Te Deum: el estupor cristiano «no nace en mundos fantásticos, sino en el misterio de la realidad»

Al contrario, hemos de exponernos con todos nuestro ser “ante la fuerza del Acontecimiento” del que la Madre de Dios es “la primera testigo y la más grande, y al mismo tiempo la más humilde… Su corazón está lleno de estupor, pero sin sombra de romanticismos, ni edulcorantes ni espiritualismos“.

La realidad de la Navidad

“La Madre nos devuelve a la realidad, a la verdad de la Navidad, que está contenida en estas tres palabras de San Pablo: ‘Nacido de mujer’ (Gal 4,4)”, subrayó el Papa. Y por eso “el estupor cristiano no se origina en los efectos especiales ni en mundos fantásticos sino en el misterio de la realidad: ¡no hay nada más maravilloso y asombroso que la realidad! Una flor, un poco de tierra, una historia de vida, un encuentro, el rostro arrugada de un viejo y el rostro recién florecido de un niño. Una mamá que tiene en brazos a su niño y lo amamanta”.

“El estupor de María, el estupor de la Iglesia, está lleno de gratitud“, insistió, por la “cercanía de Dios, que no ha abandonado a su pueblo, es Dios-con-nosotros [Emmanuel]… Los problemas no han desaparecido, las dificultades y las preocupaciones no faltan, pero no estamos solos: el Padre ‘ha enviado a su Hijo’ (Gal 4,4) para rescatarnos de la esclavitud del pecado y restituirnos la dignidad de hijos”.

La “ruta” de nuestra “vocación originaria”, afirmó luego el Papa, es “ser todos hermanas y hermanos, hijos del único Padre”.

“Hermanas y hermanos”, concluyó, “hoy la Madre, la Madre María y la Madre Iglesia, nos muestra al Niño. Nos sonríe y nos dice: ‘Él es el camino. Seguidlo, tened confianza’. Sigámoslo en el camino cotidiano. Él da plenitud al tiempo, da sentido a las obras y a los días. Tengamos confianza, en los momentos alegres y en los dolorosos. La esperanza que Él nos da es la esperanza que no defrauda”.

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