El secreto para pasar de la ansiedad y el miedo a la paz

La pandemia aumenta nuestra inquietud, intentamos vivir como si todo dependiera de nuestro control, pero no tenemos nada asegurado…

Miro a Dios en este día. Sé que mi vida es suya y le pertenece. Dice san Pablo:

«Nada os preocupe. Y la paz de Dios custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Todo verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, tenedlo en cuenta. Y el Dios de la paz estará con vosotros».

Vivir así es lo que quiero, pero no es sencillo. Me preocupan las cosas que suceden. Tengo miedo. Me preocupa el futuro y me asusta perder las seguridades que me sostienen.

En realidad nadie me asegura una hora más de vida, ni un solo minuto. Eso me inquieta. Las seguridades humanas son muy escasas.

¿Por qué es tan frecuente la ansiedad? Porque intento vivir como si la vida fuera mía. Como si todo dependiera de mi control. Y al no lograr dirigir las cosas hacia donde yo quiero, tiemblo y me derrumbo.

El control no es posible. Puedo vivir en tensión continua, pretendiendo que los astros se alineen según mi conveniencia. Puedo vivir sin dormir para que nada se escape a mi control. Pero no tengo nada asegurado.

Ni la vida, ni la paz, ni el éxito, ni la fecundidad, ni los logros. Nada es mío, nada me pertenece. Al mundo llegué desnudo. Igualmente vacío lo abandonaré.

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¿Es legítimo dudar de la existencia de Dios?

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Eso a veces me asusta porque no quiero dejar de poseer lo que ahora poseo. Desprovisto de todo, desnudo en las manos de Dios.

Tener confianza en Dios me parece un milagro que sólo vivieron los santos. Yo no lo soy. Vivo con ansiedad, muy inquieto. Este tiempo de pandemia aumenta mi inquietud.

Quisiera aprovechar cada minuto de mi vida. Pero no lo consigo y se escapan los segundos entre mis dedos. Me da miedo el fracaso y la soledad.

Cuidar

Necesito aprender a vivir con paz sin preocuparme por esas cosas que tanto temo y tan poco controlo. No quiero que me pase lo que advierte la Biblia:

«Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Si yo no cuido su tesoro me quedaré sin él. Si no invierto en mi vida, en mi viña, perderé la oportunidad.

Hay oportunidades que pasan ante mis ojos sin que yo haga nada. Podría elegir, optar, salir, ponerme en camino. Me quedo quieto temblando de miedo.

Dicen que el mundo y la vida son para los valientes. ¿Por qué soy tan cobarde? Me da miedo perder. Lo sé y lo temo. Prefiero quedarme sin hacer nada.

Al que no habla no le critican. Al que no se expone no lo juzgan. El que no se la juega no pierde nunca. El que no lucha, no sale herido. Así es en la vida.

No quiero dejar de ser audaz en mi entrega. No quiero dejar de luchar por esos sueños que se aparecen ante mis ojos como un ideal.MORNING RUTINETe puede interesar: El sueño que te hace levantarte alegre cada mañana

La vida pasa tan fugaz que puedo dejarla huir sin intentar retenerla. Es ahora y aquí donde tengo que decidir cómo vivir, cómo invertir, cómo sembrar, cómo cuidar.

No quiero que nada me preocupe. Me doy cuenta de que hay tantas cosas que me quitan la paz a menudo…

Me quita la paz la enfermedad. Me acuesto cada noche seguro de que despertaré sano al día siguiente. Nadie puede asegurarlo.

Vivo el día haciendo planes de futuro. Planes que nadie va a garantizarme. Hago pronósticos y apuesto por un futuro siempre incierto.

Y me produce ansiedad la posibilidad de que lo que tanto deseo nunca se haga realidad. Deseo llegar lo más alto posible. Deseo amar lo más hondo que pueda. Deseo vivir con paz para poder dar paz a los que me rodean.

Cuido mi viña, mi vida, mi alma. Cuido a los que Dios ha puesto en mi camino. Y confío, sí, en que la fecundidad de mi vida no es mía. Y el éxito o el fracaso de todo lo que hago no está bajo mi control.

Sólo Dios sabe si lo que estoy haciendo está mal o está bien. Sólo Él me juzga y mide con misericordia mis acciones, mis pasos, mis omisiones. Sólo Él lo sabe todo y eso me deja tranquilo.

Soy tan consciente de mi debilidad, de mi vulnerabilidad, que me he acostumbrado a depender de Dios para todo. Sólo siendo hijo puedo crecer en esa confianza que es un don que pido.LITTLE GIRLTe puede interesar: ¿Por qué es tan difícil volver a ser como un niño?

Aleteia / Carlos Padilla