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En Belén, misa con el Niño pero sin peregrinos: el Patriarca latino pide trabajar por la convivencia

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Otra Navidad sin peregrinos en Belén, como señaló en la misa de Nochebuena el Patriarca Latino de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa, desde la ciudad donde nació Jesús, cuyos habitantes cristianos, tradicionalmente dedicados a la artesanía para turistas y peregrinos, sufren una grave crisis.

En noviembre Israel abrió las fronteras de nuevo a los viajeros extranjeros, pero en diciembre, con la expansión de la variante ómicron del coronavirus, volvió a cerrarlas -con excepciones muy limitadas- bloqueando el paso de turistas y viajeros.

Si en la Navidad de 2020 en la basílica católica de Santa Catalina casi no hubo asistentes, esta Nochebuena sí se llenó, pero con fieles locales y de Tierra Santa, no con peregrinos extranjeros.

Tradicionalmente acude el presidente de la autoridad palestina, Mahmoud Abbas, pero este año no pudo participar, si bien acudió el Primer Ministro de la Autoridad Palestina, Mohammad Shtayyeh. También estuvieron presentes las autoridades políticas locales y miembros del personal diplomático de España, Italia, Francia y Bélgica.

Pizzaballa no dejó de mencionar la situación del turismo y las peregrinaciones, sector importantísimo para los habitantes de Belén: “Esperamos que con una acción conjunta de la política, la Iglesia y los turoperadores locales e internacionales , se pueden encontrar formas seguras de reanudar esta actividad, a pesar de la pandemia. ¡Es realmente necesario!”. Exhortó a rezar por ello.

El Patriarca Latino recordó que “el nacimiento de Jesucristo en la gruta de Belén” (a unas decenas de metros de donde predicaba él) “ha cambiado la historia de la humanidad”, y también puede “cambiar nuestra vida y abrir nuevas perspectivas incluso donde parece que la oscuridad es demasiado fuerte. ¿De qué manera? Para vivir la Navidad es necesario escuchar la voz de Dios”, invitó.

El Patriarcado Latino cubre los territorios palestinos, Israel, Jordania y Chipre. Pizzaballa recordó la reciente visita del Papa Francisco a la isla, en la que el pontífice predicó sobre la paciencia. “No significa permanecer inerte, sino estar disponible para la acción impredecible del Espíritu Santo, utilizando nuestro tiempo para mejorar la escucha, acogiendo a los diferentes de nosotros”, explicó. Así, quien dedica tiempo a escuchar a Dios, a Jesús, se prepara para darle la bienvenida.

Mencionó después a Jordania, animando a “nuestra Iglesia jordana para que siga escuchando siempre la voz del Espíritu, y no tenga miedo del futuro, sino que permanezca abierta y acogedora, viva y viva, llena de iniciativas religiosas, pastorales y sociales”.

Sobre Israel, el Patriarca se refirió a los “rumores preocupantes” de divisiones, “a la crisis de confianza que se produjo entre árabes y judíos, ambos ciudadanos, ambos habitantes de las mismas ciudades”. Recordó que la convivencia es algo que debe construirse deliberadamente, “fruto de un deseo sincero y real”.

Sobre la situación en Palestina proclamó: “¿Qué pasa con este país, siempre esperando un futuro de paz que nunca parece llegar? La voz del dolor de este pueblo es en verdad un grito ensordecedor. Un pueblo que necesita experimentar la justicia, que quiere conocer la libertad, que está cansado de esperar que se le permita vivir libre y con dignidad en su propia tierra y en su propia casa, que no quiere vivir solo con permiso, en este tiempo necesario para entrar, salir, trabajar o de otro modo, necesario para vivir. No necesitamos concesiones, sino derechos, y poner fin a años de ocupación y violencia, con todas sus dramáticas consecuencias en la vida de cada individuo y de la comunidad en general”.

El Patriarca latino, que recientemente visitó la parroquia de Gaza, donde viven unos cientos de católicos, explicó que allí aprendió el significado de la “resiliencia”, y los alabó por vivir el amor, la solidaridad y la alegría pese a sus difíciles circunstancias. Algunos parroquianos de Gaza escuchaban esto en persona: habían conseguido llegar a Belén a la celebración después de obtener permisos de Israel para cruzar el territorio.

La misa de Navidad en la iglesia latina de Belén terminó con una procesión solemne hacia la adyacente gruta de la Natividad. El Patriarca Latino de Jerusalén llevó en brazos una pequeña estatua del Niño Jesús, sobre un cojín bordado con motivos navideños de estilo etíope o copto-egipcio. Colocó al Niño en el lugar que según la tradición pudo ser el pesebre de Jesús, un gesto simbólico para decirle al mundo que Jesús sigue naciendo para ofrecer la salvación a todos.

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