Omella: “Me duele la polarización, no tenemos que crear tensiones, sino puentes para dialogar”

Entrevista exclusiva con el presidente de la Conferencia Episcopal Española

“Tengo la casa, el diálogo, la escucha y los brazos abiertos para las víctimas de abusos”

“Francisco nos pide que en la Iglesia no seamos un gueto cerrado, sino una comunidad abierta”

“El diálogo entre la Iglesia y el Gobierno en España no se ha cortado. El diálogo existe”

“Poquito a poco, la reforma del papa Francisco va calando y se va transformando todo”

“A veces, los mayores tenemos esa tendencia a mirar al pasado, y los jóvenes también, que miran atrás y ven lo que consideran una Iglesia más estructurada, en una sociedad católica… Pero eso ya ha pasado, y el propio Papa ha dicho que no hay que mirar al pasado”

16.12.2022 José Lorenzo

El cardenal Juan José Omella llega a la sede de la Conferencia Episcopal Española (CEE) con el paraguas en una mano y el móvil en la otra, atendiendo una llamada. Ha venido a Madrid, adonde se traslada con frecuencia para cumplir con sus obligaciones como presidente del Episcopado español. Deja un hueco en su agenda para atender a Religión Digital y, a pesar de que tiene más compromisos, en ningún momento mira su reloj.

A sus ojos se asoma ahora la carga del cargo, aunque por veces afloran destellos del cura de pueblo que es y que no quiere dejar de ser. El clima político, social y económico está tan desapacible como el que moja los cristales de su despacho, en la primera planta de la Casa de la Iglesia. Le preocupa la polarización que ve él y cualquiera que siga un telediario. Pero también que, contagiada por este clima, la Iglesia caiga en la tentación de mirar al pasado. Para él, la clave está en lo que pide el papa Francisco: “Que en la Iglesia no seamos un gueto cerrado, sino una comunidad abierta”.

Una semana de frío y lluvia en Madrid. ¿Sabe que, a menos de diez kilómetros de aquí, en la Cañada Real, hay decenas de familias sin electricidad con la que poder iluminarse y calentarse? ¿No le resultaba llamativo que siga sucediendo algo así en un país desarrollado como el nuestro?

Ciertamente, el mundo de la pobreza que nos envuelve en ciudades de todos los continentes nos cuestiona mucho. ¿En qué medida, nosotros, que vamos progresando cada vez más, hacemos que ese progreso llegue a todos? Nos hemos establecido mucho, sin querer, en el egocentrismo y no miramos, desde los pobres, el mundo.

Venimos de una época, tras la guerra, en que había que reconstruir tantas cosas y donde se había sufrido mucho, pero se apreciaba una gran solidaridad y se compartían muchas cosas. Cuando uno ha vivido en África y ve la gran pobreza, se percibe esa cercanía y esa gran reserva de humanidad y solidaridad, algo que no nos debería faltar a nosotros, y más en estas fechas de Navidad, donde vemos que Jesús se hace pobre para compartir nuestra pobreza y enriquecernos con su riqueza.

¿Qué hago yo, y qué hacemos como sociedad, para estar cerca de la gente de la Cañada Real, del pueblo de Ucrania, de tantos países que están en guerra o que padecen hambre? Parece que nos olvidamos y solo miramos lo que a nosotros nos afecta más.

“Es la hora de los hombres y mujeres de Estado que miran a largo plazo, de los que se atreven a tomar decisiones importantes para asegurar el bien y la prosperidad para las próximas generaciones y no el rédito partidista inmediato”, ha dicho usted en su discurso inaugural de la última Plenaria de otoño. ¿Ve que faltan hoy esos líderes que miren por el bien común en España?

Es este un tema muy importante. Se construye la sociedad con diálogo y con consenso. Eso lo vimos en la Transición y funcionó. El diálogo significa reconocer a la persona que tenemos delante con sus capacidades; y el consenso supone que unos y otros ceden para pensar en el bien de todos y no en el personal o de mi partido, porque quien gobierna ha de hacerlo para el conjunto de los ciudadanos.

Por eso, el papa Francisco habla tanto de la cultura del encuentro y del diálogo. Y hacerlo pensando en todos, incluso en los que no piensan como yo, porque a un gobernante lo eligen para gestionar los bienes de todos, y hacerlo en diálogo y con el máximo consenso que se pueda.

Por eso creo que la Transición fue un modelo para España y para el mundo. Suelo citar la buena impresión que me causó ver cómo en Cataluña, con motivo de las Olimpiadas de 1992,fueron capaces de ponerse de acuerdo las administraciones dejando como fruto, además, la reconstrucción de una parte de la ciudad de Barcelona, que dejaron preciosa, y fue gracias a que todos unieron fuerzas. Y cuando se unen fuerzas, pueden salir cosas muy hermosas.

El diálogo entre la Iglesia y el Gobierno en España no se ha cortado. El diálogo existe. Lo que yo pido siempre, primero, es entender que la política ha de tener su independencia, su autonomía, como la ha de tener la Iglesia, lo que no quiere decir que no tengamos que trabajar juntos por el bien común

La Iglesia, como institución, forma parte también de esa sociedad. Y ha habido períodos, como el que cita de la Transición, en la que fue, por decirlo así, ‘partera’ también del diálogo y el encuentro con los políticos de la época. Hoy en día, el presidente de la Conferencia Episcopal, ¿tiene confianza suficiente para llamar al presidente del Gobierno de España para abordar cuestiones que tienen trascendencia sobre el resto de la sociedad, también la creyente?

El diálogo entre la Iglesia y el Gobierno en España no se ha cortado. El diálogo existe. Lo que yo pido siempre, primero, es entender que la política ha de tener su independencia, su autonomía, como la ha de tener la Iglesia, lo que no quiere decir que no tengamos que trabajar juntos por el bien común. De ahí que siempre reclame que el Gobierno, para construir una sociedad nueva y de futuro, ha de contar con todas las instituciones y todos los agentessociales. Y esto, a veces, se echa en falta.

Creo que para cualquier reforma que se quiera hacer, por ejemplo, en el mundo de la enseñanza, se debe contar con los padres, con los profesores, con los centros educativos y demás instancias afectadas. Entiendo que eso es muy importante, y dado que la Iglesia está en el mundo de la enseñanza, aportando su granito de arena, pues que se cuente con ella también.

Quizás no se pueda llegar a un acuerdo total, pero dialoguemos, porque este diálogo no se puede perder, hay que pedirlo. Las distintas entidades sociales tienen que reclamar también su participación en este diálogo, porque son agentes activos en la construcción de la sociedad y se ha de contar con ellos para aportar, desde el respeto, lo que saben y conocen.

Al menos, han conseguido el hito histórico de que, por primera vez, un presidente del Gobierno haya pisado esta sede de la Conferencia Episcopal, e incluso las malas lenguas dicen que usted puso a rezar a Pedro Sánchez en la capilla de la Sucesión de los Apóstoles…

(Sonríe) Le enseñamos la Capilla cuando vino, porque también es lo que primero que se ve cuando se accede a la sede de la Conferencia, y allí, yo dije que los obispos, desde siempre, ya san Pablo lo hacía, rezamos por los gobernantes de todos los países y en aquel lugar, delante de él, recé la oración que recitamos, y ya está…

Lo que sí parece claro es que muchos gobernantes, entre ellos los del Gobierno de coalición, quieren ir a fotografiarse con Francisco, y dicen, como el ministro Bolaños, que el Papa es “inspirador”, o regresan emocionados, como Yolanda Díaz, que acaba de presentar un libro del Papa, junto al padre Ángel, en la madrileña iglesia de San Antón. ¿Qué les da Francisco?

(Ríe) Pues no lo sé… Es verdad que el papa Francisco tiene un reconocimiento mundial muy importante, es un punto de referencia para muchos temas, como la fraternidad, el diálogo, la ecología, la paz… El Papa está muy cerca de todos los acontecimientos que se suceden en el mundo y eso, incluso los que están más alejados, han visto una Iglesia a través del Papa que se acerca y quiere ser la Iglesia samaritana que acompaña a todos los hombres y mujeres del mundo en sus alegrías y sufrimientos.

La figura del papa Francisco también resulta atractiva para tantos pobres, que han visto que se preocupa directamente de ellos, como en el Vaticano, donde se han instalado duchas para los sintecho, se les reparte comida e, incluso, se sienta a comer con ellos… Es un Papa que pisa la calle, que en Argentina viajaba en metro y visitaba a los más pobres en los suburbios de Buenos Aires, que igual recibe en el Vaticano a jefes de Estado, que comparte su tiempo con quienes a lo mejor no tienen ni pasaporte, pero está cerca de ellos.

Y también se le percibe, y muy claramente en la guerra de Ucrania, que es un hacedor de puentes. Al menos quiere intentarlo. Y usted, en algunos de sus discursos, ha hablado de la polarización en España. ¿No han pensado los obispos en alguna ocasión en hacer de puente de mediación entre los partidos políticos en nuestro país? ¿Le preocupa la polarización?

A mí me duele esa polarización, y que se da no sólo en España, sino también en Europa y el mundo entero desde que perdemos un poco los valores que nos han constituido como sociedad, los valores de Evangelio, que son valores de solidaridad, de fraternidad, de cercanía a los pobres…

Tenemos que pensar no en crear tensiones entre nosotros, sino en crear puentes para dialogar, porque todos tenemos un corazón y una inteligencia y participamos de esta misma sociedad… Pues tendamos puentes entre nosotros para entendernos, porque somos capaces de entendernos dialogando. Pero, si polarizamos, entramos en una confrontación. Y ahí, todos, también el sacerdote y el obispo, que está llamado especialmente a hacer de puente, debemos hacerlo, también el educador, el médico… todos tenemos esa obligación moral de acercar a la gente, unos a otros, y no ser elementos distorsionadores o excluyentes.

