Miguel Castaño

Solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo

Miguel Castaño

La Iglesia, hoy se regocija. Es la solemnidad de los Apóstoles que la adornaron con joyas sin precio, en la Gloria del Verbo hecho carne”.

Antigua antífona de la liturgia armenia

« ¡Tan distintos, tan iguales, tan Providenciales!»

S.Son

San Ireneo de Lyon Allí donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda la gracia (Trat. contra las herejías,3,24).

San Cipriano, Quien resiste obstinadamente a la Iglesia, quien abandona la cátedra de Pedro, sobre la que esta cimentada la Iglesia, ¿puede confiar que está en la Iglesia? (Sobre la unidad de la Iglesia,5).

“Si alguien no mantiene esta unidad de Pedro, ¿Puede imaginar que mantiene la fe?” (La Unidad de la Iglesia Católica 4, A.D. 251)

“No puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia por Madre”

Eusebio de Cesarea: “Por último de sus iniquidades, el emperador Nerón declaró la primera persecución contra los cristianos cuando los santísimos Apóstoles, Pedro y Pablo fueron coronados en el combate por Cristo con la corona del martirio”.

Sulpicio Severo: “Por leyes se prohibió la religión y por edicto se declaró no ser lícito el cristianismo. Entonces fueron condenados a muerte Pedro y Pablo. A Pablo le cortaron a espada el cuello, a Pedro lo levantaron en una cruz”.

S. Hilario, «La confesión de Pedro obtiene plenamente la recompensa merecida, por haber visto en el hombre al Hijo de Dios (Mt 16,13-19). Es dichoso, es alabado por haber penetrado más allá de la mirada humana viendo lo que venía no de la carne, ni de la sangre, sino contemplando al Hijo de Dios revelado por el Padre celestial» (Comentario al Evangelio de San Mateo 16,7).

San Efrén de Siria “Simón, mi apóstol, yo te he constituido fundamento de la Santa Iglesia. Yo te he llamado ya desde el principio Pedro porque tú sostendrás todos los edificios; tú eres el superintendente de todos los que edificarán la Iglesia sobre la tierra;… tú eres el manantial de la fuente, de la que mana mi doctrina;… tú eres la cabeza de mis apóstoles;… yo te he dada las llaves de mi reino” (S. EFRÉN, Sermones in hebdomadam sanctam, 4, 1; LAMY T. J., S. Ephraem Syri hymni et sermones, 1,412).

S. Basilio, “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (Eun. 3,1)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 336).

San Ambrosio «Donde esta Pedro, allí está la Iglesia» «Ubi Petrus, ibi Ecclesia»

San Juan Crisóstomo «El cielo no es tan espléndido cuando el sol difunde sus rayos como la ciudad de Roma, que irradia el esplendor de aquellas antorchas ardientes (san Pedro y san Pablo) por todo el mundo… Este es el motivo por el que amamos a esta ciudad… por estas dos columnas de la Iglesia» (Comm. a Rm 32).

Los instrumentos de Dios son siempre los humildes.

«¿Veis lo que hacían los perseguidores sin pretenderlo? Hacían a unos más firmes en las pruebas y a otros más celosos y amantes» (In Acta Apostolorum 26,2).

S. Agustín, La piedra era Cristo. He aquí de dónde viene Pedro. (Sermón 295, 1-2).

«Jesús no es valorado en nada, hasta que sea valorado sobre todo».

También ellos eran uno (Disc. 295, 7. 8).

“Pedro, por su naturaleza, era simplemente un hombre; por la gracia, un cristiano; por una gracia todavía más abundante, uno y a la vez el primero de los Apóstoles” (In Ioannis Evang. tract., 124, 5; PL 35, 1973).

La Iglesia vacilará si su fundamento vacila, pero ¿podrá vacilar Cristo? Mientras Cristo no vacile, la Iglesia no flaqueará jamás hasta el fin de los tiempos (Coment. sobre el Salmo 103).

Si amas la Cabeza, amas también a los miembros (Trat. Epist. S. Juan,10,3).

San León Magno, “Tú eres Pedro… aunque Yo soy la piedra inconmovible, la piedra angular…, sin embargo, también tú eres piedra (Pedro), porque eres consolidado por mi propia fuerza y porque las prerrogativas que son y siguen siendo mías, las compartes conmigo por la comunicación que Yo te hago de ellas” (Serm. 4).

«Estos son tus santos padres, tus verdaderos pastores, que para hacerte digna del reino de los cielos, edificaron mucho mejor y más felizmente que los que pusieron los primeros cimientos de tus murallas» (Homilías 82, 7).

San Gregorio Magno, «Como no hay que oponerse a la voluntad del Señor que decide, he respondido con obediencia a lo que ha querido hacer de mí la mano misericordiosa del Maestro»

Santo Tomás de Aquino, La nave es la Iglesia, en la que Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, calmando las aguas de las persecuciones (en Catena Aurea, vol. 1P 502).

Santa Catalina de Siena «Quien sea desobediente al Cristo en la tierra, el cual está en lugar de Cristo en el cielo, no participará en el fruto de la sangre del Hijo de Dios» (Epistolae

San Josemaría Escriva de Balaguer, sin unión con el Vicario de Cristo, no puede haber, para un católico, unión con Cristo (Conversaciones 59).

Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!

El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros una hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo (Hom. Lealtad a la Iglesia,4-VI-1972).

