Cielos

IV Domingo de Cuaresma

Cielos

CITA

«Sólo con el corazón se puede ver bien;

lo esencial es invisible para los ojos».

Antoine de Saint-Exupéry

San Agustín, No existe duda alguna: Dios oye a los pecadores. Mas quien afirmaba esto aún no había lavado su rostro en Siloé. Se le había aplicado a sus ojos el gesto misterioso, pero aún no había actuado en su corazón el beneficio de la gracia. ¿Cuándo lavó este ciego el rostro de su corazón? Cuando, echado de la sinagoga por los judíos, el Señor le abrió los ojos del alma; pues, habiéndole encontrado, le dijo, según hemos oído: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? ¿Quién es, Señor, respondió, para que crea en él? (Jn 9,35-36). Ya le veía con los ojos, pero aún no con el corazón. Esperad; ahora le verá. Jesús le respondió: Soy yo, el que habla contigo (Jn 9,37). ¿Acaso lo dudó? Inmediatamente lavó su rostro. En efecto, estaba hablando con aquel Siloé que significa enviado. Luego él era Siloé. El ciego de corazón se le acercó, lo escuchó, lo creyó, lo adoró; lavó su rostro y vio. (Sermón136,1-3)

Porque el Señor abre los ojos al ciego. Nuestros ojos, hermanos, son ahora ilumi­nados por el colirio de la fe. Para iluminar al ciego de nacimiento, primero le untó los ojos con tierra mezcla­da con saliva. También nosotros somos ciegos desde nuestro nacimiento de Adán, y tenemos necesidad de que Él nos ilumine».

“Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz” (C 10,27,38).

San Teófilo de Antioquía «Dios se deja ver de los que son capaces de verlo, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no porque los ciegos no vean deja por eso de brillar la luz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así tú tienes los ojos entenebrecidos por tus pecados y malas acciones. (…) Pero, si quieres, puedes sanar; confíate al médico y él punzará los ojos de tu mente y de tu corazón. ¿Quién es ese médico? Dios, que por su Palabra y su sabiduría creó todas las cosas. (…) Si eres capaz, oh hombre, de entender todo esto y procuras vivir de un modo puro, santo y piadoso, podrás ver a Dios; pero es condición previa que haya en tu corazón la fe y el temor de Dios, para llegar a entender estas cosas».

Isaac, el sirio: Bienaventurado el hombre que conoce su propia debilidad, pues este conocimiento se convierte para él en fundamento, raíz y principio de todo bien. (…) Cuando un hombre sabe que tiene necesidad del auxilio divino multiplica sus oraciones. Y mientras más ora, más su corazón se vuelve humilde. (…) Cuando el hombre se ha hecho humilde, inmediatamente la misericordia [de Dios] lo rodea y el corazón experimenta el auxilio divino. Descubre que sube en él una fuerza que le establece en la confianza. Cuando el hombre experimenta así el auxilio divino, (…) su corazón inmediatamente se llena de confianza y comprende entonces que la oración es el refugio donde encuentra el auxilio, la fuente de salvación, el tesoro de la confianza, la puerta donde se protege de la tempestad, la luz de los que están en tinieblas, las fuerzas de los débiles, la protección en el momento de las pruebas, la ayuda más fuerte para la enfermedad. (…) En una palabra, la oración es la puerta por la cual llegan a él todos estos bienes. Él encuentra desde ahora sus delicias en una oración llena de fe. Su corazón está iluminado por la confianza. Está lejos de su ceguera de antes y de su oración [pronunciada] sólo con los labios. Desde el momento en que él ha comprendido todo esto, posee la oración en su alma como un tesoro. Y tan grande es su alegría que su oración se ha cambiado en grito de acción de gracias.

S. Hipólito, Para nosotros que creemos en él, se instaura un día de luz, largo, eterno, que no se extingue: la Pascua mística (pasc. 1-2).

Santo Tomás de Aquino Lo envía a la piscina, que se llama Siloé, para que se lave y para que sea iluminado, es decir, para que sea bautizado y reciba en el bautismo la iluminación plena ().

San Juan de Ávila llama a Jesús: «Luz mía, clara claridad mía, resplandeciente resplandor mío, alegre alegría mía» (BAC-OC. I 1.082).

Concilio Vaticano II, El misterio del hombre sólo se esclarece realmente en el misterio del Verbo Encarnado. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera de su Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad (Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 22).

Catecismo, 748: «Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio a todas las criaturas». Con estas palabras comienza la «Constitución dogmática sobre la Iglesia» del Concilio Vaticano II. Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.

San Josemaría Escrivá Todos unidos a decir esa jaculatoria: Domine, ut videam!, que cada uno vea. Ut videamus!, que nos acordemos de pedir que los demás vean. Ut videant!, que pidamos esa luz divina para todas las almas sin excepción (…)Domine, ut videam! Señor, haz que yo vea; haz que vea con los ojos de mi alma, con los ojos de la fe, con los ojos de la obediencia, con la limpieza de mi vida. Que yo vea con mi inteligencia, para defender al Señor en todos los ámbitos del mundo.

S. Juan Pablo II, El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista de los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe.¡ Sed luz también vosotros en vuestra parroquia, en vuestra ciudad, en vuestra patria! Sed luz, con la frecuencia asidua y convencida a la Santa Misa dominical y festiva; sed luz eliminando escrupulosamente las palabras soeces, la blasfemia, la lectura de diarios y revistas pornográficas, la visión de espectáculos negativos; sed luz con el ejemplo continuo de vuestra bondad y de vuestra fidelidad en todo lugar, pero especialmente en el ambiente privilegiado de la familia, recordando que «toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz». Homilía (29-03-1981)

El ciego de nacimiento representa al hombre marcado por el pecado, que desea conocer la verdad sobre sí mismo y sobre su destino, pero se ve impedido por una enfermedad congénita. Sólo Jesús puede curarlo: él es “la luz del mundo” (Jn 9, 5). Al confiar en él, todo ser humano espiritualmente ciego de nacimiento tiene la posibilidad de “volver a la luz”, es decir, de nacer a la vida sobrenatural. (Ángelus, domingo 10 de marzo de 2002)

Suplicadle (a Jesús) también vosotros, como el ciego de Jericó: “Domine, ut videam!” (Lc 18, 41). “Señor, ¡que vea!” Que yo vea, Señor, cuál es tu voluntad; qué deseas de mi vida y cuál es tu designio sobre mi futuro y sobre mi vocación. Y pedidle que os conceda una generosidad sin límites para seguirle en el camino que, con su gracia, os vaya indicando. san Juan Pablo II con jóvenes universitarios de todo el mundo participantes del Congreso Univ, que se celebra todos los años durante la Semana Santa en Roma

Benedicto XVI, La liturgia de este domingo, denominado «Laetare», nos invita a alegrarnos, a regocijarnos, como proclama la antífona de entrada de la celebración eucarística: «Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis; alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos» (cf. Is 66, 10-11). ¿Cuál es la razón profunda de esta alegría? Nos lo dice el Evangelio de hoy, en el cual Jesús cura a un hombre ciego de nacimiento. Ángelus (03-04-2011)

Cuando nuestra vida se deja iluminar por el misterio de Cristo, experimenta la alegría de ser liberada de todo lo que amenaza su plena realización. En estos días que nos preparan para la Pascua revivamos en nosotros el don recibido en el Bautismo, aquella llama que a veces corre peligro de apagarse. Alimentémosla con la oración y la caridad hacia el prójimo. (Plaza de San Pedro, domingo 3 de abril de 2011)

«cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios»

S.S. Francisco, «¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Creéis que puede cambiaros el corazón? ¿Creéis que puede hacer ver la realidad como la ve Él, no como la vemos nosotros? ¿Creéis que Él es la luz, nos da la verdadera luz?» ¿Qué responderíais? Que cada uno responda en su corazón. Ángelus (26-03-2017)

José Luis Sicre Sin la ayuda de Dios, Samuel es incapaz de ver cuál es la persona elegida como rey de Israel. Sin la ayuda de Jesús, el hombre es incapaz de reconocerlo como su salvador.

La luz que recibimos de Jesús debe manifestarse en nuestra forma de vivir, «como hijos de la luz»: con bondad, justicia, verdad.

José Antonio Pagola Nuestra Iglesia no necesita hoy predicadores que llenen las iglesias de palabras, sino testigos que contagien, aunque sea de manera humilde, su pequeña experiencia del evangelio. No necesitamos fanáticos que defiendan «verdades» de manera autoritaria y con lenguaje vacío, tejido de tópicos y frases hechas. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir de manera más humana ni más creyente.

P. Raniero Cantalamessa, Hay otros ojos que deben aún abrirse al mundo, además de los físicos: ¡los ojos de la fe! Permiten vislumbrar otro mundo más allá del que vemos con los ojos del cuerpo: el mundo de Dios, de la vida eterna, el mundo del Evangelio, el mundo que no termina ni siquiera… con el fin del mundo.

El salto mediante el cual se pasa a ser cristianos en sentido propio es cuando se proclama, como el ciego de nacimiento, Jesús «Señor» y se le adora como Dios. La fe cristiana no es primariamente creer algo (que Dios existe, que hay un más allá…), sino creer en alguien. Jesús en el Evangelio no nos da una lista de cosas para creer; dice: «Creed en Dios; creed también en mí» (Jn 14,1). Para los cristianos creer es creer en Jesucristo.

P. Kentenich los místicos hablan del ciego de nacimiento en relación con el mundo de la oración: «El ciego de nacimiento escucha todo tipo de relatos sobre la creación, la hermosura del mundo, el resplandor del firmamento, la magnificencia de las flores. Si un ciego de nacimiento recobrase por milagro la vista, se diría: – Lo que yo me imaginaba no es nada en comparación con la gloria que veo ahora. Pues bien, ese es el estado del alma cuando es colmada por el don de la sabiduría: de pronto verá las cosas en una luz resplandeciente que otros difícilmente se imaginen; y se encenderá su entusiasmo y fervor, de modo que el alma querrá abrazar esas verdades y realidades, y estará dispuesta a vivir y morir por ellas» Hacia la cima

Hans Urs von Balthasar, la luz de Jesús no sólo ilumina, sino que transforma todo lo que ilumina en luz que brilla y actúa junto con la de Jesús. (LUZ DE LA PALABRA, Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C, Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 49 s.)

Raymond Brown: “Este significado simbólico de la piscina en el cuarto evangelio ha inducido a Tertuliano y Agustín a ver en nuestra página una referencia bautismal, además del significado obvio de la luz que sana la ceguera. En el arte antiguo de las catacumbas la curación del ciego es, en efecto, un símbolo del Bautismo” (Brown, R., Il Vangelo e le lettere di Giovanni. Breve commentario, Editrice Queriniana, Brescia, 1994, p. 76).

Andre Seve, ¡Pero yo sé! ¡Yo veo! No; “intentamos” ver. En cada página, día tras día. Somos ese ciego a quien Jesús da ojos dos veces: primero, para mirarlo, y luego para verlo. Hasta el último momento de nuestra vida, no dejemos de repetir la misma oración: “Jesús, dame ojos para verte”. (El Evang. De Los Domingos, Edit. Verbo Divino Estella 1984.Pág. 202)

Mariola López: necesitamos cristianos capaces de “descubrir puertas donde antes veíamos muros”. “Hoy nos tientan muchas ceguras: no se ven los que no cuentan económicamente y hay millones de personas consideras invisibles. Estamos amenazados por la ceguera de la seguridad, y los diferentes nos resultan extraños.

Vivimos cegados por la prisa y la auto concentración; y las fracturas humanas, las divisiones de cualquier rango, embotan nuestros sentidos y nos ciegan sobre nuestra unidad esencial”.

Gustavo Vélez, “Creemos que la clave, el centro, el fin de todo lo humano se hallan en nuestro Maestro”.

Diego Torres: «Sé que hay en tus ojos con solo mirar, que estas cansado de andar y de andar y caminar girando siempre en un lugar.

Sé que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de ti, te ayudará vale la pena una vez más.

Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera. Pintarse la cara color esperanza. Tentar al futuro con el corazón.

Es mejor perderse que nunca embarcar. Mejor tentarse a dejar de intentar. Aunque ya ves que no es tan fácil empezar. Sé que lo imposible se puede lograr, que la tristeza algún día se irá».

Isaac Asimov “Si cada año estuviéramos ciegos por un día, gozaríamos en los restantes trescientos sesenta y cuatro.”

José Saramago La ceguera también es esto: vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza.

Miguel Ángel “Dime, oh Dios, si mis ojos, realmente, la fiel verdad de la belleza miran; o si es que la belleza está en mi mente, y mis ojos la ven doquier que giran.”

Ramón María del Valle-Inclán “El ciego se entera mejor de las cosas del mundo, los ojos son unos ilusionados embusteros.”

CONTO

EL ASTRÓNOMO

Mi amigo y yo vimos el otro día a un ciego que estaba sentado solo a la sombra de un templo.

-Mira, ése es el hombre más sabio de nuestro país -, dijo mi amigo cuando decidí acercarme al ciego y saludarlo.

Después de charlar un rato con él, le pregunté:

– Perdona mi pregunta, ¿desde cuándo eres ciego?

– De nacimiento -, me dijo

– Y, ¿qué carrera has hecho?

– Soy astrónomo -, respondió

– ¿Astrónomo? ¿Un ciego astrónomo? ¿Y cómo observas el cielo?

A renglón seguido, el ciego se llevó la mano al pecho, y dijo con toda serenidad:

-Observo cada día y cada noche todos estos soles y lunas y estrellas que brillan en el cielo de mi corazón.

Tomado de P. Diego Millan García

EL CIEGO DEL HOSPITAL.

Dos jóvenes enfermos estaban ingresados en la habitación de un gran hospital. Uno era ciego. El otro, al otro lado de la habitación, tenía sus ojos totalmente vendados por una grave operación en la cabeza. Éste último comenzó a preguntar a su compañero ciego;

¿Qué ves al otro lado de la ventana? El joven ciego, le respondió: ¡No te lo puedes ni imaginar! Unos preciosos jardines; personas que se quieren; una fuente de colores; niños que juegan.

Fueron pasando los días y de nuevo el que tenía los ojos vendados preguntaba una y otra vez:

¿Y ahora? ¿Qué ves hoy? Y, el joven ciego le respondía; ¡Cosas muy bonitas! Un perro que juega con su amo. Unos montes nevados al fondo. Una banda de música que toca en un parque y, sobre todo, miles de pájaros que cruzan el cielo… incluso veo a Dios que dirige todo.

El joven de los ojos vendados estaba emocionado. ¿A Dios también?

Nunca había sido tan feliz.

Una mañana, cuando despertó, llamó a su compañero ciego pero éste no le contestó. Una enfermera le dijo: se lo han llevado esta noche y ha fallecido hace un momento.

En cuanto le retiraron las vendas preguntó: ¿Pueden ponerme al otro lado de la habitación?

La enfermera le preguntó. ¿Al otro lado? ¿Para qué? El joven respondió; quiero ver el paisaje, los montes, los pájaros, los niños, las fuentes, los enamorados, el parque, y sobre todo a Dios que dirige todo…quiero contemplar ese mundo precioso que mi compañero me ha descrito.

La enfermera, con lágrimas en los ojos, le contestó: amigo mío. En esta habitación no hay ninguna ventana. El compañero que ha estado junto a ti durante este mes, era ciego y….todo lo que te ha comentado que existía…existía de verdad…pero en su corazón. Lo ha hecho para que fueras tú más feliz, se te hiciera la enfermedad más tolerable y contemplaras lo que en su corazón habitaba y vibraba.

Tomado de claretianos

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

Existía antaño un rey llamado Rostro de Espejo. Reunió un día a unos ciegos de nacimiento y les dijo:

Oh, ciegos de nacimiento, ¿conocéis a los elefantes?

Respondieron: Oh, gran rey, no los conocemos. No tenemos ninguna noción de ellos.

El rey les dijo entonces: ¿Deseáis conocer su forma?

Ordenó entonces el rey a sus servidores que trajeran un elefante, y a los ciegos que tocaran el animal con sus propias manos.

Entre estos, algunos cogieron la trompa al palpar al animal y les dijo el rey: Eso es el elefante.

Los demás, al palpar al elefante, tocaron unos la oreja, otros los colmillos, otros la cabeza, otros el lomo, otros un costado, otros un muslo, otros la pata anterior, otros la huella de las pisadas, otros la cola.

A todos les decía el rey: Esto es el elefante.

Entonces el rey Rostro de Espejo hizo que retiraran al elefante y pregunto a los ciegos:

¿De qué naturaleza es el elefante?

Los ciegos que habían tocado la trompa dijeron: El elefante es semejante a una gran serpiente.

Los que habían tocado la oreja dijeron: El elefante es semejante a un abanico.

Los que habían tocado un colmillo dijeron: El elefante es semejante a una lanza.

Los que habían tocado la cabeza dijeron; El elefante es semejante a un, caldero.

Los que habían tocado el costado dijeron: El elefante es semejante a una pared.

Los que habían tocado un muslo dijeron: El elefante es semejante a un árbol.

Los que habían tocado la pata anterior dijeron: El elefante es semejante a una columna.

Los que habían tocado la huella de las pisadas dijeron: El elefante es semejante a un mortero.

Los que habían tocado la cola dijeron: El elefante es semejante a una cuerda o una maroma.

Se acusaron todos unos a otros de estar equivocados.

Unos decían: Es así. Los demás decían: No es así.

En lugar de aplacarse, la discusión se convirtió en una querella.

Cuando vio esto el rey, no pudo menos de reírse, y luego pronuncio esta sentencia:

Los ciegos aquí reunidos discuten y se pelean. El cuerpo del elefante es naturalmente único.

Son las distintas percepciones las que han provocado estos errores divergentes.

Tomado de anecdonet

PARA VER MÁS HONDO

Un joven vivió hace ya un tiempo, una tremenda enfermedad de los ojos que amenazaba con dejarle sin vista. Y contaba, en vísperas de su operación, que su madre no dejaba de rezar y rezar. “No sé para qué rezas tanto -le dijo el joven-. Tú sabes que las probabilidades de recuperación de la vista son mínimas”. Y le llegó, conmovida, la voz de su madre: “Hijo, es que no rezo sólo para que veas mejor, sino sobre todo para que veas más hondo”.

Seis meses después, tras una operación afortunada, el joven decía que ha recuperado bastante más que la vista, que su enfermedad le ha ayudado a entender mejor el mundo, a organizar mejor su vida, a revisar la escala de valores, poniendo en primer plano cosas antes olvidadas y haciendo regresar al papel de minucias muchas de las luchas que antes le obsesionaron como fundamentales.

Lo tremendo es que tengan que venir los grandes golpes de la vida para que empecemos a “ver” cosas elementales, que seamos todos “ciegos que ven” o que creen que ven, cuando tal vez se les está escapando el mismo jugo de la vida.

Tomado de P. Juan Jáuregui Castelo

ANÉCDOTA

UT VIDEAM!

El invierno de 1917-18 fue especialmente crudo en Logroño. Y un día de aquellos cayó una intensa nevada. Las calles de la ciudad riojana quedaron cubiertas de nieve. Un adolescente de quince años vio sobre la nieve las huellas de los pies descalzos de un carmelita. El hecho de que un hombre caminase descalzo sobre la nieve por amor a Dios fue un fogonazo de luz en el alma del joven, que experimentó una profunda inquietud divina. Si otros hacen tantos sacrificios por amor de Dios -pensó-, ¿yo no voy a ser capaz de ofrecerle nada? Éste es el origen de la vocación sacerdotal de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Aquel muchacho con aficiones artísticas y humanísticas, además de tener aptitud para las matemáticas y el dibujo, quería ser arquitecto, pero después de ver aquellas huellas decidió ser sacerdote. Veía con claridad que Dios quería algo de él, pero no sabía qué era. Y comenzó a decir Domine, ut videam! (Señor, que vea). Al final de su vida aconsejó a sus hijos espirituales que repitieran estas palabras como jaculatoria para que Dios les hiciera ver las cosas del mundo con certeza, con claridad y con visión sobrenatural. Todos unidos a decir esa jaculatoria: Domine, ut videam!, que cada uno vea. Ut videamus!, que nos acordemos de pedir que los demás vean. Ut videant!, que pidamos esa luz divina para todas las almas sin excepción (San Josemaría Escrivá).

Tomado de anecdotasycatequesis

«¿SABES SILBAR?»

Don Bosco cuenta cómo empezó su camino de pedagogo. En la sacristía de la parroquia donde se encontraba apareció un joven con la intención de robar. El sacristán lo descubrió y le golpeaba. En ese momento apareció Don Bosco y se llevó al chico aparte para hablarle. Le preguntó si sabía algo sobre Dios o sobre la catequesis. El chico no respondía. No sabía nada. Hasta que se le ocurrió una pregunta clave: «¿Sabes silbar?». Al chico se le iluminó la cara con una sonrisa. Sí, sabía y comenzó a silbar. Una fuerza interior brotó de su corazón. Don Bosco escribe: «En cada niño se esconde un lugar de irrupción para lo bueno. Nuestra tarea consiste en percibir esa receptividad para lo bueno, en cultivarla cuidadosamente y en cuidar que lo bueno se desarrolle»

Tomado de P. Carlos Padilla Esteban

SE ME HAN ABIERTO LOS OJOS

Escuché la confidencia de tres personas: Un religioso que estuvo a punto de ser asesinado, un sacerdote que iba a ser operado de corazón a vida o muerte, gravísimo, y un seglar al que se le declaró un cáncer fulminante.

Los tres dijeron exactamente lo mismo: “En estos momentos se me han abierto los ojos y veo las cosas de distinta manera… Lo que antes me parecía muy importante, en estos momentos me hace reír”…

Tomado de P. Juan Jáuregui Castelo

FALTA DE VISIÓN

Alguien preguntó una vez a Hellen Keller: “¿Qué podría ser peor que la ceguera?” Ella respondió: “Tener la vista y no tener visión.”

Tomado de ilustraciones para predicar

LA FÁBULA DE LOS CIEGOS

La soberbia consiste en mirarse en un espejo como Narciso, sobrevalorarse, y luego compararse. Creerse así más que los demás, despreciar al resto, asignarles defectos, ignorar virtudes… descalificar, insultar la inteligencia de los demás…

El soberbio acaba aislado en su burbuja, autoexaltado en su mundo ideal, rodeado por aquellos «elegidos» que son una sociedad de bombos mutuos (eso es una descripción esperpéntica de la política…).

Hoy proponemos una fábula inspirada en Voltaire…

Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dió el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esa manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.

Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista, pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal.

Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante lo cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca. Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Éste los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos.

Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja. Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.

Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas a opinar en materia de música.

La Fábula de los Ciegos (inspirada en Voltaire)

Hermann Hesse 1929

Tomado de anecdonet

CHISTE

DE LA PELÍCULA: MI NOMBRE ES JOHN LENNON

“- John, ¿tienes tus lentes?

– Sí, en el bolsillo.

– ¿Y tu bolsillo es ciego?”

OJALÁ LLOVIERA

Van dos ciegos caminando un día bochornoso y le dice uno al otro:

-Ojalá lloviera

– Y yo también, contesta el otro.

¿VER PARA CREER?

Una maestra quiso demostrar a sus niños de primaria que Dios es un mito.  La clase ocurrió así: 

MAESTRA: Hoy vamos a aprender que Dios no existe. (Entonces, dirigiéndose a uno de los niños dice:) ¿Tito, ves el árbol allá afuera? 

TITO: Si, maestra.

MAESTRA: ¿Tito, ves la hierba? 

TITO: Si, maestra.

MAESTRA: Vete afuera y mira hacia arriba y dime si ves el cielo. 

TITO: (Regresando unos minutos más tarde) Si, vi el cielo, maestra.

MAESTRA: ¿Y viste a Dios? 

TITO: No, maestra.

MAESTRA: Esto es exactamente mi punto. Podemos ver todo lo que existe, pero no podemos ver a Dios porque El no existe. Es un cuento. 

En ese momento, María, una compañera de Tito, pidió a la maestra si podría hacerle más preguntas a Tito. 

La maestra, algo sorprendida, accedió.

MARIA: ¿Tito, ves los árboles afuera? 

TITO: Si. 

MARIA: ¿ves la hierba? 

TITO: (ya aburrido de tantas preguntas, contesta)  Siiiiiiiii 

MARIA: ¿ves a la maestra? 

TITO: Siiiiii

MARIA: Todo lo que existe se ve, ¿cierto?

TITO: Siiii

MARIA: ¿ves el cerebro de la maestra? 

TITO: Noooo. 

MARIA: Entonces, Tito, según nos han enseñado hoy, ¡nuestra maestra no tiene cerebro!

Hebreos 11, 1 La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.

 -Autor desconocido, traducción del inglés y adaptación, SCTJM

POEMA

En la noche dichosa,

en secreto, que nadie me veía,

ni yo miraba cosa,

sin otra luz y guía,

sino la que en el corazón ardía.

San Juan de la Cruz.

MEDITACIÓN

JUNTOS HACEMOS IGLESIA

Nunca digas, no sé, no valgo, no puedo,

no tengo fuerzas, no entiendo,

esas cosas son para los que saben.

Para hacer Iglesia y Pueblo

todos valemos, sabemos y podemos.

Si tienes cinco… pon cinco;

si tienes dos… pon dos;

si tienes uno… pon uno.

Si eres ciego… sostén al que es cojo;

si eres cojo… guía al que es ciego;

si eres cojo y ciego… aún puedes cantar

que no es poco en tiempos de desencanto.

Sé valiente y humilde

para descubrir y reconocer tu don; acéptalo y

acéptate a ti mismo con él.

Si Dios te dio corazón,

que tu boca no falte en la hora de la fraternidad.

Si te dio alegría,

que tu alegría no falte en la fiesta de los pobres.

Si Dios te hizo reflexivo, que tu reflexión

no falte a la hora de medir los pasos

para conseguir un mañana mejor.

Si Dios te hizo entendido, aporta

tu entendimiento para que el pueblo crezca.

Si Dios te hizo capaz de crear unidad,

pon esa habilidad

al servicio de la unidad que nos libera.

¡Anímate!

Juntos hacemos Pueblo.

Juntos hacemos Iglesia.

En la presentación del II Plan Diocesano de Evangelización de Bilbao

ORACIÓN

“SE LAVÓ; CUANDO VOLVIÓ, VEÍA”

Dios todopoderoso, Bienhechor, creador del universo

escucha mis gemidos, que estoy en peligro.

Líbrame del temor y de la angustia;

líbrame por tu fuerza poderosa, tú que todo lo puedes…

Señor Jesucristo, (…) corta la malla de mi red con la espada de tu cruz victoriosa, el arma de vida.

Por todas partes esta red me envuelve, a mí, cautivo, para hacerme perecer; conduce al lugar de tu reposo mis pasos vacilantes y desviados.

Cura la fiebre de mi corazón que me ahoga.

Soy culpable ante ti, quita de mi alma la turbación, fruto de la invención diabólica, haz desaparecer la oscuridad de mi alma angustiada…

Renueva en mi alma la imagen de luz de la gloria de tu nombre, grande y poderoso.

Intensifica el resplandor de tu gracia sobre la belleza de mi rostro y sobre la efigie de los ojos de mi espíritu, a mi, nacido de tierra (Gn 2,7)

Corrige en mí, restaura más fielmente, la imagen que refleja la tuya (Gn 1,26)

A través de una pureza luminosa, haz desaparecer mis tinieblas, a mí que soy pecador.

Inunda mi alma de tu luz divina, viviente, eterna, celeste, para que crezca en mí la semejanza con Dios Trinidad.

Sólo tú, oh Cristo, eres bendito con el Padre

para la alabanza de tu Espíritu Santopor los siglos de los siglos. Amén.

San Gregorio de Narek (c. 944-c. 1010) Libro de oraciones, nº 40

monje y poeta armenio

Santa María, Madre de Dios, tú has dado al mundo la verdadera luz, Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios. Te has entregado por completo a la llamada de Dios y te has convertido así en fuente de la bondad que mana de Él. Muestra a Jesús. Guíanos hacia Él. Enséñanos a conocerlo y amarlo, para que también nosotros podamos llegar a ser capaces de un verdadero amor y ser fuentes de agua viva en medio de un mundo sediento

(Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est).

CANTO

Mirar con nuevos ojos Juan Baena

“Que yo vea”, de Gonzalo Mazarrasa

VIDEO

Recobrar la vista – 4º Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela