“Estaba convencido de que tenía que compartir mi vida, mi fe y entregarme a los más necesitados”

Entrevista a Rogelio Freijo, actual párroco de Boiro, quien fue misionero en Camerún durante casi ocho años

-Nombre, edad y lugar de nacimiento

Me llamo Rogelio Freijo Canosa, tengo 62 años y soy de Santa María de Alba (Devesa), en Pontevedra.

-¿Por qué decidió ir a las misiones?

Desde la adolescencia siempre pensé que tenía que hacer algo por los demás y esos demás eran precisamente los del tercer mundo. Estaba convencido de que tenía que compartir mi vida, mi fe y entregarme a los más necesitados.

-¿En qué países ha estado y durante cuánto tiempo?

Primero estuve en Francia 3 meses, para aprender el francés, que es una de las lenguas oficiales del Camerún. Durante estos meses estuve alojado en una residencia y allí continuaba practicando el idioma con la gente extranjera que había. Después estuve en Camerún durante casi 8 años como misionero, luego 20 años en parroquias de Terra de Montes (Forcarei). Durante estos 20 años fui a la India 2 meses para hacer una experiencia con los monjes hindúes en las montañas del Himalaya, que por cierto fue una experiencia valiosa. Actualmente estoy en Boiro, provincia de A Coruña, donde llevo 3 años.

-¿Cómo recuerda su primera vez en África?

Pues como una aventura. Incluso llevé una guitarra que ni siquiera sabía usarla, y al mismo tiempo como un sueño hecho realidad. Un recuerdo que no olvidaré es el encuentro con el obispo al recibirme: después de entregarme una botella de whisky para hacerle frente a la malaria, me da el consejo de que a los de su raza y cultura nunca les dé todo hecho, sino que les implique en algo. De esa manera será provechoso el trabajo con ellos, pues se sentirán responsables de lo que tienen.

-¿Qué es lo que más le impresionó?

Me impresionó la sencillez de la gente. Que careciendo de tantas cosas y de lo más básico, como es la comida, la educación, el vestido, siempre eran capaces de estar alegres. También su hospitalidad, porque hacen lo posible para dar una fiesta, a la cual están invitadas también las tribus vecinas a toque de tam tam. Hacen fiesta por cualquier cosa, sobre todo cuando tienen una visita como puede ser la de un misionero. Se desviven y todos colaboran en hacer algo.

-¿Cómo era su vida en Camerún? ¿Cómo era un día allí?

Se aprovechaba los días de mercado en los distintos pueblos, cada día en uno distinto, para encontrarse tanto con los cristianos como con los que no, ya que formábamos un equipo donde había técnicos agrarios, médicos, ATS, que eran voluntarios de Europa y América, juntamente con los sacerdotes. Intentábamos cada uno de nosotros llevar a cabo nuestra labor. De hecho, las doctoras y las técnicas sanitarias aportaban una gran labor social reuniendo a las mujeres. Además, antes de salir, nos reuníamos para hacer un rato de oración/reflexión, ya que no íbamos por nuestra propia cuenta, sino  que alguien nos enviaba, y ese alguien era Cristo. Querían que les hablase de Él, en quien yo creía y por quien yo estaba con ellos.

-¿Qué es lo mejor y lo peor que ha vivido?

Lo mejor: las buenas relaciones que tenía con los líderes musulmanes del entorno, pues nunca nos vimos como rivales, sino como hermanos, hijos de un mismo Dios. También cómo la gente avanzaba. Las cosas iban cambiando, tomaban otro aspecto. A los 3 años de mi llegada la gente se le notaba implicada y valoraba el trabajo de los misioneros (sacerdotes y voluntarios). Habían descubierto aspectos de ese Dios. Como ellos decían, “el Dios de los blancos era ahora también su Dios”.
Lo peor: al sentirme muy limitado delante de una serie de realidades como puede ser una enfermedad o un accidente, no poder hacer nada o muy poco. Lo mismo que con el tema de la brujería, la cual está muy arraigada. Esto se irá solucionando poco a poco en la medida en que la gente va adquiriendo cultura mediante la alfabetización, que de una gran parte se encarga la misión católica.

-¿Cuáles son, en su opinión, las principales diferencias (sociales, económicas, culturales…) con nuestro país?

Existe una diferencia notable de unos 50 años. Lo que más falta es la cultura, porque es un país donde la gente no puede escolarizarse, y además existe un régimen islámico, donde frena mucho la vida social de la mujer.

-¿Echaba de menos Galicia?

Siempre uno echa de menos la tierra que lo vio nacer: la familia, los amigos, las costumbres, comodidades, diversiones, pero todo eso se superaba fácilmente al sentirse integrado en la vida con ellos. Es saber que no estás haciendo nada de extraordinario, sino, simplemente lo que tienes que hacer.

– ¿Cómo está viviendo la epidemia del ébola que está sacudiendo varios países de África?

Se trata de algo muy serio, y que puede llevar consigo muchas vidas… Nadie lo niega, y tal vez poco implicado por erradicarlo de raíz, aunque a mí me gustó siempre agradecer y valorar a las personas conocidas y anónimas que colaboran con las misiones de una manera considerable. Pero no es menos cierto que el hambre es tal vez mucho peor, pero como no contagia no es peligroso, no es una preocupación. En cambio, el ébola sí contagia, y esta es nuestra preocupación. La preocupación de nuestra sociedad actual empapada de consumismo.

– ¿Mantiene contacto con algún misionero que esté en África en la actualidad? Si es así, ¿qué noticias le llegan?

Sí. Con un camerunés que se ordenó allí y actualmente es el arzobispo de Doualá. Las noticias es que ahora sí están muy preocupados por la presencia de un grupo terrorista nigeriano llamado “Boko haram”, que el pasado 8 de agosto mató a 5 personas en una zona fronteriza con nigeria. Dos días antes, otras 10 personas murieron en esta zona cuando miembros de esta milicia islámica radical cortaron una carretera y abrieron fuego contra un autobús, cuando aún estaba reciente el secuestro del 27 de julio, de la esposa del viceprimer ministro camerunés, liberada al día siguiente, y a 8 personas más en un ataque en el que también se registraron 16 víctimas mortales. A pesar de que el presidente Paul Biya afirme que “Boko haram” no conseguirá entrar en Camerún. También continúa habiendo corrupción a todos los niveles y esto hace que el país no progrese.

-¿Qué opina de la polémica generada por la repatriación de los dos misioneros españoles que posteriormente fallecieron por el virus del ébola?

Se trata de unas personas que en su momento lo dejaron todo: familia, amigos, tierra, cultura, etc., y decidieron hacer la maleta, volar a una tierra desconocida y entregar lo que tenían y sabían a los más necesitados. Sólo desde la fe se puede hacer una donación de esa manera. Pienso que bien merecían ser atendidos allí mismo, pero faltan los medios. ¿Es qué estos misioneros acaso no eran españoles? ¿No estaban haciendo una labor humanitaria, además de religiosa? ¿Por qué nos creamos tanto problema ante esta situación y no nos planteamos las mismas cuestiones cuando se ha salido a socorrer a alpinistas, montañeros o espeleólogos? ¿Qué pasa, que también clasificamos a los españoles, hacemos categorías?

-Durante su estancia en Camerún, ¿alguna vez corrió peligro su vida? ¿Sintió miedo alguna vez?

Naturalmente. En una ocasión estuve 4 horas echado en tierra porque unos militares querían dinero. Durante todo ese tiempo no dejaron de apuntarme. Y otra fue por el secuestro de una joven que se preparaba para el bautismo y con la idea de celebrar su boda. Como el novio no quería pagar la dote al padre de la chica la raptaron. Tuvimos que hacerles frente a los secuestradores y sentí miedo porque me amenazaron. Sabían que yo era el cura y a raíz de esto los cristianos me acompañaban siempre, incluso en la misión.

-¿Cree que la labor de los misioneros está reconocida?

En los territorios de misión no se dan problemas un tanto ficticios que acontecen entre nosotros, que en realidad son problemas de países ricos: el clericalismo, el sacerdocio de la mujer, la ideología de género, el aborto y un largo etcétera. El misionero va al día y confía en el Señor, porque existen cosas que son de cada día: acercarse al más pobre, evangelizar de manera total, esforzarse por conseguir sobrevivir ante tantas situaciones límite.   

– ¿Le gustaría volver a marcharse?

Creo que todo tiene su momento, su tiempo, y se puede ser útil de muchas maneras cuando los medios son escasos. La edad va en aumento, el rendimiento siempre es limitado y la salud también es un factor determinante. Creo que es mejor retirarse a tiempo, dada la situación que se vive allí, y no ser una carga difícil de llevar debido a la escasez de medios, pero sí… me gustaría volver.

Diario de Pontevedra