Radegund, la historia de amor de un mártir y su esposa en la era nazi

Variety informaba recientemente de que se ha concedido la licencia de la próxima película de Terrence Malick, Radegund,
a la operadora francesa UGC en el Mercado de Cine Europeo, con la
publicación de una foto en primicia de la película como indicio de su
estreno en 2017.

Se dice que Thierry Decourcelle, de UGC, afirmó que el guion de
Malick es “uno de los guiones más sólidos que hemos leído en los últimos
años”. Tanto admiradores como detractores de Malick podrían argumentar
que la solidez de sus guiones no importa mucho a fin de cuentas; el
hombre es conocido por destripar sus guiones durante el rodaje y la
posproducción, en especial en su actual y prolífico giro
hacia películas más meditativas, abstractas y espirituales. (De hecho,
merece la pena preguntarse si esta respuesta negativa contra Malick es
en realidad contra su explícita sensibilidad religiosa más que contra
sus guiones o manejo de la cámara).


En cualquier caso, este guion carga con el peso de una historia verdadera. Radegund
estará basada en la vida de Franz Jägerstätter, un granjero austriaco
que fue ejecutado por el régimen nazi en 1943. “Desde el hogar de
Jägerstätter en la idílica Austria rural”, lee una sinopsis, “la
película sigue a Franz y a su esposa Fani a través de su camino de
resistencia. Contada a través de cartas reales en tiempo de guerra, esta
historia de amor descubre a la pareja en su conflicto con los miembros
de su unida localidad, su iglesia, su gobierno y hasta sus amigos, todo
lo cual les llevará a una encrucijada dramática”.


El lector puede profundizar más en la historia de Jägerstätter con la excelente película alemana The Refusal (disponible en YouTube en el alemán original con subtítulos en inglés) o, para algo más accesible, la breve biografía que ofrece el Vaticano sobre este “mártir seglar”:


Franz Jägerstätter nació el 20 de mayo de 1907 en la aldea de St.
Radegung, Austria, a pocos kilómetros de la frontera con Baviera.
Durante su adolescencia y su juventud se distinguió por su alegría y
vitalidad. A pesar de las tentaciones propias de su edad, permaneció
siempre firmemente arraigado en los principios de la fe. Rezaba todos
los días y recibía con frecuencia los sacramentos. 


En 1931 su padre, propietario de una granja, enfermó gravemente, y
Franz se vio obligado a ocuparse de ella para mantener a la familia. En
1936 contrajo matrimonio con Franziska Schwaniger. Tuvieron tres
hijas: Rosalía, María y Luisa. Los esposos eran católicos practicantes,
profundamente devotos y recibían diariamente la sagrada Comunión.


Llamado a cumplir el servicio militar en 1943, en pleno conflicto
mundial, declaró que como cristiano no podía servir a la ideología nazi
y combatir una guerra injusta. Su vida y su elección reflejaban su
radicalismo evangélico, que no admitía réplicas, sino que provocaba e
interpelaba. 


El padre José Karobath, su párroco, tras una conversación con él
pocos días antes de que lo reclutaran, escribió: “Me ha dejado sin
palabras, porque tenía las argumentaciones mejores. Queríamos que
desistiera, pero se imponía siempre citando las Escrituras”.


En el siervo de Dios se reflejaba su serenidad sufrida y su
adhesión al significado pleno del mensaje evangélico: en él la
coherencia era una señal distintiva, no por prejuicios ideológicos o por
un pacifismo abstracto, sino porque manifestaba con sencillez y firmeza
su fidelidad a los valores en los que creía.


Ante el terror nazi, ante la oscuridad de las conciencias y el
consiguiente olvido de Dios, Franz elevó su voz sin alardes, pero con
gran valor, para defender a la Iglesia de la furia anticlerical y para
anunciar con su ejemplo el amor al prójimo, hermano en Cristo y no un
enemigo contra el cual combatir.


A este propósito, son clarificadoras las palabras del cardenal
Christoph Schönborn, o.p., arzobispo de Viena: “Considerar el martirio
como una participación en el combate escatológico contra las fuerzas del
poder no era simplemente una fantasía delirante de la Iglesia de los
orígenes. 


Una figura tan límpida como la del mártir Franz Jägerstätter,
campesino de Austria, nos permite comprender cuán actual es esta
concepción. Su testimonio franco, que lo llevó a rechazar el servicio
militar en el ejército del Reich de Hitler, desvela las fuerzas que aquí
luchan entre sí”.


Franz fue procesado por insumisión por un tribunal militar
reunido en Berlín, que el 6 de julio de 1943 lo condenó a muerte.
Permaneció detenido desde marzo hasta mayo de 1943 en la prisión militar
de Linz; desde allí fue trasladado a una cárcel en Brandeburgo, en
espera de la ejecución de la sentencia. 


Quienes compartieron con él aquellos meses testimoniaron que
soportó las pruebas con infinita paciencia, en particular el profundo
dolor de la despedida de su esposa y de sus hijas. A su esposa envió una
serie de cartas, en las que destaca continuamente su entrañable e
inquebrantable amor a la familia, a la Iglesia y a Dios, así como su
petición de perdón por todos los sufrimientos que podía haber ocasionado
con su decisión de oponerse a la guerra.


El 9 de agosto de 1943, poco antes de ser guillotinado, el p.
Jochmann le administró los últimos sacramentos y le preguntó si
necesitaba algo. El siervo de Dios le respondió con gran
entereza: “Tengo todo, tengo las sagradas Escrituras, no necesito nada”.


Jägerstätter fue beatificado en la Iglesia católica en 2007, una
ceremonia a la que asistió su viuda de 94 años (“Siempre recé por que el
Buen Señor me permitiera vivir para experimentar este día”, afirmó). En
una carta escrita para la ceremonia, el entonces papa Benedicto XVI
alabó a Jägerstätter por ser un hombre que “entregó su vida en un acto
magnánimo de autosacrificio”.


El hombre detrás de la dirección de La delgada línea roja y El árbol de la vida
puede ser considerado sin dudas uno de los mejores directores
estadounidenses con vida. Y si hubiéramos de guiarnos por esta primera
fotografía exclusiva del filme, seguramente, sea cual sea la forma que
tenga de contar esta historia de amor, fe y fortaleza, estará tan
repleta de belleza como de verdad.

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