Cielos

San Isidoro de Sevilla

Arzobispo de Sevilla y erudito de la España visigótica. Uno de los Cuatro Santos de Cartagena.

Cielos

Nació en una familia de alto nivel social oriunda de Cartagena que contribuyó a la conversión de los reyes visigodos (arrianos) al catolicismo.

No queda claro si él había nacido ya cuando la familia tuvo que exiliarse y se estableció en Sevilla.

De todos los hermanos, cuatro fueron santos: Leandro, Fulgencio, Florentina e Isidoro. Él fue arzobispo de Sevilla durante más de 30 años.

Una hermana de Isidoro, Teodosia, se casó con el rey Leovigildo y sus sobrinos Hermenegildo y Recaredo se convirtieron. Hermenegildo fue también santo.

El papel de san Isidoro fue clave para la asimilación de los visigodos. Era sabio y fue uno de los grandes intelectuales de la Edad Media. Conocía bien el griego y el hebreo. Su obra más conocida son las “Etimologías”, referente en el estudio de la Filología Latina.

En el plano de la santidad, como arzobispo se esmeró en aplacar la herejía del arrianismo y unificó la liturgia en la España visigoda.

En 1722, el papa Inocencio XIII lo declaró doctor de la Iglesia. Sus restos son venerados en la basílica de san Isidoro de León.

Santo patrón

San Isidoro de Sevilla es patrono de los humanistas: filólogos, filósofos, historiadores, geógrafos, topógrafos y geodestas. También es copatrono de la ciudad de Sevilla.

Oración “Adsumus” de san Isidoro de Sevilla

Aquí estamos, Señor Espíritu Santo.

Aquí estamos, frenados por la inercia del pecado,

pero reunidos especialmente en tu Nombre.

Ven a nosotros y permanece con nosotros.

Dígnate penetrar en nuestro interior.

Enséñanos lo que hemos de hacer,

por dónde debemos caminar,

y muéstranos lo que debemos practicar

para que, con Tu ayuda, sepamos agradarte en todo.

Sé Tú el único inspirador y realizador de nuestras decisiones,

Tú, el único que, con Dios Padre y su Hijo,

posees un nombre glorioso,

no permitas que quebrantemos la justicia,

Tú, que amas la suprema equidad:

que la ignorancia no nos arrastre al desacierto;

que el favoritismo no nos doblegue;

que no nos corrompa la acepción de personas o de cargos.

Por el contrario, únenos eficazmente a Ti,

sólo con el don de tu Gracia,

para que seamos UNO en Ti,

y en nada nos desviemos de la verdad.

Y, lo mismo que estamos reunidos en Tu Nombre, así también,

mantengamos en todo la justicia,

moderados por la piedad,

para que, hoy, nuestras opiniones en nada se aparten de Ti,

y, en el futuro, obrando rectamente,

consigamos los premios eternos.

Amén.

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