La reforma del Papa busca vivir más el Evangelio a la luz del Concilio Vaticano II. ¿Qué puede haber resistencias? Bueno, siempre las hay ante cualquier cambio, pero poquito a poco la reforma va calando

También parece que la barca de la Iglesia anda entre marejada y fuerte marejada. ¿Cómo ha sido acogida la reforma de la Curia del papa Francisco?

La Iglesia es universal y las sensibilidades son muy diversas en África, América, Europa… Pero esta reforma del Papa va en una línea de transparencia, de mayor participación de los miembros que formamos la Iglesia, como la mujer, los laicos, los religiosos, y no solo los sacerdotes, y en esa línea de comunión como pueblo de Dios, todos responsables y todos protagonistas.

Y esto, de alguna manera, a algunos les cuestiona su propia manera de ser, su formación, pero la reforma del Papa busca vivir más el Evangelio a la luz del Concilio Vaticano II. ¿Qué puede haber resistencias? Bueno, siempre las hay ante cualquier cambio, pero poquito a poco la reforma va calando y se va transformando todo y entramos en la misma línea de comunión, aunque al principio pueda costar un poco

El próximo mes de marzo se cumple el décimo aniversario de la elección como Papa de Jorge Mario Bergoglio. ¿Qué balance haría de estos años de pontificado?

Si nos fijamos bien, en cada momento de la historia parece que Dios nos prepara el Papa que necesitamos. Tras el pontificado largo y entusiasmante de Pío XII, llegó Juan XXIII y abrió las ventanas del aggiornamento con el Vaticano II; después, tras aquel entusiasmo, Pablo VI le dio una solidez pastoral, teológica y mística al Concilio, luego, Juan Pablo I, con aquella sonrisa, en un mes, que nos hizo tanto bien; y llegó Juan Pablo II, con su entusiasmo por integrar a la juventud; y Benedicto XVI con su solidez magisterial y su denuncia de los abusos…

¿Y qué nos ha traído el papa Francisco? Una apertura al mundo, porque a veces tenemos tendencia, ante las dificultades, a cerrarnos en nuestra propia casa. Y él nos ha traído la Iglesia en salida, para salir a las periferias y al mundo del dolor, como salió Jesús por los caminos de Galilea. Y nos ha dado también esa esperanza de una Iglesia misionera en salida, y de salir también al encuentro de la gente que está más alejada de la Iglesia o que nunca ha entrado en una o que no conocía a Jesús. Y Francisco nos alienta a salir y a mostrarles la belleza del Evangelio desde el amor, desde la solidaridad.

Y a la Iglesia, el Papa le dice que reforme también sus estructuras, y ante el tema de los abusos nos pide transparencia, lo mismo que en la gestión del dinero o en el abuso de conciencia… Nos pide que no seamos un gueto cerrado, sino una comunidad abierta en la que se pueda ver también que la Iglesia es santa y pecadora, que tiene mucha luz, y tiene sombras, como ya lo dijo el Concilio y el propio Jesús.

Habla de esa Iglesia misionera en salida que pide el Papa, y la CEE, en las orientaciones pastorales para 2021-2025, tituladas ‘Fieles al envío misionero’, reconoce que, en la llamada a evangelizar, “los esfuerzos realizados en este tiempo han sido muchos, pero tenemos la impresión de que el cambio [social] va más deprisa que nuestra conversión pastoral”. ¿Se encuentran los obispos un poco desubicados, en medio de una sociedad que les da la espalda, que les ignora, que se muestra indiferente?

Comenzaría respondiendo que la pregunta se hace desde una realidad muy concreta, que es la de Europa, donde la natalidad ha disminuido, lo que significa que es una sociedad que no tiene hijos y sin esperanza, porque no tiene que regalar nada al futuro, pero si miramos la realidad global, la Iglesia ha crecido.

Dicho esto, los obispos somos como los labradores, que sembramos y hay que esperar a que dé fruto, que suele tardar, y como estamos en un mundo de inmediatez, no vemos los resultados, y ofuscados por el dolor y las lágrimas, no percibimos los brotes verdes de jóvenes que, de alguna manera, también están creando esperanza en la Iglesia.

Este verano, por ejemplo, tuvimos en Santiago de Compostela a doce mil chicos y chicas en la Peregrinación Europea de Jóvenes. Ciertamente, no es algo multitudinario, pero es un grupo de jóvenes que anuncian primavera, porque luego cada uno vuelve a su ciudad, a su parroquia y son elementos dinamizadores, por lo que yo, desde luego, no pierdo la esperanza, aunque me duele que mucha gente se aleje de la fe. A la vez que hay torres que caen, hay árboles con brotes que nos darán fruto en el futuro. Y eso no lo podemos perder, porque si no, nos volvemos, como digo yo, ‘caritristes’.

Hay que mirar al presente y amando a este mundo. ¿Puede venir la tentación de cierto desánimo? Sí ¿Y de mirar al pasado? También. Pero al final, la actitud verdadera es la del misionero

En esas mismas orientaciones pastorales, dicen que “si no logramos superar esa desconfianza ambiental que, en amplios sectores de nuestra sociedad, se ha instalado respecto de la Iglesia, la evangelización se nos hace más difícil”. ¿Puede surgir ahí la tentación del desánimo, de mirar para atrás y con una actitud de autodefensa, frente a la que advirtió usted en su discurso ante la Plenaria del pasado noviembre?

No digo obispos, puede pasar también en los agentes de pastoral, pero a veces, los mayores tenemos esa tendencia a mirar al pasado, y los jóvenes también, que miran atrás y ven lo que consideran una Iglesia más estructurada, en una sociedad católica… Pero eso ya ha pasado, y el propio Papa lo ha dicho hace unos días a los seminaristas de Barcelona: que no hay que mirar al pasado.

Hay que mirar al presente y amando a este mundo. ¿Puede venir la tentación de cierto desánimo? Sí ¿Y de mirar al pasado? También. Pero al final, la actitud verdadera es la del misionero, y yo, que he sido formado entre los misioneros para ir a trabajar a África, aunque solo estuve un año, veía que el mundo al que íbamos era absolutamente ajeno a la fe, sabías que ibas contracorriente, pero no te puedes desanimar, porque si lo haces, no crees que el mensaje que portas es potente, es transformador, ni que Jesús tiene el poder de transformador el corazón de la gente.

Yo ahora veo a muchos jóvenes que vienen de un mundo absolutamente alejado de la Iglesia, algunos sin bautizar, que han experimentado el vacío y finalmente, también la gracia de Dios, y esa es la labor del misionero, que ha sido capaz de contagiar, seducir y enamorar con la persona de Jesús. Y, desde la tentación del desánimo, lo que queremos hacer es pasar al enamoramiento, dejarnos seducir por Jesucristo y ser, perdón por la expresión, la bomba atómica del Evangelio.

Usted recibió el pasado mes de marzo en Añastro a las asociaciones de víctimas. ¿Las acogerán también en una asamblea plenaria?

Creo que las víctimas, en general, ha sido y son recibidas en todas las diócesis por los obispos, yo ya las había recibido en Barcelona, también en Logroño, donde estuve antes como obispo, y me pareció un buen gesto ofrecer esta casa para recibirlos.

Yo estoy en contacto con las víctimas y tengo la casa, el diálogo, la escucha y los brazos abiertos para las víctimas.

¿Se arrepienten los obispos de algo en la gestión de los casos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia en España? ¿Volverían a enfocarlo de la misma manera o todo lo sucedido les ha servido para aprender algo nuevo?

Varias cosas. Primero, el dolor que sufre una víctima de abusos es un dolor que difícilmente podemos compartir quienes no lo hemos sufrido, y eso nos duele y queremos estar cerca de todas las víctimas.

Segundo. Nos duele que la Iglesia, que tiene que ser modelo de honestidad y de moralidad, haya caído en estos pecados y delitos.

Tercero. La sensibilidad social, y por tanto, también la eclesial, que había en tiempos pasados no era la que hay ahora, que hemos tomado más conciencia y se han establecido protocolos. ¿Y por qué no actuábamos como ahoraen los años 50? Porque la sociedad tampoco tenía la misma sensibilidad. ¿Lo teníamos que haber hecho mejor? ¡Siempre! ¿Tenemos que hacerlo mejor? ¡También! Y vamos a intentar hacerlo lo mejor posible y caminar al lado de las víctimas y ayudarlas.Pero, añadiría, y no quiero echar balones fuera, pero creo que tengo que decirlo también: reconociendo los errores y el daño que personas de la Iglesia han hecho a víctimas, creo que la sociedad sangra también con este tema, porque hay abusos en todos losámbitos de toda la sociedad, y donde más se producen es en la familia.

Creo que ahí, la sensibilidad y los protocolos faltan para ayudar a que la sociedad también deje de sangrar con este tema y ayude a que esto no se produzca más. ¿Qué formación en valores, en respeto y en la forma de vivir la sexualidad se está dando? Es un déficit que todavía tiene la sociedad en general y hemos de trabajar todos juntos para que los abusos desparezcan de todos los ámbitos en los que se dan, y también en la Iglesia.

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