¿Por qué hay pocas vocaciones en España para trabajar con el Jefe más ambicioso? Damos 10 razones

Se celebra la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, y en España además se celebra la Jornada de Vocaciones Nativas de Obras Misionales Pontificias,
una cita que tiene ya 100 años. En este contexto, la Iglesia anima a
reflexionar por la falta de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa
en España.

No parece que sea por falta de oración: muchos rezan mucho para suscitar vocaciones, aunque, por supuesto, siempre puede rezar más gente y más tiempo y con más fervor.

Sergio Requena, responsable de Pastoral Vocacional en Conferencia
Episcopal Española, explica: “En el seminario faltan vocaciones; pero no faltan llamados [de Dios], faltan respuestas [de las personas]; se necesitan momentos para reflexión”.

Si antes muchos novicios, postulantes y seminaristas entraban al seminario o vida religiosa nada más cumplir los 18 años, ahora muchos entran con una carrera ya acabada, a los 22 o 24 años, e incluso más tarde.
Muchos han tenido alguna experiencia laboral y han visto que no les
llena. A los seminarios diocesanos entran unos 300 nuevos seminaristas
al año.

Quizá por eso la campaña vocacional usa lenguaje empresarial. “Hoy puedes recibir una llamada del Jefe más influyente del mundo”, dice el vídeo.

“Lidera una compañía con oficinas en todos los rincones del planeta”, con un “ambicioso ‘business plan'”, que “ofrece la posibilidad de conocer lugares” nuevos, que “afronta desafíos para cambiar la vida de millones de personas” y
que “cuenta con un manual lleno de sabiduría” (que es la Biblia). Es
una “alternativa de vida apasionante, que nada tiene que envidiar a la
que ofrecen las mejores compañías del mundo”. Eso sí, hay que ser “valiente”.

“Si te llama, responde a la llamada”, exhorta el vídeo. Interesados contactar en www.tienesunallamada.com.

Pero, ¿por qué le cuesta tanto a la Iglesia que los jóvenes adultos prueben a entrar en el seminario o en los noviciados religiosos en España? Hay al menos 10 causas, algunas de las cuales hace 35 o 40 años no se daban.

1- Jamas hubo tan pocos jóvenes en España

Porcentualmente, España nunca tuvo tan pocos jóvenes. Hace 6 años que España tiene más muertes que nacimientos y hace 35 años que no se alcanzan los 2,1 hijos por mujer necesarios para una demografía sana.
En la época de la Transición los jóvenes adultos eran el mayor grupo de
población. Los adultos jóvenes (18 a 35 años) que en 1981 eran el mayor
grupo social (36% de la población, 9,2 millones de personas), hoy son
el grupo más reducido, sólo un 22% (7,5 millones).

Toda España (no solo la Iglesia) está muy envejecida, después de 35
años sin lograr los 2,1 hijos por mujer necesarios para una buena
demografía; ahora ya no hay ni siquiera suficientes mujeres jóvenes para
cambiar la natalidad

Hoy los jóvenes adultos son una minoría pequeña, casi irrelevante,
incluso para los políticos. La edad media de los españoles varones es de
42 años; de las mujeres, 45. Hay solo 4,1 millones de españoles de 20 a 30 años. Con pocos jóvenes, habrá pocas vocaciones. 

2- Jamás hubo tan pocos jóvenes católicos practicantes

Según el detallado estudio de la Fundación Santamaría, sólo un 8,2% de españoles jóvenes se declara “católico practicante”, a
lo que podría sumar para algunos efectos un 13,8% de católicos “no muy
practicantes”. Los “no muy practicantes” solo van a misa algunas veces
al año y quizá participan en alguna cofradía y romería, de ahí es
difícil que salga una opción radical de vocación. Por lo tanto, deben
surgir de los 336.000 jóvenes practicantes de España que tienen entre 20 y 30 años. 

Puesto que las chicas no aspiran a ser sacerdotes y ya que cada año entran unos 300 seminaristas nuevos, ¡por cada 500 jóvenes adultos varones practicantes hay una vocación al sacerdocio diocesano! No es poco.

En cualquier caso, la clave para crecer en vocaciones está en lograr más
jóvenes que estén cerca de Cristo, enamorados de Cristo. Ese 8% de jóvenes católicos practicantes es un desastre inadmisible.

3 – Nunca la juventud se planteó tan poco su futuro

La encuesta Santa María (más datos aquí) preguntó a los jóvenes si pensaban casarse, permanecer solteros, vivir con pareja… En 2005, un 17% decían “no sé lo que haré”. En 2016 eran un 29%, casi uno de cada tres, los del “no sé lo que haré”. Es una generación que no se atreve a hacer planes, que no es ni capaz de imaginar la idea de hacer planes. Uno de cada tres ni piensa ni planea: va tirando. Hablar de opciones radicales como entregar toda la vida a Cristo y los demás es absolutamente ajeno a ellos.

4- Esta generación se sabe egoísta

La misma encuesta Santa María preguntaba a los jóvenes cómo se veían a sí mismos como generación.

En 1994, un 22% decía “egoístas”; en 2016 lo decía un 35%.

En 1994 un 26% decía “solidarios”; en 2016 solo un 18% dice que son solidarios.

En 1994 un 17% decía que los jóvenes tienen “poco sentido de sacrificio”; en 2016 lo dicen un 28%.

Es decir, en apenas 20 años, los mismos jóvenes, al autodefinirse, constatan que son más egoístas y menos solidarios.

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5 – Más individualistas que nunca

Muchos de ellos se han criado sin hermanos y a veces también sin primos. No es lo mismo que crecer rodeado de 5 o 7 hermanos. Y los jóvenes de hoy tampoco se asocian a nada. ¡Ni al deporte! Si
en 1984 un 17% de jóvenes pertenecían a entidades deportivas, hoy esa
cantidad se ha dividido por tres: no llega al 6%. De igual forma, si en 1986 un 6% de jóvenes pertenecía a asociaciones religiosas, hoy también se ha dividido por tres: un 2% (y hay muchos menos jóvenes).

Esta cultura ajena al asociarse, comprometerse, convivir con otros, dificulta dar el paso a la vida consagrada o religioso. Cada uno aspira a su pisito, o al menos a su habitación, llena de cachivaches tecnológicos, videojuegos y teleseries infinitas. El “otro” no es necesario.

6 – Incluso las familias creyentes no forman en la fe

Jesús Miguel Zamora, secretario general de la Confer, religioso de La
Salle que conoce bien a las nuevas generaciones, lo constata: los chicos de familias “católicas” van a colegios católicos sin saber nada de la fe. En casa ni rezan ni les forman. Los padres creen vagamente y esperan que los religiosos les formen algo. “Se parte de muy abajo, lo que crecen en fe durante el curso lo pierden en el verano, no hay un apoyo en la familia”, explica en diálogo con ReL. Ahí es muy difícil suscitar vocaciones.

7 – Los religiosos son poco visibles

Casi todos los expertos coinciden. Excepto en las vocaciones de
clausura, poco visibles, la gente se hace cura o religioso porque
conoció a otro cura o religioso admirable y cercano y pensó: “yo quiero ser como éste”. Pero hoy, en un colegio religioso, hay pocos religiosos, y los chicos o chicas es más difícil que los conozcan y admiren y traten con ellos. Otros analistas señalan que al usarse menos los hábitos, trajes religiosos y otros distintivos esa invisibilidad aumenta. Va contra la enseñanza de Jesús de ser visibles “como una ciudad en lo alto, que no se puede esconder”.

8 – La sociedad no valora, o incluso desprecia, la vida religiosa

En otras culturas y épocas, hacerse religioso implicaba unas renuncias,
pero también se ganaba un cierto prestigio y respeto social. En la
España actual, en cambio, “la sociedad no valora la vida religiosa, hará que te miren raro y eso influye al joven“,
explica Jesús Miguel Zamora. Eso sí, “quien opta convencido por la vida
religiosa es que lo ha reflexionado mucho, más que alguien que tomara
decisiones con 18 años hace décadas”.

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9 – Es una generación pragmática, nada idealista

La vida religiosa implica cierto nivel de idealismo, al menos en su fase
juvenil. Pero los jóvenes actuales no son idealistas sino pragmáticos. “No estudian lo que les gustaría, sino lo que ofrece más salida laboral y económica,
por ejemplo”, explica Sergio Requena, responsable de vocaciones en la
Conferencia Episcopal Española. Según la Fundación Santamaría, solo un 16% de jóvenes cree que su generación es “idealista”.

10 – Cuando ya hay pocas vocaciones, habrá menos

Es difícil para un joven entrar en un convento donde solo hay ancianos, o hacerse sacerdote de diócesis rural, sabiendo que le espera atender muchos pueblos pequeñitos,
que además serán cada vez más a medida que mueren o se retiran
sacerdotes ancianos. Aunque, respecto a esto, Jesús Miguel Zamora, desde
su atalaya de la Confer, afirma: “Yo creo que suele haber en
una comunidad más problemas entre los religiosos jóvenes y los de
mediana edad que entre los jóvenes y los ancianos
. Por lo
general, los jóvenes y los ancianos chocan mucho menos”. Con todo, es
evidente que en aquellas congregaciones donde ya haya jóvenes es más
fácil que lleguen otros jóvenes.

¿Qué se puede hacer?

Jesús Miguel Zamora cree que muchos jóvenes se animan a hacer experiencias breves, concretas, de vida religiosa o misionera, de algunos meses en verano, por ejemplo, que les hagan experimentar la felicidad de darse. También los voluntariados más estables pueden ser una puerta,
De hecho, las únicas entidades sociales que han crecido en afiliación
desde los años 90 son las benéfico-sociales, aunque sin mover masas: si
entonces un 1% de jóvenes participaban en ellas, ahora son un 4%.

Por otra parte, el joven actual (o la persona más madura con posible vocación), quiere “afinar mucho”,
explica Zamora. No basta con pensar “soy una persona religiosa y me
gusta enseñar a niños y me han hablado bien de tal congregación”. “Hoy la persona con vocación examina mucho y se piensa mucho dónde quiere entrar exactamente, y también usa internet para eso”, explica Zamora. Otro ejemplo de la importancia de potenciar los medios católicos en la Red.

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