Las claves de la Iglesia china: 70 años de persecución comunista y una «aldea litúrgica» excepcional

Del 28 al 31 de mayo tuvo lugar en Spokane (Washington) la Conferencia anual sobre Sagrada Liturgia, en la que participaron el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, y los obispos Thomas Daly (de Spokane) y Robert Vasa (de San Santa Rosa, California).


La conferencia estaba organizada por la Schola Cantus Angelorum (SCA), una schola femenina formada en 2007 en respuesta a la petición del Papa Benedicto XVI de que la liturgia católica se celebrara con el esplendor y la solemnidad del canto gregoriano.


El cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, se sumó
al evento por medio de una entrevista grabada hace algunos meses para
ser emitida ahora por vídeo.

Con objeto de comprender la intervención del cardenal Zen en el contexto político y religioso chino, el profesor Anthony E. Clark dirigió unas palabras a los presentes recogidas por The Catholic World Report y que reproducimos en español a continuación:



Anthony E. Clark es profesor asociado de Historia de China en la Whitworth University y autor, entre otros, del libro China’s Saints: Catholic Martyrdom During the Qing, 1644-1911  [Los santos de China: martirio católico durante la dinastía Qing (1644-1911)]. También ha dirigido un programa sobre los santos y mártires chinos en la cadena católica EWTN.


China, la política, la fe y la aldea litúrgica: el cardenal Joseph Zen en contexto


El cardenal Joseph Zen se ha distinguido últimamente, sobre todo, como defensor valiente de dos cosas: la integridad de la Iglesia en China, y la integridad de la liturgia católica.
A muchos les puede parecer que estas dos cosas no tienen nada que ver
la una con la otra, pero mi deseo es subrayar cómo, en el contexto de
China, la estructura eclesial y el mapa del culto litúrgico están
profundamente relacionados.


Situaré al cardenal Zen y sus observaciones en el contexto único del catolicismo chino,
que ha ocupado gran parte de las noticias en el mundo recientemente,
sobre todo en los últimos meses, a raíz del acuerdo entre el Vaticano y
China; acuerdo que ha causado mucha preocupación.
La liturgia es el punto central de esta conferencia, por lo que
intentaré unir la excepcional historia católica china con su particular
práctica del culto y la oración.


La singular identidad católica china se comprende mejor cuando consideramos los estudios llevados a cabo sobre la evolución de las lenguas y los dialectos.
Cuando los lenguajes se desarrollan, tienden a cambiar sobre todo en
los centros urbanos, más poblados y mejor conectados. Las aldeas
remotas, lejanas en su mayoría de las ciudades interconectadas, tienden a
conservar las formas antiguas de un determinado lenguaje o dialecto.
Por lo tanto, a los expertos les gusta investigar en las aldeas remotas
porque pueden oír el lenguaje antiguo, sin los cambios drásticos que ha
sufrido en las grandes ciudades. Dado que China estuvo muy aislada del
resto de la Iglesia durante las transformaciones radicales que tuvieron
lugar durante el Concilio Vaticano II y después, la realidad devocional y litúrgica en China ha seguido siendo lo que yo llamo una “aldea litúrgica” hasta los años 90.
De hecho, gracias, en gran parte, al haber estado protegida por la
liturgia preconciliar, la Iglesia en China ha orquestado
estratégicamente su propia supervivencia bajo las autoridades comunistas
post-1949, que exigían la independencia eclesial de la Sede Apostólica,
del Obispo de Roma y de las decisiones administrativas emitidas por el
Vaticano.


Pocas Iglesias nacionales se definen a sí mismas, hoy en día, más
“comprometidas con la unidad cristiana a través del compromiso con el
Papa” que la Iglesia china. Mi objetivo, por lo tanto, es abordar tres temas vinculados a las declaraciones del cardenal Zen sobre la Iglesia en China y la sagrada liturgia, a saber: el contexto político del catolicismo en la República Popular China; la vida litúrgica de la Iglesia china posterior a 1949; ubicar al cardenal Zen en el contexto de este escenario histórico.


