba de su sotana y trabajaba en las labores de carpintero. Las iglesias se habían levantado por su esfuerzo, como por milagro, decentes, limpias y luminosas en su austera humildad. A veces un huracán abatía algunas de ellas. El misionero, siempre con su eterna sonrisa en los labios, de nuevo a empuñar la sierra, a despojarse de su sotana, a hacer de albañil, de carpintero y de peón… Montaba en una yegua, una vieja yegua, a la que acariciaba continuamente el lomo, y se adentraba en la oscuridad. Bajo la tormenta o la lluvia contra el viento o el temblor de la tierra, cerca o lejos, de día o de noche. Era lo mismo. Representaba a Dios, era un misionero, le necesitaban y tenía que acudir. Y acudía…’

Luis de Castresana Nosotros los leprosos

(cf. ed. El Siglo de las Misiones, Bilbao 1950

VIRUTAS DE MADERA PRECIOSA:

Cuando no nos gusta aparecer como realmente somos, nos vestimos una coraza brillante, bonita, atractiva y nos presentamos ante los demás de una forma engañosa. Mostramos la cara atractiva pero falsa, de nuestra personalidad

Molokai

Pertenece esta bella isla del Pacífico al grupo de las islas de Sandwich. Su fama está ligada a una leprosería y a la figura de un santo religioso.

En el siglo pasado, fueron enviados a Molokai todos los leprosos de las islas de la zona para aislarlos. Había unos mil doscientos, que en su mayoría huyeron para evitar ser apartados de sus familias y sepultados en vida. A la hora de la partida, la despedida era desgarradora, pero ninguna esposa acompañó a Molokai a su marido, ni ningún padre acompañó a un hijo. Ni se encontró un médico dispuesto a marchar. Pero sí hubo un sacerdote, el Padre Damián, de los Sagrados Corazones. Partió el 10 de mayo de 1873. Murió de lepra unos años más tarde.

Escribía, ya enfermo, en 1887: «Sin el Santísimo Sacramento, mi situación sería intolerable; pero teniendo cerca de mí al Señor, estoy contento y no me falta el vigor para trabajar entre mis queridos leprosos».

Cosa rara, la lepra respetó sus dedos. «Esta gracia me llena de consuelo, tanto por mi bien espiritual como por el de mis compañeros de infortunio. Continúo celebrando cada día el Santo Sacrificio, y en las dos iglesias de este lugar se conserva el Santísimo Sacramento».

Murió el 15 de abril de 1889.

Cfr. C. Ortúzar, El catecismo explicado con ejemplos

JOSÉ DAMIÁN DE VEUSTER

José de Veuster nació en Tremelo (Bélgica), el 3 de enero de 1840, en una familia numerosa de agricultores-comerciantes. Durante un retiro espiritual en Braine-le-Comte, donde estudiaba, decidió seguir la llamada de Dios a la vida religiosa y entró en la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, en la que ya le había precedido su hermano. A principios de 1859, comenzó el noviciado en Lovaina. Tomó el nombre de Damián.

En 1863, su hermano, que iba a partir para la misión de las islas Hawai, cayó enfermo. Ya estaban listos todos los preparativos para el viaje, y Damián obtuvo del superior general el permiso para sustituir a su hermano. Desembarcó en Honolulú el 19 de marzo de 1864 y allí fue ordenado sacerdote el 21 de mayo siguiente. Sin esperar más, se entregó en cuerpo y alma a la áspera vida de misionero por los poblados de Hawai, la mayor de las islas del archipiélago.

Por aquellos días, para frenar la propagación de la lepra, el Gobierno de Hawai decidió deportar a Molokai, una isla cercana, a cuantos estuviesen afectados por la enfermedad, entonces incurable. El obispo, monseñor Louis Maigret, ss.cc., habló de ello con sus sacerdotes. A nadie quería enviar allí por obediencia, sabiendo que una orden semejante era una condena a muerte. Se ofrecieron cuatro misioneros: irían por turno a visitar y asistir a los leprosos en su desamparo. Damián fue el primero en partir: era el 10 de mayo de 1873. A petición propia y de los mismos enfermos, se quedó definitivamente en Molokai.

Impulsado por el deseo de aliviar el sufrimiento de los leprosos, se interesó por los progresos de la ciencia. Experimentó en sí mismo nuevos tratamientos, que compartía con sus enfermos. Día tras día, cuidaba de los enfermos, vendaba sus heridas hediondas, reconfortaba a los moribundos, enterraba a quienes habían terminado su calvario. «Hago lo imposible —decía— por mostrarme siempre alegre, para levantar el ánimo de mis enfermos». Su fe, su optimismo, su disponibilidad conmovían los corazones. Todos se sentían invitados a compartir su alegría de vivir, a superar, con la fe, los límites de su miseria y angustia.

«El infierno de Molokai», impregnado de egoísmos, de desesperación y de inmoralidad, se transformó gracias a él en una comunidad que causaba admiración incluso al Gobierno. Orfanato, iglesia, viviendas, equipamientos colectivos: todo se realizaba con la ayuda de los menos impedidos. Se amplió el hospital, se acondicionaron el desembarcadero y sus caminos de acceso, al mismo tiempo que se tendía una conducción de agua. Damián abrió un almacén en el que los enfermos podían aprovisionarse gratuitamente. Alentaba a su gente a cultivar la tierra y plantar flores. Para entretenimiento de sus leprosos, organizó incluso una banda de música. Así, Damián hacía redescubrir a los leprosos que a los ojos de Dios todo hombre es algo precioso, porque los ama como un padre.

Damián concebía su presencia en medio de los leprosos como la de un padre entre sus hijos. Conocía los riesgos del trato cotidiano con sus enfermos. Tomando todas las precauciones razonables, consiguió durante más de una década escapar al contagio. Sin embargo, acabó enfermando también él. Con plena confianza en Dios, declaró en esos momentos: «Estoy feliz y contento, y si me dieran a escoger la salida de este lugar a cambio de la salud, respondería sin dudarlo: Me quedo con mis leprosos toda mi vida».

Murió el 15 de abril de 1889. Más tarde, en 1936, sus restos fueron repatriados y depositados en la cripta de la iglesia de la congregación de los Sagrados Corazones en Lovaina.

Su partida para la «isla maldita» y su permanencia fiel en ella tienen una razón. Así lo testimonia él mismo: «Sin la presencia de nuestro divino Maestro en mi pobre capilla, jamás habría podido mantener unida mi suerte a la de los leprosos de Molokai».

La noticia de su enfermedad en 1885 y su muerte impresionó profundamente a sus contemporáneos, cualquiera que fuese su confesión religiosa. Desde su desaparición, fue considerado como un modelo y un héroe de la caridad.

Fue beatificado en Bruselas por el siervo de Dios Juan Pablo II el 4 de junio de 1995.

Tomado de Anecdonet

¿TIENES MIEDO A ABRAZARME?

Hace unos años, cuenta Rosemary Brown, Marcos un buen amigo estaba enfermo de sida en un hospital. Yo lo visitaba regularmente, pero en mi última visita se encontraba muy enfermo y muy débil. Rezamos juntos y cuando me disponía a marcharme, Marcos me miró con lágrimas en los ojos y me dijo: ¿Tienes miedo a abrazarme? Creo que ese fue uno de los abrazos más preciosos de mi vida.

Tomado de P. Félix Jiménez

¿CÓMO PUEDO AYUDAR?

Una señora americana, muy rica, visitó en cierta ocasión a Madre Teresa de Calcuta y le ofreció un cheque con muchos ceros para ayudar a las obras que sus hermanas llevan a cabo en Calcuta.

Madre Teresa, en esta ocasión, no lo aceptó. “No hay dinero”, dijo. La señora insistía y le recordaba que era propietaria de muchos bienes. “No hay dinero”, dijo.

La señora sorprendida y desconsolada le preguntó: ¿Y entonces qué puedo hacer, cómo puedo ayudar?

Madre Teresa la cogió de la mano y la llevó a un refugio miserable y le mostró un niño sucio y hambriento y le dijo cuide de él. La señora buscó agua y jabón y con mucha ternura lavó al niño, lo vistió y lo alimentó.

Aquel día, confiesa la señora, mi vida cambió. Comprendí que hay algo mejor que el dinero, la compasión y el contacto personal y tangible con los hermanos.

Madre Teresa recomienda que al final del día, al evaluar nuestra jornada, tenemos que mirar nuestras manos y preguntarles: ¿qué habéis hecho hoy? ¿Han tocado a alguien con la ternura de Jesús? ¿Tienen nuestras manos las huellas de Cristo?

Un profesor de la Universidad de Massashussets, Sydney B. Simon habla del “skin hambre”, hambre de piel, de contacto, con la que todos nacemos y necesitamos hasta el final de la vida.

Tomado de P. Félix Jiménez

“AR SEÑÓ” HAY QUE PILLARLO POR SU CORAZÓN…

Explicando el Evangelio durante una sesión de catequesis, san Manuel González pedía a los chiquillos una explicación a las palabras del leproso. Por qué este hombre habló tan poco y sólo con un si quieres logró todo un milagro: Señor, si quieres me puedes limpiar. ¿No habría sido mejor que hubiera dicho: Señor, como eres tan poderoso, como eres Hijo de Dios, como has hecho tantos milagros, como tienes tanto talento u otra razón parecida, ¿me puedes limpiar? Pero el enfermo no invocó su poder, ni su divinidad, ni su sabiduría, sino sólo su querer. Los niños callaban. ¿Por qué el éxito de una oración tan chiquita? ¿Cuál era el secreto? Silencio. ¿Por qué eso de buscar milagros en el querer del Señor? Después de esta serie de interrogantes, una manecilla se levantó, y un crío rompió el silencio: Que “ar Señó” hay que pillarlo por su Corazón…

Tomado de Anecdotasycatequesis

“INDIFERENCIA ANTE EL TERCER MUNDO”

El gran economista J.K Galbraith ha hablado de la creciente “indiferencia ante el Tercer Mundo”. Según sus observaciones, el aumento de riqueza en los países poderosos ha aumentado la indiferencia hacia los países pobres. «A medida que aumentó la riqueza, se podía haber esperado que la ayuda aumentara a partir de la existencia de recursos cada vez más abundantes. Pero he aquí que ha disminuido la preocupación por los pobres tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo rico».

Jose Antonio Pagola Buenas Noticias Navarra 1985.Pág.191 S.

DIOS POR LA PIEL

Oír, escuchar, sentir. Incluso la neurociencia nos dice que estamos hablando de experiencias que se rozan entre sí. En su libro Los sentidos (Ariel, 2019), el catedrático Ignacio Morgado cuenta que «observaciones recientes muestran que la piel funciona también como un ‘tercer oído’ que posiblemente ayuda a comprender el lenguaje. Las corrientes de aire que creamos al hablar son captadas por la piel de nuestro interlocutor, aunque su oído no sea consciente de ellas». Es decir que, cuando Jesús curó al leproso, lo que hizo –para reintegrarle en la comunidad– fue darle un oído más fino. Curando su piel, le ayudó a comprender cosas que todavía no oía; por si a Dios el Covid le dejaba también algo afónico, y a nosotros más insensibles. Increíble.

Carlos Maza, sj , Pastoral sj

CHISTE

PECAS

Había una monja que tenía bastantes pecas en su cara.

Estando un día en la iglesia, se le acercó una niña que le dijo: “Hermana, tú te vas a ir derechita al infierno”.

“¿Pero por qué?” preguntó la hermana.

“¡Se ve en tu cara que pecas, pecas y pecas!” contestó la niña.

POEMA

MATAS PARA DAR VIDA

«Tú ¡oh divina vida!, nunca matas sino para dar vida, así como nunca llagas sino para sanar. Cuando castigas, levemente tocas, y eso basta para consumir el mundo; pero cuando regalas, muy de propósito asientas, y así del regalo de tu dulzura no hay número. Llagásteme para sanarme ¡oh divina mano!, y mataste en mí lo que me tenía muerta sin la vida de Dios en que ahora me veo vivir»

Juan de la Cruz (Llama B 2,16).

ORACIÓN

DIOS NO ABANDONA EN LA PRUEBA

¡Oh Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando queréis podéis, y nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Alaben os todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién diese voces por él, para decir cuán fiel sois a vuestros amigos! Todas las cosas faltan; Vos Señor de todas ellas, nunca faltáis.

Poco es lo que dejáis padecer a quien os ama. ¡Oh Señor mío!, ¡qué delicada y pulida y sabrosamente los sabéis tratar! ¡Quién nunca se hubiera detenido en amar a nadie sino a Vos! Parece, Señor, que probáis con rigor a quien os ama, para que en el extremo del trabajo se entienda el mayor extremo de vuestro amor. ¡Oh Dios mío, quién tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío; mas si Vos no me desamparáis, no os faltaré yo a Vos.

Que yo tengo experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía. Pues estando en esta gran fatiga, solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo: No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé; no temas. Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra.

Teresa de Ávila Vida: Cap. 25, 17-18

Gracias, Padre, porque Jesús, curando a los leprosos nos mostró que el amor no margina a nadie, sino que regenera a la persona, restableciéndola en su dignidad.

Cada sanación de Cristo nos habla de su corazón compasivo y nos confirma en la venida de tu amor y de tu reino.

Siguiendo su ejemplo, danos, Señor, un corazón sensible al bien de los hermanos, para saber dialogar contigo en la fe.

Danos disponibilidad para escuchar tu palabra, sin encerrarnos en el monólogo egocéntrico y estéril de nuestra propia seguridad.

Y concédenos superar todas las crisis y dificultades de la fe

en nuestro camino hacia la indispensable madurez cristiana.

Amén.

Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo,

San Pablo, España, 1993, p. 323

MEDITACIÓN

POR AMOR NUESTRO JESÚS SE HIZO LEPROSO

Un día en que Francisco se paseaba a caballo por la llanura cerca de Asís, en su camino encontró a un leproso. Ante este encuentro inesperado, le vino un sentimiento de intenso horror, mas, acordándose de la resolución que había hecho de vida perfecta y que, antes que nada, debía vencerse a sí mismo si quería llegar a ser «soldado de Cristo» (2Tm 2,3), saltó del caballo para abrazar al desgraciado. Éste, que alargaba su mano para recibir una limosna, recibió, junto con el dinero, un beso. Después Francisco volvió a subirse al caballo. Pero sintió ganas de mirar a su alrededor, y ya no vio más al leproso. Lleno de gozo y admiración, se puso a cantar alabanzas al Señor.

San Buenaventura, Vida de San Francisco:

Relato de tres compañeros de San Francisco de Asís

CRISTO SE HIZO POBRE Y ENFERMO

Los pobres tienen sed de agua, pero también de paz, de verdad y de justicia. Los pobres están desnudos y necesitan vestidos, pero también dignidad humana y compasión por los pecadores. Los pobres no tienen hogar y necesitan un refugio hecho de ladrillos, pero también un corazón alegre, compasivo y lleno de amor. Están enfermos y necesitan atención médica, pero también una mano caritativa y una sonrisa acogedora.

Los excluidos, los que son rechazados, aquellos que no son amados, los presos, los alcohólicos, los moribundos, los que están solos y abandonados, los marginados, los intocables y los leprosos, los que viven en la duda y la confusión, los que no han sido tocados por la luz del Cristo, los hambrientos de la palabra y de la paz de Dios, las almas tristes y afligidas, los que son una carga para la sociedad, que han perdido toda esperanza y fe en la vida, los que olvidaron cómo sonreír y los que no saben lo que es recibir un poco de calor humano, un gesto de amor y de amistad. Todos ellos, se vuelven hacia nosotros para recibir un poco de consuelo. Si les damos la espalda, damos la espalda a Cristo.

Teresa de Calcuta Cartas (10-04-1974)

LAS MANOS DE JESÚS

Las manos de Jesús bendecían, partían el pan, incluso lo multiplicaba. ¿Alguna vez has pensado en las manos de Jesús?

Cierro los ojos y pienso en las manos de Jesús: Fuertes y vigorosas, de carpintero. Y, al mismo tiempo, tiernas, como cuando acariciaba a un niño o limpiaba una lágrima de las mejillas de la Virgen. Manos que extendían, respetuosas, los rollos de las Escrituras en la Sinagoga. Dedos que enfatizaban sus palabras o escribían sobre la arena.

Las manos de Jesús bendecían, partían el pan, incluso lo multiplicaba. Eran manos que curaban y hasta resucitaban. Podían expresar enojo con los mercaderes en el templo y ternura con los enfermos que llegaban a Él.

Las manos de Jesús enseñaban, expresaban, amaban. Con ellas difundía su misericordia y amor. Eran manos que entregaban incesantemente. Manos orantes, cuando Él subía al monte a conversar con su Padre en la madrugada.

Es hermoso meditar en las manos de Jesús e impresionarse con ellas. Pero ¡Cómo duele pensar en ellas crispadas, heridas, perforadas! Manos en cruz y de cruz, rotas por sostener el peso del Nazareno. Manos inertes cubiertas de sangre y bañadas con los besos y lágrimas de su madre abrazándolo muerto. Manos cruzando el pecho, muertas, envueltas por un sudario en la tumba apagada e impasible de José de Arimatea.

Es fácil removerse ante las manos dolorosas de Jesús, pero ¿por qué no podemos ver con tanta claridad sus manos gloriosas? Tal vez porque nos es más familiar el dolor. Sin embargo pienso en el momento en el que Jesús venció a la muerte, cuando resucitó. ¡Qué instante! El sepulcro imprevistamente iluminado, como una explosión, y todos los ángeles venidos del cielo para ser testigos del momento anunciado desde siempre. Y las manos de Jesús, con una vida como nunca antes habían tenido, apartando el sudario. Manos con llagas, pero ¡qué hermosas y resplandecientes, y cuánto amor rebosando en las heridas! Manos vivas, que volverían a bendecir, cortar y repartir el pan y que, tal vez, harían una seña de “hasta pronto” a los apóstoles en la ascensión de Jesús al cielo.

Frente al Santísimo Sacramento uno podría preguntarse ¿y dónde están ahora las manos de Jesús, que lo tenemos escondido en un pedacito de pan? No diré nada nuevo: observo mis manos. Estas manos pueden ser orantes, dar misericordia, ser enérgicas, sensibles, amorosas. Pueden volver a abrir las escrituras respetuosamente y escribir sobre la arena. Sí, parecen mis manos, pero Jesús quiere usarlas y son, en realidad, suyas. Observa tus manos. También pueden ser orantes, enérgicas, sensibles, amorosas y, si tú lo permitieras, podrían regalar al mundo bendiciones y misericordia. Sí, también son tuyas, pero Jesús las quiere suyas. ¡Cuántas manos podría tener Jesús hoy si se las entregáramos!

Las manos de Jesús, las tuyas -tú que lees- y las mías -yo que escribo. Nuestras manos. Las manos de Jesús.

Web católico de Javier

CANTO

Tu modo | Cristóbal Fones, SJ

SÁNAME SEÑOR hoy quiero vivir | Hoy Señor Jesús vengo ante ti para alabarte

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela