San Juan de Ávila y el sacerdocio: Dios quiere que su santo Cuerpo sea tratado de manos y cuerpos limpios

“Cuerpo y alma se nos pide limpia… para consagrar al Señor y recibir con fruto. Y, comenzando por la limpieza de cuerpo, se ofrece luego cuán justa y debida cosa es que se reciba y trate el purísimo Cuerpo de Jesucristo por cuerpo de sacerdote limpio en todo y por todo. Y entre las maneras de la limpieza que se requieren, no es lo que menos se debe tener ni la que al Señor menos agrada, la limpieza de la castidad. […]

Grandísimas señales ha dado Dios de que su santa voluntad es que su santo Cuerpo sea tratado de manos y cuerpos limpios, por ser él amiguísimo de esta limpieza. […] Y para dar a entender el Señor esto mismo, quiso ser tratado de virginales manos y reclinado en virginales brazos y pecho cuando era niño; y al tiempo de su muerte, envuelto en una sábana de lienzo blanco y limpia, y puesto en un sepulcro el cual a nadie había recibido. Y como esto entendiesen los sumos pontífices pasados, alumbrados por el Espíritu del Señor, que da a entender a los hombres de que Dios se agrada, mandaron que el que hubiese de ser sacerdote fuese virgen, o al menos hubiese sido casado con una mujer no más (cfr 1 Tim 3, 2), y aquélla fuera doncella.”

S. Juan de Ávila, Tratado sobre el sacerdocio, 15