«Bebe en la fuente clara de los Hechos de los Apóstoles: En el capítulo XII, Pedro, por ministerio de Ángeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marcos. —No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. Angelus eius est! —¡será su Ángel!, decían. —Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos. —¿Y tú?» (Camino, n. 570).

Concilio Vaticano II: El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a si a los que El quiso, eligió a los doce para que viviesen con El y enviarlos a predicar el Reino de Dios (Mc 3,13-19 Mt 10,1-42): a estos, Apóstoles (Lc 6,13) los fundo a modo de colegio, es decir, de grupo estable, y puso al frente de ellos, sacándolo de en medio de los mismos, a Pedro (Jn 21,15-17). (Lumen gentium 19).

Nacida del amor del Padre Eterno, fundada en el tiempo por Cristo Redentor, reunida en el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una finalidad escatológica y de salvación, que sólo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente (Const. Caudiam et spes,40).

«El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza del colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia y que puede siempre ejercer libremente» (Codex Iuris Canonici, can. 331; cfr Conc. Vaticano II, Lumen gentium, n. 18).

Catecismo, 153 Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17 cf. Ga 1,15Mt 11,25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él, «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede `a todos gusto en aceptar y creer la verdad'» (DV 5).

424 Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Sobre la roca de esta fe, confesada por San Pedro, Cristo ha construido su Iglesia (cf. Mt 16,18 San León Magno, serm. Mt 4,3Mt 51Mt 162Mt 283Mt 3).

442 No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16) porque este le responde con solemnidad «no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión en el camino de Damasco: «Cuando Aquél que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles…» (Ga 1,15-16). «Y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios» (Ac 9,20). Este será, desde el principio (cf. 1Th 1,10), el centro de la fe apostólica (cf. Jn 20,31) profesada en primer lugar por Pedro como cimiento de la Iglesia (cf. Mt 16,18).

552 En el colegio de los doce Simón Pedro ocupa el primer lugar (cf. Mc 3,16Mc 9,2Lc 24,341Co 15,5). Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación del Padre , Pedro había confesado: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Entonces Nuestro Señor le declaró: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mt 16,18). Cristo, «Piedra viva» (1P 2,4), asegura a su Iglesia, edificada sobre Pedro la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos (cf. Lc 22,32).

553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: «A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16,19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, «el Buen Pastor» (Jn 10,11) confirmó este encargo después de su resurrección:»Apacienta mis ovejas» (Jn 21,15-17). El poder de «atar y desatar» significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18,18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del Reino.

880 Cristo, al instituir a los Doce, «formó una especie de colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él» (LG 19). «Así como, por disposición del Señor, san Pedro y los demás apóstoles forman un único Colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los Apóstoles»(LG 22; cf. CIC, can 330).

881 El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). «Consta que también el colegio de los apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro» (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás Apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.

882 El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, «es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles «(LG 23). «El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad» (LG 22; cf. CD 2. 9).

San Pablo VI, «¿Quién era Jesús? Nuestra fe exulta y grita: es Él, es Él, el Hijo de Dios hecho hombre; el Mesías que esperábamos: es el Salvador del mundo, es, finalmente, el Maestro de nuestra vida; es el Pastor que conduce a los hombres a sus pastos en el tiempo, a sus destinos más allá del tiempo; a la alegría del mundo; la imagen del Dios invisible; el Camino, la Verdad y la Vida; es el Amigo íntimo, el que nos conoce incluso de lejos y penetra nuestros pensamientos; es el que nos puede perdonar, consolar, curar, incluso resucitar; y es aquel que volverá, juez de todos y de cada uno, en la plenitud de su gloria y de nuestra felicidad eterna». (Pablo VI, Audiencia general)

San Juan Pablo II Cristo es el Hijo de Dios, que os descubre el rostro amoroso del Padre. Él es el maestro, el único cuyas enseñanzas no pasan, el único que os enseña con autoridad. (San Juan Pablo II).

“Pablo, por su parte, fue conquistado por la gracia divina en el camino de Damasco y de perseguidor de los cristianos se convirtió en Apóstol de los gentiles. Después de encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del Evangelio. También a Pablo se le reservaba como meta lejana Roma, capital del Imperio, donde, juntamente con Pedro, predicaría a Cristo, único Señor y Salvador del mundo. Por la fe, también él derramaría un día su sangre precisamente aquí, uniendo para siempre su nombre al de Pedro en la historia de la Roma cristiana” (29 de junio de 2002).

Benedicto XVI No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Homilía(21-08-2011)

“La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a San Pedro y a San Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo” (homilía del 2012 por la Solemnidad de San Pedro y San Pablo).

«Una antiquísima tradición, que se remonta a los tiempos apostólicos, narra que precisamente a poca distancia de este lugar tuvo lugar su último encuentro antes del martirio: los dos se habrían abrazado, bendiciéndose recíprocamente. Y en el portal mayor de esta basílica están representados juntos, con las escenas del martirio de ambos. Por tanto, desde el inicio, la tradición cristiana ha considerado a san Pedro y san Pablo inseparables uno del otro, aunque cada uno tuvo una misión diversa que cumplir: san Pedro fue el primero en confesar la fe en Cristo; san Pablo obtuvo el don de poder profundizar su riqueza.»

Papa Francisco, “«Y vosotros, ¿quién decís que soy?». La pregunta de Jesús a sus discípulos alcanza, después de dos mil años, a cada uno de nosotros y pide una respuesta. Una respuesta que no se encuentra en los libros como una fórmula, sino en la experiencia de quien sigue de verdad a Jesús, con la ayuda de un «gran trabajador», el Espíritu Santo. […] También hoy, escuchamos muchas veces dentro de nosotros» la misma pregunta dirigida por Jesús a los apóstoles. Jesús «se dirige a nosotros y nos pregunta: para ti, ¿quién soy yo? ¿Quién es Jesucristo para cada uno de nosotros, para mí? ¿Quién es Jesucristo?».[…] En efecto, «Jesús no dijo a Pedro y a sus apóstoles: ¡conóceme! Dijo: ¡sígueme!». Y precisamente «este seguir a Jesús nos hace conocer a Jesús. Seguir a Jesús con nuestras virtudes» y «también con nuestros pecados. Pero seguir siempre a Jesús».20 de febrero de 2014,

Si sabéis decir “sí” a Jesús, entonces vuestra vida joven se llenará de significado y será fecunda.» (Mensaje para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud, 2014).

“Son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios. Son nuestra guía en el camino de la fe y la santidad”

Confesar al Señor dejándose instruir por Dios; consumarse por amor de Cristo y de su evangelio; ser servidores de la unidad. Estos, queridos hermanos en el episcopado, son las consignas que los santos apóstoles Pedro y Pablo confían a cada uno de nosotros, para que sean vividas por todo cristiano. (29 de junio de 2013)

“Él nos mira hoy a los ojos y nos pregunta: ´ ¿Quién soy yo para ti?´ Es como si dijera: ´ ¿Soy yo todavía el Señor de tu vida, la orientación de tu corazón, la razón de tu esperanza, tu confianza inquebrantable?` (Papa Francisco).

«Y tú, ¿has sentido alguna vez en ti esta mirada de amor infinito que, más allá de todos tus pecados, limitaciones y fracasos, continúa fiándose de ti y mirando tu existencia con esperanza?»

Papa León XIV: «Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a vosotros como un hermano que quiere hacerse siervo de vuestra fe y de vuestra alegría, caminando con vosotros por el camino del amor de Dios. No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús».

J. Chevrot, El amor al Papa se remonta a los primitivos tiempos de la Iglesia. Conservémoslo cuidadosamente; es propio de almas santas. Pedro necesita ayudas para gobernar la Iglesia: la asistencia indefectible de Cristo y la plegaría humilde de todos los cristianos. (Simón Pedro, p. 130).

Pedro Finkler El que es verdadero Apóstol transmite “vida”.

Enrique Martínez Lozano, Lo que es Jesús lo somos todos, aunque –como señala Javier Melloni– “nos da miedo reconocerlo”.

R. Tagore: «No se puede atravesar el mar simplemente mirando el agua».

CONTO

UN VERDADERO CRISTIANO

Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a toda prisa por el Camino de la Vida, mirando por todas partes y buscando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó:

– Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?.

El anciano, encogiéndose de hombros le contestó:

-Depende del tipo de cristiano que ande buscando.

-Perdone- dijo contrariado el hombre-, pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos de cristianos que hay. Sólo conozco a Jesús.

El anciano añadió:

-Pues sí amigo; hay de muchos tipos y maneras y también para todos los gustos: hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos…

-¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad! -exclamó el hombre emocionado.

-¡Vaya!- dijo el anciano con voz grave-.

Esos son los más difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que pasó uno de ellos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted.

-¿Cómo podré reconocerle?

El anciano contestó tranquilamente:

-No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerlo. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde va un verdadero cristiano siempre deja una huella.

Tomado de P. Diego Millán

ANÉCDOTA

SERVUS SERVORUM DEI

El Papa es la Cabeza visible de la única verdadera Iglesia que ha recibido de Cristo todos los medios de salvación: la fe y los sacramentos. Pero su misión es la de servir, como indica el título más usado por los papas desde san Gregorio I Magno: Servus servorum Dei, Siervo de los siervos de Dios.

Tomado de Anécdotas y catequesis

CAMPO DE BATALLA

Mt 16,13-20 es campo de batalla entre católicos y protestantes. No lo debemos ocultar. Y las interpretaciones corresponden a las “tradiciones” cristianas de unos y de otros. Los católicos siempre interpretarán que “piedra” (petra) se refiere a Pedro (petros); los protestantes afirmarán que petra, por ser femenino, no se refiere a Pedro, sino a la confesión anterior: “tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. ¿Qué nos está permitido interpretar exegéticamente? La verdad es que las dos cosas son posibles. Pero hay muchos problemas por medio: ¿es una tradición unitaria? ¿son dos tradiciones unidas por el redactor de Mateo? Todas estas cosas quedan para un análisis crítico-literario-exegético de envergadura. En principio, nos parece más razonable interpretar que “sobre esta roca” ha de referirse a la confesión que Pedro acaba de pronunciar. Vendría a ser como decir que Simón recibe un nombre nuevo Petros, porque ha hecho una confesión decisiva y fundamental sobre la que ha de construirse (petra) la Iglesia.

Tomado de Miguel de Burgos, OP

LA IGLESIA:

La palabra Iglesia, en griego ekklesia, aparece 105 veces en el Nuevo Testamento, casi exclusivamente en las Actas de los Apóstoles y en las Cartas. Sólamente tres veces en los Evangelios, y sólo en Mateo. La palabra significa» asamblea convocada» o » asamblea elegida». Esta indica el pueblo que se reúne convocado por la Palabra de Dios, y trata de vivir el mensaje del Reino que Jesús nos ha traído. La Iglesia o la comunidad no es el Reino, sino un instrumento y una señal del Reino. El Reino es más grande. En la Iglesia, en la comunidad, debe o debería aparecer a los ojos de todos, lo que sucede cuando un grupo humano deja a Dios reinar y tomar posesión de su vida.

Tomado de Alforjas de pastoral

PEDRO Y PABLO:

dos personas muy diferentes, dos historias muy distintas, dos «conversiones» que nada se parecen (la de Pedro duró tres años; la de Pablo, un instante), dos apostolados que empiezan siendo muy diferentes, pero que cada vez se van pareciendo más, hasta quedar unidos en el martirio en Roma, bajo Nerón.

Pedro se había retirado a Galilea después de la muerte de Jesús, pero la resurrección lo hizo volver a Jerusalén, a reunir a la comunidad mesiánica y esperar la venida del Hijo del hombre. Pero el Hijo del hombre venía como rey de todos los pueblos; por eso, Pedro reconoció desde el principio la misión que Cristo había confiado a Pablo.

Con tiempo vio Pedro cómo la comunidad se extendía por una vasta geografía y se fue haciendo presente por todas partes donde había cristianos. Había experimentado la obra de Dios en el apostolado de la circuncisión, es decir, conversión de los judíos y encarrilamiento de los paganos por la senda de las prácticas judías. Así se habían de cumplir -creía él- las profecías sobre la venida de todos los pueblos a Jerusalén.

Pablo, en cambio, y toda la Iglesia de Antioquía, iban más allá. Habían visto la obra desbordante del Espíritu entre los paganos, sin que dejaran de serlo. Fueron, con el testimonio de esta obra de Dios, a Jerusalén, a buscar el acuerdo de los apóstoles y salvar así la unidad de la Iglesia. Santiago, el eterno judaizante, y Pedro y Juan reconocieron que la dirección de la Iglesia pasaba por encima de ellos, y se rindieron a la obra creadora del Señor, que de las piedras saca hijos de Abrahán.

J. SANCHEZ BOSCH
La Biblia Dia A Dia
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 836 s.

LAS DOS LLAVES

Muchas obras de arte han representado el Evangelio de hoy: Jesús dándole a Pedro las llaves del Reino de Cielo. Si uno examina bien las pinturas, se notará que las llaves generalmente son de dos colores diferentes: oro y plata. Aun en nuestro humilde templo, se puede verlo en la ventana de San Pedro. Y si uno mira la bandera del Vaticano en la entrada, se dará cuenta que una llave es amarilla y la otra de un tono gris.

¿Por qué es una llave de oro y la otra de plata? Ha habido varias explicaciones, pero hay una que me parece más interesante. No la inventé, sino la descubrí en el comentario de Dorothy Sayers sobre la Divina Comedia de Dante.

Comenzando con lo que es más importante; ella dice que la llave de oro representa el poder de perdonar pecados. Ganado por la Pasión de Cristo, tiene de lejos el mayor valor. Sin embargo, la llave de plata también es necesaria para salivación. Abre el corazón del pecador arrepentido, desenvolviendo los tentáculos del pecado. Usar la llave de plata requiere paciencia, habilidad y trabajo duro. No es suficiente decir, “Pues, soy perdonado. Todo está bien.” Arrepentimiento incluye el esfuerzo de arrancar la mala hierba, de contrarrestar los efectos del pecado.

La Divina Comedia contiene un ejemplo de un hombre que pensaba que la llave de oro era la única que necesitaba. Un tal Guido da Montefeltro practicaba una vida de decepción, engañando a muchas personas para obtener las cosas que querría. En cierto momento, experimentó un cambio de corazón y renunció su vida fraudulenta para ser fraile franciscano. Desgraciadamente, no se arrepintió completamente. El papa Bonifacio VIII (según Dante, un personaje muy desagradable) supo del engañador ya fraile y le pidió llevar un mensaje falso a uno de los adversarios papales. Guido al principio vaciló, pero el papa le ofreció absolución en adelantado. Aparentemente pensando que podía engañar aun a Dios, el fraile aceptó. Cuando murió, como era franciscano, San Francisco bajó para llevar su alma al cielo. Pero el diablo intervino, notando que nadie puede recibir perdón sin arrepentimiento:

“Nadie tiene absolución sin arrepentirse;

ni se puede pecar y arrepentirse a la vez,

porque la contradicción Lo excluye.”

(Inferno, Canto XXVII, 119-121)

El Diablo sabe lógica elemental. Guido no podía decir que se arrepiente de engañar a otros y al mismo tiempo sigue haciéndolo. Cuando un acusado se contradice, el jurado no tiene otra opción excepto votar en su contra. Además, no es necesario ser científico de la NASA para darse cuenta que no se puede recibir la absolución para un pecado futuro. Es como pedir al banco que incluya el préstamo del año próximo en la declaración actual de bancarrota.

Parece difícil imaginar que Guido – que era tan adepto en engañar a otros – dejara que el Papa Bonifacio lo engañe. Sin embargo, al pensarlo bien, no debe sorprendernos. ¿Cuántas personas vacilan en arrepentirse totalmente, asumiendo que en futuro no tendrán dificultad en pedir perdón? O peor, como Guido, ¿creer que pase lo que pase su salvación está garantizada, aun si siguen cometiendo ciertos pecados?

En los últimos años hemos puesto mucho énfasis en la gratuidad del perdón divino. Con razón – es la llave de oro. No obstante, ella sola no puede abrir las puertas del cielo. Se requiere también la llave de plata. Vd. sabe, igual que yo, que la puerta viene a ser más difícil para abrir, al ser cerrada más tiempo. Y la artritis en sus manos no se va a mejorar. ¡Lo más indicado es pedir al portero para la llave de plata para abrir la puerta en este momento!

Tomado de P. Felipe Bloom

JERARQUÍA.

Jerarquía viene dos palabras griegas, hieros, que significa „sagrado‟ y archein, que significa regla u orden. Jerarquía, entonces, significa “orden sagrado.‟ La Trinidad es una jerarquía, porque las tres Personas son ordenados uno al otro en su posesión de la plenitud de sabiduría, bondad y amor. El contrario de jerarquía no es igualdad, como muchos piensan hoy. El contrario de jerarquía es uno de dos cosas: anarquía, la ausencia de todo orden, o tiranía, la imposición de un orden de-sacralizado de opresión por el más poderoso contra los menos fuertes.”

Tomado de P. Felipe Bloom

FIESTA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

Tan atrás como en el siglo cuarto se celebraba una fiesta en memoria de los Santos Pedro y Pablo en el mismo día, aunque el día no era el mismo en Oriente que en Roma. El Martirologio Sirio de fines del siglo cuarto, que es un extracto de un catálogo Griego de santos del Asia Menor, indica las siguientes fiestas en conexión con la Navidad (25 de diciembre): 26 dic. San Estéban; 27 dic. Santos Santiago y Juan; 28 dic. Santos Pedro y Pablo.

La fiesta principal de los Santos Pedro y Pablo se mantuvo en Roma el 29 de junio tan atrás como en el tercero o cuarto siglo. La lista de fiestas de mártires en el Cronógrafo de Filócalo coloca esta nota en la fecha – «III. Kal. Jul. Petri in Catacumbas et Pauli Ostiense Tusco et Basso Cose.» (=el año 258) . El «Martyrologium Hieronyminanum» tiene, en el Berne MS., la siguiente nota para el 29 de junio: «Romae via Aurelia natale sanctorum Apostolorum Petri et Pauli, Petri in Vaticano, Pauli in via Ostiensi, utrumque in catacumbas, passi sub Nerone, Basso et Tusco consulibus» (ed. de Rossi– Duchesne, 84).

La fecha 258 en las notas revela que a parir de ese año se celebraba la memoria de los dos Apóstoles el 29 de junio en la Vía Apia ad Catacumbas (cerca de San Sebastiano fuori le mura), pues en esta fecha los restos de los Apóstoles fueron trasladado allí (ver arriba). Más tarde, quizá al construirse la iglesia sobre las tumbas en el Vaticano y en la Vía Ostiensis, los restos fueron restituidos a su anterior lugar de descanso: los de Pedro a la Basílica Vaticana y los de Pablo la iglesia en la Vía Ostiensis.

En el sitio Ad Catacumbas se construyó, tan atrás como en el siglo cuarto, una iglesia en honor de los dos Apóstoles. Desde el año 258 se guardó su fiesta principal el 29 de junio, fecha en la que desde tiempos antiguos se celebraba el Servicio Divino solemne en las tres iglesias arriba mencionadas (Duchesne, «Origines du culte chretien», 5ta ed., París, 1909, 271 sqq., 283 sqq.; Urbano, «Ein Martyrologium der christl. Gemeinde zu Rom an Anfang des 5. Jahrh.», Leipzig, 1901, 169 sqq.; Kellner, «Heortologie», 3ra ed., Freiburg, 1911, 210 sqq.). La leyenda procuró explicar que los Apóstoles ocupasen temporalmente el sepulcro Ad Catacumbas mediante la suposición que, enseguida de la muerte de ellos los Cristianos del Oriente deseaban robarse sus restos y llevarlos al Este. Toda esta historia es evidentemente producto de la leyenda popular.

Una tercera festividad de los Apóstoles tiene lugar el 1 de agosto: la fiesta de las Cadenas de San Pedro. Esta fiesta era originariamente la de dedicación de la iglesia del Apóstol, erigida en la Colina Esquilina en el siglo cuarto. Un sacerdote titular de la iglesia, Filipo, fue delegado papal al Concilio de Éfeso en el año 431. La iglesia fue reconstruida por Sixto II (432) a costa de la familia imperial Bizantina. La consagración solemne pudo haber sido el 1 de agosto, o este fue el día de la dedicación de la anterior iglesia. Quizá este día fue elegido para sustituir las fiestas paganas que se realizaban el 1 de agosto. En esta iglesia, aún en pié (S. Pietro en Vincoli), probablemente se preservaron desde el siglo cuarto las cadenas de San Pedro que eran muy grandemente veneradas, siendo considerados como reliquias apreciadas los pequeños trozos de su metal.

De tal modo, la iglesia desde muy antiguo recibió el nombre in Vinculis, convirtiéndose la fiesta del 1 de agosto en fiesta de las cadenas de San Pedro (Duchesne, op. cit., 286 sqq.; Kellner, loc. cit., 216 sqq.).

El recuerdo de ambos Pedro y Pablo fue más tarde relacionado con dos lugares de la antigua Roma: la Vía Sacra, en las afueras del Foro, adonde se decía que fue arrojado al suelo el mago Simón ante la oración de Pedro y la cárcel Tullianum, o Carcer Mamertinus, adonde se supone que fueron mantenidos los Apóstoles hasta su ejecución.

También en ambos lugares se erigieron santuarios de los Apóstoles y el de la cárcel Mamertina aún permanece en casi su estado original desde la temprana época Romana. Estas conmemoraciones locales de los Apóstoles están basadas en leyendas y no hay celebraciones especiales en las dos iglesias. Sin embargo, no es imposible que Pedro y Pablo hayan sido confinados en la prisión principal de Roma en el fuerte del Capitolio, de la cual queda como un resto la actual Carcer Mamertinus.

Tomado de Felipe Santos, SDB

RELACIÓN ENTRE DOS GRANDES SANTOS

1. La primera relación entre Pedro y Pablo fue una relación de enemigos. En efecto, dice San Agustín: “Pedro y Pablo (…) se encontraron en el mismo día de la pasión de San Esteban. Pedro fue quien ordenó diácono a San Esteban (…). Pedro fue su ordenador, Pablo su perseguidor”.1 En la persona de Esteban lapidado se encuentran Pedro y Pablo. Pablo se relaciona con Pedro como el perseguidor con el perseguido.

2. Primera visita de Pablo a Jerusalén. En Gál.1,18-19 San Pablo narra su conversión y dice: “Al cabo de tres años fui a Jerusalén para conocer a Pedro, y estuve con él quince días. Y no vi a ningún otro apóstol fuera de Santiago, el hermano del Señor”. De esta manera San Pablo demuestra la autenticidad e independencia de su vocación a ser apóstol, que proviene directamente de Cristo. La apostolicidad de San Pablo es tan genuina como la de los otros once, dado que fue Jesucristo en persona que lo llamó y él puede ser testigo de su resurrección igual que los demás.

3. Segunda visita a Jerusalén. Esta visita sucede catorce años después de la primera. “El mismo Dios que hizo a Pedro apóstol de los judíos me ha hecho a mí apóstol de los paganos; y Santiago, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, reconocieron que Dios me ha dado este privilegio, y nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de que estaban de acuerdo en que nosotros nos dedicáramos a los paganos” (Gál.2,8-9). Comienza a gestarse la grandeza de la Iglesia Católica por la concordia y armonía de estos dos gigantes.

4. El Concilio de Jerusalén. Falsos hermanos habían puesto inquietud entre los cristianos de Antioquía, diciéndoles que había que circuncidarse y cumplir la ley mosaica. Pablo y Bernabé van a Jerusalén y se reúnen con los apóstoles y los presbíteros. Allí Pedro defiende ardorosamente el punto de vista de Pablo (Hech.15,7-11), y envían una carta a los cristianos de Antioquía (la primera encíclica de la historia) donde los declaran libres de la ley mosaica. Sólo les piden que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos y de la fornicación. Otra vez la concordia entre los dos apóstoles forja y construye la Iglesia.

5. Reprensión en Antioquía. Pedro, por “temor” a los judaizantes (los que querían que los cristianos cumplan con la ley de Moisés), se apartó de los cristianos que venían de la gentilidad, del paganismo. Esto fue una “hipocresía” y una “simulación” (Gál.2,11-21). Temor, hipocresía y simulación son palabras textuales del texto inspirado, y son las faltas que por debilidad Pedro cometió. Otra vez Pedro cae en falta por fragilidad. Otra vez tenemos a los dos gigantes, uno frente al otro, el uno corrigiendo abiertamente al otro; el otro aceptando humildemente la reprensión.

6. San Pedro escribe sobre las epístolas de San Pablo: “Tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación, como ya os lo escribió nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha dado; de hecho, así se expresa en todas las cartas cuando trata de este tema. Es cierto que en éstas se encuentran algunos puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan para su propia perdición, lo mismo que hacen con el resto de la Sagrada Escritura” (2Pe.3,15-16). Pedro, el anteriormente corregido públicamente, ahora expresa su humildad y manifiesta su amor hacia Pablo: ‘mi querido hermano’. Y ejerce en toda su propiedad y especificidad su carisma petrino, pues manifestando su carisma profético le da a los escritos de San Pablo el máximo reconocimiento que puede darse a un escrito: el estar inspirado con Inspiración Bíblica, el que sus escritos pertenezcan formalmente a la Sagrada Escritura.

7. El martirio. Dice San Agustín: “Ambos apóstoles fueron martirizados el mismo día. Ambos a dos no eran sino una sola cosa, y aunque hubieran padecido en fechas distintas, no hubieran dejado de serlo”2 Esta afirmación, que fueron martirizados el mismo día, es la que da razón de que se festeje su fiesta el mismo día.3 Los distintos itinerarios de estos dos grandes terminan en una misma culminación: el martirio por Jesucristo.

Tomado de José A. Marcone, I.V.E.

LAS CADENAS DE SAN PEDRO

Las cadenas que llevó San Pedro en dos ocasiones:

En la prisión de Jerusalén de donde fue liberado por un ángel (Hechos de los Apóstoles, capítulos 5 y 12);

En la Cárcel Mamertina de Roma donde estuvo 9 meses hasta su ejecución crucificado.

Conforme a una antigua tradición, San Pedro fue condenado en una corte que se hallaba en el mismo terreno de la actual iglesia de San Pedro en Cadenas, y en el siglo IV se construyó una capilla en este lugar. Más tarde, en el siglo V, fue reemplazada por una iglesia. No existen pruebas concretas que apoyen esta tradición, y los restos que se encuentran bajo San Pedro en Cadenas no indican que hubiera habido una basílica, sino una villa.

Las cadenas están sobre el altar con las reliquias de los siete mártires hermanos macabeos.

El 1ro de agosto, la Santa Iglesia Católica celebra la festividad de las cadenas del glorioso príncipe de los apóstoles San Pedro, libertado por el Señor de los hierros con que lo tenía amarrado Herodes Agrippa. Este cruel rey, después de haber hecho cortar la cabeza a Santiago el Mayor, patrón y apóstol de España, tenía la idea de ejecutar al apóstol San Pedro después de la Pascua, para satisfacer al pueblo que pedía su cabeza.

Tenía al apóstol «ad vincula» que significa entre cadenas, pero en víspera de la ejecución un ángel del Señor se apareció por la noche a Pedro en su cautiverio y le dijo: «Pedro, levántate, ponte el cinturón, toma tus vestidos y sígueme». Después de oír estas palabras, el Apóstol sintió que sus cadenas se aflojaban y caían por tierra. Pasó por en medio de toda la guardia sin ser visto y milagrosamente salió de la ciudad.

Después de salir de la cárcel fue a Roma, donde escribió su primera carta a las iglesias que había fundado en Asia, manifestándose a partir de entonces su primacía sobre la Iglesia universal de modo más evidente. Allí fue preso y murió mártir.

Tomado de Anecdonet

DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS

La Basílica de San Pedro en el Vaticano y la de San Pablo en la via ostiense son los dos templos más importantes de toda la cristiandad y están edificados respectivamente sobre las tumbas de estos apóstoles. La primera fue consagrada tal día como hoy en 1626, tras 170 años de construcción, sobre la tumba de San Pedro donde ya Constantino había ordenado construir la primera basílica, allá por el año 323. La de San Pablo, por su parte, se encuentra al otro lado de Roma. La antigua basílica fue destruida en 1823 por un incendio, construyéndose la nueva sobre la anterior y siendo consagrada en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro de antes del siglo IV con la inscripción: «A San Pablo, Apóstol y Mártir». Ambos edificios recuerdan a todos los cristianos en el mundo que la fe en Cristo se fundamenta en la predicación fiel del Evangelio y en la sangre de los primeros discípulos del Señor que supieron ser leales hasta el martirio.

Tomado de Anecdonet

CHISTE

El seminarista distraído

Durante una clase de Cristología, el formador pregunta:

—¿Y tú, quién dices que es Jesús?

El seminarista responde:

—¿Puede repetir la pregunta? ¡Me distraje pensando en el almuerzo!

POEMA

LA SANGRE DEL CORDERO HA ENROJECIDO

1. La sangre del Cordero ha enrojecido

a Pedro en cruz clavado

y a Pablo, cuya voz cortó la espada,

testigos de Jesús crucificado.

2. La gran ciudad, ágora del orbe,

sintió los nuevos pasos;

¿por qué vuestro poder temió el Imperio,

si no fue más poder que el ser cristianos?

3. Dichosa Roma, cuya inmensa gloria

te dieron Pedro y Pablo;

exulta ahora, exulta coronada,

y canta los sepulcros de tus santos.

4. Oh Madre Iglesia, Madre de naciones,

contigo nos gozamos

por un doctor, discípulo de Cristo

y un simple pescador que fue llamado.

5. Oh santa Madre y virgen incorrupta

que sigues engendrando,

en ti reside Cristo, en ti se muestra,

y en Pedro a ti las llaves se te han dado.

6. ¡Honor y bendición a Jesucristo,

el Hijo confesado,

honor al Gran Pastor de nuestras almas

que a Pedro dio su voz y su cayado! Amén

Escrito en Jerusalén, 29 junio 1986

Rufino María Grández

, Himnario de los Apóstoles, en: Fovenda Sacra Liturgia: Miscelánea en honor del Dr. Pere Farnés. Centre de Pastoral Litúrgica. Barcelona, 200, pp. 339-356, véase pp. 347-348.

ORACIÓN

Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.

Tomado de Benedicto XVI, Homilía (21-08-2011)

MEDITACIÓN

¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

No podemos responder sin conocerle, sin contemplar su alma, sin haber leído y releído sus palabras.

Hace dos mil años un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos (Evangelio de San Marcos 8, 27). Y la historia no ha terminado aún de responderla. El que preguntaba era simplemente un aldeano que hablaba a un grupo de pescadores. Nada hacía sospechar que se tratara de alguien importante. Vestía pobremente. Él y los que le rodeaban eran gente sin cultura, sin lo que el mundo llama «cultura». No poseían títulos ni apoyos. No tenían dinero ni posibilidades de adquirirlo. No contaban con armas ni con poder alguno. Eran todos ellos jóvenes, poco más que unos muchachos, y dos de ellos -uno precisamente el que hacía la pregunta- morirían antes de dos años con las más violentas de las muertes.

Todos los demás acabarían, no mucho después, en la cruz o bajo la espada. Eran, ya desde el principio y lo serían siempre, odiados por los poderosos. Pero tampoco los pobres terminaban de entender lo que aquel hombre y sus doce amigos predicaban. Era, efectivamente, un incomprendido.

Los violentos le encontraban débil y manso. Los custodios del orden le juzgaban, en cambio, violento y peligroso. Los cultos le despreciaban y le temían. Los poderosos se reían de su locura. Había dedicado toda su vida a Dios, pero los ministros oficiales de la religión de su pueblo le veían como un blasfemo y un enemigo del cielo. Eran ciertamente muchos los que le seguían por los caminos cuando predicaba, pero a la mayor parte les interesaban más los gestos asombrosos que hacía o el pan que les repartía que todas las palabras que salían de sus labios. De hecho todos le abandonaron cuando sobre su cabeza rugió la tormenta de la persecución de los poderosos y sólo su madre y tres o cuatro amigos más le acompañaron en su agonía.

La tarde de aquel viernes, cuando la losa de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie habría dado un céntimo por su memoria, nadie habría podido sospechar que su recuerdo perduraría en algún sitio, fuera del corazón de aquella pobre mujer -su madre- que probablemente se hundiría en el silencio del olvido, de la noche y de la soledad.

Y… sin embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno a aquel hombre. Los historiadores -aún los más opuestos a él- siguen diciendo que tal hecho o tal batalla ocurrió tantos o cuantos años antes o después de él. Media humanidad, cuando se pregunta por sus creencias, sigue usando su nombre para denominarse. Dos mil años después de su vida y muerte, se siguen escribiendo cada año más de mil volúmenes sobre su persona y doctrina. Su historia ha servido como inspiración para, al menos, la mitad de todo el arte que ha producido el mundo desde que él vino a la tierra. Y, cada año, decenas de miles de hombres y mujeres dejan todo -sus familias, sus costumbres, tal vez hasta su patria- para seguirle enteramente, como aquellos doce primeros amigos.

¿Quién, quién es este hombre por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura y en cuyo nombre se han hecho también -¡ay!- tantas violencias? Desde hace dos mil años, su nombre ha estado en boca de millones de agonizantes, como una esperanza, y de millares de mártires, como un orgullo. ¡Cuántos han sido encarcelados y atormentados, cuántos han muerto sólo por proclamarse seguidores suyos! Y también -¡ay!- ¡cuantos han sido obligados a creer en él con riesgo de sus vidas, cuantos tiranos han levantado su nombre como una bandera para justificar sus intereses o sus dogmas personales! Su doctrina, paradójicamente, inflamó el corazón de los santos y las hogueras de la Inquisición. Discípulos suyos se han llamado los misioneros que cruzaron el mundo sólo para anunciar su nombre y discípulos suyos nos atrevemos a llamarnos quienes -¡por fin!- hemos sabido compaginar su amor con el dinero.

¿Quién es, pues, este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio frontal, este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente y cuyo nombre -o cuya falsificación- produce frutos tan opuestos de amor o de sangre, de locura magnífica o de vulgaridad? ¿Quién es y qué hemos hecho de él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego o es opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que adormila? ¿Quién es? ¿Quién es? Pienso que el hombre que no ha respondido a esta pregunta puede estar seguro de que aún no ha comenzado a vivir. Gandhi escribió una vez: «Yo digo a los hindúes que su vida será imperfecta si no estudian respetuosamente la vida de Jesús». ¿Y qué pensar entonces de los cristianos -¿cuántos, Dios mío?- que todo 1o desconocen de él, que dicen amarle, pero jamás le han conocido personalmente?

Y es una pregunta que urge contestar porque, si él es lo que dijo de sí mismo, si él es lo que dicen de él sus discípulos, ser hombre es algo muy distinto de lo que nos imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Si, en cambio, él hubiera sido un embaucador o un loco, media humanidad estaría perdiendo la mitad de sus vidas.

Conocerle no es una curiosidad. Es mucho más que un fenómeno de la cultura. Es algo que pone en juego nuestra existencia. Porque con Jesús no ocurre como con otros personajes de la historia. Que César pasara el Rubicón o no lo pasara, es un hecho que puede ser verdad o mentira, pero que en nada cambia el sentido de mi vida. Que Carlos V fuera emperador de Alemania o de Rusia, nada tiene que ver con mi salvación como hombre. Que Napoleón muriera derrotado en Elba o que llegara siendo emperador al final de sus días no moverá hoy a un solo ser humano a dejar su casa, su comodidad y su amor y marcharse a hablar de él a una aldehuela del corazón de África.

Pero Jesús no, Jesús exige respuestas absolutas. Él asegura que, creyendo en él, el hombre salva su vida e, ignorándole, la pierde. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). Por tanto -si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona. ¿Y cómo responder sin conocerle, sin haberse acercado a su historia, sin contemplar los entresijos de su alma, sin haber leído y releído sus palabras?»

Tomado de José Martín Descalzo «Vida y misterio de Jesús de Nazaret».

CANTO

Verónica Sanfilippo / Confesión de fe

VIDEO

¿Y tú quién eres? – 13º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela