Es la fundadora de las Hermanas de la Compañía de la Cruz y se la llama “Madre de los pobres”
Ángela Guerrero González, sor Ángela de la Cruz, nació el 30 de enero de 1846 en Sevilla (España) en el seno de una familia humilde que no podía darle estudios. Muy pronto destacó por su bondad natural y su sensibilidad espiritual.
Su salud era frágil, pero trabajó como zapatera desde los 12, lo que no le impedía visitar iglesias y atender a familias pobres.
“Hacerse pobre con los pobres”
Angelita intenta ser carmelita descalza pero no es admitida porque no parece tener suficiente resistencia física para vivir en el convento. Decide entonces ser “monja en el mundo”, en sus propias palabras.
Hace votos ante un sacerdote, el doctor Torres Padilla. Se propone “hacerse pobre con los pobres” y no vivir junto a la Cruz de Cristo sino clavada en ella. Así pasa a llamarse Ángela de la Cruz.
Con otras tres mujeres, una de ellas con patrimonio, fundan el primer convento: una habitación de alquiler con derecho a cocina en una casa. Desde allí se extiende cada día más su atención a los enfermos y necesitados.
Madre de los pobres
En Sevilla crece su fama de “Madre de los pobres” y en 1876, el párroco –más tarde cardenal y beato- Spinola les concede la aprobación de la casa y de su labor. En 1904, el papa Pío X concederá la aprobación definitiva a la Compañía de la Cruz.
Cariño popular
El 2 de marzo de 1932 muere sor Ángela de un ictus y tal es el cariño de las gentes por ella, que las autoridades de la Segunda República, pese al ambiente anticlerical del momento, aprueban que se le dé sepultura en la cripta de la Casa Madre en Sevilla. No solo eso: dan su nombre a la calle donde se encuentra el convento y hacen nota oficial del duelo.
Juan Pablo II la canonizó el 4 de mayo de 2003, en Madrid. Tres días después, su cuerpo incorrupto fue trasladado a la catedral de Sevilla, donde es venerada.
Novena a santa Ángela de la Cruz
Dios de toda bondad, que iluminaste a santa Ángela, virgen, con la sabiduría de la cruz, para que reconociese a tu Hijo Jesucristo en los pobres y enfermos abandonados, y los sirviese como humilde esclava. Concédenos la gracia que te pedimos por su intercesión, en esta novena.
Inspira también en nosotros el deseo de seguir su ejemplo, abrazando cada día nuestra propia cruz, en unión con Cristo crucificado y sirviendo a nuestros hermanos con amor.