Sylvestre, un cura de Camerún en Ribeira: «Huía de mi vocación hasta que caí gravemente enfermo y la Virgen me curó»

  • El camerunés lleva siete años en España formándose como religioso y sirve de apoyo en la parroquia de Santa Uxía

En los tiempos que corren, cada vez es más difícil encontrar a alguien con convicciones férreas y a las que no falla por nada ni por nadie. La historia de Sylvestre Marcel Ndongo, sacerdote camerunés de 34 años de edad y que sirve de apoyo en la parroquia de Santa Uxía de Ribeira, es la de un hombre hecho a sí mismo sin importar la opinión de los demás. Caracterizado por su devoción y su amplia formación como religioso, el africano continúa aprendiendo cada día de la mano del párroco ribeirense, Alfonso Mera.

El cura es licenciado en Teología por el Seminario Internacional Bidasoa, perteneciente a la Universidad de Navarra, y ahora compagina oficiar misas en Ribeira con especializarse en Derecho Canónico, estudios que cursa en la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid. Aunque su trayectoria académica es envidiable —también fue el mejor de su promoción en el seminario de su país— el abrazo definitivo de Sylvestre a ejercer como pastor tuvo que hacerse esperar.

«Yo crecí en una familia cristiana. Hay que tener en cuenta que nuestra religión en África solo tiene 200 años. Mis padres me enviaron a un colegio marista en Canadá. A los 20 empecé a estudiar Ciencias Políticas, mi padre quería que yo me hiciese policía», explica.

Habilidad deportiva

El sacerdote destaca su habilidad para el deporte en esos años, principalmente para el voleibol, disciplina en la que llegó a competir a nivel profesional. «Si me vieses jugar al voleibol te preguntarías por qué me he hecho sacerdote», comenta entre risas.

Tras semejante afirmación, formularle la pregunta es obligatorio y la respuesta está, sin lugar a dudas, a la altura de la figura de Sylvestre: «Huía de mi vocación como cura hasta que caí gravemente enfermo y la Virgen me curó. Los médicos no sabían lo que era. Me dieron medicamentos para el paludismo y para la fiebre tifoidea, pero no mejoraba. Un día mi madre decidió llevarme a un santuario dedicado a la Virgen María y ahí me sané».

Desde ese momento su ascenso en el mundo canónico se disparó hasta llegar a España en el 2016. Fue hace tres años cuando visitó Ribeira, localidad en la que ahora ejerce como sacerdote adscrito y estudiante. Cualquiera que asista a una homilía oficiada por Sylvestre puede apreciar la devoción con la que vive la misa. Su característica forma de dar el sermón proviene, según explica, de sus más profundas convicciones morales: «Los africanos nos lo tomamos muy en serio, porque lo que hacemos sabemos que es real. Yo no hago teatro, celebro mis misas con devoción porque de verdad lo siento. Yo no digo las cosas porque lo pone en la Biblia, las digo porque de verdad vivo de esa forma».

Aunque el camerunés llegó a España sin saber hablar castellano, rápidamente se adaptó al país. Aún así, asegura que las diferencias culturales son notorias y que su objetivo final es volver a Camerún, con los suyos. «Los prejuicios existen, pero con el tiempo me he acostumbrado. Tengo ganas de volver a mi país porque un verdadero africano no puede morir en tierra extranjera. No me quiero ir porque no me guste España, sino porque amo a mi patria», dice.

Pensamiento crítico

Sylvestre Marcel comenta que es un gran aficionado a la lectura y a la filosofía, motivo por el que se ha labrado un gran poso cultural. Además de saber hablar francés, alemán y castellano, domina el latín y es capaz de interpretar los jeroglíficos egipcios. Su presencia en diversos estados y su trayectoria académica acompañan a un pensamiento crítico a la altura de muy pocos. En este sentido, señala que el principal problema de la sociedad actual es la pérdida de identidad de los seres humanos.

«Muchos de los jóvenes de ahora no saben quiénes son y por eso están tan perdidos. La gente busca compensaciones con la droga o el juego porque no se conoce. Sabiendo de dónde vienes podrás descubrir cuál es tu misión en esta vida», señala. Menciona también la importancia de escuchar a las personas mayores como una salida a la pérdida de valores que se está viviendo en los últimos tiempos.

Los suyos parecen inquebrantables y, a base de sonrisas, se ha conseguido ganar el cariño de los feligreses que cada domingo acuden a la iglesia de Santa Uxía. Gracias a Sylvestre Marcel, Ribeira se quedará para siempre con un trozo de África en su seno.

Fuente: La Voz de Galicia

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