Salvador Bernal, biógrafo de Álvaro del Portillo: “Lo sobrenatural mejora la naturaleza, pero no la modifica”

Salvador Bernal, Doctor en Derecho, periodista y biógrafo de D. Álvaro del Portillo, reconoce que «junto a un santo se vive con gran normalidad».
Ha estado en Málaga para hablar de la vida del que fue segundo prelado
del Opus Dei, que será beatificado en Madrid el próximo día 27. A la
ceremonia acudirá el Obispo de Málaga, Mons. Jesús Catalá.

 

-Tuvo la suerte de conocer muy de cerca a Don Alvaro del Portillo…

-Aparte de lazos familiares, fui convocado para colaborar con él en
el proceso de beatificación de San Josemaría Escrivá, y esto me hizo
estar mucho tiempo a su lado durante varios veranos. Fueron muchos,
muchos días de trabajo muy intenso en los que convivíamos con él un
pequeño equipo de personas. Esa proximidad me permitió conocerlo muy
bien, tratarlo, admirarlo y quererlo.

-¿Cómo es la vida al lado de un santo?

-Es curioso, se vive con gran normalidad. él era una persona de un
trato afable, que se preocupaba por ti, que parecía que te conocía de
toda la vida. Era especialmente un “padrazo”, todo muy sencillo. Cuando
vienen las canonizaciones y empiezan las aureolas y tal, parece otra
cosa. La ventaja de haber conocido a las personas es comprobar que lo
sobrenatural mejora la naturaleza, pero no la modifica.

-¿Qué mensaje de su vida destacaría como ejemplo para el hombre de hoy?

-Yo le tengo por intercesor de la paz estos días que tantos
conflictos hay en el mundo. Era un hombre muy de paz. La fomentó
siempre.

-Uno de esos lugares necesitados de paz es Tierra Santa, un lugar que tiene mucha importancia en su biografía…

-Él siempre había tenido, como cualquier católico, una gran devoción a
los Santos Lugares, pero no pudo viajar a Tierra Santa hasta después de
cumplir los 80 años. Y lo tremendo fue que, la misma noche en que
volvió, falleció inesperadamente. Este hecho impresionó mucho a San Juan
Pablo II. Tanto, que se sintió movido a una cosa insólita: salir del
Vaticano e ir a rezar a su capilla ardiente, que estaba en la Iglesia
prelaticia de Santa María de la Paz. El día antes de su muerte, don
Alvaro había celebrado la Eucaristía junto al Cenáculo, y esa conexión
con el Señor, con la Eucaristía, impresionó al Papa.