Las verdades de un sacerdote sobre las restricciones al culto público con pretexto del virus

Germán Maccagno, párroco de la iglesia de San José en Perico (Jujuy), denunció la política que está llevando a cabo el gobierno argentino respecto al culto público con motivo de la pandemia de coronavirus.

“Todos hacen protocolos, los dueños de los supermercados, de los restaurantes, de los centros comerciales, y está bien. ¿Nosotros no podemos hacer protocolos? La religión está en el último renglón, y más que esencial, es vital. Cuando abrimos las iglesias lo hicimos tranquilos con los protocolos, pero parece que, para los infectólogos, la religión infecta”, afirmó en una entrevista en Radio Grote, emisora de la Federación de Círculos Católicos de Obreros, recogida por AICA.

El sacerdote verbalizaba así una queja que se ha hecho prácticamente universal, pues buena parte de los estados, en sus normas sanitarias contra el covid, han discriminado a los templos y a los actos litúrgicos respecto a cualquier otro lugar o acontecimiento público.

“Este es el momento de hablar y no quedarse callado”, dijo Maccagno, porque “los derechos fundamentales del ser humano están siendo pisoteados: la gente se está enfermando de la cabeza y el miedo no les deja pensar…. La gente necesita ir a rezar y es hora de que los católicos también nos plantemos un poco y digamos las verdades en sol mayor, estamos todos tocando en do menor, tímidamente. Hay que decir las cosas como son. Hay algunos pastores que están medio ‘cabreados’ y, en general, andamos medio miedosos, pero vamos a ver si poco a poco se corre el miedo y empezamos a decir las cosas en otro tono, porque pareciera que hay solo un discurso, que está todo programado, todo dicho, todo impuesto”.

Asimismo, el sacerdote cuestionó la gestión de los organismos internacionales, traducidos en cuarentenas inacabables que en Argentina sobrepasa ya los 150 días: “La gobernanza mundial nos está manejando con las comunicaciones de la OMS, que muchas veces mienten. Dicen una cosa y después otra. Nos están manejando y ya es hora de que digamos basta”.

La fe necesita ser expresada y alimentada

En el mismo sentido, en un artículo en Somos Jujuy, el padre Maccagno recordó que la fe “necesita ser expresada, necesita ser ‘alimentada’ desde los sacramentos”: “Por eso es que debemos considerar la vida religiosa no como ‘actividad esencial’, sino como relación vital. Hay mucha gente que quisiera rezar, recibir los sacramentos, con todo derecho, y no puede hacerlo. Es como el que quisiera comer sin poder hacerlo ‘por precaución’. Los pastores de las iglesias saben tomar los recaudos para que cada uno se cuide”.

“Desde los ámbitos del Estado insisten en que la responsabilidad es ahora de cada uno. Pero resulta que esa responsabilidad no se puede ejercer en los actos de culto y tienen las iglesias cerradas hace medio año”, lamentó: “Nos han quitado los ritos, nos han impedido despedir a los muertos, nos impiden celebrar los sacramentos… Pregunto: en el ámbito económico, que cada uno tome sus recaudos; en el ámbito de las industrias, que sigan su protocolo, que no ‘le va a pasar nada’ (así lo dijeron); en el ámbito de compras esenciales, que respeten el distanciamiento… etc. etc. ¿Y en el ámbito religioso, todo clausurado? ¿Por qué? ¿Cuando rezamos y celebramos no nos sabemos cuidar?”

Pensemos en nuestra muerte

El párroco argentino aprovechó para una reflexión sobre la muerte: “Si hay algo seguro es que moriremos. Siempre contamos la muerte de otros, pero no pensamos en la nuestra. El virus nos ha puesto en evidencia que somos tremendamente frágiles y que nuestra vida depende de Dios”.

Pero “el hombre sin Dios no tiene respuestas a las preguntas trascendentes. La sociedad moderna nos ha traído el ‘ateísmo fluido’, como lo ha señalado muy bien el cardenal Robert Sarah en un reciente libro, Se hace tarde y anochece. Nuestra vida viene de Dios y va hacia Dios. Él es el Señor de la vida y el que nos da vida en abundancia, según el evangelio. Dios es misterio que se esconde y se manifiesta. No podemos ‘entenderlo’ acabadamente, porque si no, no sería Dios”.

Por eso, “desde nuestros límites, desde nuestra humildad humana, lo que tenemos que hacer es invocarlo, poner en Él nuestra confianza. El miedo nos paraliza; la confianza en Dios, la fe en Él, nos da vida y esperanza“.

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