Desde 1949, año en que se estableció el actual gobierno del país,
la Iglesia en China ha soportado siete décadas de desafíos; el cardenal
Zen tenía 17 años cuando empezó esta era de lucha y resistencia
católica. El año 1951 fue un año doloroso para los católicos en China,
ya que fue el año en que se puso en marcha una campaña contra la Iglesia planificada con todo detalle.
Shangai fue uno de los lugares donde se llevó a cabo esta campaña con
más intensidad. Se utilizaron los mítines y los artículos anticatólicos
de los periódicos para poner a la población en contra de los católicos:
los católicos de Shanghai fueron continuamente asediados por la persecución estatal durante los años 50, 60 y 70.



Manifestación comunista anticatólica en Shanghai, en 1951.



Ya antes de 1949, el Partido Comunista chino había empezado a
reprimir con mucha dureza a la población católica del país. En un
documento del Partido desclasificado recientemente y conservado en el
Archivo Municipal de Shanghai, se puede leer este objetivo expresado por
el gobierno: “Cuando la lucha política y las fuerzas de producción
hayan alcanzado un alto nivel de poder, entonces será posible para
nosotros destruir la Iglesia católica. Este es nuestro objetivo y luchamos para conseguirlo“. (Archivo Municipal de Shanghai, A22-1-233, “Guanyu Shanghai Tianzhujiao gongzuo de jieshao” 關於上海天主教工作的介紹.).


Por su parte, la Iglesia católica se había ganado la enemistad del
Partido Comunista, por lo que el Partido tenía sus razones para
sospechar de los católicos. En 1846, el papa Pío IX había afirmado que
el comunismo, “es totalmente contrario a la ley natural y, una vez
adoptado, destruirá completamente los derechos, la libertad, la 
propiedad y las posesiones de todos, e incluso la propia sociedad” (Qui Pluribus 1846). En su encíclica de 1937, Divini Redemptoris,
el Papa Pío XI hizo un llamamiento a los “líderes militantes de la
Acción Católica” para que ayudaran en la batalla de la Iglesia contra
las “trampas del comunismo” (Divini Redemptoris 1937). La
ardiente resistencia de la Iglesia china contra el comunismo se extendió
incluso hasta las reuniones del Concilio Vaticano II, en el que el
obispo exiliado de Nanjing, Paul Yu Bin, dio un animado discurso titulado: Mentioning Atheistic Communism by Name
[Mencionar el comunismo ateo por su nombre]. El obispo pidió que se
mencionara de manera específica el “comunismo ateo” en el esquema del
Concilio Sobre la Iglesia en el mundo moderno. Pidió que el
Concilio afirmara oficialmente que el comunismo es “ateísmo militante y
materialismo extremo, es decir, la suma de todas las herejías” (Tercera
sesión, discursos en el concilio, 23 de octubre de 1964).



Paul Yu Bin, obispo de Nanjing.


Es más: en 1948, el obispo Antonio Riberi organizó
el Shengmujun, 聖母軍, la Legión de María en China, una organización de
élite formada en su mayoría por jóvenes católicos que se convirtieron en
activistas anticomunistas. Como respuesta, el nuevo gobierno de Mao
dirigió su objetivo contra la Iglesia católica, a la que definió como
uno de sus enemigos más peligrosos.



Antonio Riberi, nuncio del Papa en Pekín.


La Iglesia católica consolidó sus esfuerzos para oponerse al nuevo gobierno comunista de China en dos campos: el primero, movilizando a la juventud católica china bajo la bandera de la Legión de María. En la edición de 1953 del The Official Handbook of the Legion of Mary [Manual oficial de la Legión de María],
leemos este pasaje: “La Legión de María es una asociación de católicos
… [que] han formado una Legión para servir en la guerra que la Iglesia
está librando continuamente contra el mundo y sus malvados poderes”
(págs. 1-2). Se definían como un “ejército”, en estrecha colaboración
con la jerarquía eclesial. En 1950, los obispos y sacerdotes de China
habían animado a los jóvenes católicos a organizarse en fraternidades
marianas y en la Legión de María. A estos jóvenes católicos se les
conocía como la “juventud católica”.


Segundo, la Iglesia organizó acontecimientos públicos de gran alcance
para dirigir la revolución espiritual de los fieles. Estas protestas a
gran escala, la mayoría de ellas en Shangai, estuvieron encabezadas por
el famoso obispo, monseñor Gong Pinmei. En 1951 llegaron a
conocimiento del nuevo gobierno de China tanto las declaraciones del
Papa contra el comunismo, como la difusión de la Legión de María en
China y los eventos públicos organizados en Shangai por monseñor Gong.
El Partido consideró que esto significaba una batalla abierta entre el
gobierno y la Iglesia católica romana. Los medios de comunicación
chinos, instrumentos del Partido, dirigieron su ira contra el obispo
Gong que, según el gobierno, tenía demasiada influencia. Los artículos y
los discursos vincularon a los misioneros católicos con el imperialismo
americano, y retrataron a los miembros de la jerarquía católica como agentes secretos del imperialismo y el fascismo. Las religiosas, que se ocupaban de bebés niñas abandonadas y de los huérfanos, fueron acusadas de ser “asesinas de bebés“.



Tira cómica del Shanghai Liberation Daily en 1951 promoviendo la
expulsión de los misioneros y la creación de una Iglesia católica
nacional independiente del Papa.


Una de las campañas más intensas del gobierno fue una cruzada anticatólica que se llevó a cabo con tiras cómicas en los periódicos. Un ejemplo del Liberation Daily de
Shangai promociona la alternativa del nuevo gobierno a la afiliación a
la Legión de María: la Asociación Católica patriótica y el Three-Selfs
Movement oficial. En esta tira se ve a un sacerdote patriótico, de raza
china -en China sólo es legal, hoy en día, un clero que sea claramente
de raza china- con un panfleto en la mano en el que están subrayados
los Three-Selfs: “Self-Govern, Self-Support, and Self-Propagation”
[Autogobierno, autoayuda y autopropagación]. El obispo destituido es el
nuncio papal, monseñor Riberi, que sujeta una hoja arrugada con el
nombre Legión de María. El objetivo del gobierno era persuadir a los católicos de China a Penunciar al papa y las autoridades vaticanas. El sufrimiento de los católicos chinos de esa época lo ejemplifica de manera conmovedora lo que le sucedió al obispo Ignatius Gong Pinmei, que era el obispo de Shanghai cuando se publicaron esas tiras.


En 1954, monseñor Gong Pinmei comprendió que el nuevo gobierno de
China actuaría contra la Iglesia católica, y que era sólo cuestión de
tiempo que esto sucediera. Ese año declaró: “Si renunciamos a nuestra
fe, desapareceremos y no habrá resurrección. Si somos fieles, a lo
mejor desapareceremos, pero habrá resurrección
“. La clave de esta
afirmación es que el obispo Gong -más tarde cardenal Gong-, estaba
recomendando una especie de resistencia. Y es lo que hizo la Iglesia
católica china en los años 50. Resistir.



Clero y seminaristas en Shanghai antes del arresto, en 1955, del
obispo Ignatius Gong Pinmei y de muchos de los presentes en la imagen.


A pesar de su oposición al Partido, el 8 de septiembre de 1955,
monseñor Gong Pinmei y varios cientos de sacerdotes y líderes eclesiales
fueron arrestados y encarcelados en Shanghai, ciudad natal del
cardenal Zen. Las propiedades católicas fueron confiscadas por las
autoridades locales y la nueva bandera roja china fue izada en ellas,
reclamándolas para el gobierno. Algunos de estos edificios católicos
siguen siendo utilizados como oficinas gubernamentales en Shanghai. El
obispo Gong estuvo encarcelado en la prisión de Tilanqiao de Shangai
durante cinco años antes de su juicio, tras el cual fue sentenciado a cadena perpetua
por actividades “contrarrevolucionarias” contra el Estado. Durante sus
años de cautiverio, a Gong se le pidió en varias ocasiones que
renunciara al Papa y se uniera a la Asociación patriótica. Algunas
fuentes afirman que lo único que tenía que hacer para ser liberado era
asentir con la cabeza a los oficiales de la prisión.


Su respuesta, legendaria, fue: “Soy un obispo católico romano. Si
condeno al Papa, no sólo no sería obispo, sino que tampoco sería
católico. Pueden cortarme la cabeza, pero nunca podrán arrancarme mi lealtad“. Gong fue nombrado secretamente cardenal in pectore (“en el corazón”) por el Papa Juan Pablo II
en 1979; el obispo seguía viviendo en la cárcel de Shangai cuando el
Vaticano hizo oficial su promoción. Tras su liberación en 1986, el
cardenal Gong Pinmei estuvo en arresto domiciliario hasta 1988. Supo que
había sido hecho cardenal durante un encuentro privado con el Papa, en
el Vaticano, en 1988; su nombramiento se hizo público en 1991.


Muchos católicos chinos tuvieron que quedarse en China durante las brutalidades de la Revolución cultural, que duró de 1966 a 1976.
Las iglesias católicas fueron profanadas, destruidas o incautadas por
el gobierno para uso secular. Durante esa época, las iglesias católicas
de Pekín fueron vaciadas y reclamadas por el gobierno: la North Church
fue utilizada como escuela de secundaria; la South Church como una
fábrica de procesamiento; y la West Church se convirtió en un almacén de
hierbas chinas. En 1966, un gran ejército de la Guardia roja atacó las iglesias católicas en toda China. Por ejemplo, la South Church/Catedral, en la que había vivido Matteo Ricci,
fue saqueada y se llevaron todos sus objetos religiosos (estatuas,
objetos de arte, reliquias, tabernáculos, etcétera), que fueron apilados
delante de la fachada de la catedral y quemados antes una gran multitud
de radicales. En una foto podemos ver un cartel colgado en el techo de
la iglesia en el que se lee: “¡Larga vida al presidente Mao!”
(毛主席萬歲), mientras los curiosos se agolpan alrededor de una llama que se
eleva hacia el cielo. En otra imagen, miembros de la Guardia roja
sonríen y se ríen mientras destruyen estatuas de Jesús y María con martillos y palos;
la figura de Cristo crucificado yace sin cabeza entre otras estatuas
rotas. En otra fotografía tomada delante de la catedral Xikai de
Tianjin, se ven imágenes del presidente Mao y de eslóganes anticatólicos
colgados alrededor de la puerta principal de la iglesia. El tabernáculo
está en las escaleras y la Guardia roja quema y destruye objetos del
interior de la catedral.


Durante la campaña “Destroy the Four Olds” de la era de Mao, en el primer año de la Revolución cultural, los católicos de China fueron considerados “enemigos del pueblo”.
Se obligó a los sacerdotes y a las religiosas a pisotear las cruces
mientras la Guardia roja gritaba: “¡Abajo Dios!”. Lian Xi describe esa
época de manera convincente: “En todo el país, los líderes de la iglesia
eran arrastrados a ‘sesiones de lucha’, en los que eran humillados o
golpeados; innumerables de ellos fueron enviados a establos (lugares
improvisados de confinamiento para semejantes “demonios con cuernos”), o
a campos de trabajo, o fueron llevados hasta el suicidio o la
apostasía” (Lian Xi, Redeemed by Fire, 205). Vincent Goossaert y
David Palmer han declarado que “la Revolución cultural produjo la más
profunda y completa destrucción de todas las formas de vida religiosa de
la historia china y, tal vez, también humana” (Vincent Goossaert y
David Palmer, The Religious Question in Modern China, pág. 167). De 1950 a 1976, la Iglesia católica china fue perseguida y oprimida, y de 1966 a 1980 vivió en la clandestinidad. Es cuando se formó la llamada comunidad “clandestina”.


Pues bien, ¿dónde encaja la liturgia católica en esta turbulenta
historia? Después de 1949, el gobierno comunista prohibió cualquier
vínculo entre la Iglesia china y el Vaticano, y estaba prohibido
mencionar el nombre del Papa durante la misa. La liturgia romana se convirtió en algo similar a una “aldea litúrgica” en China hasta finales de los años 1980;
en todo el país seguía utilizándose el misal preconciliar, y la
formación de los seminaristas siguió siendo la de los años 50, hasta que
en 1989 entró en vigor el Nuevo Rito de la Misa.



El obispo Aloysius Jin Luxian, jesuita.


Es importante recordar varios factores cuando se estudia la evolución
de la liturgia católica en China durante la era comunista. Monseñor Aloysius Jin Luxian,
SJ, obispo de Shanghai, que había estado en una prisión comunista de
1955 a 1982, cuando fue liberado viajó hasta Pekín para preguntar a las
autoridades si el nombre del Papa podía incluirse de nuevo en la misa.
El gobierno se negó, por lo que el obispo ordenó que sólo se utilizara
el misal de 1962 para que el nombre del Papa pudiera mencionarse durante el Canon, dado que el rito tradicional entona el Canon en silencio, sin que lo oigan los fieles.



Monseñor Jin Luxian celebra misa en 1980 durante unas ordenaciones sacerdotales en Shanghai.


Así, la misa latina tradicional estuvo en uso en China hasta la
Festividad de San Jerónimo en el calendario tradicional romano, el 30 de
septiembre de 1989, cuando las autoridades permitieron que se
mencionara al Papa en las misas, considerado como “líder espiritual” de
los católicos chinos, pero no líder temporal. Esa primera misa en el
nuevo rito, celebrada en Shangai, fue presidida por el padre Joseph Zen, y el texto de la misa fue traducido al chino vernáculo por el obispo monseñor Aloysius Jin Luxian.


Antes de finalizar estas observaciones, me gustaría sugerir que las
tradiciones litúrgicas y la historia de China merecen mucha más atención
de lo que se le ha prestado hasta ahora. Lo que yo llamo la “aldea
litúrgica” de China se remonta a mucho antes del establecimiento de la
República Popular china en 1949. Por ejemplo, la mayoría de los
católicos, e incluso muchos profesores que enseñan liturgia en los
seminarios y universidades, se sorprenderían al saber que el Vaticano ya había aprobado, en dos ocasiones, un misal romano en chino vernáculo antes de 1950. La primera aprobación emitida por Roma concernía al uso de una traducción china del Missale Romanum de 1670, llevada a cabo por el jesuita italiano, padre Ludovico Buglio, SJ, que tardó 24 años en completar su traducción del Misal romano, proyecto que había sido aprobado por el Papa Pablo V el 26 de marzo de 1615.


Durante los debates en Roma sobre si se debería permitir que China tuviera una liturgia en lengua vernácula, el gran teólogo San Roberto Bellarmino,
SJ, escribió en 1538 que “todos los católicos son conscientes de que el
Sacramento es totalmente completo sin importar la lengua utilizada,
siempre que su significado sea el mismo” (en Anthony Clark, China’s Christianity,
pág. 94). Bellarmino pone el ejemplo de otras liturgias católicas que
se celebran en lengua vernácula, como la de los armenios, los maronitas,
los greco-católicos rutenos, etcétera, con lo que sugería que no había
razones teológicas para impedir la celebración de la misa en chino. La
segunda aprobación fue concedida por el papa Pío XII y el Santo
Oficio el 12 de abril de 1949. El decreto del Santo Oficio establecía
que todas las partes de la misa fueran en chino, excepto el “Canon, el Pater Noster, el Pax Domini y el Agnus Dei”.
Debido a la Disputa de los Ritos que tuvo lugar durante el siglo XVII y
la subida al poder del comunismo en China en 1949, el vernáculo nunca
fue implementado en China.


También la arquitectura, las vestiduras sacerdotales y los objetos sagrados han sido exclusivamente chinos
a los largo de estos 1300 años de historia católica en China. Las
iglesias habían sido construidas según el estilo chino, las casullas
había sido hechas con seda china y con patrones chinos, y China es la
única Iglesia nacional que diseña y utiliza su estilo único de bonete,
llamado jijin 祭巾. Este tipo particular de bonete es utilizado por los
obispos, los sacerdotes y los acólitos -todos llevan el mismo durante la
santa misa-, lo que causó mucha sorpresa entre los prelados
occidentales cuando llegaron por primera vez a China y se les pidió que
llevaran el mismo cubrecabeza que el resto en el altar. La “aldea
litúrgica” de China ha tenido, y tiene, otras varias expresiones que son únicas y propias.


Durante la elevación de la Hostia y el Cáliz, por ejemplo, en China a menudo se encienden hileras de petardos en lugar de hacer sonar la campanilla,
que era lo que se hacía en el resto del mundo para atraer la atención
de los fieles hacia los elementos consagrados de la Eucaristía. Los
misioneros que acababan de llegar a China a menudo enviaban cartas en
las que explicaban lo sorprendidos que se quedaron la primera vez que
elevaron la Hostia durante la misa y de repente oyeron una fuerte
explosión de petardos. Y dado que se consideraba un gesto fundamental de
reverencia el que los hombres llevaran la cabeza cubierta en las
ceremonias importantes, la Santa Sede permitió que en China los hombres llevaran sombrero y las mujeres no se cubrieran la cabeza
durante la consagración del pan y el vino. Y si bien el canto
gregoriano era a veces entonado durante la misa, la música litúrgica
china no se parecía a ninguna otra del mundo. La música litúrgica más
habitual en China siempre ha tenido un tono budista, por lo que
tanto los misioneros como los fieles chinos ajustaban el texto de los
himnos católicos a los tonos y el ritmo de los cantos sutra. Hasta los
años 90, la mayoría de las misas en China eran celebradas, de principio a
fin, mientras toda la congregación cantaba himnos cristianos con una
tonalidad que era idéntica a los sutras budistas; sólo durante el Canon los fieles permanecían en silencio.
Estos rasgos de la liturgia china son conocidos por algunos eruditos,
pero nunca han sido formalmente estudiados en trabajos que luego hayan
sido publicados.



Sacerdote chino celebra misa tradicional en el santuario de Nuestra Señora de Sheshan, en 2019.


Por último, la cultura católica china ha preservado prácticas
devocionales occidentales que raramente vemos en los hogares católicos
de Estados Unidos y Europa. La devoción al rosario, al Sagrado Corazón de Jesús y las letanías diarias
siguen siendo muy habituales en China. En resumen, ¿cuál es, en
general, el paisaje litúrgico de China en este momento? De muchas
maneras, China sigue siendo una “aldea litúrgica”. Sólo esos sacerdotes
que reciben su formación en Estados Unidos o en Europa occidental
muestran signos de hostilidad hacia el rito preconciliar de la misa
romana. La misa latina tradicional se celebra regularmente en toda China, y cada vez con mayor frecuencia.


El cardenal Joseph Zen sigue siendo un activo defensor de la Liturgia
Romana Tradicional, tal como era celebrada después del Concilio de
Trento; tal como él dice, “debemos preservar este tesoro de la Iglesia“.
Él y varios sacerdotes chinos han apoyado activamente a un grupo de
jóvenes católicos chinos en Hong Kong, cada vez más numeroso, que han
formado una comunidad alrededor de la misa latina. Gracias a obispos
como Joseph Zen, y al hecho de que China siguió siendo una “aldea
litúrgica” a lo largo de las décadas posconciliares, la liturgia china
está en continuidad con el patrimonio litúrgico de la larga historia de
la Iglesia, tal como ha recomendado el Papa Benedicto XVI. Y
China sigue confiando en la larga tradición sacramental y devocional que
ha alimentado y sostenido, de manera muy eficaz, a los católicos chinos
durante los terribles periodos de prueba, que siguen recurriendo a la
rica herencia litúrgica que ha fortalecido sus almas durante dos
milenios.


Traducción de Elena Faccia Serrano.


Fotos: Anthony E. Clark y Whitworth University.

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