El Vaticano promociona internacionalmente la carta de Reig Plá

El Pontificio Consejo para la Familia promociona internacionalmente en su web la carta del obispo de Alcalá de Henares, Mons. Reig Plá: «Llamar a las cosas por su nombre. Un verdadero reto para los católicos».

– Y lo hace sabiendo de la manifestación por la vida «Cada vida importa», anunciada para el 22 de noviembre.

– Y lo hace a pesar de que algunos hermanos en el episcopado español y eclesiásticos ‘que mandan’ intentaron silenciarle. Dado que la manifestación coincide con la clausura de la Plenaria de la CCE.

– Y lo hace aunque los grupos políticos, en su insondable ignorancia, pidiesen que la Conferencia Episcopal lo destituyese por esta carta.

– Y lo hace ignorando las denuncias presentadas por lobbies abortistas y homosexualistas y los insultos de la casposa progrez clericaloide

– Y lo hace aunque denuncie proféticamente, y casi en solitario, al Partido Popular, que en estos momentos gobierna España y también al resto de partidos (o quizá por eso):

    Como es verificable, el Partido Popular con esta decisión, se suma al resto de los partidos políticos que, además de promover el aborto, lo consideran un derecho de la mujer: una diabólica síntesis de individualismo liberal y marxismo. Dicho de otra manera, a fecha de hoy ‒ y sin juzgar a las personas ‒, los partidos políticos mayoritarios se han constituido en verdaderas “estructuras de pecado” (Cf. San Juan Pablo II, Encíclicas Sollicitudo rei socialis, 36-40 y Evangelium vitae, 24).

– Y lo hace porque considera que Reig Plá es un «radical», una persona que va a las raíces del problema, y además en cinco idiomas: inglés, español, francés, italiano y portugués:

    Ocho puntos para manifestar el desacuerdo. Los ha escrito monseñor Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, refiriéndose a la no reforma, en España, de las leyes del aborto. El proyecto de ley de protección de la concepción y de los derechos de las mujeres embarazadas, promovido por el gobierno conservador español del Partido Popular, ha sido retirado por no haberse logrado el consenso necesario. El obispo, profundamente apenado, invita, en sus reflexiones, a “llamar a las cosas por su nombre” y se dirige de modo particular a los católicos para “mantener firme la finalidad de la evangelización”, “insistir en la educación al amor”, “movilizar las conciencias”, “regenerar los partidos políticos mayoritarios” y “promover la adopción de leyes para proteger los no-nacidos, la maternidad y las familias”.

Seguro que Mons. Reig Plá agradece más que se le dé difusión a la carta pastoral que cualquier otro tipo de manifestación de afecto. No se lo he preguntado, pero me atrevo a asegurarlo. Al menos, el Vaticano es lo que ha hecho.

De Lapsis

Juanjo Romero

LLAMAR A LAS COSAS POR SU NOMBRE
Un verdadero reto para los católicos

Mons. Juan Antonio Reig Pla
Obispo de Alcalá de Henares

1. El Presidente del Gobierno de España y del Partido Popular ha confirmado la retirada de la reforma de la ley del aborto
que pretendía “limitar” cuantitativamente el “holocausto silencioso”
que se está produciendo. Mantener el derecho al aborto quiebra y
deslegitima el supuesto estado de derecho convirtiéndolo, en nombre de
la democracia, en una dictadura que aplasta a los más débiles. Ninguna
ley del aborto es buena. La muerte de un solo inocente es un horror,
pero “parecía” que “algo” estaba cambiando en las conciencias de algunos
políticos relevantes respecto del crimen abominable del aborto (Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 51).


Dicho
esto conviene denunciar, con todo respeto a su persona, que el
Presidente del Gobierno ha actuado con deslealtad respecto a su
electorado al no cumplir su palabra en esta materia, explicitada en su
programa electoral; también ha actuado con insensatez pues ha afirmado
que lo sensato es mantener el “derecho al aborto”, es decir, el derecho a
matar a un inocente no-nacido, el crimen más execrable. Además ha
faltado a la verdad, pues su partido tiene mayoría absoluta en el
Parlamento y, sin embargo, afirma que no hay consenso, algo que no ha
aplicado a otras leyes o reformas infinitamente menos importantes.


Ha
llegado el momento de decir, con voz sosegada pero clara, que el
Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el feminismo
radical y la ideología de género, e “infectado”, como el resto de los
partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada “gobernanza global” al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista,
que ha presionado fuerte para que España no sea ejemplo para
Iberoamérica y para Europa de lo que ellos consideran un “retroceso”  inadmisible en materia abortista.


2.
Respecto al Jefe de la Oposición en el Parlamento, también con todo
respeto a su persona, hay que afirmar que se ha mostrado falto de rigor
intelectual y con un déficit de sensibilidad ante la dignidad de la vida
humana. Es asombroso comprobar cómo telefonea a un programa de
televisión para denunciar la violencia contra los animales, y, sin
embargo, olvida la violencia criminal contra dos millones de niños
abortados: decapitados, troceados, envenenados, quemados… Desde la
lógica del horror el Secretario General del PSOE ensalzó en la Estación
de Atocha de Madrid el mal llamado “tren de la libertad” en el que
algunas mujeres reclamaban “el derecho a decidir matar inocentes”; este
tren, como los trenes de Auschwitz que conducían a un campo de muerte,
debería llamarse, no el “tren de la libertad” sino, el “tren de la
muerte”, del “holocausto” más infame: la muerte directa y deliberada de
niños inocentes no-nacidos.


3.
Como es verificable, el Partido Popular con esta decisión, se suma al
resto de los partidos políticos que, además de promover el aborto, lo
consideran un derecho de la mujer: una diabólica síntesis de
individualismo liberal y marxismo. Dicho de otra manera, a fecha de hoy ‒
y sin juzgar a las personas ‒, los partidos políticos mayoritarios se
han constituido en verdaderas “estructuras de pecado” (Cf. San Juan Pablo II, Encíclicas Sollicitudo rei socialis, 36-40 y Evangelium vitae, 24).


4.
En el orden cultural, y bajo la presión del feminismo radical, se ha
trasladado el punto de mira del aborto; se ha deslizado desde el
tratamiento como un crimen (No matarás) a la consideración de la
mujer como víctima. Es verdad que la mujer es también víctima,
abandonada en muchas ocasiones ‒ cuando no presionada para que aborte ‒,
por el padre de su hijo, por su entorno personal y laboral y por la
sociedad; también es cierto que sufre con frecuencia el síndrome
post-aborto, etc.; pero, si bien algunas circunstancias pueden disminuir
la imputabilidad de tan gravísimo acto, no justifican jamás moralmente
la decisión de matar al hijo por nacer. Esto hay que denunciarlo al
tiempo que hay que acompañar con misericordia  y «adecuadamente
a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el
aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas
angustias» (Papa Francisco,
Evangelii gaudium, 214).


Pero, como digo, lo específico del aborto es que se trata de un crimen abominable: «el que mata y los que cooperan voluntariamente con él cometen un pecado que clama venganza al cielo (Cf. Gn
4, 10)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2268). No se puede
justificar, apelando a la libertad, lo que de sí es una acción criminal
que mata a un inocente, corrompe a la mujer, a quienes practican el
aborto, a quienes inducen al mismo y a quienes, pudiendo con medios
legítimos, no hacen nada para evitarlo. La Iglesia Católica, Madre y
Maestra, en orden a proteger al inocente no-nacido e iluminar las
conciencias oscurecidas «sanciona con pena canónica de excomunión este
delito contra la vida humana. “Quien procura el aborto, si éste se
produce, incurre en excomunión latae sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (Cf. CIC
can. 1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito
de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen
cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a
sus padres y a toda la sociedad» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2272). Es necesario evidenciar que nos encontramos ante una verdadera crisis de civilización.


5. Por otra parte, diré más: se debe aclarar que no es justificable moralmente la postura de los católicos que han colaborado con el Partido Popular en la promoción de la reforma de la ley del aborto a la que ahora se renuncia. La Encíclica Evangelium vitae del Papa San Juan Pablo II no prevé la posibilidad de colaboración formal con el mal (ni mayor ni menor); no hay que confundir colaborar formalmente con el mal (ni siquiera el menor) con permitir
‒ si se dan las condiciones morales precisas ‒ el mal menor. Dicha
Encíclica (n. 73) lo que afirma es: «un problema concreto de conciencia
podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase
determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a
restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra
ley más permisiva ya en vigor o en fase de votación. […] En el caso
expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley
abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto
sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a
propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir
así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad
pública. En efecto, obrando de este modo no se presta una colaboración
ilícita a una ley injusta; antes bien se realiza un intento legítimo y
obligado de limitar sus aspectos inicuos».


6.
Con afecto hacia las personas y con dolor, también debo decir que, en
ocasiones, algunas instancias de la Iglesia Católica que camina en
España no han propiciado, más bien han obstaculizado, la posibilidad de
que aparezcan nuevos partidos o plataformas que defiendan sin fisuras el
derecho a la vida, el matrimonio indisoluble entre un solo hombre y una
sola mujer, la libertad religiosa y de educación, la justicia social y
la atención a los empobrecidos y a los que más sufren: en definitiva la
Doctrina Social de la Iglesia. Gracias a Dios el Papa Francisco ha sido
muy claro respecto del aborto en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (nn. 213 y 214).


7.
Como en tantas otras ocasiones de nuestra historia, es momento de
apelar a la conciencia de los católicos españoles. Ante nosotros, tal
vez, se abre la posibilidad de “un nuevo inicio” y en todo caso un amplio abanico de acciones simultáneas, entre las que quiero destacar:


a) Hay que mantener firme el propósito de la evangelización, de la gestación de nuevos cristianos y de la atención en nuestros “hospitales de campaña”
(Cáritas, Centros de Orientación Familiar, etc.) de tantas personas
heridas (física, psíquica y espiritualmente) que esperan nuestro amor,
nuestra misericordia y nuestra ayuda, siempre desde la verdad.


b) Insistir en la educación sexual y en la responsabilidad de las relaciones sexuales, es decir, educar para el amor.


c)  Insistir
en la abolición total de toda ley que permita el aborto provocado
directo y promover la aprobación de leyes que protejan al no-nacido, la
maternidad y las familias.


d) Suscitar una respuesta civil organizada y capaz de movilizar las conciencias.


e) Hacer una llamada a promover iniciativas políticas que hagan suya, integralmente, la Doctrina Social de la Iglesia.


f)
Estudiar por enésima vez la posibilidad de regenerar los partidos
políticos mayoritarios, aunque hasta ahora estos intentos han sido
siempre improductivos.


8.  El
camino va a ser largo y difícil, ya sucedió con la abolición de la
esclavitud. La maduración de las conciencias no es empresa fácil, pero
nuestro horizonte, por la gracia de Dios, es el de la victoria del bien.
Este es tiempo de conversión. Así pues, todos
(mujeres y varones, profesionales de la sanidad y de los medios de
comunicación, gobernantes, legisladores, jueces, fuerzas y cuerpos de
seguridad, pastores y fieles, etc.) estamos obligados en conciencia a
trabajar y defender con todos los medios legítimos “toda la vida”
de “toda vida humana”, desde la concepción y hasta la muerte natural,
empezando por los no-nacidos y sus madres; si no lo hacemos, la historia
nos lo recriminará, las generaciones venideras nos lo reprocharán y, lo
que es definitivo, Dios, el día del Juicio, nos lo reclamará: era pequeño, estaba desnudo e indefenso y no me acogisteis (Cf. Mt 25, 41-46).
 


En Alcalá de Henares, a 24 de septiembre del Año del Señor de 2014

Ntra. Sra. de la Merced