Familias Invencibles

IV Domingo de Cuaresma

Familias Invencibles

CITA

Clemente de Alejandría “En su gran amor por la humanidad, Dios va tras el hombre como la madre vuela sobre el pajarillo cuando éste cae del nido; y si la serpiente lo está devorando, revolotea alrededor gimiendo por sus polluelos (cfr. Dt 32, 11). Así Dios busca paternalmente a la criatura, la cura de su caída, persigue a la bestia salvaje y recoge al hijo, animándole a volver, a volar hacia el nido” Protréptico, 10.

Tertuliano, «Pienso a ese padre que espera a su hijo pródigo, que lo acoge con alegría cuando la miseria se lo devuelve arrepentido: él mata el ternero cebado… hace una fiesta… ¿Por qué? Su hijo perdido y hallado le es más querido, porque lo ha reencontrado. Pero, ese padre, ¿quién es? Es Dios. Un padre más Padre que Dios no lo hay; uno más tierno, no lo hay. Tu pues, que eres su hijo, sabe que si lo dejas luego de haberte adoptado, aunque regreses desnudo, él te acogerá: se alegrará de verte regresar…» (De Paenitentia, c. 8 [PL 1,1242-43]).

Pedro Crisólogo “¿De dónde le viene esta esperanza, esta seguridad, esta confianza? Le viene por el hecho mismo que se trata de su padre”. 2 y 3: PL 52, 188-189.192

Isaac de Stella “¿el hombre que entra en sí mismo, no se descubrirá lejos, como el hijo pródigo, en una región distinta, en una tierra extranjera, en la que se sienta y llora con el recuerdo de su padre y de su patria?”… Sermón 2 por Todos los Santos n. 13-2

san Juan Crisóstomo: “Si no declaras la magnitud de la culpa, no conocerás la grandeza del perdón”.

SANTA TERESA DE LISIEUX, “¡Qué dulce alegría la de pensar que el Señor es justo, es decir, que conoce perfectamente la fragilidad de nuestra naturaleza! ¿Por qué, pues, temer? El buen Dios, infinitamente justo, que se dignó perdonar con tanta misericordia las culpas del hijo pródigo, ¿no será también justo conmigo, que estoy siempre junto a Él?” Historia de un alma, 8.

Juan Pablo II “La reconciliación es principalmente un don del Padre celestial. El hombre —todo hombre— es también este hermano mayor. El egoísmo lo hace ser celoso, le endurece el corazón, lo ciega y lo hace cerrarse a los demás y a Dios. La benignidad y la misericordia del Padre lo irritan y lo enojan; la felicidad por el hermano hallado tiene para él un sabor amargo. También bajo este aspecto él tiene necesidad de convertirse para reconciliarse”. Reconciliatio et Paenitentia nn. 5-6

«La Iglesia erraría en un aspecto esencial de su ser y faltaría a una función suya indispensable, si no pronunciara con claridad y firmeza, a tiempo y a destiempo, la “palabra de reconciliación” y no ofreciera al mundo el don de la reconciliación. Conviene repetir aquí que la importancia del servicio eclesial de reconciliación se extiende, más allá de los confines de la Iglesia, a todo el mundo» Reconciliatio et Paenitentia nn. 23

“Tened la valentía de alcanzar la gracia de Dios por medio de la Confesión Sacramental. ¡Esto os hará libres! Que el Espíritu Santo os conceda la gracia de un sincero arrepentimiento, de un firme propósito de la enmienda y de una sincera confesión de las culpas”.

« (…) La parábola toca indirectamente toda clase de rupturas de la alianza de amor, toda pérdida de la gracia, todo pecado» (Juan Pablo II, Dives in misericordia, n. 5).

Benedicto XVI “Pero el significado de este hermano mayor es aún más amplio. En un cierto sentido, representa al hombre devoto, es decir, a todos los que se han quedado con el Padre sin desobedecer nunca sus mandamientos. En el momento en que el pecador regresa, se despierta la envidia, este veneno escondido hasta entonces en el fondo de su alma”. Predicado en el Vaticano, 1983.

“En la parábola, el Padre nos habla a través de Cristo a los que nos hemos quedado en casa, para que también nosotros nos convirtamos verdaderamente y estemos contentos de nuestra fe.» (Jesús de Nazareth I).

Papa FRANCISCO Los errores que cometemos, aunque sean grandes, no rompen la fidelidad de su amor. En el sacramento de la Reconciliación podemos siempre comenzar de nuevo: Él nos acoge, nos restituye la dignidad de hijos suyos, y nos dice: «¡Ve hacia adelante! ¡Quédate en paz! ¡Levántate, ve hacia adelante!». Ángelus 2016

Nunca me cansaré de insistir en que los confesores sean un verdadero signo de lamisericordia del Padre. Misericordiae Vultus, 17.

¿El peligro cuál es? Es que presumamos de ser justos, y juzguemos a los demás. Juzguemos también a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarles a muerte, en lugar de perdonar. Entonces sí que nos arriesgamos a permanecer fuera de la casa del Padre. Ángelus 2013

Catecismo de la Iglesia Católica “Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza» (n. 1439).

J. M. Garrigues, «No es por casualidad que Jesús, en la parábola del hijo pródigo que es una explicación del pecado original, lo presente pidiendo a su Padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde’, es decir, dame la creación, pero la creación sin ti, para que yo la utilice y me beneficie de ella por mi mismo y para mi mismo, lejos de ti… El drama del pecado reside en la palabra ‘parte’; porque Dios quería darle todo, pero en la comunión, en la herencia compartida, no en el sentido de cortar por partes, sino de gustar juntos. El Padre quería poder decir al hijo pródigo lo mismo que dirá al hijo mayor: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo’» (Dieu sans idée du mal, p. 25 y 56).

Romano Guardini, «La justicia es buena, es el fundamento de la existencia. Pero hay algo por encima de ella, se trata de la bondad de un corazón libre y abierto. La justicia es trasparente, pero un paso más y se hace fría. La bondad, por el contrario, a condición de ser auténtica, cordial, fruto del carácter, calienta y libera. La justicia pone orden, pero la bondad crea…

¡Ay del hombre que sólo quiera vivir en la justicia! ¡Ay del mundo donde sólo reine la justicia! (Le Seigneur I, p. 293-94).

Rainiero Cantalamesa También ocurre hoy. Ciertos grupos ultraortodoxos consideran automáticamente herejes a cuantos no piensan exactamente como ellos.

CHISTE

Estos son dos hermanos, que duermen en una litera y el de arriba empieza a rezar:

– Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo.

En eso que se cae de la litera y el de abajo le dice:

– Eso te pasa por dormir con tanta gente!!!!

EXAMEN DE CONCIENCIA PARA EL SACERDOTE

– Espada de dos filos

«Mirad qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre, que nos llamemos hijos de Dios, y lo somos» (1 Jn 3, 1).

Eso dicen las Escrituras.

Esa es su heredad, sacerdote, y es por su heredad que tú recibes el paraíso prometido de tu Señor, y es por heredad que el Padre merece ser tratado como padre, y es por heredad que tú has merecido por el Hijo ser tratado como hijo, porque de verdad lo eres.

Y tú, sacerdote, ¿cómo vives la filiación divina?

¿Te reconoces como verdadero hijo y reconoces a Dios como verdadero Padre?

¿Te reconoces necesitado y miserable, y reconoces ante todo el poder y el amor de tu Padre?

¿Te reconoces pecador e indigno de merecer la heredad del Padre y reconoces su bondad y su misericordia?

¿Respetas, sacerdote, a tu Dios, como a un verdadero padre?

¿Lo amas por sobre todas las cosas y lo obedeces?

¿Lo adoras, sacerdote, y le agradeces?

¿Abres tus manos y las elevas clamando al cielo para pedir como un hijo pide a su padre y recibir su providencia?

¿Confías en Él?

Entonces, sacerdote, no tienes nada de qué preocuparte.

¿Acaso no eres tú más que los lirios del campo y que las aves del cielo?

Te ha llamado sacerdote, y te ha llamado a ti primero.

Como hijo predilecto te ha mostrado un amor hasta el extremo.

No sólo te ha dado a su Hijo para salvarte, sino que lo ha hecho como tú para guiarte, porque no tienes un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de tus debilidades, sino que de manera semejante a ti ha sido probado en todo como tú, menos en el pecado.

Tu Señor te pide que te acerques, sacerdote, para recibir su gracia y su misericordia, para que, como Él, tú también resistas a la hora de la prueba y no caigas en el pecado, para que alcances con Él su paraíso.

Esa, sacerdote, es su heredad, porque todo lo que es de su Padre es suyo, y lo suyo es de su Padre. Y tú eres de Él, sacerdote, y Él es glorificado en ti.

No malgastes, sacerdote, los dones que tu Padre te ha dado.

Multiplícalos, ofréceselos, entrégaselos con creces, porque para eso te los ha dado. No para que los malgastes, los malogres y los despilfarres, porque los dones que te ha dado tu Señor son finitos, sacerdote, como tú: se acaban.

Busca la eternidad de tus obras, sacerdote, dando fruto, porque el fruto permanece.

Busca sacerdote creer en el Hijo de Dios y poner tu fe por obra, para que alcances la vida eterna, porque esa es su heredad.

Eso es lo que tu Padre que está en el cielo te quiere dar.

Pero te conoce, sacerdote, y conoce tu debilidad, entonces te da su perdón a través de su misericordia y la gracia, para que puedas obrar tu fe y dar fruto que permanezca.

Y, si un día, sacerdote, te alejaras, te desviaras del camino y te perdieras, si desperdiciaras todos los regalos que te ha dado tu Señor y despreciaras su heredad, pídele que te lleve hasta el fondo de la amargura, hasta el desprecio, en medio del desierto de la soledad, hasta dejarte sin nada, despojándote de ti, porque para eso también te faltan fuerzas.

Entonces pídele que te llene de Él y déjate encontrar, sabiendo que Él nunca te deja de buscar.

Abre tu corazón y recibe el abrazo misericordioso de tu Padre, confiando en el amor del Hijo fiel que permanece a la derecha de su Padre y que viendo que tú ya no tienes nada se compadecerá de ti y compartirá contigo su Paraíso, te sentará a la mesa y Él se sentará contigo, comerás con Él y Él comerá contigo, porque esa, sacerdote, es su heredad.

¡Vuelve, sacerdote, vuelve!

Vuelve al camino correcto.

¡Vuelve, sacerdote, vuelve!

Vuelve al amor primero.

¡Vuelve, sacerdote, vuelve!

Te está esperando con los brazos abiertos.

¡Vuelve, sacerdote, vuelve!

Vuelve a la presencia de tu Señor con el corazón contrito y humillado que Él no desprecia.

¡Vuelve sacerdote, vuelve!

Vuelve a pedir perdón setenta veces siete.

¡Vuelve sacerdote, vuelve!

Vuelve a casa y al abrazo misericordioso de tu Padre.

Te está esperando para perdonarte, para amarte, para convertir tu corazón de piedra en corazón de carne.

¡Vuelve sacerdote, vuelve!

Vuelve al servicio de tu Señor y cumple, sacerdote, tu misión. Y esta vez cuida, agradece, valora y protege lo que tu Padre te dio, para que se lo devuelvas con creces, como hace un verdadero hijo con su Padre, que te da la vida y que se alegra cada vez que tú regresas, porque Él siempre te espera.

Reúne a su pueblo, sacerdote, y dales lo que les corresponde: misericordia, sacerdote, misericordia, porque Cristo ha querido hacerlos hijos a todos por filiación divina. Y esa sacerdote, es la heredad del Padre, a través del Hijo, por el Espíritu Santo, para que todo el que crea en que Cristo es el único Hijo de Dios, no muera, sino que tenga vida eterna.

Esa, sacerdote, es la misericordia del Padre.

Esa, sacerdote, es su heredad.

Ese es el amor tan grande del Padre que tú debes enseñar, para que todos sean uno como el Hijo y el Padre son uno, y sean llamados hijos del Padre misericordioso, porque lo son.

Tomado de https://lacompañiademaria.com/

POEMA

Como hijo te avergoncé al irme de tu casa;

dije que no eras buen padre,

que mi autosuficiencia bastaba.

Me lancé a nuevos rumbos

desconocidos, deslumbrantes,

sin sentido me dote malgastaba,

y tu esperabas a lo lejos a este hijo sin casa.

No importa si soy un hijo, si esclavo me llamas;

no importa si soy siervo si puedo vivir en tu casa,

mi camino de regreso, doloroso se tornaba

al ver todas las posadas, donde mi alma

había sido saqueada.

Con caminar apesadumbrado,

me acercaba a tu casa

con mil argumentos que mi mente preparaba.

Yo no te veía aún, pero tu a lo lejos me mirabas;

reconociste en la sombra al hijo que amabas,

y saliste corriendo, y mi camino se acortaba;

yo lloraba de vergüenza, tu de felicidad llorabas.

Esa tarde hablaban mis ojos:

¡perdóname!, no, no digas nada.

Y un abrazo profundo constreñía

entre tus brazos mi alma;

enjugando mis lágrimas y penas

mientras al oído me susurrabas: No llores, es una fiesta.

¡¡Tu eres mi Hijo y esta es tu casa!!

Poema, de autor desconocido indio.

CONTO

En una novela suya, Dostoiewski describe una escena que tiene todo el ambiente de una imagen real. Una mujer del pueblo tiene en brazos a su niño de pocas semanas, cuando éste –por primera vez, dice ella- le sonríe. Compungida, se hace el signo de la cruz y a quien le pregunta el por qué de aquel gesto le responde: «De igual manera que una madre es feliz cuando nota la primera sonrisa de su hijo, así se alegra Dios cada vez que un pecador se arrodilla y le dirige una oración con todo el corazón» ( L’Idiota , Milano 1983, p. 272).

Una oveja descubrió un agujero en la cerca y se escabulló a través de él.

Estaba feliz de haber escapado. Anduvo errando mucho tiempo y acabó desorientándose. Entonces, se dio cuenta de que estaba siendo seguida por un lobo. Echó a correr y a correr… pero el lobo seguía persiguiéndola hasta que llegó el pastor, la salvó y la condujo de nuevo, con todo cariño, al redil.

Y a pesar de que todo el mundo le instaba a lo contrario, el pastor se negó a reparar el agujero de la cerca.

El canto del pájaro” de Anthony de Mello.

LA PUERTA PEQUEÑA

En los alrededores de la estación central de una gran ciudad, se daba cita, día y noche, una muchedumbre de desechos humanos: barbudos, ladronzuelos, drogadictos… De todos tipos y colores.

Se veía muy bien que era gente infeliz y desesperada: barbas sin afeitar, ojos con legañas, manos temblorosas, harapos, suciedad…

Más que dinero, aquella gente necesitaba consuelo y aliento para vivir; pero esas cosas hoy no las da ya casi nadie.

Entre todos, llamaba la atención un joven, sucio, de pelo largo

mal cuidado, que daba vueltas entre los pobres náufragos de la ciudad como si él tuviera una balsa personal de salvación.

Cuando le parecía que las cosas iban verdaderamente mal, en los momentos de soledad y de la angustia más negra, el joven sacaba del bolsillo un papel grasiento y consumido, y lo leía. Después lo

doblaba con mimo y lo metía de nuevo en su bolsillo. .Alguna vez lo besaba, lo estrechaba contra su corazón o se lo llevaba a la frente. La lectura de aquella pobre hoja de papel surtía un efecto inmediato. El joven parecía reconfortado, enderezaba los hombros y recobraba aliento.

¿Qué decía aquella misteriosa hoja de papel? Únicamente seis breves palabras: «La puerta pequeña está siempre abierta». Era todo.

Era una nota que le había mandado su padre. Significaba que había sido perdonado y que podía volver a casa cuando quisiera.

Y una noche lo hizo. Encontró abierta la pequeña puerta del jardín, subió la escalera silenciosamente y se metió en la cama.

Cuando, a la mañana siguiente, se despertó, junto a su lecho le miraba complacido su padre. En silencio, se abrazaron.

Ernest Hemingway escribió una conmovedora historia titulada “La Capital del Mundo”.

Cuenta la historia de un padre que quería reconciliarse con su hijo que se había escapado de casa y se había ido a Madrid. Para localizarlo puso un anuncio en el periódico El Liberal que decía: “Paco, te espero en el hotel Montana a mediodía, el martes. Todo está perdonado. Te quiero. Tu padre”.

Siendo tan popular el nombre de Paco, cuando llegó a la puerta del hotel encontró a 800 muchachos llamados Paco esperando a su padre.

ANÉCDOTA

Durante el Sínodo de Obispos en Roma, del año 1980. En el aula se había hablado con mucha dureza de los problemas de los casados. Mientras tomaba un café el Cardenal Hume, se acercó otro Obispo que le dice con una gran pena: “¡Eminencia, qué mal la van a pasar los casados cuando lleguen al cielo!” El Cardenal Hume, con aquel humor que le caracterizaba, le respondió sonriéndose: “Monseñor, venga tomemos un café tranquilos.

¿Usted cree que en el cielo van a tener en cuenta todo lo que hemos hablado esta mañana? Ninguno de nosotros va a ser el portero. Usted sabe muy bien quién es el portero del cielo”.

Tomado del P. Juan Jáuregui Castelo

CANTO

vuelve a casa cristobal fones

Parábola de El Hijo Pródigo – Valivan

BROTES DE OLIVO ME VOLVERE A TI

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela