CITA
«El Espíritu llena el mundo, y Él, que mantiene todo unido, habla con sabiduría. Aleluya» (Sab 1,7)
«Ser tan distintos y vernos tan unidos,
sólo puede ser obra Tuya»
S.Son
Clemente: «Todos gozaban de una paz profunda y ardían en deseos de hacer el bien, y la plenitud del Espíritu Santo se derramó sobre todos».primera carta
San Ireneo de Lyon, El Espíritu prometido por los profetas descendió sobre el Hijo de Dios hecho Hijo del Hombre (Mt 3,16), para acostumbrarse a habitar con él en el género humano, a descansar en los hombres y a morar en la criatura de Dios, obrando en ellos la voluntad del Padre y renovándolos de hombre viejo a nuevo en Cristo. Tratado contra las Herejías, Libro III- 17, 1-2
«Donde está la Iglesia, ahí está también el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu del Señor, ahí está la Iglesia y toda gracia» (Adv. haer., III, 24, 1).
La gente forma un coro maravilloso para celebrar en distintas lenguas la alabanza de Dios, mientras el Espíritu conduce de nuevo hacia la unidad a las tribus dispersas y ofrece al Padre las primicias de todos los pueblos ( Adv. Haer . III, 17, 2).
“En cuanto al hombre, es con sus propias manos [es decir, el Hijo y el Espíritu Santo] como Dios lo hizo… y él dibujó sobre la carne moldeada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina” (dem. 11).
San Cirilo de Jerusalén, << Como quien antes se movía en tinieblas, al contemplar el sol y recibir la luz del Sol, en sus ojos corporales, es capaz de ver claramente lo que poco antes no podía ver ( en plena oscuridad nocturna); así el que se ha hecho digno del don del Espíritu Santo, es iluminado en su alma, y, elevado sobrenaturalmente, llega a percibir lo que antes ignoraba>>.
San Hipólito “Cuando se rompe un frasco de perfume, su olor se difunde por todas partes, al romperse el cuerpo de Cristo en la cruz, su Espíritu, que mientras vivía poseía en exclusiva, se derramó en los corazones de todos”.
San Agustín: Pentecostés es la fiesta de la Belleza. Así la definía san Agustín: “unitas in varietate”, la unidad de la variedad.
«Poseemos el Espíritu Santo, si amamos a la Iglesia» (In Io., 32, 8).
“Esperando la promesa, ellos estaban reunidos orando en una casa, pues deseaban ya con la misma fe lo mismo que con la oración y el ansia espiritual. Eran odres nuevos a la espera del vino nuevo que llegó del cielo. El gran racimo ya había sido pisado y glorificado”. (Sermón 267, 1)
San Gregorio Nacianceno Avergoncémonos de abandonar este don precioso de la paz que nos dejó Cristo al salir de este mundo. La paz es nombre y cosa dulce: es de Dios (Phil. 4, 7)
San Atanasio, “Por el Espíritu Santo participamos de Dios. Por la participación del Espíritu venimos a ser partícipes de la naturaleza divina… Por eso, aquellos en quienes habita el Espíritu están divinizados” (ep. Serap., 1,24)
Basilio el Grande— «simple en su esencia y variado en sus dones … se reparte sin sufrir división … está presente en cada hombre capaz de recibirlo, como si sólo él existiera y, no obstante, distribuye a todos gracia abundante y completa» (S. Basilio, De Spirito Sancto, IX, 22: PG 32, 110).
San Juan Crisóstomo, Repartidas, pues provenían de una misma fuente; para que aprendas que el Poder viene del Paráclito (Homilía sobre los Hechos de los Apóstoles 4).
«Quien vive en Roma sabe que los habitantes de la India son sus miembros» (In Io., 65, 1: PG 59, 361).
San Ambrosio”Toda verdad, la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo”
Cirilo de Alejandría Y la paz de Cristo, que sobrepasa todo juicio, dice no ser otra que su Espíritu, el cual colma de toda clase de bienes a quien participare de él. Sobre el evangelio de san Juan, Lib. 12, cap. 1: PG 74, 703-706
“Todos nosotros, una vez recibido, el único y mismo Espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos fundimos entre nosotros y con Dios.”
San León Magno Me he hecho Hijo del hombre, para que vosotros podáis ser hijos de Dios (Tratado 77, 4-6: CCL 138A, 490-493)
San Gregorio Magno, «Todo creyente recibe el oficio de pregonero, para anunciar la Buena Nueva. Pero, si no predica, ¿no será semejante a un pregonero mudo? Por esta razón el Espíritu Santo quiso asentarse, ya desde el principio, en forma de lenguas sobre los pastores; así daba a entender que de inmediato hacía predicadores de sí mismo a aquellos sobre los cuales había descendido».
Autor del siglo V “Si alguien te dice: Has recibido el Espíritu Santo, ¿por qué entonces no hablas en todas las lenguas?, debes responder: Claro que hablo en todas las lenguas; de hecho, estoy inserto en aquel cuerpo de Cristo que es la Iglesia, que habla todas las lenguas” (en PL 65, 743s.).
Severiano de Gabala, Padre de Oriente, afirma: «Era conveniente que en el mismo día en que fue dada la ley antigua, se diera también la gracia del Espíritu Santo» (Cat. in Act. Apost., 2, 1).
San Josemaría Escrivá La tradición cristiana ha resumido la actitud que debemos adoptar ante el Espíritu Santo en un solo concepto: docilidad
Concilio Vaticano II: «espiritualmente el acontecimiento de Pentecostés no pertenece sólo al pasado: la Iglesia está siempre en el Cenáculo que lleva en el corazón. La Iglesia persevera en la oración como los Apóstoles con María, Madre de Cristo» (Dominum et Vivificantem,n. 66).
«El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (cf. 1 Cor 3, 16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Gál 4, 6; Rom 8, 15-16.26). Guía a la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y misterio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4, 11-12; 1 Cor 12, 4; Gál 5, 22) con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo» (LG n. 4)
Sin duda el Espíritu Santo obraba ya en el mundo antes de la glorificación de Cristo. Sin embargo, el día de Pentecostés descendió sobre los discípulos para permanecer con ellos eternamente; la Iglesia se manifestó públicamente delante de la multitud, empezó la difusión del Evangelio entre las gentes por la predicación, y quedó presignificada la unión de los pueblos en la catolicidad de la fe, por la Iglesia de la Nueva Alianza, que habla todas las lenguas, entiende y abraza todas las lenguas en la caridad y supera de esta forma la dispersión de Babel (Decreto Ad gentes divinitus n. 4).
La misión de la Iglesia se realiza mediante la actividad con la que, obediente al mandato de Cristo y movida por la gracia y el amor del Espíritu Santo, se hace presente de hecho a todos los hombres y pueblos, y los conduce a la fe, a la libertad y a la paz de Cristo con el ejemplo de su vida y su predicación, con los sacramentos y con los demás medios de la gracia (Decreto Ad gentes divinitus n. 5).
El Señor habiendo enviado por último al espíritu de verdad, completa la revelación, la culmina y la confirma con testimonio divino (Constitución dogmática Dei Verbum n. 4).
Catecismo, 687 “Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Co 2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que “habló por los profetas” (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos “desvela” a Cristo “no habla de sí mismo” (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué “el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce”, mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn 14, 17).
Los Apóstoles perseveraban en la oración junto con Santa María
965: Después de la Ascensión de su Hijo, María «estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones». Reunida con los Apóstoles y algunas mujeres, María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra».
976 «El Símbolo de los Apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a sus apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados»
2617: La oración de María se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos. Antes de la encarnación del Hijo de Dios y antes de la efusión del Espíritu Santo, su oración coopera de manera única con el designio amoroso del Padre: en la anunciación, para la concepción de Cristo; en Pentecostés para la formación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo.
726: Al término de esta Misión del Espíritu, María se convierte en la «Mujer», nueva Eva «madre de los vivientes», Madre del «Cristo total». Así es como ella está presente con los Doce, que «perseveraban en la oración, con un mismo espíritu» (Hch 1,14), en el amanecer de los «últimos tiempos» que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.
El día de Pentecostés
731: El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor, derrama profusamente el Espíritu.
767: «Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia» (LG 4). Es entonces cuando «la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del Evangelio entre los pueblos mediante la predicación» (AG 4). Como ella es «convocatoria» de salvación para todos los hombres, la Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (ver Mt 28,19-20; AG 2,5-6).
2625: El día de Pentecostés, el Espíritu de la promesa se derramó sobre los discípulos, «reunidos en un mismo lugar» (Hech 2,1), que lo esperaban «perseverando en la oración con un mismo espíritu» (Hech 1,14). El Espíritu que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo (ver Lc 24,27.44), será también quien la instruya en la vida de oración.
El Espíritu Santo bajó en forma de lenguas de fuego
696: El fuego. […] el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que «surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha» (Si 48,1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo, figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, «que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1,17), anuncia a Cristo como el que «bautizará en el Espíritu Santo y el fuego» (Lc 3,16), Espíritu del cual Jesús dirá: «He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!» (Lc 12,49). En forma de lenguas «como de fuego» se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hech 2,3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo. «No extingáis el Espíritu» (1Tes 5,19).
El Espíritu Santo comunicado a toda la Iglesia
1286: En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado para realizar su misión salvífica. El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que Él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios. Habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da «sin medida» (Jn 3,34).
1287: Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico. En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu, promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20,22) y luego, de manera mas manifiesta el día de Pentecostés. Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar «las maravillas de Dios» (Hech 2,11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos. Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo.
1288: «Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo. Esto explica por qué en la carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos de la formación cristiana, la doctrina del Bautismo y de la imposición de las manos (Heb 6,2). Es esta imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada por la tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés» (S.S. Pablo VI).
1989 La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio de Jesús al comienzo del Evangelio: “Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca” (Mt 4, 17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. “La justificación no es solo remisión de los pecados, sino también santificación y renovación del interior del hombre” (Concilio de Trento: DS 1528).
San Juan XXIII, El 8 de diciembre de 1962, Juan XXIII, en la sesión solemne de clausura de la primera etapa del Concilio, decía que este sería “el nuevo Pentecostés”, que hará que “florezca en la Iglesia su riqueza interior y su extensión a todos los campos de la actividad humana”. Y Pablo VI: “El Espíritu está aquí, para iluminar y guiar nuestra obra en provecho de la iglesia y de la humanidad entera” (14 de septiembre de 1964).
Pablo VI «Hay que corregir el falso concepto de creyente como un reaccionario obligado, un inmovilista de profesión, un extraño a la vida moderna, un insensible a los signos de los tiempos, un hombre privado de esperanza».
San Juan Pablo II Pentecostés es la plena revelación de lo que tuvo lugar el día de la Resurrección. 01-02-1995
Para ellos Pentecostés es el día de la resurrección, es decir, de la nueva vida, en el Espíritu Santo. Es una resurrección espiritual que podemos contemplar a través del proceso realizado en los apóstoles en el curso de todos esos días: desde el viernes de la Pasión de Cristo, pasando por el día de Pascua, hasta el de Pentecostés. (22-07-1989).
La multiplicidad se manifiesta, por obra del Espíritu Santo, en la unidad, y la unidad contiene en sí la multiplicidad (1 Cor 12,13). Homilía en la clausura del XX Congreso Eucarístico Nacional de Italia, en Milán (22-V-1983)
Benedecto XVI También hoy el Resucitado entra en nuestras casas y en nuestros corazones, aunque a veces las puertas están cerradas. Entra donando alegría y paz, vida y esperanza, dones que necesitamos para nuestro renacimiento humano y espiritual. Sólo él puede correr aquellas piedras sepulcrales que el hombre a menudo pone sobre sus propios sentimientos, sobre sus propias relaciones, sobre sus propios comportamientos; piedras que sellan la muerte: divisiones, enemistades, rencores, envidias, desconfianzas, indiferencias. Sólo él, el Viviente, puede dar sentido a la existencia y hacer que reemprenda su camino el que está cansado y triste, el desconfiado y el que no tiene esperanza. Audiencia General (11-04-2012)
Que en todas las casas y en todos los corazones resuene el anuncio gozoso de la Resurrección de Cristo, para que haga renacer la esperanza. (11-04-2012)
Papa Francisco, El don precioso que el Espíritu Santo trae a nuestro corazón es la confianza profunda en el amor y en la misericordia de Dios.
El Espíritu Santo nos hace ver de modo nuevo a los demás, como hermanos y hermanas en Jesús, a los que hemos de respetar y amar.
El Espíritu Santo verdaderamente nos transforma y cuenta con nosotros para transformar el mundo en que vivimos.
“Este es otro efecto del Espíritu Santo: el coraje, para anunciar la noticia del Evangelio de Jesús a todos, con confianza en sí mismo (parresía), en voz alta, en todo tiempo y en todo lugar”
“El Espíritu Santo transforma y renueva, crea armonía y unidad, da fuerza y gozo para la misión”.
“De una crisis no se sale igual: salimos mejores o peores”
El perdón libera el corazón y le permite recomenzar; el perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia. El Espíritu de perdón, que conduce todo a la armonía, nos empuja a rechazar otras vías: las de sentido único de quien critica a los demás. El Espíritu, en cambio, nos insta a recorrer la vía de doble sentido del perdón ofrecido y del perdón recibido, de la misericordia divina que se hace amor al prójimo. Pidamos la gracia de que, renovándonos con el perdón y corrigiéndonos, hagamos que el rostro de nuestra Madre la Iglesia sea cada vez más hermoso: sólo entonces podemos corregir a los demás en la caridad. Pidámoslo al Espíritu santo, fuego de amor que arde en la Iglesia (Homilía 4.VI. 2017).
El Espíritu Santo es el gran olvidado de nuestra vida. Yo quisiera preguntaros: ¿cuántos de vosotros rezáis al Espíritu Santo? Es el gran olvidado, ¡el gran olvidado! Y Él es el Don, el Don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría.
Albert Einstein: “La mente es igual que un paracaídas, sólo funciona si se abre”.
Rahner, “El principal problema de la Iglesia en nuestro tiempo, es su mediocridad espiritual. Seguir caminando con resignación y aburrimiento cada vez mayores, caminos comunes de mediocridad espiritual”.
Gustav Mahler Una sinfonía debe ser como el mundo. Debe abarcar todo ()
Alessandro Pronzato Cuando no se sigue el impulso, los ritmos del Espíritu, entonces es cuando nos atrincheramos en casa para hacer el censo de los enemigos. Pan-domingo/b. Pág. 108 ss
Antoine de Saint-Exupéry, “Si quieres construir un barco, no reunir a hombres para recoger leño, dividir el trabajo y dar ordenes, ¡sino más bien despierta su inquietud por la inmensidad del mar!” El Principito,
Ángel Moreno de Buenafuente El Espíritu ama en lo más íntimo de nuestra propia intimidad.
Pedro Sergio Donoso Brant El Espíritu Santo no sólo nos da a conocer la voluntad de Dios, sino que nos hace capaces de cumplirla dándonos fuerzas y gracia.
Mon. Javier Echevarría La identificación plena con Cristo, que en eso consiste la santidad, se atribuye de modo especial al Espíritu Santo.
La fuerza del Espíritu Santo mueve a los cristianos a una verdadera transformación para difundir el Evangelio en todo el mundo.
CONTO
CON TODO EL CORAZÓN DE JESÚS
Le preguntó el cura párroco a Juanito: “Juanito ¿amas a Dios nuestro Señor? ¡Oh sí, padre. ¿Y lo amas con todo tu corazón? Y Juanito se quedó pensativo. Pero de pronto se iluminó y dio esta respuesta: “No, padre, Mi corazón es demasiado pequeño para amar a Dios. Yo amo a Dios con todo el corazón de Jesús”.
¡Estupenda respuesta! En realidad sólo podemos amar a Dios y a nuestros hermanos con el “Amor” que Dios Padre nos infundió enviándonos el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo que nos hace llamar a Dios Abbà, es decir, papá y que nos da también la posibilidad de amar a nuestros hermanos como hijos del mismo padre: Dios. Todo el amor que hay en el mundo proviene del amor del Padre. Por eso, la expresión tradicional, amar al prójimo por amor de Dios, mejor se podría expresar así: amar a Dios CON el amor que Dios nos da.
Tomado de Pedro Chinaglia
LILI Y SU SUEGRA
Hace mucho tiempo, una joven llamada Lili se casó y fue a vivir con el marido y la suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella. Sus personalidades eran muy diferentes y Lili fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba.
Los meses pasaron y Lili y su suegra cada vez discutían más y peleaban.
De acuerdo con una antigua tradición china, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo. Lili, no soportando más vivir con la suegra, decidió tomar una decisión y visitar a un amigo de su padre.
Después de oírla, el tomó un paquete de hierbas y le dijo:
“No deberás usarlas de una sola vez para liberarte de tu suegra, porque ello causaría sospechas.
Deberás darle varias hierbas que irán lentamente envenenando a tu suegra.
Cada dos días pondrás un poco de estas hierbas en su comida.
Ahora, para tener certeza de que cuando ella muera nadie sospechará de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amigable.
No discutas, ayúdala a resolver sus problemas.
Recuerda tienes que escucharme y seguir todas mis instrucciones”.
Lili respondió: “Sí, Sr. Huang, haré todo lo que el señor me pida”.
Lili quedó muy contenta, agradeció al Sr. Huang, y volvió muy apurada para comenzar el proyecto de asesinar a su suegra. Pasaron las semanas y cada dos días, Lili servía una comida especialmente tratada a su suegra.
Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado sobre evitar sospechas, y así controló su temperamento, obedecía a la suegra y la trataba como si fuese su propia madre. Después de seis meses, la casa entera estaba completamente cambiada. Lili había controlado su temperamento y casi nunca la aborrecía.
En esos meses, no había tenido ni una discusión con su suegra, que ahora parecía mucho más amable y más fácil de lidiar con ella.
Las actitudes de la suegra también cambiaron y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.
Un día Lili fue nuevamente en procura del Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo: “Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra.
Ella se ha transformado en una mujer agradable y la amo como si fuese mi madre. No quiero que ella muera por causa del veneno que le di”.
El Sr. Huang sonrió y señaló con la cabeza:
Lili no tienes por qué preocuparte. Las hierbas que le di, eran vitaminas para mejorar su salud.
El veneno estaba en su mente, en su actitud, pero fue echado fuera y substituido por el amor que pasaste a darle a ella”. En la China existe una regla que dice: “La persona que ama a los otros, también será amada” La mayor parte de las veces recibiremos de las otras personas lo que les damos y por eso ten cuidado!!! Acuérdate siempre:
“El plantar es opcional, pero la cosecha es obligatoria, por eso ten cuidado con lo que plantas”
Tomado de Alejandro Illescas
ANÉCDOTA
A LOS CINCUENTA DÍAS, EL ESPÍRITU
«Pentecostés», en griego, significa «día quincuagésimo». El 50 es un número que ya los judíos tenían asimilado desde hace siglos como símbolo de plenitud: una semana de semanas, siete por siete más uno. Es cuando celebran, después de la Pascua-Éxodo, la fiesta de la recolección agrícola y la Alianza que sellaron con Yahvé en el monte Sinaí, guiados por Moisés, a los cincuenta días de su salida de Egipto.
Los cristianos celebramos hoy, siete semanas después de la Pascua de Resurrección de Jesús, su donación del Espíritu a la comunidad apostólica. No como fiesta independiente, sino como culminación de la Pascua: la «Pascua granada», que completa la «Pascua florida».
Tomado de J.Aldazabal
PARRESÍA vocablo teológico.
La palabra griega parresía se deriva de dos raíces: pan (todo) y rhésis (discurso). El significado fundamental de parrésía es el de «libertad para decirlo todo»; de aquí las diversas modulaciones de su significado: franqueza, valentía, libertad confiada.
Es un término presente en el mundo griego y se refiere tanto al mundo de las relaciones públicas, como a una condición de vida, a un modo de ser, de situarse, de obrar.
Bíblicamente, tanto en la traducción de los Setenta en lo que se refiere al Antiguo Testamento, como en el griego del Nuevo Testamento, guarda relación con algunos acontecimientos como el éxodo y luego la Pascua cristiana, que son sucesos cumbre de libertad, de liberación, de experiencia de Dios salvador y liberador.
Se pueden poner como ejemplos y figuras bíblicas de franqueza a Abrahán, a Moisés y a los profetas. También se advierte esta franqueza en Jesús, en los discípulos, en Pablo. En la experiencia cristiana la fuente primera y la raíz última de la parresía es el don del Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento aparece unas cuarenta veces este término.
«El dinamismo del Espíritu tiene la capacidad, partiendo de la intimidad y del corazón, de limpiar las relaciones humanas del egoísmo y del miedo alienante…; el don interior del Espíritu, fuente del amor, consiente vivir relaciones justas y felices entre las personas» (R. Fabris).
También en la literatura posapostólica y patrística la parresía va unida a las otras virtudes: la oración, la sophía, la verdad, la humildad, el martirio (cf. Nilo, Peristeria, 4, 2: PG 79, 828 ab; Epifanio, Hom. 5 in laudes s. Mariae Deiparae: PG 43, 50lb).
Tomado de Mercaba
COMENTARIO TEOLÓGICO: JUAN PABLO II
En el siglo IV, los Concilios de Nicea (325) y de Constantinopla (381) contribuyeron a precisar los conceptos comúnmente utilizados para presentar la doctrina sobre la Santísima Trinidad: un único Dios que es, en la unidad de su divinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La formulación de la doctrina sobre el Espíritu Santo proviene en particular del mencionado Concilio de Constantinopla.
Por esto, la Iglesia confiesa su fe en el Espíritu Santo con las palabras antes citadas. La fe es la respuesta a la autorevelación de Dios: Él se ha dado a conocer a Sí mismo “por medio de los Profetas y últimamente…. por medio de su Hijo” (Heb 1, 1). El Hijo, que nos ha revelado al Padre, ha dado a conocer también al Espíritu Santo. “Cual el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo”, proclama el Símbolo “Quicumque”, del siglo V. Ese “tal” viene explicado por las palabras del Símbolo, que siguen, y quiere decir: “increado, inmenso, eterno, omnipotente… no tres omnipotentes, sino un solo omnipotente: así Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo… No hay tres Dioses, sino un único Dios”
Es bueno comenzar con la explicación de la denominación Espíritu – Espíritu Santo. La palabra “espíritu” aparece desde las primeras páginas de la Biblia :”… el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas” (Gen 1, 2), se dice en la descripción de la creación. El hebreo traduce Espíritu por “ruah”, que equivale a respiro, soplo, viento, y se tradujo al griego por “pneuma” de “pneo”, en latín por “spiritus” de “spiro” (y también en polaco por “duch”, tchnac, tchnienie).
Tomado de Juan Pablo II, (13 de noviembre de 1985)
¿CÓMO ES EL ESPÍRITU SANTO”
Viento
La primera imagen con que la Sagrada Escritura nos revela al Espíritu Santo es la del viento. De hecho hoy en el Cenáculo donde estaban reunidos los Apóstoles con María se manifestó en un impetuoso viento que llenó la casa en la que estaban. Además el mismo nombre Espíritu en hebreo, (ruah) significa ‘viento’, ‘soplo’.
Antes de comenzar a narrar la creación del mundo, el libro del Génesis, en sus primeros versículos, dice que sobre las aguas informes aleteaba el ruah, el viento, el soplo. Y luego relata la creación. Con esto se quiere manifestar que el Espíritu tiene una parte activa en la creación y es el que da la vida.
Luego cuando Dios crea al hombre, lo hace tomándolo del barro, y le infunde el soplo de vida, el ruah.
Vemos entonces porque Dios eligió la fiesta de Pentecostés, fiesta de fecundidad para enviar el Espíritu: porque el Espíritu Santo es Dador de Vida, como dice el así llamado Credo largo, el niceno-constaninopolitano.
En este sentido, ¿cómo actúa el Espíritu Santo ahora en nosotros”; ¿Cómo actúa en nosotros el Espíritu que es ‘viento’ de vida” Nos saca de la muerte y nos da la vida de la gracia y obra en nosotros la conformación con Cristo. Todo lo que en lo espiritual puede llevar el nombre de ‘vida’, viene del Espíritu Santo.
Pero además de ser el soplo que da vida al mundo y al alma, el Espíritu es un viento impetuoso que empuja las nubes a cumplir con su cometido y a los barcos hacia alta mar. El Espíritu empuja a las almas a realizar grandes empresas por Dios y a emprender la aventura más hermosa y peligrosa que pueda existir: la búsqueda de la santidad. “¡Duc in altum!”, ¡vayamos al mar! ¡aventurémonos en la búsqueda de Jauja, la isla perdida, que es la unión con Dios! En este sentido el Espíritu Santo es energía, vigor, fuerza, ánimo, brío, movilidad y dinamicidad (“recibiréis la fuerza, que es el Espíritu Santo”, Hech.1,8).
Fuego
Además, el Espíritu Santo hoy también se revela bajo la imagen del fuego, ese fuego que se posa sobre las cabezas de los Apóstoles. También S. Pablo concibe al Espíritu Santo como fuego, y por eso dice: “No extingáis el Espíritu” (1Tes.5,19).
Uno de los primeros usos del fuego es el de iluminar. Y por eso también es que se posa sobre la cabeza de los apóstoles y no, por ejemplo, en sus pechos. El Espíritu Santo ilumina la inteligencia del cristiano para que conozca el misterio de Cristo y sepa cómo actuar según los mandatos de Cristo.
Al fuego se lo usa para quemar. En el norte de Argentina se queman grandes extensiones de terreno para que el pasto surja con más fuerza. El fuego purifica y transforma. Cuando el fuego toma una madera primero le hace echar humo porque la purifica de todas sus impurezas. Luego se hace una brasa ardiendo y ya casi no se distingue entre la madera y el fuego: se han hecho una sola cosa. Así también el Espíritu Santo que entra en un alma, primero la purifica quemándole todos los pecados, vicios y defectos. Luego la va convirtiendo en Sí Mismo, hasta que el alma está tan unida al Espíritu que ya no se distingue entre la acción del Espíritu y la del alma. A esto se refería San Juan Bautista cuando decía que Jesús bautizaría con Espíritu Santo y fuego (Lc.3,16). Podría también traducirse legítimamente de esta manera: “con el Espíritu Santo que es fuego”.
Y esto se logra por el amor que el alma le profesa al Espíritu y el amor que el Espíritu tiene por el alma. Por eso el fuego es también símbolo del amor que transforma al alma en el Amado. De hecho, el Espíritu, en Dios, es la Persona-Amor. A esto se refería N. S. Jesucristo cuando decía: “He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese ardiendo!” (Lc.12,49). El fuego que Jesucristo vino a traer a la tierra es el fuego del Espíritu Santo, el fuego del amor.
El cristiano debe dejarse quemar completamente por ese fuego devorador que es el Espíritu Santo, consumirse en el amor a los demás, arder como arde la lámpara del Santísimo, en eterna oración; debe dejarse quemar como se quema el aceite de dicha lámpara. En un muro de las cercanías de mi parroquia leí un graffitti en contra de la Iglesia, irónico e instigando a la persecución religiosa, que decía: “La Iglesia que no arde, no ilumina”. A pesar de ser escrita por los enemigos de la Iglesia, sin embargo esa frase es muy cierta. El cristiano que no arde en el fuego del Espíritu Santo no puede convertirse en luz para los demás. También nosotros debemos arder en el fuego del Espíritu Santo para iluminar y dar calor a los demás.
Paloma
Otra de las imágenes que usa la Sagrada Escritura para revelarnos al Espíritu Santo es la paloma: “Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él” (Mt.3,16). Así como la paloma desciende y reposa sobre Cristo, así el Espíritu Santo “desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados” (Catecismo de la Iglesia Católica,701).
Al final del diluvio es una paloma la que vuelve con una rama tierna de olivo en la boca, signo de que la tierra es habitable de nuevo (cf. Gén.8,8-12). Aquí la paloma es símbolo de obediencia, de fidelidad y causa de alegría; también símbolo de vida. El Espíritu nos induce a la obediencia a Dios, a la fidelidad y llena de alegría el corazón del que lo acepta.
Las virtudes de la paloma son: mansedumbre (no se irrita), docilidad (acepta las gracias y las secunda), sumisión (no es rebelde), obediencia, humildad (no busca desordenadamente su propia excelencia), paz, sencillez, simplicidad, ingenuidad, inocencia, candidez, candor, sosiego, quietud, fidelidad. Todo eso es el Espíritu Santo. De hecho, estas características de la paloma son similares a los frutos del Espíritu Santo que enumera San Pablo: “El fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gál.5,22-23).
Son comunes en nuestra sociedad actual algunos vicios contrarios a estas cualidades del Espíritu, que debemos desterrar de nosotros:
– La falsedad, el doblez de corazón, la falta de sinceridad, fingimiento, hipocresía, simulación, deslealtad, engaño, impostura, traición.
– La inestabilidad en los juicios, la inconstancia, la falta de criterios propios y justos, la falta de convicciones altas, la facilidad para ser influenciados por otros, incumplimiento.
– La ingratitud, desagradecimiento.
– La superficialidad, la chabacanería (ordinariez en el trato de cosas importantes, rebajándolas).
– Calumnia, murmuración, habladuría.
– Desconfiados, mal pensados: estamos más inclinados a creer en el mal que no vemos que a aceptar el bien que vemos.
Tomado de P. José Antonio Marcone, I.V.E
SAN FELIPE NERI Y LA FELICIDAD DE LA SANTIDAD.
El Santo estaba acostumbrado a pedir diariamente por el Espíritu Santo.
En la víspera de la fiesta de Pentecostés de 1544, volvió a suplicar fervientemente las gracias y dones del Paráclito, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan grande que parecía ahogarle; cayó al suelo, como derribado y exclamó con acento de dolor:
«¡Basta, Señor, basta! ¡La fragilidad humana es incapaz de soportar tanta felicidad!»
Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que su pecho estaba hinchado, teniendo un bulto del tamaño de un puño; pero jamás le causó dolor alguno.
A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. Tan fuertes era las palpitaciones de su corazón que otros podían oírlas y sentirlas, especialmente años más tarde, cuando como sacerdote, celebraba la Santa Misa, confesaba o predicaba.
Había también un resplandor celestial que desde su corazón emanaba calor. Tras su muerte, la autopsia del cadáver del santo reveló que tenía dos costillas rotas y que éstas se habían arqueado para dejar más sitio al corazón.
Tomado de Adelante la fe
10%
Según estimaciones de sicólogos norteamericanos, la mayoría de las personas sólo viven al diez por cien de sus posibilidades.
Ven el diez por cien de la belleza del mundo que los rodea. Escuchan el diez por cien de la música, la poesía y la vida que hay a su alrededor. Sólo están abiertos al diez por cien de sus emociones, su ternura y su pensamiento. Su corazón vibra sólo al diez por cien de su capacidad de amar. Son personas que morirán sin haber vivido realmente. Algo semejante se podría decir de muchos cristianos. Morirán sin haber conocido nunca por experiencia personal lo que podía haber sido para ellos la vida creyente.
Tomado de JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS NAVARRA 1985. Pág. 61 s.
Santo Tomás de Villanueva da una comparación que nos ayuda a entender el papel del Espíritu Santo.
Nos pide imaginar un hijo del rey que visita a su pueblo sin avisarles. Les viene en ropa ordinaria y, después de unas conversaciones, les dice que es el hijo del rey.
La gente les dice, “Es cierto que Vd. es algo parecido al rey, su ropa lo niega.”
El hijo responde: “Espera y pronto mi hermano vendrá en poder real y les dirá quien soy yo.”
Así es. Sin el Espíritu Santo no podemos reconocer quien es Jesús. El Espíritu Santo es de la misma sustancia divina como el Padre y el Hijo. En el Credo, decimos que el Espíritu Santo “procede del Padre y el Hijo,” y con ellos “recibe la misma adoración y gloria.” El da testimonio de la verdad sobre Jesús; nos hace capaces de decir, “Jesús es el Señor.”
Tomado de Padre Felipe Bloom
EL MAYOR PODER NO USADO
Resulta que un americano tenía un visitante de Inglaterra. Querría mostrarle las maravillas de este país y lo llevó para ver la Catarata de Niágara. “Ven,” le dijo, “te mostraré el mayor poder no usado en el mundo.” Desde arriba podía apreciar la extensión de la Catarata, mirando desde el lado estadounidense hasta Canadá. Fueron abajo donde el agua hizo un ruido fuerte. El americano explicó sobre la cantidad enorme de agua y su fuerza. Casi tuvo que gritar cuando concluyó, “Aquí es el mayor poder no usado en el mundo.” El visitante fue impresionado; no había algo semejante en su país. Pero, como un buen inglés, pensó un poco más profundamente. “Sí,” le dijo a su huésped, “el poder aquí es grande, pero hay algo mucho mayor. El mayor poder no usado en el mundo es el Espíritu Santo del Dios Vivo.” El inglés tiene razón. Hoy estamos celebrando la Fiesta del Espiritu Santo, Pentecostés. Nos hace recordar un poder que apenas hemos utilizado.
En la lecturas vemos algunas cosas que el Espíritu Santo hace posibles:
Comunicación en un lenguaje más profundo que palabras.
Paz interior.
Perdón de pecados.
Unidad de personas que eran enemigos.
Todo don valioso.
Renovación de la tierra.
Tomado de Padre Felipe Bloom
UN HOMBRE ABIERTO AL ESPÍRITU SANTO
En el domingo de Pentecostés, antes de leer el evangelio, escuchamos a un poema llamado la Secuencia. Con su titulo original Veni, Sancte Spiritus (Ven, Espíritu Santo) los expertos lo consideran uno de las obras maestras de poesía latín.
Quisiera contarles algo sobre el autor. Era un inglés llamado Stephen (o Esteban) Langton. Reconocido por su sabiduría y santidad, el papa Inocente lo designó como Arzobispo de Cantorbery. Pero el rey inglés no lo aceptó y pasó seis años en exilio en Francia.
Mientras estaba en Francia, compuso el himno maravilloso al Espíritu Santo: “Ven, Espiritu Santo…Ven ya, padre de los pobres…Fuente de todo consuelo, amable huésped del alma.”
Si Langton hubiera escrito solamente este himno, merecería nuestro recuerdo. Sin embargo, hizo algo más. Hasta el siglo trece, nadie había dividido la Biblia en capítulos y versículos. Cuando alguien menciona un versículo bíblico como “Juan 3:16” o “Primera de Corintios 12:4” están aprovechando de la labor inmensa de Langton. Pero hay más.
Cuando Esteban Langton regresó del exilio, reconoció que el rey estaba gobernando en una manera arbitraria e injusta. Reunió los nobles en un lugar llamado Runnymeade en junio de 1215 (mil doscientos quince) para debatir la situación. El Arzobispo Langton les ayudó a escribir un documento que expresó los derechos básicos en cuanto a los impuestos, el proceso debido para los acusados de crímenes y unas protecciones legales para la Iglesia. El documento fue llamado La Gran Carta, pero es mas conocido por su titulo latín – Magna Carta. Era el embrión de la democracia inglesa. En los Estados Unidos – y muchos otros países – debemos una deuda enorme a Stephen Langton.
Tomado de Padre Felipe Bloom
SANACIÓN DE MEMORIAS
El padre Bob Spitzer (presidente de la Universidad Gonzaga) describe una bella oración al Espíritu Santo. Es para la sanación de memorias, especialmente para las personas que hemos dañado. Una vez él le dijo algo que causó tristeza a otra persona. Querría llamarle, pero no pudo. Entonces fue a la capilla y pidió al Espíritu Santo que sanara cualquier daño que había causado. Después de unos días, el Padre encontró al hombre. “Sabe, padre,” le dijo, “he estado pensando en lo que Ud. me dijo. Al principio estaba bien dolido, pero reflexioné y me di cuenta que Ud. tiene razón. Me ayudó mucho.” Dijo el Padre Spitzer, “Fue el Espíritu Santo.”
Tomado de Padre Felipe Bloom
EL ESPÍRITU DE JESÚS Y LOS OTROS ESPÍRITUS
Recuerdo que hace ya bastantes años, leyendo la novela de Alejo Carpentier (excelente escritor y gran apologeta de la revolución cubana), “La consagración de la primavera”, me encontré con una descripción de lo que es el “espíritu” que me impresionó. Pretendiendo negar la existencia real de “espíritus” en sentido estricto, decía Alejo que el espíritu sólo existe en el sentido en que se habla, por ejemplo, del “espíritu imperial”, o del “espíritu revolucionario”. Ese género de espíritu es una realidad my difícil de definir, pero de una enorme eficacia práctica. Porque quien tenga espíritu imperial (o imperialista) adoptará, sin duda, una determinada perspectiva sobre los acontecimientos de la historia, un determinado orden de valores y de criterios de acción y de selección… Ese espíritu le daráinspiración, orientación, impulso. Lo mismo sucederá, pero con otros contenidos muy distintos, a quien posea un espíritu revolucionario, o democrático, o el que sea. Esa realidad tan escurridiza del espíritu tiene la enorme fuerza y eficacia de modelar, a fin de cuentas, el corazón del hombre. Eso que San Agustín llamaba el “ordo Amoris” del hombre, la jerarquía no teórica sino vital de los propios amores (y odios), las preferencias, las opciones fundamentales, todo ello es producto de un cierto espíritu rector de nuestras vida. Y está claro que todos tenemos alguno. Pues, incluso del que se deja simplemente llevar, puede decirse que tiene un “espíritu acomodaticio”.
Al tratar de reducir el espíritu a una vaporosa inspiración Alejo Carpentier estaba señalando, tal vez sin darse cuenta, su enorme importancia y su concreción práctica. Sin un determinado espíritu el corazón humano se desparramaría desorientado y sin rumbo. Otra cosa es que la orientación sea buena o mala, que el rumbo nos lleve a la meta o nos pierda sin remedio.
También existe un “espíritu” que inspira la vida y configura el corazón de los cristianos. A veces tenemos la sensación de que ciertas personas que se confiesan muy creyentes carecen, sin embargo, de verdadero espíritu cristiano, vistas sus actitudes vitales. No es lo mismo decirse cristiano que serlo de verdad. Ya decía Jesús que “por sus obras los conoceréis” (Mt 7, 6). No significa esto que el credo no sea importante. Pero creer no es sólo un acto mental, sino una relación viva con Jesucristo y con su Padre, y es esto lo que determina el carácter cristiano de una vida. Y de esto hablamos al referirnos al espíritu. Es muy difícil definirlo, decir en qué consiste, “verlo” o imaginárselo. Pero es él precisamente el que nos define y configura, el que da contenido y consistencia a nuestra vida, el que nos permite “ver” a Jesucristo, por ejemplo, en la Palabra, en los sacramentos y en nuestros prójimos, de modo especial en los que sufren, es ese espíritu el que da imaginación y creatividad a la fe, como se ve en los múltiples carismas que adornan a la Iglesia.
Tomado de P José María Vegas, cmf
<< Hace años apareció en Norteamérica un movimiento religioso denominado << La Revolución de Jesús>>. Sus miembros se saludaban con estas palabras:” Jesús te ama; sé dócil al Espíritu de Jesús, al Espíritu Santo”.
Tomado de Felipe Santos, sbd
CHISTE
No estoy gordito, solo estoy ampliando el templo del Espíritu Santo
JAIMITO Y LA BICICLETA
Jaimito estaba andando en bicicleta cuando pasa por frente de la iglesia, en eso lo alcanza a ver el cura del barrio y le dice:
Ven Jaimito, hace mucho que no vienes a la iglesia, vamos a rezar un “Padre Nuestro”.
Jaimito con cara de preocupación le contesta:
No padre, no puedo, me van a robar la bicicleta.
El padre lo toma de la mano y le dice:
Pasa hijo, el Espíritu Santo te cuida la bicicleta.
Una vez terminado el “Padre Nuestro”, Jaimito dice:
En el nombre del Padre, del Hijo, amén.
El cura lo mira y le dice:
No Jaimito, ¿ya te has olvidado de orar?, a ver, repítelo de nuevo.
En el nombre del Padre, del Hijo, amen.
Nooooo, dice desesperado el cura al ver que Jaimito insistía con lo mismo.
Dices en el nombre del padre, del Hijo, Amén, ¿y el Espiritu Santo?
A lo que Jaimito lo mira intrigado y responde:
¿Ya se olvidó que me está cuidando la bicicleta?
POEMA
“LLAMA DE AMOR VIVA”
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!
San Juan de la Cruz
ORACIÓN
AQUÍ ESTAMOS, SEÑOR ESPÍRITU SANTO
Aquí estamos, Señor Espíritu Santo.
Aquí estamos frenados por la inercia del pecado,
pero reunidos especialmente en tu Nombre.
Ven a nosotros y permanece con nosotros.
Dígnate penetrar en nuestro interior.
Enséñanos lo que hemos de hacer,
por dónde debemos caminar
y muéstranos lo que debemos practicar
para que, con tu ayuda,
sepamos agradarte en todo.
Sé tú el único inspirador
y realizador de nuestras decisiones.
Tú, el único que con Dios Padre y su Hijo,
posees un Nombre glorioso.
Tú que amas la suprema equidad
no permitas que quebrantemos la justicia.
Que la ignorancia no nos arrastre al desacierto.
Que el favoritismo no nos doblegue.
Que no nos corrompa la acepción de personas o de cargos.
Por el contrario, únenos eficazmente a ti,
sólo con el don de tu gracia,
para que seamos uno en ti
y en nada nos desviemos de la verdad.
Y lo mismo que estamos reunidos en tu Nombre,
así también mantengamos en todo la justicia,
moderados por la piedad,
para que hoy nuestras opiniones en nada se aparten de ti
y, en el futuro, obrando rectamente,
participemos de lo eterno.
S. Isidoro de Sevilla
Tomado de Lasalle
VEN, ESPÍRITU DEL PADRE Y DEL HIJO
Ven, Espíritu del Padre y del Hijo.
Ven, Espíritu de amor.
Ven, Espíritu de infancia, de paz,
de confianza y de alegría.
Ven, secreta alegría
que brillas a través de las lágrimas del mundo.
Ven, vida mucho más fuerte
que nuestra muerte.
Ven, padre de los pobres
y abogado de los oprimidos.
Ven, luz de eterna verdad
y amor extendido en nuestros corazones.
Nada tenemos que te pueda forzar;
pero aquí radica precisamente nuestra confianza.
Nuestro corazón, en el fondo, teme tu llegada;
tan poco te pareces a este corazón tan tosco,
siempre en busca de sí mismo
mas, pese a todo, ésta es justamente
la más sólida garantía de tu venida.
Ven, pues, renueva e incrementa
tu presencia en nuestro mundo interior.
En ti ponemos toda nuestra confianza.
En ti nos amamos,
ya que tú eres el mismísimo Amor.
Gracias a ti podemos llamar Padre
al mismo Dios, ya que, desde cada uno de nosotros,
eres tú quien grita: ¡Abba! ¡Padre queridísimo!
Permanece en nosotros.
No nos abandones nunca.
Ni a lo largo del combate de la vida,
ni cuando ésta toque a su fin
y nos hallemos tan solos.
¡Ven, Espíritu Santo!
Karl Rahner
Tomado de Lasalle
MEDITACIÓN
«Cuando el vivir diario, amargo, decepcionante y aniquilador se vive con perseverancia hasta el final, con una fuerza cuyo origen no podemos abarcar ni dominar…
Cuando uno corre el riesgo de orar en medio de las tinieblas silenciosas sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibimos una respuesta que se pueda razonar o disputar…
Cuando uno acepta y lleva libremente una responsabilidad sin tener claras perspectivas de éxito y de utilidad…
Cuando se experimenta la desesperación y misteriosamente se siente uno consolado sin consuelo fácil…
Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre las demás esperanzas particulares y abarca con su suavidad y silenciosa promesa todos los crecimientos y todas las caídas…
Entonces el Espíritu de Dios está trabajando. Allí está Dios. Allí es Pentecostés».
Rahner-K
¿Y DÓNDE ESTÁ?
— Allí donde hay un corazón inocente, incapaz de engaño o maldad, allí está el Espíritu Santo.
— Allí donde nace un amor sincero, sin dolo, limpio y alegre, allí está el Espíritu Santo, allí está el Espíritu Santo.
— Allí donde un fuego arrebatado en venganza se convierte en brisa suave y honda de perdón, allí está el Espíritu Santo.
— Allí donde la indiferencia egoísta y helada hacia el hermano se transforma en cálida acogida, allí está el Espíritu Santo.
— Allí donde se toma una decisión heroica en la honda paz del corazón, allí está el Espíritu Santo.
— Allí donde una frase de la Escritura cien veces más oída de repente adquiere nuevo sentido, allí está el Espíritu Santo.
— Allí donde ni razas ni lenguas crean fronteras entre los hombres, allí está el Espíritu Santo.
Abramos puertas y ventanas del corazón para que el Espíritu de Jesús entre y lo oxigene todo y nos llene de amor. Ese amor nos hará comprender a todos y que todos nos comprendan.
José María Maruri, S. J.
CANTO
Espíritu Santo | Ven, Espíritu Divino
Celinés – Nuevo Pentecostés
Sopla (Veronica Sanfilippo
VIDEO
El poder de la Iglesia: el Espíritu Santo por Dani Cuesta, SJ
Delegación para el Clero de Santiago de Compostela