Cistercienses-Sobrado dos Monxes

Llegó intrigado a Medjugorje en plena guerra: se quedó, se hizo católico y se convirtió en fraile

Peculiar historia del protestantismo al catolicismo y a una nueva orden religiosa

Cistercienses-Sobrado dos Monxes

La vida de John Boughton ha dado muchas vueltas. El ahora fraile franciscano de la Renovación, una orden de reciente creación y muy centrada en la evangelización, era en el pasado un joven protestante. Mientras estudiaba Medicina llegó a sus manos un libro sobre Medjugorje, un lugar que además estaba situado en medio de un complejo conflicto bélico. Pero decidió ir hasta allí, donde experimentó una fuerte conversión que le llevó al catolicismo y más tarde a la vida religiosa.

En el canal de Fruits of Medjugorje, este fraile cuenta todo su proceso de conversión y el papel que la Virgen María tuvo en él.

Oí hablar de Medjugorje por primera vez en otoño de 1991 y fui por primera vez en febrero o marzo de 1992, entonces tenía 28 años y estudiaba Medicina”, relata el ahora fraile.

Todo comenzó cuando un amigo suyo también protestante vio la conversión al catolicismo de otro amigo, y sobre todo, el cambio que había dado su vida. Él quería su paz.

Así, John cuenta que se encontraba con su amigo Robert hablando y éste le dijo: “John, no sé qué hacer, pero el cambio es tan radical en Jeff… y me ha dado este libro sobre Medjugorje. Léelo y dime lo que piensas”.

Aunque eran amigos de toda la vida, e incluso de niños habían sido monaguillos juntos en la iglesia episcopal, nunca habían hablado de religión hasta ese momento. Una vez que lo había leído su amigo preguntó a John qué le parecía aquello de Medjugorje. “Le dije que tenía que ser una de estas tres cosas: era del diablo, estaban locos o tenía que ser real”.

Y allá que fueron a comprobarlo, aunque en realidad descartaban que todo fuera obra del diablo o de la locura de los videntes.

Era 1992 y la guerra ya sacudía la entonces Yugoslavia. Y como John estudiaba Medicina decidió llevar también suministros médicos en sus maletas hasta Belgrado y de allí hasta Sarajevo y Medjugorje. Iban con un grupo de carismáticos de Texas y el norte de México.

Uno de los primeros signos incluso antes de llegar a Medjugorje se produjo cuando fueron acusados de contrabando de medicamentos e iban a ser llevados a prisión. Pero John asegura que pudo percibir la fuerza del Rosario que el grupo con el que iba estaba rezando para que pudieran ser liberados. Finalmente, el jefe militar les soltó y les dejó continuar.

“Esa fue la primera experiencia sobre el poder del rosario. Llegamos a Medjugorje después de un par de días y de otras historias, y fue una experiencia increíble ver lo que hace el rosario y encontrarnos con la Virgen porque como protestantes no conocíamos a Nuestra Señora”, asegura.

Debido a la guerra eran el único grupo de peregrinos que había en Medjugorje. Y allí no sólo pudo conocer en profundidad a la Virgen, sino también otro elemento que le era muy ajeno y le fascinó: la Adoración al Santísimo.

“A pesar de la guerra, era un lugar muy pacífico y se notaba la diferencia”, cuenta. Y así fue cómo preguntó a Dios qué quería que hiciese con su vida. “Finalmente firmé un cheque en blanco con Jesús y dije: ‘está bien Señor, haré lo que quieras, incluso… y pensé en la cosa más loca que se me ocurrió, incluso me convertiré en franciscano en Bosnia, no sé quienes son, no sé lo que hacen, acabo de conocer a uno, pero yo lo haré si tú quieres”. No sabía que todo lo que allí dijo se acabaría cumpliendo

Entonces –recuerda John- “la paz descendió sobre mí en ese momento y aunque no pensaba en convertirme en franciscano, con el tiempo al regresar a casa después de esa peregrinación me di cuenta a través de la dirección espiritual que estaba verdaderamente llamado a dejar mi vida en manos del Señor, pero todavía no estaba convencido con la Iglesia Católica”.

Pero sentía esa llamada al catolicismo y a la vida religiosa. Primero tuvo que dejar a su novia y luego supo que los recién convertidos no pueden ingresar en la orden al menos hasta dos años después.

“Por la Providencia de Dios y a través de la mano de Nuestra Señora pasé ese tiempo, la mayor parte de estos dos años, en Medjugorje dirigiendo convoyes de ayuda durante la guerra con St. David’s Relief Foundation, por lo que estuve bajo la tutela del padre Svet y el padre Slavko durante casi dos años aquí”, relata.

Sus dos primeros años como católico los pasó en la iglesia de Santiago de Medjugorje. Según recuerda John, “fue algo hermoso porque podía ver literalmente día a día, a veces varias veces al día, los frutos del cielo y el infierno, uno al lado del otro. Dejábamos el pequeño y pacífico Medjugorje y llegábamos más allá de Mostar hasta Zenica y Tuzla, puntos alrededor y más allá de Sarajevo y veíamos los frutos del infierno” provocados por la guerra.

“No tenía idea de lo que se suponía que era la vida religiosa desde adentro, no tenía concepto formado de nada de eso, pero sabía en mi corazón que estaba llamado a ser un fraile. Me invitaron a unirme a la Provincia franciscana en Medjugorje, me sentí honrado por esa invitación, pero también sabía en mi corazón de alguna manera que tenía que regresar a EEUU”, relata.

Cuando la guerra empezó a remitir en 1995 y su ayuda ya no era tan necesaria supo que tenía que regresar y preguntó al padre Svet, “¿dónde debo ir?”. Y este religioso le habló por primera vez de ese “pequeño y extraño grupo de frailes en el Bronx”. Se trataba de los Franciscanos de la Renovación, la orden a la que ahora John pertenece.

“Mi teoría es que Medjugorje tiene el carisma de que Nuestra Señora está dando órdenes de marcha para sus tropas y colocándolas alrededor del mundo para poder hacer lo que Dios quiere, ser luces del amor de Jesucristo en una época muy oscura”, señala.

Por ello el fraile John asegura que “necesitamos estar activos, necesitamos salir, necesitamos proclamar la verdad y el amor, las cosas que Nuestra Señora nos invita a hacer. Son herramientas con un objetivo en mente, hacer espacio para Jesucristo, para que se coloquen en el primer lugar en nuestros corazones para que individualmente podamos, de cualquier manera que el Espíritu Santo nos inspire a hacer, salir y traer esa luz de Cristo a otras personas”.

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