Frente al feminismo eclesial, la «vocación de lo femenino»: contundente respuesta de unas católicas

Su manifiesto denuncia la «crisis antropológica» de la complementariedad hombre-mujer

El feminismo es una ideología que goza en estos momentos de un poder enorme en el ámbito político, social y cultural. Como un rodillo, todo aquel que no se pliega al pensamiento feminista corre el riesgo de ser aplastado en el ámbito público. Sus tentáculos también se extiendan al catolicismo, que sufre los envites desde fuera, y también en su interior, de una ideología que pretende destruir los cimientos en los que se sustenta la Iglesia Católica.

En Alemania justamente estos días un grupo feminista que se denomina católico y se llama Maria 2.0 ha imitado a Lutero y ha clavado siete tesis en las puertas de catedrales y templos alemanes.

Aunque Lutero nunca clavó sus tesis estas feministas reclaman una iglesia con justicia de género en la que todos tengan accesos a todos los cargos y donde además se existe una actitud que acoja la sexualidad autodeterminada y la abolición del celibato obligatorio.

Esta actitud tan acorde a la ideología que se va imponiendo contrasta, sin embargo, con un grupo de católicas francesas que han creado un manifiesto sobre “la vocación de lo femenino” y que hace una defensa completamente opuesta de la mujer que la realizada por feministas tanto eclesiales como extraeclesiales.

Más de 500 mujeres se han adherido ya a este manifiesto. Amas de casa, ingenieras, profesoras, estudiantes… Mujeres de todo tipo y condición que creen que “la obstinación por el matrimonio de los sacerdotes o el sacerdocio de la mujer son, para nosotras, síntomas de una grave crisis litúrgica enraizada en una crisis antropológica aún más profunda sobre la complementariedad de hombre y mujer”.

De este modo, estas mujeres católicas recuerdan que en “un momento en el que nos damos cuenta del peligro del clericalismo, paradójicamente olvidamos que las mujeres están excluidas de manera divina de la jerarquía eclesial por el bien de toda la Iglesia”.

Una “caricatura empobrecida”

En su opinión, “nunca hasta hoy la vocación de la mujer se había representado como una caricatura tan empobrecida”.

Además citan el Antiguo Testamento, como Dios utiliza para liberar a su pueblo a mujeres como Judit o Ester. Pero sobre recuerdan la Encarnación, donde “Dios nos da a su propio Hijo a través de la Virgen María” y en “ella el Amor de Dios encuentra su morada irrevocable”.

Por ello, en el manifiesto recalcan que ya sea uno “hombre o mujer tenemos una deuda con este sí femenino. Como resultado de esta respuesta, las mujeres en el cristianismo tienen su propia libertad de expresión y acción. Es justo recordar algunas figuras ilustres como Catalina de Siena o Juana de Arco, pero también reconocer las discretas intervenciones de las mujeres incluso en nuestra vida personal”.

Por otro lado, señalan que la mujer es también educadora. “Queremos que nuestros hijos encuentren hitos claros en sus vocaciones como hombres y mujeres. No se debe alentar a las niñas a participar en un clima de lucha y demandas. Se les debe animar a desarrollar y dar cuenta de sus propios talentos y carismas. Deben recibir el hecho de ser mujer, por lo que significa: ¡una gracia notable!”, aseguran.

La complementariedad entre el hombre y la mujer

Pero además “en cuanto a los niños, -agrega el manifiesto- deben ser educados en el temor de Dios, en la entrega desinteresada de sí mismos, en el respeto y la admiración del cuerpo humano femenino y masculino. Hoy, para el desarrollo de la personalidad, estamos redescubriendo la necesidad de espacios de expresión propios de cada uno. Los niños y niñas también deben percibir el valor incondicional de la feminidad y la maternidad, encomendada a la paternidad y la masculinidad”.

El espíritu de este manifiesto es que las firmantes tienen claro que como “mujeres católicas, conscientes de nuestro privilegio mariano, elegimos poner nuestras energías y talentos al servicio de la complementariedad efectiva del hombre y la mujer”.

Y esto es así porque están convencidas de que su “vocación específica no es un espejo de la del hombre y no necesita ser ennoblecida por el servicio del altar”. En este sentido, creen que “así como un hombre tiene una deuda con la maternidad espiritual, expresamos nuestra gratitud por el servicio masculino al altar”.

“Somos conscientes de que nuestros pastores, para ser fieles a la llamada evangélica ya la tradición bíblica y eclesial, tienen que sufrir presiones y que aún tendrán mucho que sufrir. Les aseguramos nuestra oración y nuestro cariño fraterno para que su celibato ofrecido y unido al Único Sacrificio sea siempre fecundo”, concluye el manifiesto de estas mujeres católicas.

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