Se enfadó con Dios tras la separación de sus padres y se refugió en la fiesta: hoy es seminarista

Francisco Javier Peño Iglesias
es uno de los más de 1.200 seminaristas que hay en España. Ahora se
prepara para ser ordenado diácono en Madrid pero hasta llegar al
seminario de Madrid Dios tuvo una particular historia de lucha con Dios
que comenzó de niño con la separación de sus padres y con su juventud
alejado de Dios. Alfa y Omega recoge el testimonio que este seminarista ofreció en la sede de Obras Misionales Pontificias:

El camino de Javier comenzó cuando tenía 11 años, que fue cuando sus padres le contaron que “estaban juntos pero que no se querían”.
Sus padres se lo habían ocultado hasta entonces “para protegerme”. La
relación duró siete años más hasta que Javier cumplió 18 años, que fue
cuando “mis padres se separan y se me viene el mundo encima”.

Peño “veía mucho sufrimiento inocente en mí y le dije a Dios: ‘ahí te quedas y como eres Dios ya volverás a mí'”.
Se refugió entonces en la carrera, “de periodismo en el Centro
Universitario Villanueva”; en las chicas, se echó “una novia mormona que
estudiaba conmigo”; y en la fiesta.

De la fiesta al entrenamiento

Un año después, en el verano de segundo de carrera, dos hechos propiciaron que el hoy seminarista “empezara a salir de mi rabia”.
Un amigo le invitó a entrar en el equipo de fútbol del Rayo Vallecano,
como entrenador de las categorías inferiores, e hizo el Camino de
Santiago. Al entrar en el equipo su vida se fue ordenando. “Ya no podía
llegar de fiesta a las 7 u 8 de la mañana porque a esa hora tenía que ir
a entrenar con los chavales”. La peregrinación a Santiago también le
marcó de algún modo, y desde entonces hace la ruta jacobea todos los
años.

Tras la separación de sus padres, Francisco Javier soñaba con hacerse periodista deportivo.
Lo cumplió tras una visita a la universidad del director de marca.com,
con el que hizo buenas migas y quien le propuso entrar a trabajar en el
periódico. “Le dije que sí. Era mi sueño y lo cumplí”, explicó en la
sede de Obras Misionales Pontificias. Pero a pesar de haber alcanzado lo
que quería “notaba que mi corazón estaba hecho para algo más. Tenía
todo, podía entrevistar a mis ídolos y aún así veía que este no era mi
camino”.

Mi hermana “estaba loca”

De nuevo, y otra vez en verano, su mundo se desmorona cuando “un día de agosto mi hermana me dice que se hacía religiosa” e ingresaría en el convento 15 días después. “Pensé que estaba loca. Me fui a mi cuarto a llorar y no sabía por qué”.

El día en que su hermana se hizo religiosa, “en mitad de la
Misa, el Señor me tocó la tecla y estuve hora y media llorando sin
parar”.
Javier se dio cuenta de “que esto era lo que quería,
que me sentía feliz y noté que Dios había venido a por mí”, como había
predicho él mismo el día que decidió alejarse de Dios.

“Me sentí en casa”

El ingreso en el seminario no fue inmediato. Se dio cuenta de que Dios
le pedía hacerse sacerdote en uno de sus múltiples caminos de Santiago, y
aún así se resistió a entrar todavía un tiempo. “En un viaje a Asturias pisé el seminario y me sentí más en casa de lo que me había sentido en mi vida”.

El seminario pasó a ser su casa. Es también el lugar donde ahora se
prepara para ser sacerdote, una vocación que Francisco Javier define
como “una historia de amor que plenifica mi coración y que me hace
feliz”. Javier será ordenado diácono por el cardenal arzobispo
de Madrid, Carlos Osoro, el próximo sábado 10 de junio en la catedral de
la Almudena.

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