Christopher Jarvis
es un sacerdote de Michigan, en Estados Unidos. Él no quería serlo. De
hecho, vivió una vida bastante alejada de Dios, con alcohol, drogas,
sexo y hasta con varias detenciones policiales. No aspiraba a ser cura y
estaba muy alejado del ideal de cómo debía ser uno. Lo que no esperaba
es que en su alma un día ante una visita a la iglesia a la que su madre
le suplicó que le acompañara resonó en su interior una voz que decía: “Quiero que seas sacerdote”. Se escapó muchas veces, pero hoy en día es un feliz sacerdote y un activo evangelizador.
Nació en el seno de una familia católica de fe profunda. Y fue
precisamente la constancia y el tesón de su madre el que ayudó a su
futura conversión. Aunque estaba en un entorno muy católico, Jarvis
asegura que la fe “nunca llegó a florecer en mi corazón”.
No quería que Dios le tocara
En una entrevista en el programa Cambio de Agujas de Euk Mamie,
este estadounidense señala que mantenía a Dios alejado de su vida.
“Mirando atrás veo que no había mucha apertura para dejar que Dios me
tocara. Estaba más interesado en el deporte, los amigos, ser libre y tener coche para conducir”, cuenta.
Uno de los momentos más críticos se produjo cuando ya en el instituto
sus padres decidieron mudarse a otro pueblo situado a más de dos horas
en coche de su casa. Una vez allí se sintió “libre” para hacer lo que le
diese la gana. Y así fue como comenzó una “relación impura” con una chica ese verano.
Sabía, porque así le habían educado sus padres, que hacía algo que no
estaba bien. Pero lejos de recapacitar decidió ir en sentido contrario.
“No podía vivir la fe católica y esta vida al mismo tiempo así que empecé a alejarme de la fe”, agrega.
30 días seguido de fiesta y al calabozo
Rápidamente empezó también a emborracharse hasta que al final de ese verano entró en barrena. Decidió hacer un “retiro” fuera de casa de 30 días con sus amigos pasa salir de fiesta cada día de ese mes. Acabó detenido por la Policía.
Su padre tuvo que ir a recogerlo en comisaría. Ese mismo año comenzó la universidad aunque a diferencia de sus amigos él se quedó viviendo en casa de sus padres. Sin embargo, cada fin de semana se iba de fiesta a alguna de las universidades de sus colegas.
Volvió a tener problemas con la Policía una vez más. Jarvis pensó que
lo mejor sería cambiar de ambiente y decidió ir a otra universidad.
Pero la situación empeoró aún más. Alquiló un piso con los amigos y siguió bebiendo, drogándose y saliendo de fiesta. No piso ni una sola vez la Iglesia.
La bendita insistencia de su madre
Otro punto importante en su vida fue el hecho de suspender en la
universidad, algo que más adelante resultaría providencial. En aquel
momento su padre intervino y le dijo que no le estaría pagando un piso y
la universidad para que se dedicara a salir de fiesta. Así que este joven decidió volver a casa un tiempo. Empezó a trabajar y los fines de semana salía para seguir con el alcohol y las drogas.
Y en este punto entró en escena su madre, que durante todo ese tiempo había estado rezando sin cesar por su hijo. Un día pidió a Christopher que le acompañara a una Adoración Eucarística, puesto que era adoradora en una capilla de adoración perpetua y tenía que realizar su turno.
Además, aquel día cumplía 23 años. Evidentemente él no quería y menos aquel día. Pero su madre insistió tanto que al final decidió ceder y acompañarla.
“Decidí ir y decidí también rezar. Tuve una pequeña intención de desafiar al Señor.
Me arrodillé y le dije: ‘si estás de verdad en el Santísimo Sacramento
demuéstramelo’. Esperaba que me hablara o se me apareciera pero lo que
en realidad estaba detrás era: ‘si no responde, que no lo va a hacer
porque nunca me ha respondido, puedo dejar todo aquí’”.
El beato que llevaba su nombre
Estuvo así media hora sin que pasara nada por lo que fue a su madre
para que se fueran de aquella capilla. Pero su madre le dijo que le
faltaba otra media hora y le dio a su hijo un ejemplar de Magnificat para que lo leyera.
Buscó en la revista la fecha de su cumpleaños y vio que el santo de
aquel día era el beato Christopher Bayles. Se llamaban igual y vio que
había sido un mártir inglés. Pero lo que más le sorprendió fue la última
frase: “fue ordenado sacerdote a los 23 años”. Los mismos que él cumplía ese día.
“Cuando leí eso no fue que escuchase una voz fuerte pero en mi alma no pude sentirlo con más fuerza: ‘quiero que seas sacerdote’”, recuerda de aquel momento.
Este joven se quedó literalmente pálido. Hasta su madre se percató de su cara.
Al final le contó lo sucedido y ésta le dijo que fuera hablar con un
sacerdote. Christopher se negó y le propuso un trato a su madre: si no
le aceptaban en el curso de la universidad hablaría con un cura.
La recomendación de un sacerdote
Dos días después le llamaron de la universidad para informarle de que
no se impartiría el curso por falta de alumnos. No le quedaba más
opción que cumplir su palabra. “Fui a hablar con un sacerdote y todo fue
genial. Pero me dijo: ‘no creo que debas ir ahora al seminario.
Debes dejar de beber, las drogas, confesarte, empezar a rezar, ir a
misa y tomarte en serio tu fe. No puedes discernir si no estás en gracia’”, relata.
El joven se sintió muy aliviado de que el religioso no le dijera que
tenía que ser sacerdote. Pero sí le dio una oración al Espíritu Santo y
le dijo que la rezara todos los días. Sin saber cómo, esto último lo
cumplió a rajatabla. Así pasaron 4 años en los que su vida dio un vuelco total.
Un nuevo encuentro con el Señor
Y finalmente volvió a aquella capilla en la que Dios le habló con fuerza. “Estaba rezando y dije: ‘Señor, no lo entiendo, ¿qué quieres que haga? He dejado las adicciones, intentado asentarme, tener una familia”. En ese momento, Christopher tenía también novia.
Entonces cogió una Biblia y se abrió por el profeta Ezequiel y sus ojos se quedaron fijos en una cita, que decía: “El tiempo de preguntar ha terminado. Ya te lo he dicho”.
“Esto está claro”
Y de nuevo volvió a escuchar en su interior: “Quiero que seas sacerdote”.
Pero al igual que cuatro años antes quiso hacer un trato: “si quieres
que sea sacerdote tienes que acabar Tú con la relación en la que estoy.
Que venga de ella”. Dos semanas después ella le dijo que iban por
caminos diferentes y que lo mejor era que lo dejaran.
“Esto está claro”, vio Cristhoper, y finalmente hizo
un discernimiento en serio que le llevó al seminario. Entonces fue
cuando experimentó –confiesa- “una gran libertad interior y paz”. Y así
hasta el presente cuando ya es un sacerdote ordenado y un evangelizador
infatigable.
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