Sacerdote clandestino y discípulo de sacerdotes clandestinos, Juan Pablo II le consultaba mucho
El sacerdote Tomas Halik, checo, es un analista con una perspectiva especial al contemplar la situación de la Iglesia. Lo hace en su libro Desde el reino de los sueños: mis cartas a un futuro Papa (Herder). Lo lanzó después de la primera fase del Sínodo de la Sinodalidad y antes de la segunda, con un runrún de fondo de reformas eclesiales. ¿Cuáles son los cambios que Halik puede aprobar?
Algunos dirían que Halik quiere ser de “extremo centro”, ni de la izquierda ni de la derecha eclesial. Ese “centrismo” es en gran medida es heredado por sus circunstancias, un centrismo también geográfico e histórico: escribe desde la República Checa, un país muy descristianizado, muy dañado primero por los nacionalismos, luego por el comunismo, hoy golpeado por el consumismo sin alma.
En este artículo, largo, recogemos las ideas centrales de su libro, a veces provocativas, otras heterodoxas, pero siempre con la pasión de acercar a los alejados a Dios. ¡A Dios, no a un mero ideario religioso!
Discípulo de curas clandestinos
Tiene ya 76 años. Sus maestros fueron curas clandestinos que trabajaban en fábricas, que habían pasado por campos comunistas de castigo y organizaban redes subterráneas de cristianos. Él mismo fue un sacerdote que hacía actividades de evangelización prohibidas.
Después, con la libertad religiosa, ha acompañado hacia el bautismo a, literalmente, miles de adultos, que han explorado la fe y han dado una oportunidad a Dios. Adultos que se hacen preguntas adultas y que saben que la vida es compleja. Adultos que consideran que las listas de preguntas y respuestas prefabricadas son sospechosas, porque el Partido Comunista también daba listas de respuestas prefabricadas que no encajaban con la vida real.
Halik tuvo una relación fluida con San Juan Pablo II, que le consultaba a menudo con un tema de fondo: ¿cómo llegar al hombre moderno, y al postmoderno, un hombre desencantado de todo? Benedicto XVI le nombró Prelado de Su Santidad. Luego ganó el famoso y opulento Premio Templeton, que le ha dado mucho dinero y libertad para escribir y decir lo que quiera.
Ni con los conservadores ni con los progresistas
En este libro, como en otros anteriores, vemos que a Halik no le gustan los “conservadores” que lo tienen todo muy claro, escrito en sus papeles muy antiguos. Tampoco le gustan los “progres” que creen que pueden reinventar la Iglesia y entregarse al espíritu del mundo: quien ha visto caer el Muro de Berlín, sabe lo poco que valen los espíritus mundanos. Y lo que menos le gusta es el mero consumismo. Antes se consumían cosas y placeres, hoy pantallas, con algoritmos esclavizantes.
Conoce la Europa Occidental, la Oriental y la del centro. Leído desde España o desde Hispanoamérica hay que tener en cuenta que quizá lo que él critica cuando habla de progresistas o conservadores no siempre es lo mismo que puede tener en mente un lector hispano.
Cuando se habla de curas cercanos al pueblo, él no piensa en curas obreros comunistas, sino en los maestros que tuvo, curas obreros anticomunistas, clandestinos, inventando pastorales de emergencia casi sin acceso a sus obispos, que estaban encarcelados o muertos. Parte de su audacia, a veces heterodoxia, nace de ahí. Otra parte, del deseo de llegar a los alejados.
Su libro empieza con el consejo de San Pablo en Romanos 12,2, que molesta o anima igual a conservadores y a liberales: “No os conforméis con estos tiempos, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente [metanoia]”. Cree que esa es la clave para “cualquier reforma en la Iglesia“. Esa transformación, dice el siguiente versículo, es para conocer “la voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Sin un renovarse espiritual y mentalmente, cambiar estructuras sirve de poco, dice.
Consejos para un Papa del futuro
Desde el reino de los sueños parte de un recurso literario endeble: soñó con un Papa futuro y quiso recomendarle cosas o comentar la Iglesia del futuro. El truco literario desaparece muy pronto y se convierte en un ensayo directo. Dice que ese Papa futuro de su sueño llega mucho más allá de los católicos, es un servidor de todos los hombres… pero podríamos responder que lo mismo pasa con todos los papas, obispos y sacerdotes: pastorean a quien se deja pastorear, pero sirven al bien de todos.
Como en otros de sus libros (Paciencia con Dios, por ejemplo), repite lo que ha visto en la descristianizada Chequia: muchos dicen no tener religión, pero sí tienen interés por Algo que les susurra o fascina y, por razones culturales, les cuesta llamar Dios. Lo aplica a nuestros tiempos: “la fe de los no creyentes y la incredulidad de los creyentes“.
De Juan Pablo II, dice, fue “la persona más visible de su tiempo, ningún otro hombre en la historia había sido visto de cerca, con sus propios ojos, por tanta gente en tantos países”. Con él, y los medios de comunicación, la Iglesia tenía una gran autoridad moral. Luego llegaron los escándalos y abusos sexuales en “un número insospechado” y la Iglesia perdió esa autoridad moral entre los alejados. Pero Halik insiste: “incluso entre personas indiferentes o críticas con la Iglesia, el papado no ha perdido su interés y atractivo”. El caso del Papa Francisco es peculiar: lo considera “el más popular fuera de la Iglesia y el más atacado por ciertos círculos de católicos”.
Lo que aprecia de la “sinodalidad”
Del Sínodo de la Sinodalidad, valora la insistencia en la “escucha”. También el “cambio de estilo” en la comunicación de la Iglesia con el mundo. La escucha al Espíritu implica, dice, escuchar el sensus fidelium de “todo el pueblo de Dios” y “las voces solitarias e incómodas de los profetas”. Podemos deducir que la primera (voz de muchedumbre) contrasta con la segunda (“voces solitarias”).
Lamenta que durante años “creer” se entendiera solo como “aceptar obedientemente lo que los dirigentes de la Iglesia me presentan”. Y denuncia que “el arte de escuchar al Espíritu fue sustituido por la virtud de la obediencia y lealtad a la institución”.
La gente se ha alejado de la Iglesia no sólo por los abusos, dice, sino porque “no encontraba respuestas creíbles y comprensibles a sus preguntas existenciales”. La clave está en los dos adjetivos: creíble y comprensible. Comprender sin creérselo, o creérselo a ciegas, sin comprender al menos gran parte, ya no funciona con casi nadie.
Sobre los abusos y otros horrores, o mediocridades, constata que la Iglesia requiere controles contra la corrupción. Pero también ha de ser valiente ante la sociedad, con un papel profético: “denunciar los males en el propio pueblo, llamarlo por su nombre verdadero, y llamar al arrepentimiento y la conversión”.
Políticas “identitarias”: riesgo de mentalidad sectaria
Después roza el tema de la política al estudiar el concepto “identidad”. “Las personas con una identidad personal débil y perturbada sucumben fácilmente a las ofertas de una identidad colectiva fuerte en un mercado sectario de ideologías fundamentalistas, fanáticas y totalitarias que ofrecen una percepción simple, en blanco y negro, de la realidad, a las personas perturbadas ante la diversidad del mundo”, avisa.
Cita a Chantal Delsol, pensadora que considera que al retirarse la cristiandad no viene el ateísmo, sino que vuelve el paganismo. Halik está bastante de acuerdo, aunque matiza que el cristianismo hace mucho que dejó de funcionar como “religio” en el sentido de “lenguaje oficial común y comprensible” por todos.
Como sociólogo de la religión, Halik declara: “No creo que el cristianismo no religioso y no eclesiástico pueda ser una forma sostenible de fe”. Y añade: “La fe en forma de cosmovisión no es ni puede ser fructífera, es un callejón sin salida en el desarrollo del cristianismo”.
La alternativa debería ser “saborear” la fe y hacerla vida, leer la Escritura desde la vida, y la vida desde la Escritura.
“No me identifico ni con los nostálgicos que se fijan en el pasado, ni con los triunfalistas que consideran ideal lo realizado en el presente, ni con los progresistas que esperan piadosamente el cumplimiento final del tiempo, el futuro que, según sus ideas y planes, llama a la puerta”, proclama.
Ofrecer algo “creíble para toda la familia humana”
Se declara defensor del Papa Francisco y participante activo en la “reforma sinodal”, buscando que la Iglesia tenga una “oferta universal creíble para toda la familia humana”.
Pide, además, salir de las “trincheras de las guerras culturales” que enfrentan a católicos de distintas tendencias y “buscar pacientemente aquello que podría unirnos”.
“El tradicionalismo y el progresismo son dos formas desafortunadas del cristianismo moderno“, insiste. “Los tradicionalistas eligen arbitrariamente solo una parte del tesoro de la Iglesia, que es un todo vivo, polifacético y cambiante”, Por su parte, el progresismo cree que “ni las generaciones precedentes ni las personas que nos rodean, sino solo nosotros mismos [los progresistas de hoy] somos los dueños de las llaves del reino de Dios que está llegando”.
Ante los que temen el futuro de la Iglesia, comenta: “Dios es nuestro futuro, pero el futuro no es nuestro Dios. No podemos sucumbir a la idolatría del progreso, esperando una sustitución casi automática de lo peor por lo mejor, confundiendo la virtud de la esperanza con la ilusión de un ingenuo optimismo evolucionista. Y debemos rechazar el vulgar mito darwiniano del progreso como victoria de los fuertes sobre los débiles”.
Y luego añade rotundo que “quien pone el futuro en el lugar de Dios comete idolatría”, ese “futuro divinizado” es un dios pagano que pedirá sacrificios humanos, “quienes hemos vivido la época del comunismo, especialmente el estalinismo, hemos sido testigos”. En nombre de ese futuro divino tan magnífico (el comunismo le llamaba el “futuro luminoso”), todo tipo de barbaridades y masacres se podían justificar.
Contra los populismos políticos
Halik está preocupado por los populismos, especialmente políticos. Dice que se alimentan del miedo, frustración, desorientación, injusticia y soledad. Se supone que la religión tiene un poder terapéutico que sana esas cosas. El populismo, en cambio, las necesita para reconvertirlas en ira y agresividad, que es lo que necesita.
Halik, por ejemplo, denuncia que el populismo “se ha dirigido a menudo a la creciente cantidad de ancianos solitarios que pasan el día frente al ordenador, tragando información selectiva y desinformación en las redes sociales, sembrando el miedo y el odio. Si los ancianos se angustian porque ya no entienden el mundo que los rodea, los populistas les dan pautas sencillas”.
Y previene: “Cuando la fe es sustituida por la ideología, el pensamiento crítico y la responsabilidad moral capitulan ante la repetición de unos simples eslóganes“.
Pero el ejemplo que pone a continuación probablemente no sea muy adecuado. “Si algunos predicadores, en lugar de predicar la buena nueva, se centran exclusivamente en el aborto o en el matrimonio entre personas del mismo sexo, están preparando una victoria barata para los populistas amorales que pescan votos con éxito entre los fieles”, dice.
Desde el mundo hispano, podemos sospechar que aquí Halik está pensando en algún caso anecdótico de predicador centroeuropeo. Desde luego, en Occidente y en los países hispanos, no sólo no hay predicadores que traten exclusivamente esos temas (suelen predicar esos temas y muchos otros, como la familia, el amor, la oración, etc….) sino que es muy común exactamente lo contrario: curas que jamás, jamás, jamás, predican contra el aborto o el matrimonio homosexual, siendo ambas cosas graves pecados y un agujero negro que destroza vidas y debilita a nuestra civilización y nuestras familias.
“Casarse” con partidos
Después dice: “el cristianismo convertido en ideología política es contraproducente, desacredita a la religión y paraliza su influencia moral. Cuando las Iglesias se casan con partidos políticos pagan un alto precio”.
A esto se podría responder a Halik: ¿qué significa exactamente “casarse con partidos”? La Iglesia no tiene que “casarse” con partidos, pero sí tiene que trabajar con partidos (y a menudo contra partidos) para fomentar cosas buenas y frenar o combatir cosas malas. El cristianismo no es ideología política, pero no puede ser que el cristianismo no actúe sobre la política y los políticos. Para eso existe una amplia Doctrina Social católica al respecto.
Halik pide a los cristianos ser voz de “aquellos a los que se les niega la voz” (lo que debería incluir los niños no nacidos, pero Halik no lo detalla). Y por otra parte, los cristianos no son solo voz: en una democracia, son también voto. ¿No hay que hablar de eso también?
Más protagonismo al Espíritu Santo
En cuanto a la evangelización, Halik cree que la Iglesia irá creciendo en el trato con el Espíritu Santo, quien “no sustituirá a Cristo, sino que será una oportunidad para conocerlo de nuevo”. Y matiza que “la luz del Tabor y la oscuridad del Getsemaní se alternarán. Hará falta vigilancia y sobriedad, paciencia y perseverancia, sabiduría y humildad”.
La Iglesia tradicionalmente se ha esforzado en la ortodoxia (enseñar lo correcto) y la ortopraxis (vivir correctamente, con virtudes morales) pero ha trabajado pcoo, cree, la ortopatía, “del pathos, de la pasión de la fe, de su savia vivificante, la dimensión espiritual de la fe”.
Es el tema que Halik pone en el centro. “La fuente interior de la que brota la religión y a la que siempre debe volver: la experiencia de Dios vivo en el núcleo de toda existencia. Si las iglesias son incapaces de mediar en esta experiencia son como ciegos guiando a ciegos”.
La espiritualidad no es para “especialistas”
Cree que la espiritualidad no puede ser “una especie de curso avanzado, o una tarea para una estrecha clase de especialistas y profesionales”, sino que “la vida espiritual” y “el arte de la contemplación” debería ser ofrecida por la madre Iglesia desde el inicio”, “incluso los niños pueden desarrollar una actitud contemplativa”. Sin esa espiritualidad, la fe se convierte en esa ideología y fundamentalismo que tanto teme. Incluso aventura: “esta cerrazón, la religión sin espiritualidad, es lo que considero el pecado contra el Espíritu Santo“.
También alaba todo esfuerzo eclesial por ofrecer formas de escucha al alejado y a quien hace preguntas. “No necesitan necesariamente ministros ordenados por la Iglesia: buscan a hombres y mujeres con cualificaciones teológicas y de asesoramiento y con capacidad de empatía, humana y espiritualmente maduros”.
Unidad entre los cristianos
Halik acude con frecuencia a eventos ecuménicos y recientemente pronunció el discurso de apertura de la Asamblea Mundial de Iglesias Luteranas. Allí dijo que trabajar por la unidad de los cristianos incluye tareas más ambiciosas: trabajar por toda la familia humana, y por el trato con la Creación de Dios.
Sobre dar la comunión a los protestantes, no se muestra tajante pero cree que “la unidad siempre será imperfecta en el curso de la historia”, y recordando que la Eucaristía es un pan necesario para el peregrino y que Jesús es duro en su parábola de los invitados con los que no se sientan en la mesa del rey con perezas y excusas, habla de “superar las diferencias de teorías”. Es, como poco, confuso.
Los de creencia “intermedia”
En la descristianizada Chequia, Halik ha comprobado que no hay tantos ateos “duros” como se decía. Hay mucho ateísmo “irreflexivo y superficial”. Y hay bastante gente que cree en Dios, o algo bastante parecido a Dios, pero que ve mal sujetarse a disciplinas eclesiales.
“¿Debo conducirles al redil de las certezas religiosas inquebrantables?”, se plantea. “En los últimos años me ha parecido más honesto animarlos a un diálogo interior, a trabajar creativamente con las dudas que no permiten que la fe descanse en el paraíso artificial de las respuestas prefabricadas“.
“¿No es una fe que puede vivir con preguntas abiertas y paradojas de la vida, y también a veces demorarse pacientemente en la adoración del misterio, una fe más profunda y cercana a la vida que una fe sin preguntas?” Los que acompañan a estos neófitos deben, sobre todo, enseñarles a escuchar a Dios en la oración y dejarles formular preguntas, dice.
Habrá quien desconfíe del estilo de Halik, pero hay que recordar que como sacerdote ha bautizado miles de adultos que llegaban a la fe desde muy lejos de ella. No hay en España curas que hayan bautizado cientos de adultos, ya no digamos miles.
El celibato sacerdotal
Halik asegura que con la ayuda de Dios y de amigos muy cercanos, él ha cumplido con su celibato, “sin romperlo nunca en casi medio siglo de ministerio”. También señala que su sacerdocio, casi itinerante, como profesor y conferenciante, no habría encajado bien con la vida de casado.
Pero ve que sus amigos sacerdotes grecocatólicos casados no tienen en su familia un “obstáculo inmanejable” para el ministerio. Cree que los monasterios están bien equipados para formar en el celibato, pero que al clero diocesano le faltan herramientas. “La principal carga no es la abstinencia sexual, como mucha gente cree, sino la soledad” y la falta de descendencia.
La ordenación de las mujeres
Halik considera que Juan Pablo II, en Ordinatio Sacerdotalis en 1994, al bloquear el acceso a las mujeres, actúa como Pío IX en 1864 al dar un “rotundo no” a la libertad religiosa, la separación de Iglesia y Estado y la libertad de conciencia y prensa. Lo que Pío IX consideraba algo inaceptable y degenerado, Juan Pablo II lo alababa.
Piensa que puede pasar lo mismo con la ordenación de las mujeres, que la Iglesia puede “cambiar de postura”. Y cree que la oposición actual se debe a “bloqueos psicológicos y razones pseudoteológicas“. Admite que Juan Pablo II dijo que su texto era una “declaración definitiva”, pero el Papa, en octubre de 2023, al responder a una dubia de 5 cardenales, dijo, básicamente, que no hay una declaración definitiva sobre qué es realmente una declaración definitiva, por lo que puede ser motivo de estudio.
Halik recuerda que en sus 11 años de sacerdote clandestino vio sacerdotes y obispos casados (en la iglesia clandestina) “y sí, incluso algunas mujeres ordenadas en secreto. La idea no nació de teorías de feminismo teológico, sino de la necesidad práctica de proporcionar el ministerio sacramental a compañeras reclusas en cárceles de mujeres“. Detalla que ese ministerio (con o sin ordenación) “resultó fructífero”.
Reformas sinodales
Halik pide que no se pongan muchas esperanzas en las reformas sinodales de estructuras o métodos. Dice que lo necesario es una “profundización espiritual”.
Cree que la llamada de Juan Pablo II a una nueva evangelización no ha dado mucho fruto, ni tampoco se ha hecho mucho trabajo con la petición de Benedicto XVI de trabajar con los alejados en el “atrio de los gentiles”.
Acusa a la derecha eclesial de rechazar y ralentizar cambios, y a la izquierda de ser superficiales y buscar “adaptarse al mundo”, en vez de transformar su mente (Romanos 12, 1-2). También cree que hay iglesias muy tradicionales (parece mirar sobre todo a Polonia o Eslovaquia) porque durante el Concilio Vaticano II no recibían el influjo de Occidente y sus debates. El arzobispo de Praga, Josef Beran, tras años de arresto domiciliario, fue a la sesión final” del Concilio, pero ya el régimen no le dejó volver al país.
Simpatía tardía a los carismáticos
Que Halik puede ir cambiando en algunas posturas lo explica él mismo cuando comenta distintos movimientos. Aprecia Taizé y la comunidad de San Egidio por su ecumenismo estable. Las Jornadas Mundiales de la Juventud tienen “impacto espectacular” aunque no está claro si sus frutos son duraderos, dice. Señala que algunas comunidades de estilo “emocional” adquirieron un carácter sectario, con abusos por parte de sus líderes (parece referirse sobre todo a comunidades francesas surgidas en los años 70).
Después añade: “Observo con gran simpatía que los movimientos pentecostales, evangélicos y carismáticos, sobre los que durante muchos años tuve grandes reservas a causa de su teología fundamentalista y del carácter manipulador de las reuniones masivas extáticas, cuentan ahora con varios teólogos serios y profundos. ¿Afectará esta teología a la piedad de las bases de estas comunidades?” Cree que puede contribuir a una “nueva percepción” de la acción del Espíritu Santo. Y plantea un eslógan: ¡Madre Iglesia, sal de ti misma!
La fe no son convicciones firmes
Todo el libro, en resumen, pide más espíritu y menos ideología. Repetir doctrinas puede ser ideología. “La fe por sí sola no imita al amor. La fe sin amor no tiene poder redentor, es solo ‘metal que resuena’, es una ‘creencia religiosa’, puede degenerar en ‘ideología cristiana’. Sólo el amor es el Espíritu creador y animador que insufla vitalidad a la fe; sin él, la fe se desmorona en el polvo de muchas creencias y proyecciones humanas de nuestros deseos y temores”, advierte.
“Si confundimos el don de la fe con convicciones firmes y nos conformamos con certezas demasiado simples y tópicos religiosos, es muy probable que las dificultades de la vida, que pocos pueden evitar, hagan tambalearse tarde o temprano ese tipo de piedad como un castillo de naipes. Entonces, el ateísmo dogmático nos ofrece de inmediato un sustituto de la ideología, igualmente superficial, de respuestas fáciles. Es en momentos como este cuando llega la hora de la esperanza, de una fe que sustituya el orgulloso e insensato ‘yo sé’ por el humilde ‘yo espero'”.
Y, como resumiendo su postura, sentencia: “ante los obispos, incluso ante los obispos de Roma, las personas hacen profesión de fe. Yo, con confianza, hago ante usted mi profesión de esperanza“.