Santuario de la Visitación

IV Domingo de Adviento

Santuario de la Visitación

San Ireneo: «A su vez, el profeta Miqueas dice también el lugar donde el Cristo debía nacer, a saber, en Belén de Judá, cuando se expresa así: Y tú, Belén de Judá, tú no eres insignificante entre los jefes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel. Pero Belén es también el país de David, de suerte que Él es de la descendencia de David, no sólo por la Virgen que lo ha dado a luz, sino también en cuanto que nació en Belén» (Demonstratio praedicationis apostolicae 63).

San Ambrosio, Llena de Dios ¿podía no ir de prisa hacia las alturas? Los cálculos lentos no corresponden a la gracia del Espíritu Santo. Sobre San Lucas 19-21: SC 45, 81-82.

«Tengamos todos el alma de María para glorificar al Señor».

«Considera la precisión y exactitud de cada una de las palabras: Isabel fue la primera en oír la voz,pero Juan fue el primero en experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos» (S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, ad loc.).

“Que en cada uno esté el alma de María para cantar la grandeza del Señor; que en cada uno esté el espíritu de María para alabar a Dios” (In Luc. II,26).

San Bernardo, Es la gracia de Dios la que produce esta maravilla en el corazón de los elegidos; la humildad no los hace ser temerosos ni timoratos, como tampoco la generosidad de su alma los vuelve orgullosos. Al contrario, en los santos, estas dos virtudes de refuerzan la una a la otra…

Cuanto menos una persona tiene la costumbre de presumir de sus propias fuerzas, incluso en las cosas más pequeñas, tanto más se confía en el poder de Dios, incluso en las más grandes. Sermón para la octava de la Asunción, sobre las doce prerrogativas de María.

“La Virgen es el mismo camino real por el que llegó a nosotros el Salvador. Debemos tratar de ir hacia nuestro Salvador por el mismo camino por el cual él vino hasta nosotros” (Serm. de Adventu, 5).

Prudencio: “El bebé que está en el vientre anciano saluda, a través de la boca de su madre, al Señor, hijo de la Virgen” (Apotheosis, 590: PL 59, 970).

Pablo VI: “La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio (Evangelii nuntiandi, 21). Las técnicas de evangelización son buenas pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu”. Evangelii nuntiandi, 75)

Dietrich Bonhoeffer “Dios no cumple todos nuestros deseos sino todas Sus promesas”.

San Juan Pablo II, «[Las palabras del salmo] nos hacen como penetrar en los abismos insondables de este abajamiento del Verbo, de este humillarse por amor de los hombres hasta la muerte de Cruz (…) ¿Por qué esta obediencia, por qué este abajamiento, por qué este sufrimiento? Nos responde el Credo: “Propter nos homines et propter nostram salutem: por nosotros los hombres y por nuestra salvación” Jesús bajó del cielo para hacer subir allá arriba con pleno derecho al hombre, y, haciéndolo hijo en el Hijo, para restituirlo a la dignidad perdida con el pecado (…). Acojámosle. Digámosle también nosotros: Aquí estoy, vengo a hacer tu voluntad» (Audiencia general, 25-III-1981).

“La fe de María puede parangonarse a la de Abraham, llamado por el Apóstol ‘nuestro padre en la fe’ (cf Rom 4,12)… Como Abraham, ‘esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones’ (cf Rom 4,18), así María, en el instante de la anunciación, después de haber manifestado su condición de virgen (‘¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?’), creyó que por el poder del Altísimo, por obra del Espíritu Santo, se convertiría en la Madre del Hijo de Dios según la revelación del ángel”

BENEDICTO XVI Hoy, como en tiempos de Jesús, la Navidad no es un cuento para niños, sino la respuesta de Dios al drama de la humanidad que busca la paz verdadera. “Él mismo será nuestra paz”, dice el profeta refiriéndose al Mesías. A nosotros nos toca abrir de par en par las puertas para acogerlo. 2009

Francisco Papa, “Para celebrar bien la Navidad, estamos llamados a detenernos en los «lugares» del asombro. Y, ¿cuáles son los lugares del asombro en la vida cotidiana? Son tres.

El primer lugar es el otro, en quien reconocemos a un hermano, porque desde que sucedió el Nacimiento de Jesús, cada rostro lleva marcada la semejanza del Hijo de Dios. Sobre todo cuando es el rostro del pobre, porque como pobre Dios entró en el mundo y y dejó, ante todo, que los pobres se acercaran a Él.

Otro lugar del asombro —el segundo— en el que, si miramos con fe, sentimos asombro, es la historia. Muchas veces creemos verla por el lado justo, y sin embargo corremos el riesgo de leerla al revés. Sucede, por ejemplo, cuando ésta nos parece determinada por la economía de mercado, regulada por las finanzas y los negocios, dominada por los poderosos de turno. El Dios de la Navidad es, en cambio, un Dios que «cambia las cartas»: ¡Le gusta hacerlo! Como canta María en el Magnificat, es el Señor el que derriba a los poderosos del trono y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y a los ricos despide vacíos (cf. Lc 1, 52-53). Este es el segundo asombro, el asombro de la historia.

Un tercer lugar de asombro es la Iglesia: mirarla con el asombro de la fe significa no limitarse a considerarla solamente como institución religiosa que es, sino a sentirla como Madre que, aun entre manchas y arrugas —¡tenemos muchas!— deja ver las características de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor. Una Iglesia que sabe reconocer los muchos signos de amor fiel que Dios continuamente le envía. Una Iglesia para la cual el Señor Jesús no será nunca una posesión que defender con celo: quienes hacen esto, se equivocan, sino Aquel que siempre viene a su encuentro y que ésta sabe esperar con confianza y alegría, dando voz a la esperanza del mundo. La Iglesia que llama al Señor: «Ven Señor Jesús». La Iglesia madre que siempre tiene las puertas abiertas, y los brazos abiertos para acoger a todos. Es más, la Iglesia madre que sale de las propias puertas para buscar, con sonrisa de madre a todos los alejados y llevarles a la misericordia de Dios. ¡Este es el asombro de la Navidad!” Homilía en Sta. Marta (31.V.16)

San Josémaria Escrivá de Balaguer, María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios! Es Cristo que pasa (Homilía del 04-05-1957).

“Maestra de esperanza. María proclama que la llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1, 48). Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esa esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las grandes heroínas del Viejo Testamento –Judit, Ester, Débora– consiguieron ya en la tierra una gloria humana (…). ¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza” Amigos de Dios, 286.

CONC. VAT. II, “Ella precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que llegue el día del Señor (cfr. 2 Pdr 3, 10)” Const. Lumen gentium, 68.

ALBERTO HURTADO, SJ, La cortesía, es la flor y nata de caridad. La cortesía consiste en sacrificarse por los otros, en darles honor, desaparecer ante ellos. Todo esto impone muchos sacrificios. Lo que los del mundo hacen por cumplimiento, nosotros hagámoslo por verdadera caridad y con sentimientos de verdadera humildad, paciencia, olvido de sí.

Hacer un cumplimiento llegado el caso. Preguntar enfermedades, visitar, por parientes, por penas y, sobre todo, por alegrías; ceder el paso, dejar la mejor silla. Ceder parte del diario, esperar sosteniendo la puerta, preocuparse del vecino. No hacer un gesto ni una palabra que pueda molestar.

Ser agradable, optimista, sobrio. Una manera “gentille”, temperada, dulce, alegre, ligeramente original, simples, no afectada, alegre, gustosa de recibir personas y acontecimientos, abiertas… Santa Teresa, tanto alegró a sus hijas. (Un disparo a la eternidad, Tercera Edición. Universidad Católica de Chile, Tercera Edición, 2004, pp. 239- 242)

CONTO

Era el 10 de Diciembre y en las calles se notaba ya la brisita navideña, los centros comerciales estaban repletos de gente, y en los colmados ya sonaba “Volvió Juanita”, “Bebo hoy, bebo mañana” y “Salsa pa´tu lechón”.

En casa de la Familia Pérez llamaron a la puerta y Doña Rosa salió a abrir. Un joven le entregó una caja de regalos. No tenía remitente. Tan solo ponía la procedencia: Villas Agrícolas. “¡Qué ilusión –dijo la Doña-, alguien se acordó de mí y me envió un regalito”. Abrió el paquete y descubrió que allí no había nada. Aún así, como la caja era linda, la puso al pie del árbol de Navidad.

Pasaron varios días y de nuevo un joven llamó a la puerta de los Pérez. Don Pedro salió a abrir y un joven le entregó una caja de bombones. No aparecía ningún remitente. Pero sí ponía que procedía del Hospital Robert Reid Cabral. “Yo no conozco a nadie allí –expresó el señor de la casa muy extrañado”. Aún así la abrió con mucha ilusión, deseando probar aquellos chocolatitos. Estaba vacía. Y Pedro depositó el regalo en el árbol de Navidad para que aquella caja tan linda al menos sirviera de adorno.

Faltaban dos días para Navidad y de nuevo llamaron a la puerta de la Familia Pérez. Salió a abrir Roberto el hijo mayor y un joven le entregó una carta que parecía contener una felicitación de Navidad. Procedía de la cárcel de La Victoria. Al abrir el sobre vio que estaba totalmente vacío. Como la carta era muy colorida la dejó en el árbol de Navidad.

El 24 de diciembre la Familia Pérez se reunió para cenar. La conversación giró entorno a aquellos misteriosos obsequios vacíos que habían recibido. Entonces, Marta, la más pequeña de la casa, tomó la palabra y dijo: “Ustedes están confundidos de dirección. Esos regalos vacíos no son de ida. Son de vuelta. Y en Villas Agrícolas, en el Robert Reid y en la cárcel de la Victoria están esperando que ustedes los llenen y los envíen para allá”.

Tomado del P. Santiago Rodríguez

En las colmas pedregosas que descienden sobre Nazaret, los

almendros, de esqueletos contrahechos, se agarran al terreno. El sol del invierno que se despide, empieza a calentar las tardes.

María aprovecha la tibieza del aire para pasear con su pequeño.

—Mamá, ya empiezan a salir las flores.

—¿No sabes la historia del almendro?

«Hubo un invierno muy frío. Todas las mañanas bajaba un manto de escarcha sobre los campos, que no les dejaba crecer. Algunas hierbas quisieron ser las primeras en sacar la cabeza de la tierra, y se quedaron amarillas y raquíticas para siempre.

Las flores querían asomarse a la luz, pero no se atrevían, porque el frío las podría degollar. Y las gentes estaban preocupadas, porque no veían sus colores, ni olían sus perfumes.

Por el interior de la tierra, de raíz en raíz, las plantas y los árboles

se pusieron a discutir quién tenía que ser la más valiente en echar sus flores.

Los árboles viejos eran muy prudentes y decían que no podían

arriesgar sus cosechas, porque ellos producían mucho. Los linos, más presumidos, esperaban a que salieran otras flores, para demostrarles que eran los más hermosos. Las adelfas del arroyo ponían la excusa de que les faltaba agua. Entonces habló el almendro.

—Yo me arreglo con poca agua, tengo un aspecto retorcido y áspero del que no puedo presumir. Sin almendras se puede pasar el invierno… de manera que ¡salgo al frío!

Y le salieron unas flores blancas, muy blancas, que parecían hechas de copos de nieve. Y fueron los heraldos de la primavera. Y despertaron a las laboriosas abejas. Y llenaron de perfume de néctar todo el valle. Y los jarros de estrecho cuello se llenaron de sus ramos floridos para compartir el pan de cada mesa.»

—…Y los niños como tu pidieron a su mamá salir por las tardes a jugar en el campo.

—¿Por eso me repites que a quien madruga Dios le ayuda?

JAIME DE PEÑARANDA ALGAR, S. J.

CUENTOS DE LA VIRGEN

CANTO

Gen verde-feliz la que ha creido

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela