III Domingo de Navidad

CITA

Acércate a ella con toda tu alma, | y con toda tu fuerza custodia sus caminos. Síguela, búscala, y se te manifestará, | y, una vez alcanzada, no la sueltes.

Eclesiástico 6, 26-27

Xesus, a única Palabra ben-dita”

« ¡Dichoso quien entienda que,

acampado entre nosotros,

EL plantó su tienda!»

S.Son

Carta a Diogneto: En el Discurso a Diogneto, atribuido a Cuadrato, se dice que “el Creador del Universo y Dios invisible, Él mismo hizo bajar de los cielos su Verdad y su Palabra santa e incomprensible y la aposentó en los hombres y sólidamente la asentó en sus corazones. Y eso, no mandándoles a hombre alguno como alguien pudiera imaginar, o a alguno de sus servidores o a un ángel…, sino al mismo Artífice y Creador del Universo”.

San Justino habla de «semillas del Verbo» en el mundo; cf. II Apología 8, 1-2; 13, 3-6: PG 6, 457-458; 467.

San Clemente de Alejandría En su ser indecible, es Padre; en su compasión para con nosotros, es Madre. Es amando que el Padre se nos presenta también femenino. La prueba más asombrosa es Aquél que él engendra de sí mismo. Y este Hijo, fruto del amor, es amor. Homilía «¿Cuál es el rico que puede ser salvado?», 37.

San Ireneo de Lyon «Este es el motivo por el cual el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con el Verbo y recibiendo de este modo la filiación divina, llegara a ser hijo de Dios» (Adversus haereses, 3, 19, 1: PG 7, 939; cf. Catecismo de la Iglesia católica, 460).

Orígenes, “sería necesario haber reposado sobre el pecho de Jesús, haber recibido a María por madre, ser un segundo Juan”, para calar todo el sentido de esta página incomparable. ().

San Atanasio: «El Hijo de Dios se hizo hombre para que los hijos del hombre, los hijos de Adán, se hicieran hijos de Dios (…). Él es Hijo de Dios por naturaleza; nosotros, por gracia» (De Incarnatione contra Apollinarium 8).

S. Basilio, Busca penetrar en el misterio: Dios asume la carne justamente para destruir la muerte oculta en ella. Homilía 2, 6; PG 31, 1459-1462. 1471-1474.

S. Gregorio de Nisa, «Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?» (Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).

San Cromacio de Aquileya «Juan era el más joven de todos los discípulos del Señor; el más joven por edad, pero ya anciano por la fe» (Sermo II, 1 De Sancto Iohanne Evangelista: CCL 9a, 101).

S. Agustín, “Despiértate, hombre: por ti, Dios se ha hecho hombre” Sermón 185

“¿Quién podrá explicar esto con palabras? ¿Quién lo ve? ¿Con qué documentos demostraré lo que digo? Yo soy un hombre, un pobre hombre que habla a hombres más pobres hombres aún. Y, con todo, hermanos míos, oso decir, y digo, que también yo veo dentro de mí, algo así como en espejo y enigma, un verbo semejante. Más, si quiere pasar a vosotros, no hay vehículo apropiado. El vehículo de este verbo (palabra) mío es el sonido vocal. Esto que me digo dentro de mí, si quiero decíroslo a vosotros, no hallo palabras adecuadas. Y ¡quiero hablar del Verbo (Palabra) de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas! ¡Qué grandeza de Verbo! ¡Qué Verbo tan especial! Ved sus obras, y temblad ante su Hacedor. ¡Todas las cosas fueron hechas por él!” Sermón 120

«Puede ser que haya unos corazones insensatos, todavía incapaces de recibir esa Luz, porque el peso de sus pecados les impide verla; que no piensen, sin embargo, que la Luz no existe porque no la puedan ver: es que ellos mismos, por sus pecados, se han hecho tinieblas. Hermanos míos, es como si un ciego está frente al sol. El sol está presente, pero el ciego está ausente del sol» (In Ioannis Evangelium 1,19).

Teodoreto de Ciro, «La verdadera consolación, alivio y liberación de los males humanos es la Encarnación de nuestro Dios y Salvador» (Commentaria in Isaiam 40,3).

San León Magno, No puede haber tristeza cuando nace la vida ().

«Se rebajó hasta asumir la humildad de nuestra condición sin que disminuyera su majestad» (Tractatus XXI, 2: CCL 138, 86-87).

«El inaccesible quiere ser accesible; él, que existe antes del tiempo, comenzó a ser en el tiempo; el Señor del universo, velando la grandeza de su majestad, asumió la naturaleza de siervo» (Sermón 2 sobre la Navidad, 2.1).

«Si nosotros recurrimos a la inenarrable condescendencia de la divina misericordia que indujo al Creador de los hombres a hacerse hombre, ella nos elevará a la naturaleza de Aquel que nosotros adoramos en nuestra naturaleza» (Sermón 8 sobre la Navidad: ccl 138, 139).

«Reconoce, cristiano, tu dignidad y, puesto que has sido hecho partícipe de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas. Piensa de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. No olvides que fuiste liberado del poder de las tinieblas y trasladado a la luz y al reino de Dios» (Sermón 1 sobre la Navidad, 3,2: ccl 138, 88).

San Bernardo: “…aquí hallamos misteriosamente una longitud que se acorta, una anchura que se estrecha, una altura que se rebaja, una profundidad que se rellena. Encontramos a la luz apagada, a la palabra enmudecida, al agua sedienta, al pan hambriento. Si observas bien, verás que al Poderoso lo gobiernan, al Sabio le instruyen, al Fuerte lo defienden, a Dios le dan de mamar, y eso que él alimenta a los ángeles. Escucharás el llanto de quien alienta al afligido. Si te fijas detenidamente, advertirás que la alegría se entristece, la confianza tiembla de miedo, la salvación padece, la vida muere, la fortaleza se debilita. Y todavía percibirás algo no menos maravilloso: la tristeza contagiando alegría, el pavor dando ánimo, el sufrimiento salvando, la muerte dando vida, la debilidad vigorizando.”

Santo Tomás de Aquino, «El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres»(Oficio de la festividad del Corpus, Of. de Maitines, primer Nocturno, Lectura I).

Jesucristo, el Hijo de Dios, vive desde siempre en el seno del Padre. Sólo desde esta filiación eterna se puede explicar la filiación terrena en el seno de María, como explicó S. Tomás de Aquino (S. III, q. 32).

«… Así como nuestro verbo, concebido en la mente es invisible, pero se hace sensible manifestándolo exteriormente con la voz, así también el Verbo de Dios existe invisiblemente en el corazón del Padre, según la generación eterna y por la Encarnación es sensible para nosotros» (Summa contra Gent. 4,46).

San Buenaventura, «¿Qué cosa más sabia y conveniente que realizar, para la perfección de todo el universo, la unión de lo primero y de lo último, esto es, del Verbo, Principio de todas las cosas y de la naturaleza humana, la última de todas las criaturas?» (Breviloquio, 41 parte).

Juan Taulero, ¿Cuál es el lugar donde Dios viene a pronunciar su palabra y a engendrar a su Hijo? El corazón en donde se tiene que realizar este nacimiento tiene que ser puro, vivir una vida interior intensa, en unión profunda con Dios. Si no se dispersa hacia el exterior sino que se mantiene recogido, unido a Dios en lo más hondo de su ser, Dios lo elige para habitar en él….¡Recógete, pues, si puedes, olvida todo en la oración, libérate de imágenes que se acumulan en tu interior! Cuanto más olvides todo lo demás, tanto más capaz eres de recibir esta Palabra tan misteriosa… ¡Huye de las actividades y de los pensamientos que te agitan porque te impiden la paz interior. Para que Dios hable por su Verbo dentro de nosotros, hace falta que estemos en paz y en silencio interiores. Entonces, nos puede dar a escuchar su Palabra. El hablará a sí mismo en nosotros. Sermón para Navidad.

San Juan de Ávila: Luz no le falta, pues que se llama Verbo, que es cosa engendrada por el entendimiento y en el entendimiento. Audi Filia, 108.

San Juan de la Cruz afirma: Dios «lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. (…) Pon los ojos sólo en él (…) y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas» (Subida del monte Carmelo, libro II, cap. 22, 4-5).

«Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo» (Dichos de luz y amor, 99).

Ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste (Cántico espiritual (fragmento)).

Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura (Cántico espiritual (fragmento)).

Y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía (Romance del nacimiento).

Mi Amado, la noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora (Cántico espiritual. Estrofa XV).

«Quedéme y olvidéme

El rostro recliné sobre el Amado,

Cesó todo y dejéme,

Dejando mi cuidado

Entre las azucenas olvidado».

Concilio Vaticano II: «Por medio de esta revelación, la verdad profunda acerca de Dios y de la salvación del hombre se nos hace patente en Cristo, que es al mismo tiempo el mediador y la plenitud de la revelación completa» (Dei Verbum, n. 2).

«Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Gaudium et spes, 22)

«Cristo es la luz de los pueblos. Por eso este santo Concilio, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio a todas las criaturas» (Lumen gentium n. 1).

“Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tm 1, 17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33, 11; Jn 15, 14-15), trata con ellos (cf. Ba 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum, 2).

“el hombre, que es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo” (Gaudium et spes, 24).

Catecismo, 151 Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que El ha enviado, «su Hijo amado», en quien ha puesto toda su complacencia (Mc 1,11). Dios nos ha dicho que le escuchemos. El Señor mismo dice a sus discípulos: «Creed en Dios, creed también en mí» (Jn 14,1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, El lo ha contado» (Jn 1,18). Porque «ha visto al Padre» (Jn 6,46), El es único en conocerlo y en poderlo revelar.

241 Los apóstoles confiesan a Jesús como «el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios» (Jn 1,1), como «la imagen del Dios invisible» (Col 1,15), como «el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia» (Hb 1,3).

291 «En el principio existía el Verbo… y el Verbo era Dios… Todo fue hecho por él y sin él nada ha sido hecho» (Jn 1,1-3). El Nuevo Testamento revela que Dios creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo amado. «En él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra… todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo y todo tiene en él su consistencia» (Col 1,16-17). La fe de la Iglesia afirma también la acción creadora del Espíritu Santo: él es el «dador de vida», «el Espíritu Creador», la «Fuente de todo bien».

292 La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada en el Antiguo Testamento, revelada en la Nueva Alianza, inseparablemente una con la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia: «Sólo existe un Dios…: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría», «por el Hijo y el Espíritu», que son como «sus manos». La creación es la obra común de la Santísima Trinidad.

427 «En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a El; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca… Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo la misteriosa palabra de Jesús: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado» (Jn 7,16)»

POR QUE EL VERBO SE HIZO CARNE

456 Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando: «Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre».

457 El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: «Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4,10). «El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo» (1 Jn 4,14). «El se manifestó para quitar los pecados» (1 Jn 3,5):

Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesióndel bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecíanconmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestranaturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontrabaen un estado tan miserable y tan desgraciado? [San Gregorio de Nisa]

458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4,9). «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).

459 El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: «Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí…» (Mt 11,29). «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6). Y el Padre, en el monte de la Transfiguración, ordena: «Escuchadle» (Mc 9,7). El es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15,12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo.

460 El Verbo se encarnó para hacernos «partícipes de la naturaleza divina» (2 Pe 1,4): «Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios» [San Ireneo de Lyon]. «Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios»[San Atanasio de Alejandría]. «Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo» («El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres»)[Santo Tomás de Aquino].

461 Volviendo a tomar la frase de san Juan («El Verbo se encarnó»: Jn 1,14), la Iglesia llama «Encarnación» al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. En un himno citado por san Pablo, la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:

Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su pone como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,5-8).

464 «El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban» (; cf 465).

1.692 «El Símbolo de la fe profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra de su creación, y más aún, por la redención y la santificación (…). Reconociendo en la fe su nueva dignidad, los cristianos son llamados a llevar en adelante una ‘vida digna del Evangelio de Cristo’ (Flp 1,27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello» ()

2466 Jesucristo, manifestación plena de la verdad de Dios: «En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. «Lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14), él es la «luz del mundo» (Jn 8,12), la Verdad. El que cree en Él, no permanece en las tinieblas. El discípulo de Jesús, «permanece en su palabra», para conocer «la verdad que hace libre» y que santifica. Seguir a Jesús es vivir del «Espíritu de verdad» (Jn 14,17) que el Padre envía en su nombre y que conduce «a la verdad completa» (Jn 16,13)» ().

San Juan Pablo II Estamos eternamente en el “predilecto” Hijo del Padre. (4-I-1987).

Dios nos ha creado para compartir su misma vida; nos llama a ser sus hijos, miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo, templos luminosos del Espíritu del Amor. Nos llama a ser “suyos”: quiere que todos seamos santos (Mensaje 29.VI.1999).

El hombre, como dice la tradición del pensamiento cristiano, es “capax Dei”: capaz de conocer a Dios y de acoger el don de sí mismo que él le hace. (26 de agosto de 1998).

“una llamada a la amistad, en la que las trascendentales “profundidades de Dios” están abiertas, en cierto modo, a la participación del hombre” (Dominum et vivificantem, 34).

Mediante este » humanarse » del Verbo-Hijo, la autocomunicación de Dios alcanza su plenitud definitiva en la historia de la creación y de la salvación. Esta plenitud adquiere una especial densidad y elocuencia expresiva en el texto del evangelio de San Juan. » La palabra se hizo carne «. La Encarnación de Dios-Hijo significa asumir la unidad con Dios no sólo de la naturaleza humana sino asumir también en ella, en cierto modo, todo lo que es » carne «: toda la humanidad, todo el mundo visible y material. La Encarnación, por tanto, tiene también su significado cósmico y su dimensión cósmica. El » Primogénito de toda la creación «, al encarnarse en la humanidad individual de Cristo, se une en cierto modo a toda la realidad del hombre, el cual es también » carne «, y en ella a toda » carne » y a toda la creación.(Dominum et vivificantem III).

Según nuestra fe, el Verbo de Dios, se hizo hombre y ha venido a habitar la tierra de los hombres; ha entrado en la historia del mundo, asumiéndola y recapitulándola en sí. El nos ha revelado que Dios es amor y que nos ha dado el «mandamiento nuevo» del amor, comunicándonos al mismo tiempo la certeza de que la vía del amor se abre a todos los hombres, de tal manera que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es vano. Venciendo con la muerte en la cruz el mal y el poder del pecado con su total obediencia de amor, El ha traído a todos la salvación y se ha hecho «reconciliación» para todos. En El Dios ha reconciliado al hombre consigo mismo.(Recontiliatio et Paenitentia I, 3).

Es contrario a la fe cristiana introducir cualquier separación entre el Verbo y Jesucristo. San Juan afirma claramente que el Verbo, que «estaba en el principio con Dios», es el mismo que «se hizo carne» (Jn 1, 2. 14). Jesús es el Verbo encarnado, una sola persona e inseparable: no se puede separar a Jesús de Cristo, ni hablar de un «Jesús de la historia», que sería distinto del «Cristo de la fe». La Iglesia conoce y confiesa a Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Cristo no es sino Jesús de Nazaret, y éste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos. En Cristo «reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente» (Col 2, 9) y «de su plenitud hemos recibido todos» (Jn 1, 16). El «Hijo único, que está en el seno del Padre» (Jn 1, 18), es el «Hijo de su amor, en quien tenemos la redención. Pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1, 13-14. 19-20). Es precisamente esta singularidad única de Cristo la que le confiere un significado absoluto y universal, por lo cual, mientras está en la historia, es el centro y el fin de la misma: «Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin» (Ap 22, 13).

Si, pues, es lícito y útil considerar los diversos aspectos del misterio de Cristo, no se debe perder nunca de vista su unidad. Mientras vamos descubriendo y valorando los dones de todas clases, sobre todo las riquezas espirituales, que Dios ha concedido a cada pueblo, no podemos disociarlos de Jesucristo, centro del plan divino de salvación. Así como «el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre», así también «debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en forma sólo de Dios conocida, se asocien a este misterio pascual». El designio divino es «hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1, 10). (Redemptoris Missio I).

«La unión de Cristo con el hombre es la fuerza y la fuente de la fuerza, según la incisiva expresión de San Juan en el prólogo de su Evangelio: Les dio poder para ser hijos de Dios. Ésta es la fuerza que transforma interiormente al hombre, como principio de una vida nueva que no se desvanece y no pasa, sino que dura hasta la vida eterna (cfr Jn 4,14)» (Redemptor hominis, n. 18).

Benedicto XVI esta es la verdadera razón de la esperanza de la humanidad: la historia tiene un sentido, porque en ella «habita» la Sabiduría de Dios. Ángelus (03-01-2010)

El Verbo es «una realidad viva: un Dios que… se comunica haciéndose él mismo hombre» (J. Ratzinger, Teologia della liturgia, LEV 2010, p. 618).

“La Palabra de Dios es la luz verdadera que necesita el hombre”

«Aquellos que creen en el nombre de Cristo reciben un nuevo origen. El mismo origen de Jesucristo ahora se convierte en nuestro propio origen. Nuestra verdadera “genealogía” es la fe en Jesús, que nos da una nueva proveniencia, nos hace nacer “de Dios”» ()

¡Despiértate, hombre del tercer milenio! En Navidad, el Omnipotente se hace niño y pide ayuda y protección; su modo de ser Dios pone en crisis nuestro modo de ser hombres; llamando a nuestras puertas nos interpela, interpela nuestra libertad y nos pide que revisemos nuestra relación con la vida y nuestro modo de concebirla. A menudo se presenta la edad moderna como si la razón despertara del sueño, como si la humanidad hubiera salido finalmente a la luz, superando un periodo oscuro. Pero, sin Cristo la luz de la razón no basta para iluminar al hombre y al mundo. Por eso la palabra evangélica del día de Navidad —«era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre» (Jn 1,9)— resuena más que nunca como anuncio de salvación para todos. «Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Const. Gaudium et spes, 22). Navidad, domingo 25 de diciembre de 2005

Papa Francisco, Éste es el mensaje de Navidad: el Verbo se hizo carne. De este modo la Navidad nos revela el amor inmenso de Dios por la humanidad. De aquí se deriva también el entusiasmo, nuestra esperanza de cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados y acompañados por Dios; y miramos al mundo y a la historia como el lugar donde caminar juntos con Él y entre nosotros, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. Ángelus, 05-01-2014

Desde el inicio del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin por ello afectar su autonomía. (Laudato Si 99)

La vida de Cristo —su modo de conocer al Padre, de vivir totalmente en relación con él— abre un espacio nuevo a la experiencia humana, en el que podemos entrar. (Lumen Fidei, 18)

G. Diego «Palabras de amor, palabras»,

Cabodevilla «Palabras son amores»

Sidhartha Gautama Buda Más que mil palabras inútiles vale una sola que otorgue la paz.

Ortega y Gasset “si verdaderamente Dios se ha hecho hombre, ser hombre es la cosa más importante que existe”

Hugo de San Víctor, «Toda la divina Escritura constituye un único libro y este libro único es Cristo, habla de Cristo y encuentra en Cristo su cumplimiento» (De arca Noe, 2, 8).

Adeste fideles dice: «A quien así nos ama ¿quién no le amará?».

CONTO

«CARTA» DE JESÚS:

«Como sabrás, se ha celebrado de nuevo mi cumpleaños. Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y este año ha sucedido lo mismo. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión y en todas partes no se habla de otra cosa que de la fiesta de mi cumpleaños. La verdad, es agradable pensar que, al menos un día al año, algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes hace muchos años que empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio era una forma de comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero me da la impresión de que hoy día pocos saben para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata. Recuerdo que este año, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo que había también muchos regalos; pero, ¿sabes una cosa? Ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. La fiesta era para mí, y cuando llegó el gran día me dejaron fuera, me cerraron la puerta… y yo quería compartir la mesa con ellos. La verdad es que no me sorprendí porque en los últimos años casi todos me cierran la puerta. Yo quiero celebrarlo, todavía hay tiempo, ¿me abrirás tu la puerta para que entre? Estás todavía a tiempo»

Tomado de José María Martín OSA

ANÉCDOTA

LOS TÉRMINOS «GRACIA Y VERDAD» (v. 14)

Son sinónimos de «bondad y fidelidad», dos atributos que en el Antiguo Testamento se aplican constantemente a Dios (cfr Ex 34,6; Sal 117; 136; Os 2,16-22; etc.). «Gracia por gracia» (v. 16) puede entenderse como la substitución de la economía salvífica del Antiguo Testamento por la nueva economía de la gracia traída por Cristo. También puede indicar una superabundancia de dones otorgados por Jesús: a unas gracias se añaden otras, y todas brotan de la fuente inagotable que es Cristo, cuya plenitud de gracia no se acaba nunca.

Tomado de Biblia de Navarra

GANDHI

Cuentan las biografías de Gandhi que el Mahatma, aun siendo como era hinduista, admiraba y amaba apasionadamente a Cristo. Pero tenía una impresión bastante menos buena de los cristianos.

Una tarde hablaba del cristianismo a sus discípulos sentado a la vera de un río y, de repente, Gandhi interrumpió su discurso, se levantó, entró en el río, tomó de su fondo un guijarro y se lo mostró aún chorreante a sus oyentes. Después con otra piedra partió el guijarro en dos y mostró a sus discípulos que su interior estaba seco.

“Así –les dijo- le ocurre a Occidente. Lleva dos mil años bañado por la doctrina de Cristo, pero aunque esta doctrina ha pasado y pasado sobre su piel, por dentro está seco, por dentro no es cristiano”.

Luego Gandhi siguió hablando del nacimiento de Cristo y dijo esta frase terrible: “Cuando oigo cantar “gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres” me pregunto dónde se da hoy verdaderamente gloria a Dios y dónde hay hombres en paz. Mientras sigamos llamando paz al hambre insaciada de muchos y mientras no hayamos desarraigado de nuestro mundo la violencia. Cristo no habrá terminado de nacer” Y aún añadió otra frase que desde hace muchos años me hace a mí templar: “Me gustaría preguntarles a los cristianos qué han hecho de la Navidad”.

Terrible pregunta, amigos míos. Porque la Navidad es la mayor de las alegrías imaginables, pero yo me pregunto si muchos de los que se dicen creyentes la habrán descubierto. La Navidad es el mayor regalo hecho por Dios a la humanidad. Hace dos mil años, Dios puso en los zapatos de la humanidad el más insoñable de sus regalos: su propio Hijo. Con ello nos repetía que aún nos amaba, que aún confiaba en la humanidad.

Ortega y Gasset escribió que “si verdaderamente Dios se ha hecho hombre, ser hombre es la cosa más importante que existe”

Tomado de Juan Jáuregui

IMAI KENJI

Un arquitecto japonés Imai Kenji, con materiales destrozados o quemados por la bomba atómica de Nagasaki, ha levantado en lo alto de una colina dos inmensos mosaicos, el del amor, contra el odio, y el de la esperanza contra la desesperanza de un futuro.

Trozos de porcelana de platos, braseros, floreros, soperas, porcelana roto y destrozada, forman aquel rojo de amor y verde-blanco esperanza que parece iluminar a toda la ciudad.

Tomado de José María Maruri, SJ

DOSTOIEVSKY

Afirmaba en los “Hermanos Karamázov”, en una célebre cita, que “si Dios no existe, todo está permitido”, que podríamos interpretar como que si Dios no existe, todo es posible, no hay impedimentos ni metafísicos, ni morales… Pero a esta cita, bien podemos contraponer otra afirmación, a saber, que, si Dios se ha hecho carne, un mundo nuevo es posible, ya en esta tierra.

Tomado de Fr. Ángel Romo Fraile

EL MISTERIO DE NUESTRO DIOS:

Uno y plural (trino), con distinción, pero sin separación. El Hijo, siendo Dios como el Padre, es distinto de él en cuanto Hijo.

El Hijo no es una criatura, porque estaba en el principio intemporal en que está Dios, porque es Dios, como querían los arrianos del siglo IV. Nicea dirá contra esta opinión herética: engendrado, no creado: engendrado sí, porque es Hijo; creado no, porque no procede de Dios por creación. Tampoco es Dios Padre, como pretendían los sabelianos, confundiendo a las personas, al considerar que el Hijo era simplemente otra manifestación o presentación, otro rostro (prosopon), del que antes se había manifestado como Padre. Pero por este camino de puras manifestaciones o de simples apariencias destruían la Trinidad (real) de personas en Dios.

Pero Jesús no es simplemente la Palabra que estaba junto a Dios era Dios, sino la Palabra que, sin dejar de ser lo que era, se hizo carne, es decir, hombre, hombre real y no una apariencia de hombre, como querían los docetas. La desnuda apariencia de su humanidad habría reducido a pura apariencia (sin consistencia real) todos sus actos humanos, actos psicosomáticos, desde el comer y el dormir hasta el sufrir y el morir. Todo en la vida de Jesús habría resultado engañoso: apariencia carente de realidad.

Pero no, el Hijo de Dios se hizo hombre naciendo de mujer. Y se hizo hombre íntegro, no hombre a medias, esto es, con un cuerpo de hombre, pero sin alma humana, como pretendieron los apolinaristas, temerosos de poner en Cristo un alma tan frágil y propensa al pecado como la nuestra o de introducir dos principios operativos en Cristo destruyendo su unidad. Todavía hubo quienes le concedieron alma, pero le privaron de voluntad humana, temerosos también de poner en Jesús un principio autónomo de decisión distinto de su naturaleza divina. Eran los monoteletas de Eutiques, también condenados por la Iglesia.

Luego el Verbo de Dios se hizo hombre y hombre íntegro, es decir, sin que le faltara nada de lo que al hombre le corresponde tener por naturaleza: corporeidad, inteligencia, voluntad y sensibilidad humanas, capacidad para sufrir, para llorar, para reír, para sentir… En todo semejante a nosotros, menos en el pecado; pero el pecado no es naturaleza humana, aunque históricamente este muy ligado a ella desde sus comienzos.

Admiremos, pues, este misterio de encarnación que nos revela el soberano e inmenso amor de Dios -lo que los Santos Padres llamaban «filantropía divina»- que tuvo que recorrer una distancia tan grande -si es que podemos hablar en estos términos-, la distancia que va de lo infinito a lo finito, para estar junto a nosotros como uno de nosotros. Nos hallamos ante el misterio de la condescendencia divina. No es extraño, por tanto, que se hable de la encarnación como un descenso (cristología descendente) del que era de condición divina, un descenso de lo superior a lo inferior. Así se ha revelado el amor de Dios.

Tomado de José Ramón Díaz Sánchez-Cid

LA ESTRELLA DE BELÉN

La Basílica de la Natividad de Belén es probablemente el templo cristiano más antiguo de cuantos se hallan en pie. Existe en él una estrella de plata que recuerda el lugar donde, según la tradición, nació Jesús. En letras capitales, grabadas en relieve, la estrella tiene esta inscripción circular latina: «Hic de Virgine María Jesús Christus natus est» (Aquí nació Jesucristo de la Virgen María). Esta estrella ha sido robada y repuesta varias veces a lo largo de la historia, sufriendo múltiples avatares. La actual fue colocada el año 1717, fabricada con reales de a ocho que mandó España. (Esta moneda fue creada en España en 1497. Se le llamaba «el dólar español» por ser la usada en Norteamérica hasta 1875. El símbolo del dólar $ proviene de las dos columnas que figuran en esta moneda con la inscripción: plus ultra). Los primeros cristianos afirmaron, desde sus orígenes, que Jesús de Nazaret no había sido una idea abstracta, sino alguien concreto que ha compartido nuestra misma vida. «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros»

Tomado de Tiempo Interior

PRESUPUESTO PARA ENTENDER EL PRÓLOGO

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.

Tomado de J.L.Sicre

CHISTE

¿Cuánto mide su parcela?

  • Pues la verdad no tengo ni idea.

Pero, ¿qué dicen las escrituras?

  • Que se hizo carne y acampó entre nosotros.

Pero eso, ¿qué tiene que ver?

Inspirado de J.L.Rubio, 100 chistes con la gracia de DIos

POEMA

Ya que era llegado el tiempo

en que de nacer había,

así como desposado

de su tálamo salía,

abrazado con su esposa,

que en sus brazos la traía,

al cual la graciosa Madre

en su pesebre ponía,

entre unos animales

que a la sazón allí había,

los hombres decían cantares,

los ángeles melodía,

festejando el desposorio

que entre tales dos había,

pero Dios en el pesebre

allí lloraba y gemía,

que eran joyas que la esposa

al desposorio traía,

y la Madre estaba en pasmo

de que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría,

lo cual del uno y del otro

tan ajeno ser solía.

San Juan de la Cruz

ORACIÓN

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Acompáñanos en la hora de incertidumbre,

y que nunca desaparezca de nuestros labios

un canto de alabanza y gratitud por tu llegada.

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y, sin comprenderlo ni entenderlo muy bien,

sólo sabemos que ha merecido la pena

que estamos menos solos que antes

que, nuestra soledad, es la tuya

y que, nuestras inquietudes, ya desde pequeño

van contigo en ese rostro que, hoy por amor,

y en el calvario con pasión,

mira al hombre desde el amor.

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y en el silencio, sigue hablando tu amor

Y en la oscuridad, sigue brillando la estrella

Y en el portal, sigues esperándonos

Y en la humildad, sigues enseñándonos

el camino preferido para encontrar a Dios

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Para hacernos redescubrir el encanto de creer

y el encanto de amor

la ilusión de esperar y la alegría de vivir

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y, por venir hasta nosotros,

nos sentimos afortunados y dichosos:

¡Nunca nos había ocurrido algo parecido!

¡No te vayas, Señor!

¡Quédate junto a nosotros, Señor!

¡Deja que sigamos adorando tu divinidad!

¡Permite que te dejemos los dones

de nuestra fe, esperanza y caridad!

¡VINISTE AL MUNDO, SEÑOR!

Y, desde que has llegado,

este mundo ha encontrado una ventana

que nos abre de nuevo a la esperanza y a la paz.

Gracias, Señor: ¡HAS VENIDO…Y NOS BASTA!

Javier Leoz

MEDITACIÓN

Y EL VERBO SE HIZO CARNE.

“A nosotros esto nos parece demasiado hermoso para que sea verdadero. ¡Un Dios hecho carne, identificado con nuestra debilidad, respirando nuestro aire, caminando con nosotros, sufriendo nuestros problemas! Y seguimos buscando a Dios arriba en los cielos cuando está abajo en la tierra. Y seguimos persiguiéndole fuera, sin acogerlo con fe en nuestro interior. Una de las grandes contradicciones de los cristianos es confesar con entusiasmo la encarnación de Dios, y olvidar luego que Cristo está en medio de nosotros. Y sin embargo, después de la encarnación, a Dios sólo podemos encontrarle entre las personas, con las personas, en las personas”

(Florencino Ulibarri).

CANTO

Voy a Belén

Temblando estaba de frío. P. Fernando Morales. Con letra de Lope de Vega

Mi casa será Belén. Por Jose Antonio Olivar/Carlos Montero

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela