Tú, mi hermano

«En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo
envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha
enviado».


Hace unos años una religiosa me dijo que su “truco” para amar a
aquellos a los que le cuesta amar es poner ante sus ojos, al mirar a la
otra persona, la cruz de Cristo. Ojalá tengamos siempre presente Mateo
25 al mirar, hablar, tratar, tocar, cuidar… al prójimo que tenemos a
nuestro lado. Ojalá siempre veamos en todos a un hermano en Cristo, que
es inmensamente amado como cada uno de nosotros lo somos. Ojalá veamos
al mismo Cristo que viene a nuestro encuentro en ese hermano.


  1. Cristóbal Fones, sjTú, mi hermanohttps://youtu.be/O6CrnF6T75s


Elena Fernández Andrés · https://twitter.com/poverellacm



Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo.
Jesús no dice «esforzaos por haceros luz, por tener sabor», sino «sabed
que ya lo sois». La vela, si está encendida, no debe esforzarse en dar
luz; es su naturaleza. Lo mismo la sal; pero si la sal se desvirtúa… 
¿Cuándo soy sal que ha perdido el sabor?


  1. Cuando yo, hombre o mujer de Dios, atraigo la atención sobre mí y no
    sobre Él. «¿De qué discutíais por el camino?» (Mc 9, 33). ¿Seguimos
    hablando de Él o solo de nosotros? En nuestras cargadas agendas, ¿hay
    todavía lugar para Él?
  2.  
  3. Cuando no voy aprendiendo a amar, cuando no me doy con generosidad y
    soy avaro de sentimientos, entonces he perdido el sabor del Evangelio.
    Puedo transmitir doctrina, indicaciones perfectas, reglas de oro… Pero
    para esto no se necesita a Jesucristo, no sirve la locura de la Cruz: si
    no comunico amor a los que trato, si no mejoro su vida, si no la
    ilumino, soy -palabra de Pablo en 1Cor 13, 1- platillo que resuena, sal
    insípida.
  4.  
  5. Cuando no comunico esperanza y libertad. «Si conservamos la libertad
    y la esperanza, somos casa de Dios»(cf. He 3, 6). Dios edifica su casa,
    pone su tienda donde es abrazado por hombres y mujeres que emanan
    libertad y esperanza, que son sal y luz del mundo.
  6.  
  7. Cuando en mi actuar no me distingo de los demás, me he homologado al
    sistema del mundo. Dice el Maestro: «Entre vosotros no será así» (Mt
    20, 26). En efecto, hemos elegido lo más desconcertante y a contramano
    que se pueda imaginar: las bienaventuranzas. Dichosos los pobres, los que buscan la paz… De pie, en camino, en marcha.


Montse de Javier · Comunidade Caná

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