Matrimonio

Pronto casarse será cosa sólo de ricos o de muy religiosos: ¿qué puede hacer la Iglesia?

El sociólogo Mark Regnerus propone ayudar a la nupcialidad con comunidades de fe «medianas»

Matrimonio

El matrimonio pierde interés para la mayoría de la población en todo el mundo, se presenta como algo complicado e irrelevante (según lo ven las clases bajas) o un premio para los triunfadores, el culmen del éxito en vez del inicio de una aventura optimista, algo muy complicado y exigente, para las clases altas. Son pocos los varones interesados y resultan muy preciados para las mujeres, más numerosas, que competirán por ellos… o desistirán.

En las próximas décadas, y muy rápido, el matrimonio va a ser cosa sólo de ricos y triunfadores, o bien, de personas muy religiosas, señala el sociólogo Mark Regnerus, tras un estudio a partir de 200 entrevistas en profundidad y repasar datos estadísticos, que expone en la revista Christianity Today.

“El matrimonio rápidamente se está convirtiendo en en un acuerdo voluntario, de consumo y para la élite, que se decide más tarde que antes en la vida. Los aventajados ahora consolidan su riqueza casándose, mientras los desaventajados [que no se casan] se quedan incluso sin esa ayuda mutua”, explica Regnerus.

Lo que la Iglesia puede hacer

Es ya tarde para que la Iglesia o los Estados intenten hacer atractivo el matrimonio a la población en general, considera Regnerus, pero la Iglesia -y en general todas las comunidades religiosas que creen en el matrimonio- sí deben promover e impulsar esta institución entre sus miembros, facilitando que los solteros con fe se conozcan y den el paso.

Regnerus señala que para ello hay que fomentar comunidades de tamaño intermedio: no basta “la parroquia”, demasiado grande, donde no se conoce la gente ni se consiguen novios; ni el “grupo pequeño”, de 6 o 10 miembros, donde hay pocos candidatos para encontrar pareja. Lo que funciona son los grupos medianos, como los movimientos eclesiales o universitarios y postuniversitarios, y menciona específicamente el Camino Neocatecumenal, que nombran varios entrevistados en su estudio.

Recomienda fomentar comunidades de fe y una fe fuerte, viva, de cierto tamaño… ahí sí se encuentran chicos y chicas interesados en crecer en santidad, casándose.

Matrimonio, ¿palabra fea y tabú?

Don Browning, un experto en ética ya fallecido, decía que para muchos académicos la palabra “matrimonio” ya se consideraba una palabra fea, innombrable, un tabú.

Un ejemplo lo vemos en España, en el País Vasco, donde el informe del departamento de educación para las escuelas “Skolae Creciendo en Igualdad” (aquí en PDF) dedicaba 100 páginas a hablar de afectividad, relaciones e igualdad para instruir a los niños: mencionaba 9 veces la palabra “pareja” y muchas cosas gays, pero ni una sola vez la palabra “matrimonio”, “boda”, “esposo” o “cónyuge”.

En España -país con una natalidad y una nupcialdiad especialmente mala- los varones se casaban en 2019 con una media de casi 39 años de edad (38,7) y las mujeres con casi 36 años (35,9). La tasa de nupcialidad bruta se ha desplomado y se desplomará más.

Año – Bodas – Tasa bruta de nupcialidad

2018 – 162.743 – 3,54‰
2008 – 194.022 – 4,25‰
1998 – 207.041 – 5,10‰
1988 – 219.027 – 5,61‰

Escepticismo y miedo a cualquier cosa

Regnerus comenta el caso de un médico español de 25 años, cristiano, con fe y comunidad, que lleva 6 años de novio con otra doctora. Pero tiene miedo del matrimonio. Regnerus le presiona para que intente especificar sus miedos.

¿Miedo de qué? “De no ser libre, de estar atado, del compromiso, de cosas que no sabes que desconoces, de estar bien ahora y no después. Podrían aparecer diferencias entre nosotros, que el otro sea distinto a lo que pensabas”. ¿Seis años de noviazgo no bastan para conocerse? “Siento que no la conozco bien“, dice él.

Regnerus lo pone como ejemplo: muchos sienten este miedo bastante absurdo, y a muchos les paraliza y demora.

Para Regnerus, hay un mix letal contra el matrimonio -incluso entre novios o jóvenes cristianos- compuesto por:

– muchas opciones
– más tentaciones
– expectativas altísimas
– ansiedad consistente
– incertidumbre endémica

Los jóvenes no piensan que casarse les dé más seguridad

La Iglesia suele recordar en las bodas el texto de Eclesiastés 4, 9-12: “Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir“.

El apoyo mutuo, el ser más fuertes y resistentes al contar uno con el otro, siempre ha sido un motivo para casarse. Pero Regnerus dice que, en sus 200 entrevistas, “en ningún país escuché una descripción consistente del matrimonio como una forma de combatir o mitigar la incertidumbre social, material o psicológica”.

De hecho, ha encontrado lo opuesto: el soltero actual, más o menos, gana para mantenerse, o vive con sus padres. En cambio, le da miedo casarse porque piensa que ganará en fragilidad, que tendrá que mantener a su cónyuge o hijos, que vivir juntos traerá quizá problemas, que el otro podría llegar a ser inestable, problemático…

Casarse ya no es un inicio, sino un culmen, un triunfo

Tradicionalmente, las parejas se casaban bastante pobres y bastante jóvenes, con algunos ahorros y alguna ayuda de parientes, esperando mejorar manteniendo sus empleos y una economía austera. Casarse, quizá a los 22 o los 24 años, era entrar en la vida adulta, empezar en la vida adulta. Casi todo el mundo se casaba: era una apuesta optimista.

Ahora, casarse se da bastante más tarde, y a menudo después de experiencias de cohabitación, algunos desastres románticos, o después de esperar mucho al cónyuge “perfecto”.

Como hemos dicho, las mujeres en España se casan con 36 años, y los hombres con 39. Casarse es el culmen de su éxito, la cima: no están empezando la vida adulta, están demostrando que han triunfado profesional y económicamente en la vida adulta. Eso requiere casarse con una gran boda, mucho dinero, mostrando su éxito. Y convierte el casarse en cosa de ricos y triunfadores.

Una chica de 27 años dice a Regnerus: “tienes la década de los veintipico años para centrarte en ti, y después ya puedes intentar ayudar a los otros”.

Pero Regnerus comenta: “esta visión, común en la gente de su edad, es mala preparación para el matrimonio: la capacidad de autosacrificio es un comportamiento aprendido, no un regalo que te dan al cumplir 30 años“.

Lo mismo pasa entre muchos jóvenes cristianos actuales. “La mayoría de los jóvenes cristianos que hemos entrevistado articulaban altísimas expectativas para su matrimonio y baja tolerancia a sacrificarse. Francamente, no querían entregarse mucho”, señala Regnerus.

¿Cómo mantenerse virgen cuando los hombres son escasos y presionan?

En ambientes cristianos, hay menos hombres jóvenes que mujeres jóvenes. Y en el “mercado para casarse” (la gente soltera que está dispuesta a casarse) también hay bastantes más mujeres y pocos hombres.

Los hombres casaderos son escasos y valiosos y saben que pueden ponerse exigentes, incluso reclamando relaciones sexuales a las chicas, también entre cristianos. Muchas cristianas que buscan un buen marido se plantean: “¿me acuesto prematuramente con un hombre que parece bastante prometedor, o le digo que no y me arriesgo a que me deje y vaya con una que sí acepte?”

Es agobiante buscar al cónyuge perfectísimo

Antiguamente, los jóvenes no ponían demasiadas expectativas en su cónyuge. Quizá en los años 30 en España ella esperaba que él fuera trabajador, que aportara dinero a casa, que fuera fiel, que no fuera borracho ni violento, y si además era cariñoso y guapo, mejor. Ellos esperaban que ellas fueran cariñosas y hacendosas, que llevaran la casa y los niños, y si eran guapas, mejor.

Ahora, en cambio, se pide mucho más. Se supone que cada cónyuge ha de sacrificar bastantes cosas no por la felicidad del hogar, sino por la carrera profesional o vocacional del otro cónyuge; además se busca un reparto exquisitamente equitativo de las cargas domésticas; que el cónyuge escuche mucho, dé apoyo moral; que además de amante y cónyuge sea un gran amigo. Y bastantes cosas más.

El psicólogo Eli Finkel lo llama un “modelo sofocante” de matrimonio. Tim Keller, autor de The Meaning of Marriage, escéptico, dice: “la gente simplemente espera demasiado de su cónyuge”.

Esperando al “cónyuge perfecto” muchos -sobre todo chicas- simplemente, no llegan a casarse.

Sí, el matrimonio es un intercambio de necesidades

Un cónyuge es bueno en unas cosas, otro en otras, y se reparten tareas de forma complementaria, no equitativa. La demógrafa Valerie Oppenheimer escribió: “si la base del matrimonio es la especialización y el intercambio, parece una forma social cada vez más anacrónica”.

Regnerus considera que quizá sea anacrónica, pero es lo que es el matrimonio: él necesita lo que ella tiene; ella necesita lo que él tiene.

Quien cree que lo tiene todo y no necesita nada, no se casará.

El matrimonio no va a cambiar porque es así. Puede convertirse en una opción muy minoritaria (y eso sería malo para hombres, mujeres, niños, ancianos y la sociedad en general) pero no puede modificarse. “En una era de opciones crecientes, tecnología, igualdad de género, sexo barato y secularización, menos gente -incluyendo menos cristianos- querrá de verdad lo que el matrimonio es; esa es la clave”, declara Regnerus.

El matrimonio será cosa de gente religiosa… ¿cómo aprovecharlo?

En todos los países estudiados, los que van a la iglesia regularmente se casan más y se casan antes. En Estados Unidos, el 50% de los hombres que no van a la iglesia regularmente están casados a los 35 años; pero entre los que sí van regulamente son un 72%.

Incluso si la diferencia de nupcialidad entre religiosos y no religiosos es de apenas 8 o 12 puntos cada año, el acumulado en un par de décadas es mucho. Así, el matrimonio pronto será cosa de cristianos conservadores, judíos ortodoxos y musulmanes, es decir, de la gente religiosa practicante.

La Iglesia ha de entender que “es demasiado tarde para reparar todo pero no es tarde para reparar algo”, comenta Regnerus. Es posible para la Iglesia defender el matrimonio, si se centra sobre todo en proponerlo y facilitarlo a aquellos que están dispuestos: los más religiosos. Y debe conseguir que haya más religiosos mediante la evangelización.

Primera tarea: fomentar las comunidades de fe medianas

Muchísimos jóvenes cristianos han probado ya en sitios de citas cristianas en Internet, para encontrar pareja, pero su eficacia es bastante limitada. Lo que de verdad permite encontrar pareja es conocer a mucha gente de las edades adecuadas en persona. La misa o la parroquia en sí no sirve: es demasiada gente y no se conocen. Los grupos muy pequeños tampoco valen.

En cambio, grupos medianos, como los movimientos de Iglesia, sí sirven para encontrar novios. “Atraen a los adultos jóvenes por su característica cristiana, a veces contracultural. Estos grupos post-universitarios de tamaño medio se hacen cada vez más importante para la suerte marital”, escribe el sociólogo.

Pone el ejemplo de un movimiento de juventud de los dominicos en Polonia, un ministerio de estudiantes baptistas, el movimiento ecuménico Intervarsity y el Camino Neocatecumenal, citado por sus entrevistados en España, Líbano y Polonia.

Quien acude a estos movimientos buscando fe y servir a Dios, probablemente encontrará pareja. Pero, cuidado, quien acuda sólo buscando pareja, no encontrará ni una cosa ni otra, advierte Regnerus.

Segunda tarea: que los matrimonios cristianos den buen ejemplo

Los hijos, si ven que sus padres se aman en un matrimonio cristiano, querrán algo similar. Hay gente incapaz de soñar con el matrimonio porque nunca han visto un buen matrimonio. Cuando lo ven, pueden envidiarlo y desearlo y empezar a buscarlo.

Tercera tarea: no idolatrar ni idealizar el matrimonio

Regnerus recuerda que el matrimonio en un invento de Dios para aplicar aquí en la Tierra, no en el Cielo. “Es una herramienta para mejorar materialmente y un vehículo para el progreso espiritual que da oportunidades cada día, incluso cada hora, de mostrar amor encarnado y sacrificado”, escribe.

Pero no hay que caer en las expectativas “estratosféricas” que muchos querrían esperar del matrimonio o del cónyuge.

Como sociólogo, Regnerus tiene claro que el matrimonio beneficia a la sociedad y que al debilitarse la sociedad quedará muy dañada. Occidente aún vive de las rentas de los matrimonios esforzados y firmes de generaciones pasadas.

“El matrimonio es una obra corporal y espiritual de caridad no sólo hacia tu esposo e hijos, sino hacia el mundo más allá de tu hogar. El éxito de Occidente se construyó sobre esta estructura social, y desmantelarla nos dejará mucho más vulnerables y psicológicamente desasidos de lo que nos damos cuenta”, escribe. Es tarea de los cristianos fortalecerlo desde la fe.

ReligiónenLibertad