Una iglesia acoge desde el siglo XIII la Adoración al Santísimo día y noche, y está en España

En el siglo XIII, la catedral de Lugo
habilitó en una capilla lateral un altar para la adoración al Santísimo
Sacramento, día y noche, a la vista de los fieles. Se desconoce quién
tuvo la iniciativa o cómo se articuló el sistema de turnos, pero hay
indicios de que el culto a Jesús en la Eucaristía lleva realizándose en
este lugar desde hace ya ocho siglos.

«Desde el siglo XVI ya hay pruebas irrefutables», afirma César Carnero,
Delegado de Patrimonio Histórico de la diócesis de Lugo, pero «antes ya
encontramos pistas que nos permiten pensar en un culto a la Eucaristía
ininterrumpido en la catedral desde el siglo XIII, o incluso antes».

El escudo de Galicia y Doña Urraca

La primera de ellas es el escudo de Galicia, que mantiene su imagen del
Santísimo Sacramento a pesar de que en aquella época cobra una gran
fuerza la gran ruta del Camino de Santiago. «Lugo fue desde el principio
la capital espiritual de Galicia. Fue capital romana del Noroeste de
Hispania, y tuvo bien pronto diócesis propia. Si el culto al Santísimo
Sacramento no hubiera arraigado con fuerza en la zona, enseguida se
habría visto desplazado por algún símbolo jacobeo, como la cruz de
Santiago o la concha del peregrino. Se puede pensar que si se mantuvo la
alusión al Santísimo en el escudo de Galicia es porque ya había una
larga tradición de adoración en la catedral de Lugo», explica Carnero.

Hay más indicios: en el año 1112, la reina Doña Urraca menciona en un
diploma a la Virgen de Lugo que en la catedral se realiza «una gran
celebración de la divinidad». El Breviario de Lugo, realizado en
pergamino en el siglo XIII, contiene un oficio propio de la fiesta del
Corpus, lo que muestra una tradición eucarística muy arraigada en la
zona. Y siglos más tarde, en 1619, el obispo Alonso López Gallo afirma
haber visto en el archivo diocesano un documento que acredita que la
exposición del Santísimo se remonta ya a tiempos de los suevos, que
entraron en Hispania en el siglo V.

Un sagrario con puertas de cristal

En el XVI ya no hay dudas: en 1534, el obispo de Braga escribe que el
Santísimo «se podía ver y adorar por quien entrare en la iglesia, porque
para este fin las puertas del sagrario son de cristal». Y en la misma
época, el licenciado Molina, un funcionario de Felipe II, afirma que hay
en la catedral culto de adoración día y noche.

¿Cómo nació esta devoción al Señor en la Eucaristía, en una época en la
que Lugo era una región más bien apartada del mundo conocido? César
Carnero reconoce que «es un hecho singular, y no se conoce bien su
origen. Quizá es debido a una reacción ante la herejía prisciliana que
se propagó por esta zona en siglos anteriores. Pero es tan anómalo que
no se conoce otro lugar, y mucho menos una catedral, que conserve esta
presencia de adoradores día y noche ante el Santísimo durante tantos
siglos».

Isabel II, la pulsera y la Guerra Civil

Durante todo este tiempo, nunca se ha interrumpido la oración ante el
Señor sacramentado. Salvo en una ocasión, en el siglo XIX, en que
alguien robó el sol que embellecía la custodia, con el Santísimo dentro.
«Aquello fue un drama ­–afirma Carnero­–, pero enseguida se hizo una
colecta popular con aportaciones de los fieles y de la misma reina
Isabel II, para reemplazar lo robado». Solo se conoce esta única
interrupción en tantos siglos. Ni siquiera las guerras en suelo español
pudieron detener el culto. A este respecto, el delegado de Patrimonio
Histórico de Lugo señala que durante la Guerra Civil ­«muchas personas
iban al Santísimo a pedir por sus maridos, hijos y hermanos que estaban
en el frente. Y yo recuerdo cómo un día, muchos años después de la
contienda, una señora vino a la catedral a entregar su pulsera de
pedida. Se la había ofrecido al Señor si su marido salía vivo de la
Guerra, y como así fue, lo primero que hizo cuando falleció su esposo,
ya anciano, fue darle al Señor lo que le había prometido. En la
actualidad esa pulsera forma parte de la custodia».

Solo de este modo se puede entender cómo hoy, como desde hace siglos, el
Santísimo permanece en vela cada noche esperando a un puñado de
adoradores que se acercan a Él para presentarle el honor que se le debe.

Guillermo Saroy

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