La liturgia, cuando es fiel a su naturaleza de adoración, «resuelve muchos problemas psicológicos»

Del 6 al 9 de junio la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán acogerá la IV Conferencia Internacional sobre Sagrada Liturgia, después de haberlo hecho Roma (2013), Nueva York (2015) y Londres (2016).

El discurso inaugural correrá a cargo del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Otro cardenal, Raymond Leo Burke, abrirá la jornada del jueves y hará balance de la situación a diez años de la promulgación del Motu Proprio Summorum Pontificum.

Además, siendo Milán la sede de la universidad del Sacro Cuore que acoge el congreso, se dará amplio espacio al venerable rito ambrosiano, propio de la diócesis de San Ambrosio. (Pincha aquí para ver el programa del Congreso y también pincha aquí para conocer los intervinientes.)

Con ocasión de esta importante cita, La Nuova Bussola Quotidiana entrevistó a uno de los ponentes, el benedictino Christopher Zielinski, abad de Lendinara(Rovigo, Véneto) y consultor de la Congregación para el Culto Divino.

-Reverendo padre Zielinski, su intervención del viernes por la mañana lleva el título: La formación litúrgica de la persona humana: el despertar del alma en el hombre contemporánea.
Usted tiene una formación psicoanalítica: ¿puede indicarnos de manera
sintética, desde su punto de vista, cuál es el vínculo entre liturgia y
“salud” de la persona en sus dimensiones más profundas?

-Está claro que la liturgia está orientada a la adoración de Dios y a la
santificación del hombre. Por lo tanto, no se puede afirmar que el fin
de la liturgia sea el equilibrio psicológico de la persona. Y, sin
embargo, precisamente por el hecho de que la liturgia, en su ritual
concreto, en la arquitectura y en la música sacra, abre a Dios haciendo
que el hombre salga de sí mismo, precisamente por esta fidelidad a su naturaleza adorante, disuelve muchas problemáticas psicológicas.
El hombre, hoy más que nunca, está centrado en sí mismo; los Padres
decían que el problema alrededor del cual giran todas las problemáticas
del hombre es la filautía o amor propio, que hace que el hombre sea, según una icástica expresión de San Máximo el Confesor, “amante de sí mismo contra sí mismo”. La filautía,
desde un punto de vista psicológico, significa que el hombre mortifica
esa dimensión esencial de su persona, que indica que su realización no
está en sí mismo, sino en Otro fuera de sí mismo. El hombre narcisista de nuestro tiempo, cada vez más desesperado, necesita seriamente una liturgia que
lo ayude a liberarse de ese encerrarse y replegarse en sí mismo que, de
manera inexorable, lo ahoga. Me gustaría mencionar una obra del
jungiano Edward F. Edinger, Ego and archetype [Ego y arquetipo],
que, en mi opinión, puede iluminar muchas cuestiones que atañen a la
relación entre los ritos y la psique humana y cómo el hombre puede
encontrarse a sí mismo y el sentido de la vida a través de la liturgia.

-Carl Gustav Jung dedicó
un texto al simbolismo de la misa, analizando sus ritos desde el punto
de vista de la psicología profunda. Un psicólogo con claros matices
gnósticos prestó una atención al ritual que, hoy, ya no vemos en muchos
sacerdotes católicos. ¿Qué piensa al respecto?

-Jung siempre había prestado mucha atención a esta cuestión y había indicado, sobre todo, la extrema importancia de los elementos rituales que resaltan la dimensión sacrificial del rito.
La realización de la entrega y el sacrificio de sí mismo, por medio de
los signos litúrgicos, expresa, desde el punto de vista de la psicología
profunda, la inmolación del yo que decide dejar espacio al Sí Mismo,
saliendo para ello del propio caparazón. Esa dimensión sacrificial, que
hoy se olvida totalmente es en cambio, según Jung, la condición para la
realización de la persona y no para su mortificación. Es necesario citar
un dicho espiritual que el propio Jung utilizó en varias ocaciones en
sus estudios en relación a la experiencia religiosa: Ad lucem per crucem [A la luz por la cruz].

»De hecho, cada vez me doy más cuenta de que son poquísimos los sacerdotes que han leído la Institutio Generalis del Misal Romano,
como también esas partes “en rojo”, que indican la gestualidad, el modo
de hablar, los silencios, etc., y que se consideran superfluas. Digamos
que las partes en rojo se consideran, simplemente, partes que no hay
que leer… Este dato procedente de la experiencia explica, en parte, la
situación de total subjetivismo litúrgico que vivimos
desde hace tiempo en la Iglesia. Cada uno hace lo que quiere o, peor, lo
que desean otros, lo que les parece mejor o lo que en ese momento se
siente inspirado a hacer y, así, se priva a los fieles del derecho a tener una liturgia como quiere la Iglesia y que les permita hacer experiencia de Dios.

-Esta experiencia requiere la estabilidad y la observancia del rito…

-Está claro. De hecho, según Jung, el rito tiene la tarea de purificar
las intenciones para que, así, no nos ahoguemos en una serie de trampas subjetivas, emotivas y sentimentales
que reducirían la visión a un simple mirar y, en este caso, a un
mirarse a sí mismos. Según Jung, es fundamental, desde un punto de vista
psicológico, que en la liturgia el Yo experimente la acción de Dios.

»Recuerdo un monje ceramista que, mientras comentaba un pasaje de la
Regla de San Benito sobre el trabajo y los objetos del monasterio y su
sacralidad (porque hay que tratarlos como objetos del altar), resaltaba
el aspecto litúrgico de toda la vida del monje, que se expresa a través
de una actitud de devoción y reverencia. El monje vivía su trabajo de
ceramista como un verdadero acto litúrgico, en cuanto era para él un
modo de consagrar la materia y darle una forma inspirada por Dios. Él
asumía su actividad de ceramista como un acto de respeto por la materia y
de obediencia hacia la realización de las formas. Decía que en el acto
ritual del ceramista es necesario evitar todo exceso e invención
subjetivo-personalista. En todos los ritos hay una estructura inherente que no permite sentimentalismos, emotividad ni espontaneidad, porque siempre crean exclusiones y tienen corto alcance…

-Muchas celebraciones litúrgicas parecen, de hecho, sufrir de protagonismo…

-En la liturgia hay que ser prevalentemente receptivos. Jung habla de
“un  milagro que no está a disposición del hombre”. El protagonismo, sea
de quien sea, es verdaderamente negativo y bloquea toda posibilidad de
una verdadera experiencia interior de Dios. Cada gesto y, por
consiguiente, cada pensamiento, está guiado por una profundidad de deseo
que sólo la devoción y la reverencia son capaces de captar, dejándose
así guiar. Creo que, llegados a este punto, sería necesario abrir una
discusión mucho más profunda que consiga abordar también las cuestiones
no sólo canónicas, sino también éticas, que las hay. Basta ya de luchas
internas de sabor fratricida, a las que lo único que les importa son las
revanchas narcisistas y que llevan al pueblo de Dios hacia una deriva
puramente humana, demasiado humana.

-Usted ha resaltado la
dimensión vital de la liturgia. Los futuros sacerdotes, durante su
formación, frecuentan cursos académicos sobre teología litúrgica. Pero
según su experiencia, ¿cuál es el estado de la liturgia que realmente se
vive durante los años de seminario?

-Ciertamente habría que prestar más atención a la formación litúrgica de
los futuros sacerdotes. Los seminaristas deberían vivir en un ambiente
empapado y marcado por la liturgia, celebrada con reverencia y atención.
La realidad es que la mayoría de las veces las misas “ordinarias” en
los seminarios no están cuidadas, a menudo se celebran precipitadamente;
la Liturgia de las Horas se canta raras veces; el canto sacro, con la
preeminencia del canto gregoriano, como confirmó también el Concilio
Vaticano II, es prácticamente desconocido, y ha sido sustituido por
cantos que de litúrgico tienen muy poco. ¿Podemos decir con toda
sinceridad que en los lugares de formación religiosa y en nuestros
seminarios la liturgia es fuente y culmen de sus vidas? Está claro que
la falta de una vida empapada por la liturgia no puede suplirse con
cursos académicos, aunque sean importantes, y que, además, no siempre
ayudan… El padre Paul Doncoeur, S.J. decía que “la
liturgia es la mejor introducción a la inteligencia de la liturgia”, que
es como decir que no se puede explicar el perfume de una rosa…

Traducción de Helena Faccia Serrano.

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