Este mes de octubre el Papa lo ha convertido en el “mes de las oportunidades”. Y la mercancía en el “puesto”está siendo el Espíritu Santo (con permiso de María) , la unidad y la armonía.
Para acercarse a estas “ofertas” hay que recorrer un camino que dice el Papa que llevados por el Espítitu no se puede predecir, y el vincula este camino a la unidad y armonía de la que ha hablado en diversos foros, y ante personas de perfiles muy diferentes como son los cristianos de “pata negra”que acuden a la asamblea sinodal, o los visitantes que acuden a sus catequesis los miércoles, o a una peregrinación ecuménica alemana, porque para el Papa hablar de unidad, y de armonía como dones del Espíritu Santo es un mensaje universal y para todos.
Lo que ha dicho el Papa es que, ya Jesús primero y luego los discípulos vivieron la experiencia de que la unidad y la armonía no pertenecen a nadie en concreto, o que nos pertenecen a todos. Para ello el Papa refiere aquella historia en la que el Espíritu lleva a Pedro, nada menos que a casa de un centurión romano, y que allí, como les había pasado a los apóstoles el día de Pentecostés, unos paganos recibieron el Espíritu Santo y fueron bautizados.
Y dice el Papa que toda la riqueza de nuestra fe es un regalo, que recibimos de Dios “no solo para nosotros, sino siempre para los demás” y que este regalo solo es transmisible a los demás con un testimonio personal y creíble, que pasa por la unidad armónica que es la única que consigue que como en el canto, muchos suenen como algo único
A veces, al hablar de esa unidad que da el Espíritu, y que está permitiendo que la Iglesia viva una sinodalidad- en la que hay representantes ecuménicos de otras religiones- puede hacer parecer que el Papa está hablando de un mundo que sólo es posible en un laboratorio, pero como dice el Papa cuando la unidad fruto del Espíritu santo nos “« inflama con una alegría y amor tan grandes que, si pudieran, abrazarían en su corazón a todos los hombres, sin distinción de buenos y malos»porque Dios acoge a todos, siempre, no lo olvidemos: a todos, a todos y siempre; y a todos ofrece nuevas posibilidades de vida, hasta el último momento. Es por esto que nosotros debemos perdonar a todos siempre, conscientes que la disposición a perdonar nace de la experiencia de haber sido perdonados. Solamente aquel que no ha sido perdonado es incapaz de perdonar.”
Acercándose a este “puesto” que es la Iglesia, se puede acercar a este mundo más unidad y armonía, que serán fruto del Espíritu Santo y que acoge a todos sin distinción.
María Puy